Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Ingreso a la Argentina tras el Covid-19
Se abrió Ezeiza para la entrada de extranjeros: “¿Y cómo voy a estar? Dos años sin ver a mi hijo”

Ildeña Tovar, colombiana, se abraza con su hijo Alfonso en el Aeropuerto de Ezeiza. Hacía dos años que no se veían por las restricciones de la pandemia.

Julieta Roffo

0

“¿Y cómo voy a estar? Dos años sin ver a mi hijo, sin tocarlo, ¿cómo voy a estar?”. Ildeña Tovar suspira, llora y asoma el cuello y la cabeza del abrazo que la reúne con su hijo de una vez por todas. Acaba de llegar al aeropuerto de Ezeiza desde Bogotá, donde vive y desde donde hacía una videollamada por día con su hijo, su nieto y su nuera.

Alfonso, su hijo, tiene la cara metida en el pecho -en el abrazo- de su mamá y media docena de rosas en la mano. Llora, le acaricia la espalda, y repite como un mantra: “Te extrañé, mamá, te extrañé”.

Ildeña pisa suelo argentino este lunes, primer día en el que están habilitadas las visitas de turistas desde que el Covid-19 llegó a la Argentina, en marzo de 2020. De su cartera asoma un folio: certificado de vacunación y la constancia de un test PCR previo a volar, los pasaportes de la era pandémica.

“No había manera de que llegara a visitarnos sin que fuera como turista. Hubo que esperar mucho pero acá está. Ahora la llevo para mi casa para tenerla conmigo”, dice Alfonso, que es encargado en un restorán de Villa Crespo desde hace cinco años y que había recibido a su mamá por última vez en Buenos Aires en noviembre de 2019. Juan Luis, el nieto de Ildeña, salta al lado del abrazo de reencuentro y grita: “¡Abuela! ¡Abuela!”.

Johanna se excusa: “Mi español no es muy bueno”. Con su español bastante bueno explica: llegó a Buenos Aires en un vuelo desde Frankfurt que hizo que la puerta de arribos internacionales de Ezeiza recuperara un clima cosmopolita ausente durante 20 meses.

“Tengo amigos en Buenos Aires y quiero conocer la ciudad. Ir a Palermo, a La Boca, a ver la Plaza de Mayo”, enumera Johanna, que es veterinaria y se especializa en caballos. Su segunda semana en la Argentina será en Salta: “Ya cabalgué en Uruguay y en Brasil, ahora quiero hacerlo en el norte argentino. Voy con esa idea y la de recorrer alguna bodega en Cafayate”, cuenta.

“Mis amigos intentaron explicarme cómo hacer con el cambio. Sé que puedo abrir una cuenta para los dólares, pero todavía no lo entendí bien. Espero poder hacerlo y, si no, usaré la tarjeta de crédito”, suma Johanna. Se refiere a la posibilidad de que los turistas cambien sus dólares al tipo de cambio bursátil (MEP), que rondaba los 180 pesos a fines de la semana pasada, y no al dólar oficial.

“Tuve miedo, claro, él estaba en la primera línea de combate de la pandemia y mi hija y yo a 7.500 kilómetros. Fue una espera muy difícil, muy dolorosa, pero aquí estamos”. Katerina Romero también tiene flores en la mano. Se las acaba de dar Esteban, su marido, un médico venezolano del Hospital Oñativia, de Rafael Calzada. Con un beso, empiezan a dar por terminados los 22 meses que estuvieron sin verse, él en La Matanza, ella y Marilyn, de 4 años, en Valencia, Venezuela.

“Fue muy duro. Es muy duro ser una familia estando tan lejos. No saber cuándo vas a poder estar con la otra persona. Cuánto iba a crecer mi hija hasta que su papá pudiera vea de nuevo. Tuvimos que esperar a que se abriera el turismo porque gestionar cualquier otra posibilidad desde Venezuela es imposible. Y tardó en llegar. Tardó mucho”, se emociona Katerina. La rodean los móviles de televisión y de radio, mientras Esteban le hace upa a Marilyn y al oso amarillo que trajo en la mano.

De a poco, las puertas por las que salen los pasajeros de vuelos internacionales empiezan a traer gente con cara de esos reencuentros de los que hacen llorar. Y gente que camina tranquila, sin apuro, mirando un pedacito argentino por primera vez. Gente con cara de vacaciones.

JR

Etiquetas
stats