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Pablo Ibáñez

20 de marzo de 2022 00:02 h

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El Frente de Todos está moribundo. El ensamble, que debutó como un exitoso experimento electoral pero resulta un fallido ensayo de gobierno, ya no existe tal como fue concebido. El contrato inicial se incineró y, atravesados por una crisis de matriz básicamente personal, de hartazgo mutuo, Alberto Fernández y Cristina Kirchner disputan un ajedrez remoto, entre secretos y boicots, que definirá si nace un nuevo modelo de FdT o si el sueño frentodista terminó.

Alberto ingresó en otro estadío: comenzó a funcionar como un presidente sin vice. No solo por el diálogo roto, casi sin nexos entre los dos Fernández, por una furia nunca antes expresada contra el kirchnerismo, sino -o justamente como consecuencia de ese enojo que vocifera en voz alta- porque no trasmite ningún interés inmediato por descongelar la relación, buscar una charla o proponer una bilateral con Cristina, ese abracadraba que se invoca como un bálsamo para salir del tembladeral interno.

"Alberto abusa demasiado de mi responsabilidad", es la frase que repite Cristina, según cuenta los que la orbitan

No es una anomalía peronista: Kirchner con Scioli, Cristina con Cobos, antes Menem con Duhalde estuvieron en la misma situación. Ni exclusiva de los peronismos: Carlos “Chacho” Álvarez le renunció a Fernando De la Rúa. Parece haber una sola forma en que un presidente peronista no se pelee con su vice: no tenerlo, como le ocurrió a Duhalde durante su interinato. Pero Cristina no es una vice cualquiera. No sólo “inventó” a Alberto como presidente y diseñó el engranaje para que gane, sino que preserva, aun diezmada, la condición de principal accionista, en votos y volumen político, del FdT.

El hielo con Cristina no parece, a pesar del pánico externo, alterar a Fernández. “Ahora tiene que consultar menos, y duda menos”, grafican en la cima del Gobierno, que leen el voto no positivo de los K sobre el acuerdo con el FMI como un punto de quiebre. “Ellos se aislaron mucho, mostraron el poder real que tienen que, quedó demostrado, no les alcanza para frenar una ley”, apuntan al lado de Alberto. Dos voces del anillo Olivos coinciden ante elDiarioAR que no está en la agenda inmediata de Fernández propiciar una cumbre con la vice que, además, viajó al sur. La frase textual es la siguiente: “No es tema de preocupación ni de conversación”.

Nuevas minorías

La actitud de diputados y senadores K durante el tratamiento del acuerdo con el FMI en el Congreso cristalizó varios procesos. Fernández, quizá por mero optimismo, esperó que el camporismo no votara en contra y entendió la postura de Máximo Kirchner, los suyos y el cristinismo del Senado, como una traición. “En el tema estructural más importante del gobierno, el que estuvo en la cabeza de Cristina y Alberto cuando se creó el Frente de Todos, lo dejaron solo”, tradujo un entornista el ánimo del presidente. Eso elevó a un punto nunca antes alcanzado el malestar de Fernández con la galaxia K.

En el plano político, corporizó una admisión particular del kirchnerismo: que expresan al 30-35% del FdT del Congreso, número que hacen a partir de los rechazos y abstenciones en el tema FMI. La cuenta es tramposa porque los negativos fueron 18 y 13. No todos votaron con la lógica ideológica camporista, y anotar como propias las abstenciones no parece válido.

Las cartas, los discursos, la renuncia de Wado y la renuncia de Máximo. Maneras de generar una reacción del presidente. ¿Cuál es el próximo paso? ¿Menú conocido? ¿O se viene un movimiento más extremo, de esos que nadie se anima siquiera a verbalizar?

A modo de ejemplo, dos casos, aunque hay varios. El senador por Jujuy Guillermo Snopek votó en contra porque mantiene una pulseada con Fernández, que hace quince días lo recibió para pedirle el voto. Suele quejarse por el modo en que la Casa Rosada trata a Gerardo Morales, con quien Snopek tiene una tirria política en el territorio. El diputado Hugo Yasky se abstuvo y seis días después estuvo en Casa Rosada. Dijo que la suba del salario mínimo reflejaba que el acuerdo con el FMI no significada un ajuste pero, además, en la reunión previa, a puertas cerradas, casi proclamó la reelección de Fernández en 2023.

Aun discutible, el 30-3% refleja otra cosa: que el kirchnerismo se asume minoría dentro del FdT, algo que en sí mismo supone una novedad. Algo así como una “nueva minoría” que explica otro elemento que empezó a rondar en la galaxia K: que Cristina quiere una PASO con varios candidatos, se repite el número cinco -según dos fuentes del PJ bonaerense-, lo que tiene una lógica bien clara: disperar el voto en una primaria grande para beneficiar a la minoría K.

En paralelo, el voto no positivo del campora-cristinismo, agravó el malestar del peronismo con ese sector no solo porque se dieron el lujo de no votar cuando sus compañeros de bloque debieron hacerlo, sino porque luego los subbloques K difundieron explicaciones políticas que bien leídas son cuestionamientos a sus pares que votaron a favor. Fernández se tienta con la oportunidad de aprovechar ese enojo para “empoderar” a actores, como los gobernadores y los gremios. Eso implicaría darles una entidad y un poder de fuego que hoy no tiene. “¿Por qué los gobernadores no están en el albertismo? Esa pregunta se la tiene que hacer Alberto, tiene que buscar una respuesta y accionar”, apunta un dirigente.

Sin vice pero con Cristina

“Alberto abusa demasiado de mi responsabilidad”, es la frase que repite Cristina, según cuentan los que hablan con ella. Dice tantas cosas que abruma o, al menos, debería abrumar a Fernández. Es, sobre todo, una advertencia y se lee en una clave puntual, que reescribe -en la línea con una tesis que ya se abordó en este diario- lo que se dijo hasta ahora sobre la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque. Que no solo Cristina estuvo de acuerdo sino que fue la que digitó esa acción, pensaba exclusivamente como una manifestación de malestar con el presidente.

La secuencia cristinista debe leerse como un in crescendo: primero las cartas, luego los discursos públicos, más tarde la renuncia de ministros entre ellos Wado De Pedro y, por último, la renuncia de Máximo al bloque. Distintas maneras, casi siempre ineficaces, de generar una reacción del presidente. ¿Cuál es el próximo paso? ¿Un menú conocido? ¿O se viene un movimiento más extremo, de esos que nadie se anima siquiera a verbalizar?

En el gobierno esperan un sablazo. “No se van a quedar quietos, algo tienen que hacer”, coinciden dos voces del dispositivo Alberto. Hay una primera acción, de peso simbólico, vinculada con las movilizaciones del 24 de marzo donde La Cámpora se prepara para tener un altísimo protagonismo callejero. En el gobierno esperan, luego de esa movilización, un shock cristinista.

Se entiende que una carta crítica, en medio de la interna en carne viva, sería de lo menos ruidoso. ¿Renuncia de funcionarios K, de a uno, en cuenta gotas o de un tirón todos juntos? Fue la versión que circuló el jueves pasado y desmintieron, primero los voceros K, y luego el paso de los días. Cristina no suele repetirse. Su actitud en el Senado, donde mandó a votar en contra pero facilitó el trámite express para el proyecto, demuestra que se ladea entre sus enojos y esa “responsabilidad” de la que, se queja, abusa el presidente. “A Cristina la saca de quicio que Alberto ande con eso de querer reelegir”, la cuenta un dirigente.

Artefacto

El FdT es un artefacto que resulta difícil modificarlo sin que se rompa. Por eso cuesta, en el gobierno, en el peronismo y en los kirchneristas orbitales, anticipar cuál será el próximo movimiento de Cristina. Que renuncien todos los K, pero siga la vice, ¿sería útil a los objetivos de Cristina? Implicaría dejar el gobierno pero mantener la institucionalidad. La ingeniería política para definir la nueva realidad del frentodista porque su descontento con Fernández y la gestión no implica, eso lo aclaran, renunciar al dispositivo FdT.

“Cristina inventó el frente y no lo va a regalar”, avisa un camporista. Aparece otros elementos: La Campora controla cuatro cajas monumentales del Ejecutivo, sembrado quirúrgico que se garantizó Máximo cuando negoció espacios en el gabinete con Alberto en noviembre del 2019 ¿Las van a abandonar? Para Fernández, quizá, sería un favor -de corto alcance- que el kirchnerismo migre del gobierno porque le sacaría de encima el peso de ser él quien tiene que producir una medida de shock. Un argumento repetido: “Romper no es la naturaleza de Alberto”.

Una tesis que aparece en la baraja es que el kirchnerismo comience a trabajar, de manera explícita, una potencial candidatura de Cristina Kirchner a presidente en el 2023. Ese movimiento, destinado en el fondo a desactivar una postulación de Alberto -aquello del “doble renunciamiento”- podría ser leído como un movimiento sofisticado según el cual el mundo K desafía a Alberto, sin dejar el gobierno y sin romper con el resto de los actores del FdT.

Los dos Fernández saben que una fractura, sea del tipo que fuere, generará stress al resto del panperonismo que tendrá que tomar partido o buscar un formato para que esa guerra no los afecte. Es una preocupación, puntual, de gobernadores e intendentes. Los del conurbano incrementaron en estas semanas sus comunicaciones para evitar que la interna de los Fernández derrame sobre sus territorios. Impacta, en particular, sobre otro actor: Axel Kicillof.

PI

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