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La doble amenaza de Milei no oculta el mar de dudas que despliega Massa

Sergio Massa observa la proclamación de las fórmulas para el balotaje por parte de la Asamblea Legislativa, el 2 de noviembre de 2023
5 de noviembre de 2023 00:01 h

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La amenaza Milei combina dos vertientes que se potencian entre sí. La primera es el compendio de ideas extremistas que exponen crueldad con sectores vulnerables y amenazan la convivencia democrática. Referentes de La Libertad Avanza no pueden sostener con un mínimo de solvencia esbozos sobre mercado de órganos, violencia policial descontrolada, negacionismo del terror de Estado, escuelas voucher, hiperinflación seguida de dolarización y ruptura de relaciones con China, Brasil y el Vaticano. Un experimento peligroso.

En segundo orden, la identidad de La Libertad Avanza está dada por la inestable personalidad del candidato. Su sistema de creencias sobre un perro muerto que funciona como principal estratega, una relación infantiloide con supuestos próceres y periodistas que confiaron en él, y su ira descontrolada ante la menor disidencia despiertan dudas sobre el equilibrio mental con el que podría llevar adelante un gobierno. Un acotado elenco de colaboradores que, o bien se le parecen, o se dejaron seducir por el berretín de la política pocos meses atrás y podrían dejarlo tan rápido como llegaron, no depara mayor tranquilidad. Agenda de ultraderecha y esoterismo, combinación temible.

Semejante endeblez se traduce en un campo fértil para que alguien desplace a exaltados y amateurs, y asuma el control del tablero. Mauricio Macri —un ajedrecista— y Patricia Bullrich pasaron a actuar como los propietarios del proyecto presidencial de Javier Milei, tras quedar fuera del balotaje, pese a haber contado con la militancia fervorosa de los dos principales grupos de comunicación. El tiempo dirá en qué terminará la convivencia entre los mundos Milei y Macri. Ni siquiera hay certezas de que sobreviva hasta el 19 de noviembre.

Meta: no ser invotable

El escenario de balotaje está llevando a sectores de tradiciones muy diversas, de izquierda a derecha, del peronismo al no peronismo, a apoyar la candidatura de Sergio Massa como un resguardo democrático. El candidato oficialista se transformó en un receptor de adhesiones de figuras que rara vez habrían optado por él en otras condiciones. Algunos de los apoyos críticos de Massa tropiezan con su rúbrica reciente a denuncias sobre la “infectadura” o la hegemonía del Frente de Todos que succionaría “hasta la última gota de democracia”, dos patéticos manifiestos de 2020 y 2021 suscriptos por excéntricos que juegan con las palabras.

El postulante de Unión por la Patria lleva su campaña con extremo profesionalismo, más que para concitar entusiastas adhesiones, para vencer resistencias. Massa se abocó a recitar libretos en puntas de pie, de modo de no transformarse en invotable para críticos agudos del kirchnerismo que en la década pasada optaron por Juntos por el Cambio; cristinistas que, cuando emprendió su rumbo en el Frente Renovador en 2013, creyeron ver en él un mascarón de proa de todos los males que combatían; devotos de la marcha del orgullo lgbt; fieles con estampita de Francisco; peronistas clásicos que desconfían de su lealtad e izquierdistas que lo consideran un representante más de “la derecha”. El candidato peronista necesita apoyo, convencido o a desgano, desde sectores muy disímiles para vencer al tándem Milei-Macri-Bullrich, con todo lo que significan esos apellidos para el poder real.  

Massa lleva su campaña con extremo profesionalismo, más que para concitar entusiastas adhesiones, para vencer resistencias

La temeridad del economista de ultraderecha habilita al ministro a eludir indicios elementales sobre su plan para los próximos años. Las mayores incógnitas surgen sobre el tema más acuciante para millones de argentinos: cómo reducirá la inflación y calmará la volatilidad que transforma en un subibaja las vidas de las familias.

Tras más de una década de una economía de mediocre a mala, conducida por modelos antagónicos —el intervencionista de Cristina (2011-2015), el especulativo de Macri (2015-2019) y el desquicio político peronista (2019-2023)—, Argentina necesita un cauce razonable, acorde a su potencialidad.

El próximo gobierno deberá reducir y reorganizar gastos, porque no hay financiamiento para el déficit, y reconstruir las casi inexistentes reservas líquidas del Banco Central. Todo ello, con el lastre de la deuda fraudulenta que Macri legó a las próximas generaciones. La tarea más urgente pasa por reconstruir los ingresos, el trabajo y las condiciones de vida del tercio más pobre. ¿Cómo propone Massa cumplir esos objetivos?

La estabilización que no se nombra

Se supone que el próximo gobierno, con el capital político que recibirá de las urnas, deberá ejecutar un plan de estabilización junto a un amplio acuerdo social, gremial y político. En los papeles, ese camino implica algún grado de devaluación, acuerdo de precios y salarios, recorte de gastos y aumento de impuestos o retenciones, como describió el periodista Alejandro Rebossio en este diario. Lo más probable es que esa estabilización dispare meses recesivos y un deterioro de los ingresos en pesos, por lo que será crucial la muñeca para implementar alivios sociales y conducir el descontento.

Nadie gana elecciones con la propuesta detallada de un plan de estabilización, menos tras una década de malaria, pero al menos sería esperable que el candidato peronista, quien además es ministro de Economía, no tomara medidas que lo alejan de un rumbo razonable y de las que le costará volver.  

El candidato de Unión por la Patria reparte rebajas de impuestos generalizadas, promesas de ampliación de la coparticipación federal a las provincias, previajes, moratorias, anuncios de más subsidios y tipos de cambio privilegiados para exportadores.

Nadie gana elecciones con la propuesta detallada de un plan de estabilización, pero al menos sería esperable que Massa no tomara medidas que lo alejan de un rumbo razonable

En una de las medidas más regresivas de los años recientes, Massa le pegó un hachazo a los ingresos fiscales al eliminar el impuesto a las ganancias (ingresos) para casi todos los asalariados, lo que tendrá un costo anual de US$ 2.900 millones. La decisión, que benefició al 4% de los trabajadores de más altos ingresos, no sólo marcha a contramano de los sistemas impositivos más equitativos del norte de Europa, sino del más evidente sentido común. Tarde o temprano, ese agujero será cubierto con impuestos que paga el resto de la población o con la inflación que genera la emisión monetaria sin sustento.

Con los brazos abiertos

Con la mira puesta en la semana posterior a las elecciones, el Fondo Monetario Internacional (FMI) está esperando a Massa con el listado de exigencias y la agenda de vencimientos. La última negociación terminó en una traumática devaluación de 18% al día siguiente de las primarias del 13 de agosto, sin ninguna contención previa para paliar sus efectos. El candidato y la prensa que le hace eco venden esa medida, que disparó la inflación encima de 12% mensual, como un gran logro producto de la firmeza negociadora. No pasaron ni dos meses para que se evaporara el supuesto reacomodamiento de precios generado por la medida.

El organismo multilateral seguirá firme con el dogma económico que profesa y la intencionalidad política con la que lo aplica desde siempre, pero no se sabe qué se propone Massa al respecto: si “juntar dólares para pagarle y que se vaya de la Argentina”, o sobrecumplir las metas establecidas en la refinanciación, como el ministro sostenía con orgullo a fines de 2022, o la estrategia confrontativa que propone —sin ningún indicio de cómo llevarla a cabo— Cristina Fernández de Kirchner.

La ausencia de definiciones y los pasos erráticos del ministro-candidato deben tener una fecha de caducidad inminente. El rigor de los números impone que habrá ganadores y perdedores; no hay espacio para contentar al mismo tiempo a quienes más necesitan, los especuladores financieros, los contratistas del Estado, la industria protegida, el agronegocio exportador, los asalariados formales y tantos otros sectores con intereses contrapuestos. Se acabó el tiempo de parches y disparadas hacia adelante, mientras un Estado ineficiente sólo garantiza a medias los derechos que Massa proclama y Milei amenaza.

Se acabó el tiempo de parches y disparadas hacia adelante, mientras un Estado ineficiente sólo garantiza a medias los derechos que Massa proclama y Milei amenaza

Un paso sórdido

Las indefiniciones del candidato peronista encontraron una excepción. Massa se plegó esta semana a la proclama del “derecho absoluto a la defensa del Estado de Israel” como un cuestionamiento a una declaración de la Cancillería, que reclamó al gobierno ultraderechista de Benjamin Netanyahu que respete el derecho internacional humanitario.

No bien ocurrió el ataque terrorista de Hamás en poblaciones del sur de Israel, el 7 de octubre pasado, el candidato de Unión por la Patria reaccionó como corresponde, en repudio absoluto al hecho y solidaridad con las víctimas.

Sin embargo, como otros tres candidatos presidenciales (Bullrich, Schiaretti y Milei), se privó de advertir a Israel que debía ajustarse a las normas internacionales que consideran “crimen de guerra” el castigo colectivo (bloqueo de alimentos, agua y electricidad) y los ataques a la población civil, pese a que la respuesta del gobierno ultraderechista de inmediato perpetró esas violaciones al derecho internacional. Massa agregó su toque personal al anunciar que declararía oficialmente a Hamás como una “organización terrorista”, tras los pasos de Paraguay, único país en Sudamérica que eligió esa vía.

Con el correr de los días, la represalia israelí superó las peores previsiones. Gaza vive una tragedia y las bombas están matando a los periodistas presentes para contarla. En cuatro semanas, la cuenta alcanza unos 9.000 palestinos asesinados, la mitad de ellos niños, producto de misiles lanzados en forma indiscriminada sobre una franja hiperpoblada, sin posibilidades de refugio. Se trata de una de las matanzas más graves en territorio israelí y palestino de las últimas décadas. Gaza es un grito de dolor y desesperación, excepto para los jefes terroristas de Hamás, siempre propensos a entregar la sangre de su pueblo.

Massa no hizo referencia alguna al derecho a la vida de los palestinos, sino que se sumó a una postura extremista que pocos líderes en el mundo sostienen, mediante un accionar sórdido, no extraño al pasado del candidato.

El circuito para que Massa sentara su postura fue el siguiente.

El 1 de noviembre, Cancillería condenó “el ataque de las Fuerzas de Defensa de Israel contra el campo de refugiados de Jabalia, en el norte de Gaza, el cual produjo cientos de muertos y heridos”, reclamó el cese de “los ataques dirigidos contra la infraestructura civil, incluidos hospitales, plantas desalinizadoras de agua y centros destinados a acoger refugiados” y advirtió que “nada justifica la violación del derecho internacional humanitario, y la obligación de proteger a la población civil en los conflictos armados, sin realizar distinción alguna”.

En el mismo texto, el ministerio de Relaciones Exteriores reiteró el reclamo para la liberación “inmediata” e “incondicional” de los secuestrados, y recordó la condena “en términos inequívocos a los ataques terroristas perpetrados por Hamás el pasado 7 de octubre” y el reconocimiento “del derecho de Israel a su legítima defensa”.

La declaración recogió una postura clásica de la diplomacia argentina sobre Medio Oriente en cuanto al reconocimiento de dos Estados, condena al terrorismo y respeto al derecho internacional.

Infobae tergiversó el comunicado del ministerio de Santiago Cafiero y tituló: “La Argentina se sumó a la posición de Boric y Petro y condenó la respuesta israelí al ataque terrorista de Hamas”. Falso. El presidente chileno llamó al embajador israelí y el colombiano convocó a su representante en Tel Aviv, medidas diplomáticas de peso que no adoptó el gobierno argentino. En cambio, la posición fue muy similar a la manifestada por el ministerio de Exteriores de España, entre muchos otros.

En un movimiento extraño, el senador peronista tucumano Pablo Yedlin se montó sobre la operación de Infobae y cuestionó el comunicado de Cancillería, con un texto tomado de la prosa del gobierno israelí en cuanto a su “derecho absoluto” a la defensa y la atribución de la responsabilidad de las víctimas en Gaza a Hamás.

Horas después, Massa retuiteó a Yedlin.

En otras palabras, una operación de prensa hecha propia por un tercero, que Massa termina adoptando como propia, en contra del gobierno que integra.

Torpeza política

No hace falta ser el padre de tres hijos muertos en el campo de refugiados de Jabalia para acusar a Israel de cometer crímenes de guerra o de violar el derecho internacional. Decenas de gobiernos occidentales lo hicieron, así como organizaciones israelíes como B’Tselem, Yesh Din y Breaking the Silence. También sumaron sus voces familiares de algunos de los 240 secuestrados por Hamás, intelectuales judíos de todo el mundo y humanistas israelíes que luchan contra el clamor belicista que hace años llevó a una mayoría de la población a votar a señores de la guerra como gobernantes. Juristas como Luis Moreno Ocampo, primer fiscal ante la Corte Penal Internacional, califican la ofensiva israelí como un probable “genocidio”. Hasta la Casa Blanca, aliada por excelencia de Israel, comenzó a incrementar la presión sobre el Ejecutivo de Netanyahu para que cese los ataques a civiles.

En otras palabras, una operación de prensa hecha propia por un tercero, que Massa termina adoptando como propia, en contra del gobierno que integra

A esta altura, la postura de Massa, indiferente ante el sufrimiento de decenas de miles de civiles, torpe para la política local e internacional, y desleal con el gobierno que integra, en nada significa un aval al pueblo judío, ni a Israel, sino a la deriva de un gobierno ultraderechista integrado por ministros que promueven sin disimulo la limpieza étnica.

Daniel Blatman, historiador jefe del Museo del Gueto de Varsovia y profesor emérito de la Universidad Hebrea de Jerusalén, así lo describió en Haaretz meses atrás: “Como historiador del Holocausto y el nazismo, me resulta difícil decir esto, pero hoy en día hay ministros neonazis en el gobierno…. Lo que estamos viendo hoy es una especie de genio que está saliendo de la botella y no estoy seguro de que pueda detenerse. No me avergüenza decir que tengo miedo”.

Milei entraña amenazas graves para la esencia del país, su sociedad y el futuro de los más desprotegidos. Por causas y azares de la historia, el candidato peronista puede resultar el elegido para aventar pesadillas. Cabe preguntarse qué Massa sería el que hipotéticamente va a gobernar. Si el del oportunismo, las lealtades difusas y las tramas ocultas de poder, o el líder que aprendió de sus errores y está llamado a asumir al presidencia en una hora crucial. 

SL/DTC

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