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El mapa del peronismo

Todas las alquimias electorales de Cristina tropiezan con una foto económica brutal

El ministro del Interio, Eduardo "Wado" De Pedro, con el gobernador de Formosa, Gildo Insfrán.

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Es preferible que se discuta sobre la interna y las PASO, antes que hablar de la economía. ¿Qué vamos a decir de eso si está todo mal?

La sentencia la pronuncia un jefe del conurbano, peronista y con línea directa con Máximo Kirchner, y trata de darle entidad de táctica electoral al debate endogámico del peronismo -que repite, enfrente, Juntos por el Cambio (JxC)- sobre asuntos y tironeos de entrecasa, una agenda totalmente ajena al pulso callejero. Expone, además, la dificultad del peronismo cuando deba, ya con candidatos en la cancha, montar una campaña electoral y salir a buscar, o al menos a retener, el voto.

El “está todo mal” se nutre de registros. La inflación casi quintuplicada, el mismo nivel de la jubilación mínima y el salario mínimo un 35% abajo; la pobreza un 42% más alta y el empleo registrado levemente mayor. Son cinco indicadores hipersensibles de la Economía comparados entre la Argentina del 2011 en la que Cristina Fernández de Kirchner fue reelecta con 54% de los votos y el 2023 en el que el peronismo enfrenta un escenario electoral hostil al punto que la vice cree -al menos, da a entender- corre riesgos de quedar afuera del balotaje.

A simple vista, ese mapa de la economía de bolsillo que refleja un informe de la consultora Ecolatina -que fundó Marco Lavagna, titular del INDEC y mano derecha de Sergio Massa en la negociación con los organismos multilaterales-, puede ser el mejor predictor para anticipar el resultado electoral de este año. Pero implicaría leer las elecciones en una sola, aunque contundente, dimensión.

De hecho, el mismo trabajo muestra que los mejores indicadores económicos de la era Cristina se registraron en el 2013 pero ese año el kirchnerismo -con Martín Insaurralde como candidato y Massa como duelista principal- tuvo una de sus peores elecciones en la historia: apenas superó los 29% en la provincia de Buenos Aires. Otra foto que pone en discusión la relación estricta entre el pulso económico y la suerte electoral: en 2015, en términos de poder adquisitivo, los indicadores eran mejores que en el 2011 y, a pesar de eso, el Frente de Todos (FdT), con Daniel Scioli como candidato único, perdió con Mauricio Macri.

¿Hay alguna magia electoral, algún armado de laboratorio, que pueda hacer Cristina Kirchner para volver competitivo a un espacio político que es gobierno y enfrenta un metralla de mal clima económico? Todos los movimientos, hasta acá, parecen ser defensivos, destinados a preservar algo -o mucho- de lo que se tiene más que a ampliar el espacio de poder. El primer ejercicio lo emprendió, hace más de un año, la vice cuando se despegó de la gestión albertista pero esa distancia, abrazada por el votante propio, no termina de tener efecto en el resto del ecosistema electoral. Por eso la oposición machaca con que es, este, el gobierno de Cristina.

Centralidad

La vice, con hiper centralidad en el dispositivo del FdT, tiene por delante el acto del 25 de mayo que además de confirmarla como única jefa y electora del peronismo, parece más pensado para el registro histórico, en línea con los veinte años de la llegada al poder, que con montar una tarima donde dé indicaciones o señales sobre asuntos que son una minucia: PASO, candidatos, armados y demás logística. Salvo que, contra sus propias afirmaciones, haya un músculo militante que la empuje a ser candidata.

Pero Cristina tiene algo de tiempo para resolver esos entuertos. En 2015, la lista oficial del FpV se conoció el 17 de junio, 72 horas antes del cierre de listas. En 2019, anunció 50 días antes a Alberto Fernández porque era un golpe de efecto para desactivar el armado del peronismo federal que venía de ganar, apenas una semana atrás, las elecciones en Córdoba y se había vuelvo especialmente atractivo para muchos gobernadores del peronismo. El calendario tiene, esta vez, una urgencia diferente: si finalmente el candidato es Eduardo “Wado” De Pedro debe cotejar si llega con suficiente volumen como para estar en condiciones de enfrentar una PASO o deberá, obligadamente, despejarle el camino para que sea candidato único. Hay un viejo matiz en el peronismo sobre eso: la lista única no implica lista de unidad.

El mensaje de Máximo Kirchner, el lunes en Quilmes, va en esa dirección: de mínima, el diputado le avisó a los intendentes y jefes territoriales que no se les ocurra mostrarse con Daniel Scioli, el candidato que se mueve como eventual duelista de De Pedro. La semana que pasó, Scioli estuvo en Olivos y se llevó la promesa de Fernández de que no dirá que es su candidato. La tesis de Máximo de que si hay primarias para presidente, cada candidato tenga su propia lista, puede leerse en dos planos similares y contradictorios: que nadie puede ser candidato sin el consentimiento de Cristina pero, a su vez, como una duda explícita sobre las fortalezas de De Pedro para atravesar sin susto una PASO.

Máximo desliza que Cristina no cree que las PASO sean una herramienta útil. Es lo que hace tiempo sostiene Massa que advierte sobre los riesgos de una primaria donde dos candidatos del oficialismo agraven la inestabilidad política y eso se convierta en otro factor que sume a la inestabilidad económica. Al final, si se aplica la lógica de Cristina de que importan los pisos, el peronismo tiene un núcleo duro garantizado, casi sin importar quién es el candidato.

Es un buscapié en varias direcciones. “Si Cristina es la jefa, cuando ella dice que su candidato es X, no se discute más: ese debe ser el candidato de todos. Caso contrario, lo que se discuten son distintos modelos y si se discuten distintos modelos, no podemos compartir listas”, tradujo un dirigente que participó de la cumbre en Quilmes donde la ausencia más ruidosa fue la de Axel Kicillof. La ausencia del gobernador y la falta de menciones a su plan de desdoblar, armar un escenario del diputado al gobernador que en cierto modo se parece al aislamiento y frialdad que Cristina le impuso a Alberto.

El problema, en todo caso, no es Juan Grabois que avisó que si “Wado” es candidato él está dispuesto a bajar su propia postulación. El dilema son Scioli o, incluso, Agustín Rossi que pueden tentarse con la idea de ir a competir contra un candidato K que ven débil y al que, ambos, creen que pueden disputarle votantes cristinistas. “Wado”, a su vez, dice que el prefiere una PASO para salir legitimado de una votación, lo que le daría mas volumen que ser el candidato del dedo de Cristina.

En Quilmes, De Pedro dejó una frase referida a su futuro. “Yo camino para ser candidato a presidente pero la que decide es Cristina”, aseguró en referencia a las versiones, no abordadas en detalle, sobre un enroque con Kicillof para que el gobernador sea candidato a presidente y el ministro baje a competir a la provincia de Buenos Aires. Máximo se confiesa molesto con Kicillof porque, dice, solo piensa en su propio destino en la provincia, como “un barón del conurbano”, lo subtitulan.

El 25-M

Todo eso opera, sin embargo, en un segundo plano: Máximo hizo la ronda para garantizar que el peronismo del conurbano garantice una movilización histórica a Plaza de Mayo porque, desliza, eso puede ser lo único que lleve a la Cristina ha repensar su decisión de no ser candidata. En las charlas abiertas, Máximo baja un mensaje lineal de que no hay forma de que Cristina revise su negativa. Pero en charlas cerradas, agrega algo más íntimo que, de todos modos, permite que se filtre: dice que a él le gustaría que la vice sea candidata y da a entender que un marco imponente el 25 de mayo podría hacerla cambiar de parecer.

Kirchner expone, hace tiempo, el argumento de que Kicillof es el mejor candidato presidencial: es el que más retiene los votos de Cristina, puede hablar de economía -para confrontar con Javier Milei, Horacio Rodríguez Larreta o Patricia Bullrich- y tiene argumentos para hablar en primera persona de los buenos años. Tiene, además, una gestión propia en la provincia -no tan criticada como la nacional- lo que le puede servir, además, para despegarse de la Casa Rosada. Aporta que sin un buen candidato nacional -¿quiere decir que De Pedro no lo es?-, Kicillof está condenado a perder, salvo que desdoble lo que implicaría otros costos, entre ellos obligar a que los bonaerenses tengan que votar cuatro veces en el año.

“No se puede obligar a ser a alguien que no quiere ser”, dicen cerca de Máximo sobre la negativa de Kicillof a candidatearse, salvo que se lo pida Cristina, a presidente.

PI/MG

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