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Sin los Fernández en las listas, el PJ valida las PASO pero el round final es con Milei

Alberto Fernández y Eduardo "Wado" De Pedro
2 de abril de 2023 00:04 h

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“La verdad, Galuccio, sos una persona muy muy preparada, sos el mejor director de YPF... pero el mejor director para un gobierno de Macri, no para nosotros”. Teatral, Guillermo Moreno hizo la pausa, imantó las miradas de todos los comensales y completó la frase. El secretario de Comercio se deslizaba, de a poco, hacia su eyección del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner que ocurriría a fines del 2013, poco más de un año después de la reestatización de YPF, el asunto que esa tarde reunió al scrum económico del cristinismo en el quinto piso del Palacio de Hacienda. Hernán Lorenzino era el ministro, subrogado por Axel Kicillof, viceministro y gestor del plan para recuperar el control de la petrolera, un expediente que estalló en la política criolla y amenaza con convertirse un asunto de campaña.

Lo de Moreno, detrás de su mordacidad, introducía un escenario que en ese momento parecía imposible: que Mauricio Macri llegara a ser presidente. Mirado hacia atrás, el ingeniero que el último domingo hizo un acting político para bajarse de una candidatura que era matemáticamente imposible, empezó a construir la victoria del 2015 en movimientos precisos como cuando le ordenó a sus legisladores que voten en contra de la estatización de YPF. Por entonces -abril del 2012, a pocos meses del 54% de la reelección de Cristina Kirchner- Macri atendió una sugerencia de sus gurúes, Jaime Durán Barba y Marcos Peña, que le marcaron que un 30% de los argentinos, según sus sondeos, no estaba a favor de la estatización. “Si vos decís que no, te quedás con ese 30%: el 70% restante se lo reparten los demás”. Macri, per se convencido desde lo ideológico, abrazó el argumento y militó contra la estatización.

Vale repasar la anécdota de que Néstor Kirchner "eligió" a Macri como contrincante desde la convicción de que nunca podría ganar una elección nacional. ¿Y si Milei es el Macri de esta década?

Las probables imposibilidades

Con matices obvios y no tanto, aquella imposibilidad presidencial de Macri -un fenómeno que perduró hasta agosto del 2015, cuando quedó segundo en las PASO, desplazó a Sergio Massa del podio y se encaminó a la victoria en la segunda vuelta contra Daniel Scioli- remite a otro fenómeno: la consolidación de Javier Milei, con números que lo ubican por arriba del 20% en intención de voto, y su inserción entre votantes de distintos nichos sociales. Vale repasar la anécdota de que Néstor Kirchner “eligió” a Macri como contrincante desde la convicción de que nunca podría ganar una elección nacional. ¿Y si Milei es el Macri de esta década?

Un sondeo pedido por un sector de JxC en Esteban Echeverría, distrito del conurbano sur, que repasó 1000 casos presenciales, otorga al FdT algo más de 30 puntos, JxC aparece con 24 y Milei, ahí nomás, con 22%. Dos datos al pie: por registro histórico, el peronismo debería estar más cerca del 40% y Milei no tan alto. ¿Hay un crecimiento progresivo de votantes de Milei en sectores populares? Fue el eje de una exposición que semanas atrás hizo el consultor Sebastián Lopes Perera en el Consejo Profesional de Psicología, que suele encabezar los estudios de opinión pública para Fixer pero que, así y todo, es de las encuestadoras que muestra a Milei con menos de 15 puntos. Una leyenda chiquita sobre este consultor casi invisible: en 2019 fue a mostrarle a Peña, entonces jefe de Gabinete y jefe de campaña de Cambiemos, los datos de sus sondeos que indicaban que María Eugenia Vidal perdía con Kicillof. Peña se rio estruendosamente. Semanas más tarde, Vidal cayó por 20 puntos con el actual gobernador.

Milei, y este concepto quizá agrade a sus fans, aparece al tope de la cadena alimentaria de la política porque no tiene depredador. No hay actores de peso que cuestionen, y puedan hacerle daño.

Cadena alimentaria

Hay un factor que la política prefiere no ver: Milei, y este concepto quizá agrade a sus fans, aparece al tope de la cadena alimentaria de la política porque no tiene depredador. No hay actores de peso que cuestionen, y puedan hacerle daño, al libertario. Las críticas de la izquierda u otras, como las que ensayó Alberto Fernández -o alguna mención indirecta de Cristina Kirchner- en vez de dañarlo, lo potencian. Lo mismo ocurre con algún fraseo de Horacio Rodríguez Larreta o de Gerardo Morales o de la izquierda. Si continuamos con la metáfora de la cadena alimentaria, las garras de los Fernández o de Larreta, no hieren al libertario. Son, en definitiva, emblemas de la casta que que Milei objeta.

Si podrían, por la matriz del votante, generar una contradicción si lo embistieran Macri o Patricia Bullrich. Pero no: Patricia Bullrich salió en defensa del libertario frente a la comparación con Adolf Hitler que hizo Fernández. Digresión: el presidente volvió de Washington, donde se vio con Joe Biden, con la percepción de que la Casa Blanca mira con preocupación la irrupción de referentes extremos, franquicias latinas de Donald Trump, escenario al que se suma la mirada alerta sobre la amenaza que Jair Bolsonaro expresa para Luiz Inácio Lula Da Silva. Puede ser una interpretación lineal pero permite inferir que la amenaza de un Trump en Argentina no agrada a los intereses de EEUU, al menos del gobierno de Biden.

Es intrigante el tuit de Bullrich en defensa de Milei. ¿Puede leerse como un guiño al libertario y un mensaje cifrado para Macri, casi un contrafuego ante cualquier intento de sacarla del ring del PRO, mediante una bendición explícita o no a Larreta? Supone, por otro lado, una anomalía estridente: en teoría, Milei es un rival de Bullrich en la carrera presidencial pero la jefa del PRO sale a defenderlo con una vehemencia que no ha tenido para defender a integrantes de su partido, como Rodríguez Larreta o Vidal.

El episodio sirve para detectar una peculiaridad: además de tener mucha pantalla, donde da rating y en la que solo ocasionalmente se le hacen preguntan incómodas -y sus reacciones son estentóreas como ocurrió en TN- Milei casi no tiene detractores potentes mientras el resto del ecosistema de candidatos, enfrentan permanentes ráfagas de fuego amigo. Un ejemplo testigo: a Larreta lo dañaron más las críticas de Bullrich y las operaciones de Macri que una lluvia, persistente y anodina, de cuestionamientos desde el FDT. En criollo, los candidatos reciben más toxicidad desde sus propios dispositivos, que de sus rivales. Las dos coaliciones se comen a sus candidatos.

¿Advierte, Macri, el riesgo Milei y por eso alimenta la tesis de una oferta libertaria, encabezada por José Luis Espert, dentro de JxC? ¿Está en su menú, como sugieren en el PRO, que el expresidente emita algunas señales envenenadas contra el libertario? Un dato más. Milei, cuentan a su lado, teme que Macri lo convoque a conversar porque sabe que comparten un núcleo electoral y que, por eso, no podrá decirle que no.

Balotaje, ¿sí o sí?

Hay una explicación sencilla. Los dos clanes del universo político y electoral, el FDT y JxC, están convencidos que la existencia de Milei les sirve. El panperonismo lo agita, lo deja circular, porque apuesta que una tercera fuerza que atrae votantes opositores lo ayuda a ganar en las provincias y los municipios, donde no hay balotaje y se gana por un voto. Milei es, mirado con cierta bestialidad, la gran táctica de Cristina Kirchner para que Axel Kicillof reelija como gobernador. El libertario lo sabe, pero se tienta con lo que puede aportarle obtener entre 14 y 20% en la provincia, lo que eso significa en diputados y concejales, el poder de fuego para ser el fiel de la balanza en lo que viene.

Para JxC, Milei funciona como un reservorio de votos opositores que apoyarán a la fórmula cambiemita en el balotaje, algo que parece irreversible que ocurra en 2023. Hay que detenerse un segundo en esto: la dispersión, la irrupción de una tercera fuerza libertaria, el intento de un peronismo federal, conducen a instalar que el próximo presidente requerirá, si o si, de una segunda vuelta. Puede tener un efecto extra: aunque parezca una sofisticación, el votante que ya se acostumbró a que las PASO son un voto libre, porque no definen nada, asuma que las generales serán iguales porque, al final, el presidente se elegirá en el balotaje, allá en noviembre.

Daniel Scioli, que con la foto de hoy aparece como uno de los protagonistas de una PASO frentodista, hace rato puso elojo en ese punto: no solo habló de interpelar al votante de Milei sino que, además, empezó a mandarle señales al centroperonismo que expresan Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey, que se perfilan como un actor electoral, de cara a una hipotética alianza para la segunda vuelta. Tesis que circula en Casa Rosada: si el balotaje fuese entre Scioli y Bullrich, o entre Scioli y Milei, ¿qué hará el peronismo anti K?

Escalas

Las PASO, el sistema electoral que en 2009, luego de perder con Francisco De Narváez, impulsó Néstor Kirchner elevó a tres las escalas electorales presidenciales que, desde la reforma del 1994, era de dos: general y balotaje. Constituyen una complicación adicional, porque frente a coaliciones donde conviven dirigentes con distintas miradas del mundo o intereses políticos antagónicos, lo que se necesita para ganar una PASO puede no ser lo mismo que se necesita para ganar una general o, mucho menos, un balotaje.

Rodríguez Larreta es visto desde el FdT como el peor rival en la general y en el balotaje. Pero, antes de llegar ahí, el jefe de gobierno debe ganar la PASO donde, objetivamente, puede perder con Bullrich. “Horacio hace campaña para la general como si se olvidara que antes tiene que ganar las primarias”, describe, sin malicia, un macrista. Scioli, en el FDT, parece hacer lo mismo: piensa en cómo hablarle en un eventual balotaje al votante de Milei y al del peronismo federal, pero para llegar hasta ahí antes debería ganar las PASO frentodista.

Las encuestas de La Cámpora reflejan que, desde mediados del 2022, Bullrich está en lento pero permanente ascenso, mientras que Larreta está en lento pero permanente descenso. Según esos sondeos, el jefe de Gobierno derrota a la exministra de Seguridad a nivel provincial pero gracias a que, todavía, se impone en la Tercera Sección Electoral.

PASO a PASO

Este sábado, Eduardo "Wado" De Pedro, el ministro del Interior, dio por hecho que la resolución del candidato del oficialismo será por esa vía. “Hoy lo que más está adentro con el resto de los actores es ir a unas PASO con dos fórmulas”, dijo el ministro del Interior y agregó una línea adicional, sugerente: “Estamos siguiendo la estrategia propuesta por Alberto Fernández: que se usen las PASO, que haya una PASO para definir las candidaturas del frente”. Admite, en esa línea, que el cristinismo acepta los términos de Fernández. Hay, menos perceptible, no dicha por De Pedro, una cláusula gatillo: la semiplena certeza de que ni Cristina ni Alberto serán candidatos.

El FdT es circular: en marzo del 2022, en distintas trincheras del peronismo, apareció como variante para encauzar la interna oficial que haya un “doble renunciamiento” y que tanto el presidente como la vice se excluyan de la carrera electoral. Cristina lo dijo en diciembre y no hay, hasta acá, señales que indiquen que pueda revisar esa decisión. Todo lo que emite el cristinismo y el camporismo va en contra de eso. Como contó elDiarioAR el último domingo: La Cámpora se alineó detrás del plan para consolidar a De Pedro como candidato presidencial.

Sin Alberto candidato, se valida el planteo que hizo Máximo Kirchner respecto a que no puede haber una PASO contra el presidente. Las piezas, argumentales, se ordenan. Fernández, que volvió eufórico de EEUU, insiste con que su obsesión no pasa por ser reelecto sino por construir el formato para que el FdT sea competitivo. “Mi candidatura es algo secundario: la prioridad es democratizar el espacio”, contó el presidente al regreso de Washington y dejó un concepto más que puede generar urticaria en el cristinismo: enlazó la democratización del espacio con lo que llamó “la tercera renovación del peronismo”. La primera la hizo Antonio Cafiero -contra Herminio Iglesias-, la segunda Néstor Kirchner -contra Eduardo Duhalde-, la tercera quiere articularla él ¿contra Cristina?

En esa ecuación, Scioli aparece como instrumento de Alberto para enfrentar a Wado, la carta de Cristina. Se proyecta algo que hace meses se contó en estas páginas sobre los candidatos muleto: Scioli, como candidato del PEN, contra “Wado”, el postulante del kirchnerismo. En el dispositivo K asoman, según deslizan desde La Cámpora, matices entre Cristina y Máximo Kirchner. A la vice, está probado, no le gustan las primarias. De hecho, casi nunca las usó. Máximo, apuntan, entiende que sí o sí en esta elección debe haber un candidato propio porque sería el peor final ir colgado de un candidato ajeno, sea Scioli o Massa.

La explicación, que valida una encuesta de Federico Aurelio, de ARESCO, es la siguiente: medidos mano a mano, Scioli le gana por algunos puntos a De Pedro pero si se aporta el agregado de De Pedro “como candidato de Cristina”, el número se revierte y el ministro gana la PASO. Una certeza, que no es tal hasta que ocurre, indica que cualquier candidato que tenga el apoyo explícito de la vice gana la primaria. Scioli discute, obviamente, eso esencialmente porque cree que el puede interpelar a votantes cristinistas.

Máximo Kirchner insiste, así y todo, que la mejor pieza propia para ir a esa patriada es Kicillof que, por otro lado, consiguió que Cristina lo valide para ir donde él quiere ir: a reelegir en la provincia de Buenos Aires. En medio, aparece el interrogante sobre Sergio Massa, que antes de viajar a EEUU trasmitió algo que pocas veces muestra: preocupación y pesimismo sobre su capacidad para ordenar el caos. Contó que necesita 7.400 millones de dólares para encarrilar, dijo que los conseguirá pero, en paralelo, admitió que le queda poquísimo margen para revertir el panorama. Las encuestas que comparten a su lado, y que coinciden con las que ve el camporismo, reflejan que Massa había tenido una mejora importante en la imagen a fin de año pero que ahora volvió a los mismos niveles pre-ministro, incluso algún punto menos.

Pero Massa nunca está fuera del menú. Un dirigente peronista dice que se aplica el algoritmo de Cristina respecto a las listas de candidatos, encuentra una dinámica de un moderado escoltado por un K, que si se esa IA se reproduce en el presente arrojaría la fórmula Massa-Wado. Veamos la enumeración: antes fueron Scioli-Zannini, y luego Alberto-Cristina. En la lógica de espera del cristinismo, con Kicillof enfocado en que la vice debe estar en la boleta, apareció una nueva fecha que genera expectativa, un fijar tuit: el 25 de mayo se cumplirán dos décadas de la asunción de Néstor Kirchner como presidente. Faltarán, en ese instante, 20 días para el cierre de listas. Si la vice quiere trasmitir algo, a estadio lleno, que es o que elije a otro para ser, ese sería el momento.

PI

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