Ingreso complementario: el proyecto del cristinismo que alcanza a 4 millones de indigentes
Ingreso básico complementario. Es el concepto sobre el que trabaja el cristinismo en el Senado, aún de manera incipiente, para sacar de la indigencia a 3,8 millones de personas. La iniciativa se estudia desde hace semanas en el despacho de la senadora Juliana Di Tullio, presidenta de la comisión de Trabajo y Previsión social (un nombre muy peronista) de la Cámara, y tiene visto bueno de la vicepresidenta Cristina Kirchner.
Como ya se ha dicho, el proyecto viene a sustituir la idea de un salario básico universal presentada en Diputados por los legisladores de Patria Grande que responden al líder del Movimiento de Trabajadores Excluidos, Juan Grabois, hoy su principal promotor y voz crecientemente adversativa al Gobierno. Este miércoles Grabois protagoniza una serie de protestas con epicentro en el Puente Pueyrredón, que une la Ciudad con Avellaneda, detrás de una larga lista de reclamos.
La novedad de la iniciativa del cristinismo es el alcance, el universo: los 3,8,millones de personas indigentes, un 8,2% de la población, de acuerdo con los datos del Indec del segundo semestre de 2021. Los pobres en la Argentina, incluidos los indigentes, llegan a 17 millones, un 37,3% de la población, según la misma medición.
Fuentes familiarizadas con la iniciativa insisten en que la diferencia con los proyectos de Patria Grande no es de carácter semántico. Hay, dicen una cuestión “conceptual” detrás de la denominación de “salario” y lo que esto implica en el universo del trabajo formal, una especie en progresivo deterioro en la Argentina a la que el peronismo aún busca rescatar. Pero se trata también de una cuestión fiscal, a tono con los desafíos que enfrenta de la ministra Silvina Batakis: la iniciativa del cristinismo recorta a la mitad el universo de beneficiarios y con eso, el impacto en el gasto.
El proyecto que inspiró a Grabois implica un universo de alrededor de 8 millones de personas con un costo fiscal de entre 1 y 1,8% del PBI, según se contemple o no el recorte de otros programas vigentes, de acuerdo a cálculos de sus impulsores. Para la iniciativa en elaboración en el Senado, hay que pensar en la mitad del gasto.
El monto del ingreso ronda los $14.401, una cifra que equivale a una canasta básica alimentaria por adulto, que marca la línea de indigencia, a valores de mayo, según la referencia que tomó Patria Grande y que también manejan en el Senado. Según datos del Indec, una familia de cuatro miembros necesitó ese mes ingresos por $44.499 para no caer en la indigencia (y $99.677 para no caer en la pobreza).
Shock corto
Quienes conocen el proyecto consideran que el ingreso complementario podría atemperar el impacto de las medidas fiscalistas con las que avanza Economía. Lo que quiere decir que en el oficialismo en el Senado, un universo bajo control de la vicepresidenta, hay un apoyo velado a la iniciativa de Batakis de recortar el gasto. Allí abundan las medias palabras sobre esa cuestión, aunque una fuente calificada del bloque de Unidad Ciudadana habló más claramente ante elDiarioAR: dijo que lo que se viene es un plan de estabilización con efecto recesivo en la economía. “Batakis va a hacer una política de shock, parecida a la que llevó adelante en su paso por la provincia de Buenos Aires. Pero va a ser de corto alcance, indoloro, ni se va a notar, hasta que ponga en orden los números”, según esa misma fuente. Cristina Kirchner oyó esas mismas palabras; detrás de su silencio hay un ejercicio reflexivo y de evaluación.
En el bloque cristinista consideran a Batakis una “nerd” y elogian su manejo de las cuentas fiscales de todas la provincias y de la Nación. Sin embargo hay más deseo de que las cosas salgan bien que convicción: allí se dice que la empatía con la ministra no implica una identificación con sus concepciones “fiscalistas” ni “ortodoxas” en el manejo de los recurso. Pero parece que un poquito ahora hacen falta.
Estos comentarios representan una primera señal de acompañamiento a Batakis, a quien defienden de las críticas que recibe de los movimientos sociales, nuevo anatema del cristinismo. “No dijeron una palabra sobre (Martín) Guzmán. Ella lleva unos días en el ministerio y ya la llamaron 'Cavallo'”, agrega la misma fuente.
WC
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