La crisis del Frente de Todos
Massa, ministro de la interna: alerta porque volvió el ruido entre Alberto y Cristina
Hay un indicador inquietante en la pantalla del celular de Sergio Massa. No figura en las pizarras de la City, ni lo vocean arbolitos de Florida. No late por el antojo de un calificador de JP Morgan ni por las alquimias del Banco Central. Es un alerta político que Massa construye con datos y olfato, y que le impone una tarea extra: no solo debe ser ministro de Economía, tarea monumental en una Argentina indómita, sino que además debe oficiar de ministro de la Interna.
A dos semanas de asumir, Massa logró apaciguar la tormenta financiera. No volvió al escenario de Martín Guzmán, que algunos miran con cierta nostalgia, pero aplacó los picos críticos que soportó Silvina Batakis. Sobre la ministra interina, que ejecutó una purga más política que económica en el Banco Nación, se recortan elementos que sirven para interpretar el ahora.
Fernández viaja todas las semanas al norte del país. “Si el peronismo tiene un destino electoral es por el norte y por el conurbano. Tenemos que concentrarnos ahí: la única forma de hacer diferencia para ganar está en esos lugares”, apuntan en Casa Rosada.
Los mercados le bajaron el pulgar cuando se instaló que Batakis era una imposición de la vice. Refleja, por un lado, la pereza de los mercados para leer la política -bastaban dos mensajes de WhatsApp para saber qué pensaba, de qué terminales se nutría y el ajuste “nivel carnicería” que craneaba Batakis- pero explica, en simultáneo, por qué Cristina aceptó a Massa: la veloz crucifixión que el mundo financiero hizo de Batakis, que es muchas cosas antes que ultra cristinista, le anticipó a la vice que destino -el sin destino- tendría un ministro de Economía o un plan económico de perfil K.
El elogio de Batakis -que atribuye la incipiente pero tardía calma del mercado tras su gira express de 48 horas por Washington- podría ser abrazado por el propio Massa que quizá deba al fracaso de una Batakis hipotéticamente K su entronización como ministro de Economía. Esto, claro, si hay respuesta afirmativa a una pregunta envenenada: ¿Tiene, tuvo o tendrá la vice un plan anticrisis -y un ejecutor- diferente al que promete ejecutar Massa? De diagnósticos fatales y a veces autogenerados, Cristina marca problemas o ejes de disputa pero no acostumbra arrimar soluciones ni recetas.
“Cristina sigue sin entender lo que pasa en el mundo”, le escuchan, cada tanto, a Alberto Fernández. No es una mención ociosa: se cita para explicar por qué la vice pasó de lanzar lluvia ácida sobre el plan Guzmán a validar el efecto Massa que contempla una segmentación de tarifas y un ajuste del gasto más sanguinario que lo que sugería el exministro. La vice, quizá, coincide con un planteo que repite el ministro en privado: hay consenso social para un ajuste. En el diccionario de Massa se usa un eufemismo: “medidas de austeridad”.
Frialdades
Massa, el ministro de la Interna, debe lidiar con la frialdad, que por momentos deriva en una nueva oleada de hostilidad, entre los Fernández. El diálogo entre Alberto y Cristina, que se retomó la noche del 3 de julio y avanzó en al menos tres encuentros mano a mano, volvió a espaciarse. No volvieron a verse, pero, además, la comunicación por otras vías se volvió escasa. Como la X en las matemáticas, tiende a cero.
- Dejaron de verse. Pero ¿están hablando? -preguntó elDiarioAR.
- No mucho -dice, mientras su cara subtitula con “no hablan nada”, alguien que rema para que se reactive el teléfono rojo entre los Fernández.
Massa, más que nadie, sabe que la suerte de su plan -y de su futuro político- depende de dos factores: del ingreso de dólares a las reservas, como variable central para ordenar el resto de la Economía, y del buen trato entre los Fernández para mantener acomodado el corpus político del Frente de Todos (FdT). La última semana el gobierno festejó que hubo siete jornadas consecutivas de compra de dólares: fueron algo más de 140 millones, un paraguas en un tsunami, pero sirven como indicio de que se revirtió la sangría de dólares.
Casi en paralelo, como si la política y la economía fueran polos opuestos que no pueden estar equilibrados al mismo tiempo, se instaló el ruido entre los Fernández. Si bien, por ahora, no pasa de alguna rabieta, o de las críticas que cada uno por su lado hacen sobre el otro frente a distintos interlocutores -algo que ocurre hace mucho tiempo, casi desde la protohistoria del FdT pero se había interrumpido frente al abismo- hay un elemento más preocupante: es malo, per se, que la relación entre Alberto y Cristina no se haya estabilizado.
Manzur es el jefe de Gabinete de Alberto ante los gobernadores y Olmos será el jefe de Gabinete de Alberto ante los ministros. Manzur para la política; Olmos para la gestión. Otra anomalía en el metaverso del FdT.
La fantasía era que luego de cuatro meses y medio sin hablarse, el vínculo se acomodara y se sistematizara una instancia de acuerdo político. “Pensábamos que empezaba una etapa donde se iban a reunir todos los viernes para definir el rumbo, qué hacer, pero eso no ocurrió”, relata un ministro y derrama preocupación. Más simple: la famosa mesa política, que tuvo un micro episodio con la cumbre un miércoles al mediodía en Olivos, entre los Fernández y Massa, nunca más volvió a funcionar.
A esa tarea extra se dedica Massa, que se reúne casi a diario con Alberto y está en contacto, no se sabe con qué frecuencia, con Cristina. “Con ella acordó lo que tenía que acordar: Cristina es clara y cumple. Si Sergio hace lo mismo, no habrá problemas”, traducen a la vice en su primer anillo. Es una forma de explicar que no es necesario que haya Telegram permanente entre Massa y Cristina, que la hoja de ruta -esa figura que repite el ministro- está definida y solo tiene que seguirla. ¿Y si no lo hace?
Anomalías
Además de dólares, el plan Massa requiere de estabilidad. “Menem y Cavallo ganaron mil elecciones con estabilidad. La economía necesita certezas. Que haya precios es un punto de partida. Hace 3 semanas no había, nadie vendía, nadie podía proyectar”, dicen en Economía. En el quinto piso del Palacio de Hacienda murmuran, sin hacer bulla, que el tigrense apuesta a encaminar el barco, a un acuerdo en los próximos diez días con el campo -que no contempla la baja de retenciones, un asunto vedado-, orden fiscal, robustecer reservas y una baja progresiva de la inflación para entrar al verano con un indicador del orden de los 3 o 4 puntos.
La economía, además de tener esa particularidad criolla del bimonetarismo cultural, se enturbia con una política cruzada por múltiples anomalías. Una, constitutiva del FdT, es que la jefatura del gobierno no está en la figura con más volumen político y electoral. Ese es el nudo de todas las crisis posteriores. Hay, ahora, anomalías accesorias; una es que el ministro de Economía funge, desde la centralidad, casi como un presidente en funciones. El discurso de Massa en el Council of Americas, que duró 43 minutos con 40 segundos, fue un discurso propio de un jefe de Estado.
Fernández procesa, entre Olivos y Casa Rosada, esa situación: sabe que los ojos están posados sobre Massa, que las palabras del ministro pesan más que las suyas. No dio, todavía, señales de inquietud por eso. Se construye, a su lado, una narración de esta etapa peculiar. Se plantea, por un lado, que Fernández se sacrificó para preservar, al costo que sea, el Frente de Todos. “Pudo romper todo, como le pedían muchos, pero no lo hizo”, lo explican. El capítulo dos sugiere un reposicionamiento del Presidente en el ajedrez interno.
Hay indicios: en las últimas semanas definió como territorio el norte del país, al que viajó no menos de cinco veces en 20 días -Chaco, La Rioja, Catamarca, entre otros destinos-, y al que seguirá viajando. “Si el peronismo tiene un destino electoral es por el norte y por el conurbano. Tenemos que concentrarnos ahí: la única forma de hacer diferencia para ganar está en esos lugares”, apuntan en Casa Rosada.
Otra anomalía, más reciente, es lo que derrama de la entronización de Juan Manuel Olmos, un fan del secretismo y el perfil bajo, que aceptó asumir como vicejefe de Gabinete y preparase para una temporada dura. En Rosada cuentan que antes de asumir Olmos le anticipó a su familia que su nuevo rol lo puede poner en el ojo público. Olmos asume como vicejefe para ejercer, en lo formal, como jefe de Gabinete lo que muestra cuál es el nivel de confianza entre Juan Manzur y Fernández. “Es bueno que se sume Olmos: sabe y tiene toda la confianza de Alberto para intervenir ante los ministros”, dicen cerca de Manzur. La frase confirma varias presunciones sobre la relación entre el ex gobernador de Tucumán y el presidente. En el ecosistema Fernández aportan una lectura más amable: sostienen que Manzur es el jefe de Gabinete de Alberto ante los gobernadores y Olmos será el jefe de Gabinete de Alberto ante los ministros. Manzur para la política; Olmos para la gestión. Otra anomalía en el metaverso del FdT.
La paradoja Stanley
A las extravagancias propias del peronismo, se suman factores exógenos como el protagonismo de Marc Stanley, el embajador de EEUU en la Argentina. Tuvo, meses atrás, dos reuniones con Cristina Kirchner, se vio -y le regaló un termo Stanley- a Martín Guzmán y recibió la visita de Massa. Sus dichos en el Council of Americas sobre la necesidad de un acuerdo político antes del 2023 detonó en varios planos. Inquietó, antes que a nadie, a Horacio Rodríguez Larreta que desde la asunción de Massa como ministro anudó malas noticias. Después de la parrafada de Elisa Carrió que lo preservó pero lo incomodó llegó el banquito en el affaire del Acarreo porteño, una bomba sucia que lo lesiona en dos ejes: le imputa maniobras no sanctas y, además, lo fuerza a volverse “estatista” porque el Estado debe aparecer para ordenar algo que hacen mal los privados.
Luego Larreta, que milita la moderación, fue reprendido por Stanley por proponer un acuerdo nacional para después de 2023 y pidió que sea ahora. El embajador quizá sabía que era Larreta el dirigente del que habló Massa cuando contó, sin decir quien era, que lo llamaron para felicitarlo por la asunción y a las horas le pidieron que no lo cuente porque no le convenía políticamente. “Horacio se halconizó”, dicen en la trinchera massista y adhieren a lo que se instaló como norma, al punto que hasta la dice Juan Schiaretti: “Larreta nunca va a desafiar a Macri”.
La intromisión de Stanley sobre la política interna reflejó, luego, la ultradiverisdad frentodista. Massa lo celebró en privado, la portavoz Gabriela Cerruti cuestionó sus cometarios y Andrés “Cuervo” Larroque lo comparó con Spruille Braden, embajador de EEUU en Buenos Aires en tiempos de Juan Domingo Perón. Lo hizo en su cuenta personal de Twitter y su intervención fue celebrada con un “like” por el canciller Santiago Cafiero. Ese mismo día, Juan Manzur visitó junto al gobernador santiagueño Gerardo Zamora a Stanley en la embajada y por la noche, el embajador argentino en Washington, Jorge Argüello, consideró que la intervención de su par estadounidense no tuvo carga negativa. Es el mismo Stanley que meses atrás tuvo, con diferencia de 20 días, dos reuniones con Cristina Kirchner.
Ella también
Mientras Massa tiene la exigencia de controlar el dólar, los precios y evitar que estalle la interna oficial, Alberto y Cristina se mueven con agendas propias. Fernández espera su momento para reconfigurar su rol: no se resigna a ser el “presidente a la europea” que le auguran sus críticos, mientras Massa ejerza casi como un primer ministro.
Hay pistas en todos lados. Al margen del gaffe de Argüello sobre el “presidente Massa”, hay un renglón específico con la interlocución con el mundo y un dato es el viaje que Fernández hará a Nueva York en septiembre donde hablará, la tarde del 20, en la asamblea general de la ONU, gira que se extenderá a Houston para presentar el plan Vaca Muerta y el Gasoducto Néstor Kirchner en el epicentro del negocio petrolero de Estados Unidos.
Esa visita la empezaron a armar, hace meses, Cafiero y el exfuncionario Gustavo Beliz en busca de inversiones para el segundo tramo y, sobre todo, para la tercera etapa: la licuafección del gas para su exportación a Europa. En Casa Rosada relatan aquellos preparativos porque ven que parece un mérito del desembarco de Massa como ministro. Algo similar ocurre con el préstamo del BID, atado al giro público de Mauricio Claver-Carone tras la asunción del tigrense. El viernes, en C5N, Argüello pareció sacarle pesa al factor del vínculo personal entre Massa y Claver-Carone y plantear que el préstamo del BID es producto de una tarea que se vino haciendo a lo largo de meses.
Mientras el albertismo avisa que el mundo no empezó con Massa, Cristina volvió a reuniones con dirigentes y retomó en esas charlas los reproches al presidente, producto quizá de que se discontinuó -de mínima- el diálogo con Fernández. La vice recuerda, al pasar, aquello de que no hay chances de que Alberto sea candidato único del FdT en el 2023. Se sabe que en su momento, la vice fijó un pliego de condiciones entre los que figuraba que Fernández desistiera de esa fantasía. Volvió con esa letanía mientras a su lado tratan de adivinar qué planea. Arriesgan que está vigente la instancia de las PASO en la que competiría con un/una candidato K.
PI
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