Ortodoxos, K, moderados, macristas: todos peronistas
Antes de la foto sobreexpuesta, teñida de un sepia rabioso que lastima los ojos, Axel Kicillof y Martín Guzmán se vieron el feriado puente del lunes 24 de mayo. No hubo registro ni bisbiseos lo que indica que fue esa, y no el almuerzo del martes último, la cumbre donde el ministro y el ex ministro se dijeron lo que tenían para decirse. No era tanto pero demandó tiempo porque Kicillof habla mucho y Guzmán habla lento.
En criollo: lo que charlaron Kicillof y Guzmán impactará más sobre la campaña electoral del Frente de Todos (FdT) que cualquier cumbre del pasado reciente o del futuro cercano. Infinitamente más que el ritual de desquicios y traiciones que es el cierre de listas porque, más allá que los candidatos, el gobierno intenta ajustar las dos banderas con las que encarará la elección: vacunación y economía.
Los augures que escuchan Macri y Larreta proyectan que la economía, en vez de rebotar como pronostica el Gobierno seguirá en baja. En el lenguaje del macrismo hard, la prórroga de la elección generará mayor descontento por la prolongación de la crisis.
El primer ítem, el de la pandemia, parece consolidarse. El peronismo superó el tormento de inicios de mayo, cuando la segunda ola tuvo una pendiente desorbitada y hubo, como nunca antes, incertidumbre sobre las vacunas y la ocupación de camas UTI. Fueron días en que Alberto Fernández temblaba frente a un llamado de Kicillof y Kicillof temblaba cuando le entraba un mensaje de Daniel Gollán o Nicolás Kreplack. Sobrevolaba como un fantasma, el pánico de un enfermo de Covid-19 ahogado, sin atención, en un pasillo de hospital.
Es el último dique que, cruzan los dedos en Olivos y La Plata, perdura del relato oficial: el sistema de salud resistió porque se quintuplicó respecto al que dejó María Eugenia Vidal y porque, contra el fuego opositor, se aplicaron restricciones para, de mínima, moderar el crecimiento exponencial de contagios, muchos de los cuales demandarán atención crítica y, 7 de cada 10, serán fatales.
Junio aparece, como contó el domingo pasado en elDiarioAR, como el mes donde al menos una de las dos aristas dramáticas de la pandemia saldrá de zona crítica: habrá vacunas y aplicaciones disponibles con el norte de tener inmunizados a los grupos de riesgo antes que empiece el invierno, el 21 de junio, y la expectativa de haber vacunado, siempre con una sola dosis, al 40% de la población en julio. Son 18 millones de personas en todo el país.
Hay una fantasía, todavía silenciosa, de llegar a septiembre con un porcentaje de vacunados que permita recuperar cuotas de la normalidad perdida: clases presenciales y sin burbujas, bares abiertos, turismo interno, comercios con escasas restricciones. Es el mes de las PASO. Este viernes se reglamentó el nuevo cronograma que muda las primarias al 12 de septiembre y la general al 14 de noviembre, prórroga que para el oficialismo es agua bendita: más tiempo para vacunar, más tiempo para retomar la normalidad y más tiempo para, según la teoría de Olivos, que se perciba un repunte económico que hasta acá fue espasmódico.
En Juntos por el Cambio (JxC) ocurrió un fenómeno curioso. Los augures que escuchan Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta proyectan que la economía, en vez de rebotar como pronostica el Gobierno seguirá en baja, o de mínima, no saldrá de su estado crítico. En el lenguaje del macrismo hard, la prórroga de la elección generará mayor descontento por la prolongación de la crisis. “Si fuese por nosotros, nos conviene votar el año que viene”, sintetizó, ante un colaborador, Diego Santilli. Algo asó como cuanto más tiempo pase, la economía estará peor.
Déficit y gemelos
- ¿Cómo vas a festejar que bajaste el déficit? Para Cristina eso es una provocación.
La frase la dice, con histrionismo, un peronista que recorre con sigilo las atmósferas de Kicillof y Máximo Kirchner, y traduce con brutalidad la incomodidad de los Kirchner, madre e hijo, frente al apego de Guzmán a parámetros que juzgan ortodoxos. Son esos los que le valieron el hielo de la vice y, luego, el motor de las charlas con Kicillof, depositario último del criterio económico de la expresidenta.
Entre los que orbitan a Máximo mencionan similitudes discursivas y de modos entre Guzmán y Hernán Lacunza, el último ministro de Macri. Es una observación neutra pero no hay que ser muy sagaz para entender que no es un elogio. Extraños gemelos.
Un episodio, poco conocido, lo refleja: meses atrás, luego de los 60 días y las 59 noches sin verse cara a cara, y frente a las recurrentes consultas de Cristina, Alberto gestionó un encuentro para que Guzmán le detalle sus planes a la vice. Se definió hora y lugar. Cuando el ministro llegó se encontró que Cristina lo esperaba escoltada por Kicillof.
El gobernador ofició de vocero de la mirada de Cristina, que se sintetiza así: la suerte del gobierno se juega en los bolsillos de los votantes y no en las charlas con Kristalina Georgeva. En la galaxia K reclaman que Guzmán archive la ortodoxia hasta nuevo aviso. El ministro resiste y Fernández, como puede, sostiene esas rebeldías pero es un goteo inclemente. Entre los que orbitan a Máximo Kirchner mencionan similitudes discursivas y de modos entre Guzmán y Hernán Lacunza, el último ministro de Macri. Lo dicen como una observación neutra pero no hay que ser muy sagaz para entender que no es un elogio. Extraños gemelos.
Además de charlas con Kicillof, Guzmán ensayó una conversación de deshielo con Cristina Kirchner, según cuentan en la trinchera camporista. En simultáneo, a modo de reset, Andrés “Cuervo” Larroque, ministro de Desarrollo Social bonaerense, y Rodrigo “Rodra” Rodríguez, secretario administrativo de Diputados, dos figuras puras del sistema Máximo, se vieron con Sergio Chodos y Rodrigo Ruete, delegados del ministro de Economía, que entregaron en mano un informe con las políticas expansivas promovidas, o consentidas, por Guzmán. Hubo una “devolución” impiadosa que, traducida, refuerza la crítica K sobre la moderación de Guzmán que creen inoportuna en un contexto con, recitan, 52% de pobres en el conurbano.
El interrogante es, así y todo, el cómo. En La Plata anotan, con datos bancarios, que sectores medios engordaron sus ahorros y serán la clave para reactivar los rubros de gastronomía y esparcimiento cuando se abran las compuertas de la economía, la pospandemia. En el entorno de Cristina, detallan que los grupos más vulnerables están cubiertos, al menos parcialmente, por las políticas asistenciales pero que reprochan la orfandad de los escalones medios. Son los que irrumpieron, sin red, cuando se lanzó la inscripción para el primer IFE. Son, en clave electoral, un segmento con desencanto acumulado y que migra de voto.
Todos peronistas
La paradoja de la elección bonaerense 2021 es que puede ser, en un sentido no metafórico, una disputa donde todos los principales candidatos sean peronistas. Del FdT del JxC o, si la hubiese, de una tercera fuerza encarnada por Florencio Randazzo. Vale tanto para el FdT donde suenan Victoria Tolosa Paz, Fernanda Raverta o Daniel Scioli, o para el principal espacio opositor donde aparece Diego Santilli, destinado a reforzar una secuencia histórica de mudanzas de CABA a provincia: como Carlos Ruckauf, como Scioli, como María Eugenia Vidal, como Kicillof.
El miércoles 9 de junio, Vidal viaja a EEUU. Al regreso anunciará su rol electoral. Todo apunta a una candidatura porteña pero Vidal generó anticuerpos como para decidir por sus propias pulsiones más allá de lo que le pidan Macri y Larreta.
Santilli expresa un cúmulo de resignaciones. En 2019, Larreta lo “sacrificó” a reelegir como vice porteño como parte de su pacto con Martín Lousteau y ahora lo lanza en la provincia, aventura que tiene un efecto crudo: Santilli deberá dejar la marquesina porteña, dejar de ser vocero y armador, y perder la botonera y afines del poder que maneja en CABA.
Para Larreta también es una pérdida. A pesar de su mecánica radial, multitasking -“no junta dirigentes, los apila”, le reprocha uno de los apilados-, tiene en Santilli un socio útil que podría extrañar en su plan nacional 2023 cuando deba, como hizo Macri entre 2013 y 2015, dejar de ser intendente para convertirse en presidencial. No es, así y todo, el asunto más urgente. El miércoles 9 de junio, Vidal viaja a EEUU. A su regreso, el 16, anunciará qué rol electoral tendrá este año. Todo apunta a una candidatura porteña pero la exgobernadora Vidal generó los anticuerpos necesarios para decidir sus pasos por sus propias pulsiones más allá de lo que le pidan Macri y Larreta.
En el tablero del jefe de Gobierno, Vidal está descartada para provincia pero todavía no está segura en CABA. Larreta sugiere, aunque le queda tiempo para desdecirse, que haya PASO en CABA y la provincia aunque cuando baja la espuma advierten que una interna Vidal-Bullrich, que se leerá como una pelea suya con Macri, puede ser criminal y de alto riesgo. En PBA, le prometió a Emilio Monzó que habrá primarias mientras Jorge Macri amaga con obturar la aparición de Santilli y plantar, en dueto con Bullrich en CABA esa interna ambeña que según su teoría y conocimiento, Larreta no se animará a dar.
El primo Macri, al igual que Cristian Ritondo -salieron pasacalles con su nombre-, reniega de la irrupción de Santilli porque implica que el vice jefe queda en la pole de la gobernación 2023. Para ampliar la base y evitar la fuga de votos, Larreta sugiere una PASO con Monzó que Elisa Carrió reprueba. Todo en medio de una trasmutación de punteros virtuales: parte de los ciber militantes que antes tenían terminales en Marcos Peña reportan ahora a un intendente.
En el FdT también hay vetos. En La Plata se cementó la bolilla negra sobre Scioli como candidato en la provincia luego de que el embajador diga que Vidal perdió con Kicillof “no con Churchill”. Pero cuando se cierra una puerta se abre otra: el nombre de Scioli es mencionado por un satélite de Máximo Kirchner como posible candidato en CABA, quizá pólvora mojada solo para incomodar a Matías Lammens. Para Scioli puede ser una forma, quizá no la más deseada, de lograr lo que dice que quiere: un mano a mano con Vidal.
PI
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