El primer desafío: Fernández, Massa y la ingeniería política del nuevo orden FdT
Un eslogan, tan voluntarioso como el ímpetu de Sergio Massa por sumarse a un gobierno en problemas, define el desembarco del tigrense en el gabinete de Alberto Fernández como la “refundación del Frente de Todos”. No está, a simple vista, nada mal porque retoma la idea primigenia del artefacto electoral que construyó Cristina Kirchner para evitar la continuidad de Mauricio Macri y que sugería un esquema de equilibrios que, el tiempo, las crisis y los recelos, destrozaron.
El ingreso de Massa tiene, a simple vista, un beneficio político puntual: como tercer socio, minoritario pero esencial del FdT, no descompensa los roles, algo que sí hubiese ocurrido si el que entraba al gabinete era Jorge “Coqui” Capitanich, opción que en dos de las tres trincheras frentodistas, se asegura que empujó la vicepresidenta hasta que aceptó la ecuación que incluye como jugadores a Massa y a Juan Manzur. “Que entrara Coqui era que Cristina intruse el gobierno de Alberto”, describe, brutal, un dirigente del FdT que intervino en las negociaciones.
Al final, la vice consintió que el gobernador del Chaco no forme parte de este ensayo de solución. El miércoles, en el micromundo Capitanich, todavía perduraba el espíritu sobre un desembarco pero el jueves, temprano, eso se daba descartado. En ese procedimiento, además del recelo a que la llegada de “Coqui” se digiera como una “intervención” de Cristina, intervino otro factor de peso: la sigilosa pero activa costura de Manzur para mantenerse en el gabinete.
El exgobernador de Tucumán comparte con Massa la voluntad: la del tigrense por entrar, la del jefe de Gabinete por permanecer. Una pieza clave del engranaje se aceitó el 9 de julio, en Tucumán, adonde viajó Massa como parte de la comitiva presidencial para los actos por el Día de la Independencia. El diputado operó, cuerpo a cuerpo, para despejar del imaginario de Manzur una idea que alguien le soplaba al funcionario y que se sintetizaba en esta frase: “Juan, Massa viene por la tuya”.
El tigrense hizo gestos para explicitar que su aspiración no era ser jefe de Gabinete. 48 horas antes de la renuncia de Manzur, armó una foto con el jefe de Gabinete en el marco de un anuncio del Enacom. Luego mandó mensajeros a trasmitirle que su pretensión no era reemplazarlo. Este miércoles, luego de una conversación entre ambos, la idea terminó de coronarse. Para entonces, según la reconstrucción de elDiarioAR, Cristina había desistido del ingreso de Capitanich al gabinete. Solo faltaba que Fernández lo ejecute y que, luego, se cumpla el ritual de “contener” a Silvina Batakis, que a esa hora estaba en un hotel de Houston imantada a su teléfono.
“Manzur es importante y expresa a un grupo de gobernadores. A Sergio no le sirve romper ahí”, interpreta un dirigente que lo lee, además, como un mensaje hacia el 2023 y un hecho del día a día: que haya una sociedad operativa en el gabinete entre Massa y Manzur.
Ingeniería de poder
Falta, todavía, lo más importante: establecer la ingeniería para la toma de decisiones que funcionará con Massa como ministro de Economía. Hay que escuchar una voz que entorna a la vice para entender la dimensión de ese trámite: “Hay que lograr que Alberto no se coma a Sergio y que Sergio no se coma a Alberto”. La metáfora caníbal opera sobre una realidad cruel: Fernández dinamitó, en el mejor de los casos como autodefensa, a funcionarios que llegaron a ayudarlo o salvarlo, y Massa tiende a ejercer una centralidad que podría ser excesiva, o suicida, en un gobierno frágil.
Cristina acepta, aunque quizá no haya sido su plan A, la llegada de Massa porque lo entiende como una receta para salir de la parálisis de un gobierno al que le cuesta tomar decisiones. Pero ese es solo el primer paso: que se empiecen a tomar decisiones es imprescindible pero no resuelve el segundo factor, qué orientación o perfil tienen esas decisiones.
“Sergio quiere ser presidente: así que damos por hecho que va a ser racional, y no va a hacer locuras”, interpretan en la cercanía de la vice. En ese ecosistema hubo una mirada lineal: el ingreso de Massa en el gobierno significa un mensaje para tranquilizar a los mercados que se inquietaron, o directamente se desmadraron, tras la salida de Martín Guzmán, el exministro al que el diputado suele llamar, sin ninguna simpatía, “El Farsante”.
Hay un tercer elemento, menos perceptible, que refiere a lo que puede hacer Massa como articulador entre Fernández, que es el Presidente, y Cristina, que es la jefa política del FdT. El espíritu refundacional, esos climas que fascinan a Massa, sugiere que la revitalización del gabinete, con el tigrense como ejecutor de un paquete de medidas acordadas en la cima frentodista, le otorga algo que, según Cristina, Alberto perdió: poder de negociación. “Ya no es tanto lo que quiere Cristina sino lo que puede hacer el Gobierno”, describen en el primer anillo cristinista.
La capacidad para el espadeo con actores y sectores se reactiva, trasmiten en el Senado, con la llegada de Massa. Una pista: Omar Perotti, el más díscolo de los gobernadores del FdT, fue el primero en explicitar su respaldo a la llegada del tigrense al gabinete. A Perotti le importa una sola cosa: que la Casa Rosada active un plan para el complejo agroindustrial, al que Fernández trata de “especuladores” y Perotti considera emblemas de la patria. ¿Se tiró a la pileta, el gobernador, sin una promesa de Massa de que hará algo de lo que él pide con ese sector?
Massa quiere tiempo y cree que su desempeño dependerá de su solo indicador: la inflación. “Sergio necesita tres o cuatro meses para tener respuestas sólidas”, dicen a su lado. A tal punto ese elemento es central en la ecuación mental del tigrense, que puso en consideración una sugerencia que le hicieron llegar de demorar su asunción hasta después de que se informe el próximo dato de inflación, el número de julio, que estaría por arriba de los 8 puntos.
Ansioso como se muestra, difícilmente espere tanto. Ahora se preocupa por trasmitir que quiere que Batakis se quede en Economía, como su brazo ejecutor en materia económica, a la vez que aparece todo un menú de definiciones operativas, de nombres y roles, sobre qué nivel de autonomía tendrá para manejar los botones principales de la Economía. ¿Queda Miguel Pesce en el Central, el hombre que influye en el hemisferio económico del pensamiento de Fernández?
PI
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