Querida Fabiola
Se sabe: el 14 de julio del año pasado, mientras los y las argentinas lidiábamos con el zoom en medio de un confinamiento absoluto, en Olivos festejaban el cumpleaños de Fabiola Yáñez. Torta, frapera, centro de mesa: con actitud forense, los medios de comunicación escrutaron la foto. Que es fake, que le metieron photoshop. Al final confirmaron que es real. La reunión podría enmarcarse en las estigmatizadas fiestas clandestinas: un delito. En plena campaña, la oposición -que agitó marchas anticuarentena- capitaliza la filtración de la imagen. Y el oficialismo, muy a su pesar, tuvo que salir a hablar.
De Fabiola Yáñez conocemos poco. Su voz y algunos modos por posteos en su cuenta oficial en Instagram. Está blindada o decidió blindarse. Apenas ofreció una entrevista a Página/12 en octubre de 2019. Las revistas de la farándula se ocupan de contar su look --total white, un guiño patrio, los elegidos para Navidad--, de sus visitas al “interior del país”, obras solidarias, no mucho más. En noviembre del año pasado, Fabiola demandó a Google porque en el buscador estaban disponibles unos datos falsos y “misóginos, maliciosos y difamantes”. La otra noticia es que habría hecho copy-paste de Wikipedia en la tesis con la que se graduó.
Fabiola ocupa una posición protocolar, la que corresponde a las mujeres que acompañan a los varones en su rol de Presidente. Zulema Menem y luego su hija, Zulemita, hicieron ruido. Cristina Fernández de Kirchner hizo gobierno. De la Democracia para acá, el resto de las primeras damas se mantuvieron en la sombra de sus hombres, en la reserva del espacio doméstico o del márketing de la caridad indiscutible, piadoso y blanco destinado a pobres o niños o indios.
No sabemos si Fabiola quiere ser otra cosa además que lo que es: periodista y actriz. Lo que sí sabemos es que ninguna mujer quiere ser la carne que se asa en el fuego violento de las redes sociales. A ella le han puesto el mote de “Fiambrola”, por ejemplo. Y los jueces del “buen gusto”, diseñadores o chusmas de tevé disfrazados con canjes y favores, han decretado que un vestido de gasa no es el outfit indicado para visitar Chaco.
No sabemos si Fabiola quiere ser otra cosa además que lo que es: periodista y actriz. Lo que sí sabemos es que ninguna mujer quiere ser la carne que se asa en el fuego violento de las redes sociales.
Compañeros
Pero supongamos que los trolls y los de afuera son de palo, que los trapitos sucios se lavan en casa. En ese “supongamos que” lo inesperado fue la declaración de su pareja, el Presidente. Ayer en Olavarría, Alberto Fernández sacrificó a Fabiola como quien sacrifica un cordero para servir a la mesa y saciar el hambre hasta de los enemigos.
Pidió permiso Alberto, quiso reflexionar con nosotros y nosotras, con franqueza, porque él “no es careta”. Dijo: “Nunca quise esconderme detrás de nadie cuando tenía que dar la cara yo”, pero nombró a su compañera, la silenciosa. Que su “querida Fabiola” convocó a un brindis que “no debió haberse hecho”. Remarcó: “Que definitivamente me doy cuenta de que no debió haberse hecho”.
La clandestina, entonces, no sólo fue confirmada por Fernández, sino que tuvo anfitriona. La responsable es su conviviente. El Presidente habló como si él no habitara la Quinta. Invertir la carga de responsabilidad está inscripto en el ADN de la cultura patriarcal: “¿Yo? Yo no hice nada; yo no tengo nada que ver; la culpa no es mía”.
Siguió el Presidente: “Los que hacemos política ya hay un momento donde el cuero se nos curte y es más difícil que nos entren las balas”. ¿Fabiola “hace” política? No ocultar nada, al parecer, implica exponer. Y la expuesta es la mujer que eligió acompañarlo, con absoluto perfil bajo, en la responsabilidad más grande que puede tener un ciudadano.
Primera Dama
En su rol de Primera Dama (Otros debates: ¿“Primera” antes de quién? ¿por qué la compañera de un Presidente debe asumir ese rol? ¿No puede ser optativo?), Yáñez es presidenta de la Fundación del Banco Nación y Coordinadora de Alianza de Primeras Damas.
Y además, ayer Fabiola fue un escudo humano. Incluso e involuntariamente estuvo al servicio de la anibalada del otro Fernández, Aníbal, que preguntó sin necesidad de respuesta si “el marido tenía que cagar a palos a la mujer”. En plena campaña por las PASO, ella en el centro de la escena, inmolada. Es que no tiene qué perder porque no es candidata a nada.
“Mi querida Fabiola”: no se dio cuenta, igual me sumé a la foto, mirá acá está Dylan, estamos entre amigos, hay confianza: digan whisky. No hay más responsables que Fabiola, ella organizó, ella convocó: yo andaba por ahí, vi champagne y entré. ¿Dónde duerme Alberto? ¿En una carpa?
Como respuesta a un tuit, un colega me explica que “decir que tuvo la culpa es igualdad” en términos de género. Bueno, también podría pensarse que “igualdad” en una pareja es guardar los contrapuntos para la intimidad y salir a bancar en el espacio público. A años luz de la controversia en torno al “amor romántico”: las deseantes buscan compañeros, aliados, socios; no la protección, sí el refugio. Las tareas de cuidado emocional también corresponden a los varones. Ponemos en aviso a los que no se enteraron, que son muchos. Sobre el costo político, que es evidente, que los expertos armen la narrativa.
Crisis y crisis
Como se dice aquí, la divulgación de la foto generó la crisis “más grave” de la gestión Fernández. ¿Y puertas adentro de Olivos? Debe ser desolador escuchar casi en cadena nacional que tu compañero te responsabiliza por la polémica de la semana. El mensaje para los feminismos es que la sororidad no debería ser selectiva. Que el mismo abrazo vaya para Florencia Peña y que no le falte a Sofía Pacchi.
Si de nombres propios se trata, no es culpa de Alberto Fernández no haber compartido la responsabilidad sobre la reunión en Olivos. Es la cultura aprendida, esa que el Presidente pretendía terminar cuando anunció que enviaría al Congreso el proyecto de ILE. Con él “se terminaría el patriarcado”. Bueno, no. En el “mi querida Fabiola” se ven los viejos cimientos sobre los que quieren construir una sociedad amable, moderna, diversa y de reconocimiento de derechos. Hay que empezar de abajo y habrá que ser paciente. El Poder todavía nos arroja al silencio o nos expone como media reses.
VDM
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