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Medios públicos

Trabajadores de Télam, más de 80 días entre la resistencia, el desgaste y el fantasma del despido

Carla Gaudensi, secretaria general de FATPREN y trabajadora de Télam

Claudia Regina Martínez

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El 4 de marzo hubo un quiebre en el panorama mediático argentino. El Gobierno de Javier Milei decidió vallar la agencia pública de noticias Télam y dispensar a sus trabajadores de sus tareas, tres días después de anunciar su cierre por considerar que en las últimos décadas había sido utilizada “como agencia de propaganda kirchnerista”. Esto no solo afectó directamente a los empleados sino que cambió radicalmente la manera de informar en todos los medios nacionales que dependían en gran parte de ese insumo para funcionar. El servicio de Télam dejó de funcionar y todo su archivo dejó de estar accesible.

Desde entonces pasaron más de 80 días y aunque los trabajadores y las trabajadoras resisten con dos acampes y numerosas acciones, algunos no aguantan más y aceptan los retiros voluntarios que ofrece el interventor de medios públicos nombrado por el Gobierno, Diego Martín Chaher, aunque así cobran mucho menos de lo que les hubiera correspondido por ley en caso de despido.

El viernes pasado, Chaher solicitó a la Secretaría de Trabajo que de “trámite prioritario y urgente” al pedido de aplicar el Procedimiento Preventivo de Crisis en la agencia para “habilitar de forma inmediata” los despidos. Eso quiere decir que el régimen de retiros voluntarios que comenzó a mediados de marzo termina el 31 de mayo. Si se habilita el Procedimiento Preventivo de Crisis, podrían realizarse despidos pagando el 50 por ciento de lo que correspondería por indemnización. De todas maneras, no es tan sencillo de implementar, ya que el acuerdo se tiene que negociar con el sindicato.

La incertidumbre general respecto del rumbo del país y la puntual sobre el futuro de la agencia, que es la más grande de Latinoamérica y cumplió 79 años hace poco, configura un panorama muy difícil para todos los involucrados. El desgaste se siente, las fuerzas flaquean y las historias personales son muy variadas. En los últimos días, muchos decidieron dejar la agencia.

“La situación en Télam hoy es que estamos frente a un intento de silenciamiento y apagón informativo”, asegura Carla Gaudensi, secretaria general de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN) y trabajadora de Télam. Por ley, el Gobierno no puede cerrar la agencia y por eso está ofreciendo retiros voluntario, a los que Gaudensi llama “extorsivos”. “Porque estamos en una situación violenta, con vallas en las puertas de nuestros lugares de trabajo y dispensándonos de poder trabajar”.

“Los trabajadores y trabajadoras estamos resistiendo ese intento de cierre. Estamos yendo a ver a todos los diputados y senadores, también por los intentos privatizadores y de silenciamiento que hay en el resto de los medios públicos”, explica. “Creemos que a este gobierno no le importa la libertad de expresión, no le importa la libertad en general. Y es por eso que está arremetiendo con una censura brutal contra medios plurales, federales que llegan e informan a y desde todo el territorio nacional. La realidad es que no hay ningún elemento jurídico que permita el cierre como tal de Télam. Por lo tanto, están avanzando con este intento de desguace extorsivo nunca visto en la prensa argentina en democracia”.

Desde la Asamblea de Trabajadores y Trabajadoras de Télam, el Sipreba (Sindicato de Prensa de Buenos Aires) y FATPREN, los retiros voluntarios son rechazados. “Creemos que los compañeros y compañeras no deben acogerse a ese plan de retiros. Lo que ha pasado en los últimos días es que el hostigamiento, la presión, la situación violenta que vivimos por estar fuera de nuestro lugar de trabajo, por no dejarnos ingresar, hace que compañeros y compañeras tomen esas decisiones individuales. Nosotros sostenemos a partir de la lucha colectiva que la salida tiene que ser entre todos y todas. El plan de este gobierno es silenciar los medios. Por lo tanto, los trabajadores y trabajadoras debemos no solo sostenernos en nuestros lugares de trabajo, sino también garantizar la existencia de la agencia pública”.

Los trabajadores y trabajadoras de Télam llevan más de 80 días de acampe en las dos sedes de la agencia en San Telmo, en Avenida Belgrano y en Bolívar. “Ese acampe no es solamente para solicitar a las autoridades que dejen de silenciar una agencia tan prestigiosa y tan reconocida como es Télam. Es para que nos dejen ingresar a trabajar, porque eso es lo que queremos hacer, es lo que sabemos hacer. Por eso estamos informando a través del portal Somos Télam para mostrar parcialmente el trabajo que realizamos. También estamos juntando firmas para llevar atrás de las gestiones con legisladores y proyectos de ley que acompañan la lucha. Y también encarando las acciones en el marco judicial. Creemos que Télam no se puede cerrar, no se va a cerrar y manteniendo la fortaleza que tenemos en nuestras asambleas, que semana tras semana, día tras día, reafirman que estamos fuertes y que queremos seguir defendiendo colectivamente la agencia”.

El interventor Chaher, en tanto, sigue avanzando en el interior del país, tratando de cerrar corresponsalías. Lo logró con Rosario, pero otros resisten, especialmente en La Plata y Viedma, que son algunas de las más combativas

Los trabajadores de Télam, que aunque están dispensados de trabajar siguen cobrando su sueldo, prefieren no dar su nombre para esta nota por miedo a represalias.

Para M., que trabaja desde hace más de 20 años en la empresa, estos son días de mucha angustia. “Estamos aprendiendo a vivir en la incertidumbre laboral, de no saber con exactitud qué va a pasar la semana que viene. Las dispensas se renuevan semanalmente, nos llegaban primero los domingos y ahora los viernes, con lo cual cada fin de semana se renueva la angustia. También lo vivo con dolor y como una especie de duelo por los compañeros que se fueron yendo con el retiro voluntario. Aunque la agencia reabra, ya nada será igual”, asegura.

Ella personalmente no va a aceptar el retiro voluntario. “Porque me ofrecen mucho menos que lo que me correspondería con una indemnización y porque quiero que me reintegren mi función y mi lugar de trabajo que tanto amo y me apasiona hacer. Con respecto a las desvinculaciones de periodistas que se dieron en las últimas semanas, me cuesta entender las razones. Creo que sin duda ganó la campaña del miedo -con operaciones de prensa incluida- que hizo y hace el gobierno y la intervención sobre lo que puede pasar en las próximas semanas. Mucha de la gente que firma sale llorando y quebrada, lo que demuestra a mi criterio que en el fondo no quería hacerlo”.

En el futuro vislumbra que pueda quedar “una Télam achicada, tal vez con nuevo nombre y con funciones reducidas”. Pero nada será igual. “Hay secciones completas que quedaron diezmadas y corresponsalías en distintas provincias vacías, con lo que costará mucho recuperar la mirada federal de la agencia. Además, entre los que quedamos, está latente la posibilidad de que haya despidos en una nueva etapa del conflicto. Ese riesgo, ese miedo, siempre está”.

Ya durante el macrismo la agencia pasó por un intento de cierre. “La principal diferencia es básicamente que éste nos engloba a todos los trabajadores por igual. En el 2018 estaban los despedidos y los no despedidos (yo estaba en este segundo grupo). Ahora, a 80 días de conflicto desde el 1 de marzo que Milei anunció el cierre de Télam al hablar ante la asamblea legislativa, no tenemos ni un despido. Y esta intervención busca no repetir los errores en que incurrió Hernán Lombardi en el 2018 donde los despidos fueron revertidos por la justicia”.

O. también lleva más de 20 años en Télam. “La verdad que el desasosiego y la incertidumbre es muy grande. Y el temor a perder el trabajo, a dejar de hacer lo que a uno le gusta y le apasiona. Télam es mi casa. La defiendo por no solo por mi trabajo sino también y sobre todo por lo que significa, por la importancia que tiene una agencia de noticias para lograr la soberanía informativa en un país y el federalismo en un mapa de medios tan porteñocentrista”, añade.

“Uno trata de impermeabilizarse un poco para ser lo más optimista posible, pero cuesta porque se hace largo, porque semana a semana uno está esperando qué puede llegar a pasar”. Ver a muchos compañeros valiosos hastiados y con el hartazgo que genera esta situación aceptar los magros retiros voluntarios además desmoraliza. Algunos aceptaron porque consiguieron trabajos, otros por la incertidumbre, por el temor, por lo que psicológicamente les representa. Hay algunos trabajadores que están muy afectados, que debieron recurrir a psicólogos, psiquiatras, a terapia de apoyo. Hay personas bajo tratamiento médico que también decidieron irse porque se les aseguraban alguna cobertura médica por afuera. Cada caso es particular y se trata discrecionalmente.

“Más que retiros voluntarios yo los llamo autodespidos”, dice O. “Yo no lo acepto, porque lo que me ofrecen no llega a un 50% de lo que me corresponde. Así que no me voy a autodespedir. Si quieren cerrar la agencia o despedirme, que me den lo que me corresponda”.

Respecto del futuro, O. intenta ser optimista. “Mantengo la firme convicción de que la lucha sirve y de que vamos a revertir esta situación para que la agencia pueda volver a reabrir sus puertas y todos los abonados puedan recuperar el servicio que seguramente se está notando que falta en muchas redacciones y en muchos medios provinciales. Creemos que la lucha y la visibilidad que podemos lograr dentro de la sociedad nos permitan lograr la reapertura. El Gobierno ya da indicios de que no va a poder cerrar la agencia. Necesitaría una ley para eso y en ese caso quizás apuntarían a cambiarle el nombre. Veremos qué pasa, pero la idea es mantener la convicción firme de que lo vamos a revertir, como ya hicimos en el 2018, en el 2006, en el 2001, en los conflictos anteriores”.

Alelí Alegría Cuba es de las que aceptaron el retiro voluntario, pero en su caso no siente que haya sido una decisión, sino que se considera expulsada. “Yo no tomé la decisión de irme. Me siento expulsada por este plan de vaciamiento y de destrucción, y soy víctima de ese plan, por lo que yo en algún punto sí me sigo considerando como trabajadora. No siento que haya cerrado un vínculo en el que yo digo yo decido irme, sino que me siento más bien expulsada”.

“Quiero hablar particularmente porque me parece que no corresponde hablar de forma colectiva, ya que colectivamente, desde lo sindical, se eligió tomar otro camino, que es el de rechazar los retiros voluntarios. Y eso lo apoyé durante mucho tiempo y, por supuesto, apoyo a quienes siguen sosteniendo los acampes en las sedes y a los que tienen la fortaleza para poder seguir poniendo el cuerpo y la cabeza, sobre todo, porque acá juega mucho lo mental y lo psicológico”, agrega.

“Cada historia es muy singular y conozco compañeros que tal vez tomaron la decisión porque estaban muy cerca de jubilarse. O compañeros a los que la pandemia les pegó de tal forma y se enfermaron y necesitan preservarse su salud. Conozco muchísimos casos distintos que se fueron presentando y por eso cada decisión atiende a algo muy personal y muy particular que va más allá de lo colectivo y de lo que significa para nosotros y nosotras la agencia”, explica. “Más allá de la decisión que tomé, esa figura de retirarme de una lucha o retirarme de un trabajo, no me cambia lo que yo siento por la agencia y mis ideas. Particularmente tomé la decisión porque soy jefa de familia y tengo a mis dos hijos a cargo. Y creo que tenemos que elegir las batallas que queremos dar y que podemos dar”.

CRM/MG

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