Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

A 25 años de la muerte de Carlos Jáuregui, pionero en la lucha por los derechos de la comunidad LGBTTIQ+

Carlos Jáuregui en una marcha.

elDiarioAR

0

Era profesor de Historia y escritor, pero más que nada era un pensador político. Carlos Jaúregui fue elegido como el primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) en 1984, a los 27 años. La prioridad, entonces, era derogar las leyes discriminatorias que se aplicaban sobre la comunidad homosexual: los edictos policiales (utilizados como excusa para arrestar o extorsionar), las razias, la averiguación de antecedentes y los arrestos injustificados cometidos por la división Moralidad de la Policía.

La CHA no era solo una agrupación, era un espacio de formación política. Con el fin de la dictadura militar, el activismo se empoderaba: las marchas multitudinarias de las Madres de Plaza de Mayo, los movimientos estudiantiles, la lucha contra la burocracia sindical. Ante la falta de contenido, la Comunidad Homosexual Argentina lo producía: escribían textos, avisos, manuales sobre las detenciones. A la vez, construían cuadros mediante el estudio de política, sexualidad y filosofía. Contaban con los pocos documentos que habían quedado del Frente de Liberación Homosexual, pero el marco teórico, sobre todo luego de la destrucción cultural e ideológica de la dictadura, era escaso. Había sucedido un genocidio silencioso, no solo de la comunidad LGBTTIQ+ sino de su vanguardia cultural, y requería una lenta reconstrucción.

Lejos de los grandes centros de producción intelectual del momento, era necesario construir teoría con lo que se conseguía de forma rudimentaria. Con los compañeros que volvían del exilio en Latinoamérica y traían lo aprendido y sus propios libros editados, se vincularon con la producción que surgía en el resto del continente. Entonces, la CHA empezó a elaborar boletines y guías, que repartían en boliches; pero los textos eran puramente teóricos, no había producción propia hasta la existencia de la revista NX, en la que Carlos publicó la mayoría de sus artículos. Esos serían los documentos que harían a la piedra fundacional de la militancia homosexual argentina. 

Lo mejor de cada unx

Jáuregui ejerció como presidente hasta 1986 y pasó a ocupar la Secretaría de Derechos Humanos de la CHA. Ese año inicia la primera campaña pública por el VIH/SIDA realizada por una ONG en Argentina. Para ese momento, Carlos Jáuregui había cimentado su militancia en la visibilidad mediática y política, apareciendo en televisión, diarios, revistas, nombrándose homosexual y hablando sobre vivir con VIH. 

El impulso mediático (y el escándalo que este producía en la sociedad) ayudó a visibilizar y discutir en el ámbito público temáticas, que, poco a poco, sacaban a la comunidad LGBTIQ+ de la invisibilidad y la violencia, a la vez que otorgaban herramientas para erradicar prejuicios y actos discriminatorios. 

A la vez, se empezaban a articular las luchas conjuntas por los Derechos Humanos con la comunidad de lesbianas y más tarde con la comunidad travesti trans. Era urgente construir otra realidad, no paralela sino una que hiciera la vida de la comunidad más justa. Para eso, era necesario vincularse con el Estado, que cambiaría e incorporaría las leyes que protegerían a la comunidad de la discriminación y la violencia policial y gubernamental (las que, años después, fueron las leyes contra la discriminación, la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Identidad de Género) y estar en contacto con la sociedad a través de los medios populares. La discriminación se vivía, no solo por parte de las personas, sino por parte de las normas. 

Con tan pocas herramientas y recursos, se debían aprovechar todas las oportunidades. Carlos Jáuregui sabía cómo sacar lo mejor de cada unx, cómo replicar voces. También entendía que la comunidad no debía estar siempre representada por él, que era necesario impulsar a otras figuras de otras comunidades, como César Cigliutti, Lohana Berkins de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (ALITT), Ilse Fuskova de Convocatoria Lesbiana, Gustavo Pecoraro, Karina Urbina de Transexuales por el Derecho a la Vida y a la Identidad (Transdevi), y el Pastor Roberto González de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana.

En 1991, Jaúregui fundó la Asociación Civil Gays por los Derechos Civiles. En 1992, el 28 de junio, encabezó la primera marcha del Orgullo en Buenos Aires, que, en pleno invierno y de noche, avanzó de la Catedral de Buenos Aires al Congreso de la Nación. Los reclamos parecían, en ese entonces, inalcanzables: se exigía una ley de matrimonio o de unión legal, documentos legales para las personas trans y travestis (aún no se hablaba de una Ley Integral de Identidad de Género) y la derogación de los Códigos Contravencionales, que criminalizaban explícitamente a trans, travestís y homosexuales. Fue acompañada por la Unión Cívica Radical, las Madres de Plaza de Mayo, la organización Transexuales por el Derecho a la Vida, la Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina, los Cuadernos de Existencia Lesbiana y la Iglesia de la Comunidad Metropolitana. 

A la marcha asistieron, apenas, 250 personas, en su mayoría usando caretas de cartón para no arriesgar sus empleos o sus vidas. Carlos marchó con la cara destapada, y cuando un periodista le preguntó qué tenía para decir, respondió que la próxima marcha sería más grande, y que dentro de treinta años seguiríamos marchando. En 2022, el año que viene, se cumplirán esos 30 años. 

Mientras la militancia avanzaba, el vínculo con la policía seguía siendo tenso y las marchas redoblaban el enfrentamiento. Pero la relación con el Estado había cambiado: junto a la Asociación Civil, impulsó el primer proyecto de unión civil igualitaria y logró la inclusión de la orientación sexual en la cláusula antidiscriminatoria del Artículo 11 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, luego de su creación en 1994 ante la Reforma de la Constitución Argentina. Esta medida fue aprobada en 1996, diez días después de que Carlos Jáuregui falleciera por complicaciones relacionadas al VIH/SIDA.

El VIH fue un antes y un después en el activismo. Antes que Carlos, fallecieron su hermano, Roberto Jáuregui, y su pareja, Pablo Azcona. Toda la juventud y la pasión eran insuficientes ante el abandono de la ciencia y los gobiernos. Empezaron a morir novios, novias, hermanos, hermanas, amigos, amigas. Y, ante el abandono de las familias biológicas, se formaron familias nuevas. La militancia era mucho más que solo política: eran amistades, vínculos amorosos, familias, algo que les habían enseñado las Madres de Plaza de Mayo y que había sido reforzado por la militancia travesti, cuya respuesta ante el abandono absoluto y la falta de recursos era la comunidad. Lohana Berkins, impulsora de la Ley de Identidad de Género y compañera de militancia de Carlos, le enseñó todo lo que no sabían sobre la identidad de género y sobre otro tipo de militancia, que venía del barro y construía con una fuerza alucinante: ya no tenían nada que perder, pero tenían todo por ganar. Hoy, no solo se viven los frutos de la comunidad homosexual, sino de todo lo que les enseñó e implementó la comunidad travesti-trans, no reconocida hasta muy recientemente en la política argentina.

Carlos no llegó a gozar de los derechos que luchó por conseguir. Falleció el 20 de agosto de 1996, rodeado de su familia elegida, la misma que siguió luchando por sus derechos hasta conseguirlos. Hoy llevan su nombre una plaza en el barrio de Constitución y una estación de subte.

MD/MGF

Etiquetas
stats