¿Barbie Crisis Existencial? Sí somos
De la marea rosa de contenido que ha inundado las pantallas en la primera semana en cartelera de Barbie podemos extraer algunas conclusiones. Por ejemplo, que hay muchísima gente tratando de aclarar con qué versión de la muñeca se reconoce más ahí fuera: “Barbie con ansiedad”, dice una espectadora. “Me identifico con la Barbie casa propia, pero SOY la Barbie intolerante a la lactosa”, dice otra. “Barbie vive en casa de sus padres a los 30”, responde una usuaria cuyo mensaje acumula casi 300 'me gusta'.
También una sospecha: es posible que en el cine ya se creen escenas sabiendo que estas más tarde se convertirán en meme. Véase la Barbie tirada en el césped que encabeza este artículo, atravesando su primera crisis existencial en 64 años. Que esta imagen protagonizada por Margot Robbie en su papel de muñeca estereotípica se haya propagado por internet de tal forma seguramente responde a un motivo: son muchas las personas que se identifican con esa sensación de quiebra.
Anne Helen Petersen, la periodista estadounidense que acuñó el término generación burnout para los millennials agotados, explica en su newsletter cómo la película de Greta Gerwig ha desafiado la lógica empresarial de las superproducciones de Hollywood creando un producto dirigido principalmente a un público femenino y LGTBIQ+:
“Los adolescentes verán las películas destinadas a ellos, pero rehuirán las dirigidas directamente a los adultos. Los adultos verán películas dirigidas a ellos, pero también a adolescentes (mayores). Los hombres verán películas dirigidas a ellos, pero rehuirán las películas 'para' mujeres. Las mujeres verán películas hechas para ellas y también verán con gusto cosas hechas para hombres. Por tanto, si se quiere conseguir el mayor éxito posible, hay que buscar algo que llegue a los cuatro cuadrantes: una película dirigida directamente a un público de chicos de entre 16 y 18 años”.
La ruptura de esta norma no solo le ha salido bien a Gerwig, ha conseguido batir récords. En su primer fin de semana programada en cines en España se ha convertido en la película más taquillera, enmarcada a su vez dentro del fenómeno Barbenheimer (Barbie y Oppenheimer), con el que se han alcanzado cifras de afluencia a las salas que no se lograban desde noviembre de 2019. Y es ya el estreno más visto dirigido por una mujer de la historia.
Como advierte Petersen desde su texto, la pluralidad de voces, miradas, personajes e historias ha ganado terreno en los últimos años, pero ha sido principalmente desde el streaming. Lo de Barbie tiñendo de rosa las salas y pantallas de cine tradicionalmente consagradas a superhéroes y personajes masculinos es distinto. Un evento sociocultural con colas gigantes y sold out protagonizado por una muñeca y con la participación activa de un público diverso y deseoso de escuchar su mensaje feminista. En el caso español, la coincidencia con el fin de semana electoral hizo que las quedadas grupales entre amigas para ver Barbie y después ir a votar se percibieran también como una declaración de intenciones: con nuestros derechos no se juega.
La Barbie de Gerwig es una treintañera con dudas sobre su imagen y su identidad, desbordada por las expectativas proyectadas sobre sí y que no tiene muy claro qué pinta en el mundo
La Barbie de Gerwig es una treintañera con dudas sobre su imagen y su identidad, desbordada por las expectativas proyectadas sobre sí y que no tiene muy claro qué pinta en el mundo. Una crisis existencial a la que Billie Eillish pone banda sonora con la demoledora What Was I Made For? que suena en los créditos.
Las dificultades de Barbie con la vida adulta recuerdan en cierto modo a las de Frances Ha, a la que la propia directora, también actriz, interpretara consagrándose como rostro del mumblecore. También a Hannah Horvath (Girls) –con más edad–, a la Fleabag de Phoebe Waller Bridge –pero menos catastrófica– o a Julie (La peor persona del mundo) –sin resultar irritante–. Una generación de treintañeras desubicadas retratadas bajo el cliché de la chica alocada que la periodista y escritora Begoña Gómez Urzaiz radiografió en este artículo en S Moda. La misma revista en la que Greta Gerwig hablaba al hilo del estreno sobre la agotadora “cultura de la comparación” que lleva a tantas mujeres a “sentir que nunca eres lo suficientemente buena”.
En un contexto generacional de jóvenes en paulatina recuperación por la doble crisis económica y en el que se lidia con cada vez más problemas de salud mental, no sorprende que uno de los momentos que más reacciones ha provocado entre los asistentes sea el falso anuncio de la Barbie Deprimida que se reproduce en mitad de la película.
Barbie en chándal, comiendo delivery directamente de la bolsa, scrolleando inquisitivamente las fotos de pedida de su ex amiga en Instagram, con un dolor de mandíbulas con el que toda bruxista se habrá revuelto en su asiento y durmiéndose por enésima vez con Orgullo y Prejuicio de fondo –en la versión de la BBC, la de Colin Firth–. Un clip que ha desatado una serie de carcajadas ruidosas y nada propias de una Barbie Esterotípica en las salas y en internet.
“Nunca me he sentido más retratada”, repiten varios tuits. Otros subrayan el satírico “ansiedad, ataques de pánico y TOC se venden por separado” que se pronuncia al final. Y los más compartidos tiran de referencias actuales como Euphoria para protagonizar un fantástico crossover entre Barbie, Orgullo y Prejuicio y la serie de la HBO con un gif que ya es universal: “Un momento, ¿esta obra va sobre nosotras?”.
Inmersas en la cultura de la identificación y del “buah, soy yo literal” que explotan los memes, proliferan los retratos ácidos y diversos sobre cómo luce una Barbie –que es aquí casi siempre un sinónimo de chica joven eminentemente blanca y con un sueldo medio– en 2023. La Barbie sobrecafeinada, la “me he vuelto a cortar el flequillo demasiado otra vez”, Doomscrolling Barbie o la muñeca “inquilina para siempre” son algunas de las que la ilustradora Pepita Sandwich ha retratado para el New Yorker Humor en una pieza titulada Barbies que me gustaría que hubiesen existido cuando era niña.
Según apunta este análisis de tres estudios desarrollado desde la Universidad de Salamanca sobre la importancia de la identificación con los personajes del entretenimiento mediático y el audiovisual, cuando esta se da, los espectadores no solo disfrutan más de la experiencia sino que esta identificación da mayor lugar a la reflexión, comprensión e impacto sobre lo visto.
Uno de los momentos que más reacciones ha provocado ha sido el falso anuncio de la Barbie Deprimida: en chándal, comiendo directamente de una bolsa y viendo en bucle 'Orgullo y Prejuicio' –la versión de la BBC–
No sorprende entonces que marcas y cuentas de toda índole se estén subiendo al carro marketiniano de la narrativa rosa para preguntar a sus usuarios “¿qué Barbies eres?” en función de cuestiones tan variopintas como el signo del zodiaco o el tipo de periodismo que practican. Un juego y una manera de hacer campaña que es una suerte de entierro irónico para el principio de Pitufina, por el que tradicionalmente se representaba en la ficción a la mujer de una manera única que se consideraba que condensaba en sí todas las expresiones asociadas a la feminidad –en este caso, la Barbie Estereotípica interpretada por Margot Robbie–, y que ya se había empezado a romper y a explotar comercialmente con las Spice Girls y sus diferentes personajes.
Más allá de la diversión internetera y sus derivas, el universo Barbie de Gerwig, Robbie, Ferrera y cía apuesta en buena medida por traspasar el canon. Como dice la actriz Laura Galán, ganadora de un Goya por su papel protagonista en Cerdita, en un análisis de Noemí López Trujillo en Newtral sobre el contenido feminista de la película: “No se trata de ser la Barbie Estereotípica, sino de ser la Barbie que tú quieras ser”. El taquillazo de la archiconocida creación de Mattel puede ser considerado feminista y profundo en mayor o menor medida, dirigido a una o varias generaciones, infantil o todo lo contrario –Susan Faludi tiene una de las teorías más atrevidas según la cual el derecho al aborto sería una parte importante del subtexto–. Pero si algo está dejando claro esta nueva era de Barbie, es que la muñeca sigue cumpliendo su función. Después de todo, nos está dando mucho juego.
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