Segunda ola
La importancia de un plato caliente: recomiendan no reemplazar a los comedores escolares por bolsones de comida
La crisis económica y social causada por la pandemia, el incremento acelerado de la inflación, especialmente en los alimentos y el desempleo provocaron que el 42% de los argentinos (19 millones) viva en la pobreza, según las estadísticas oficiales del segundo semestre de 2020. Además, la cantidad de personas en la indigencia llegó en ese lapso a 4.7 millones (10.5%). Las mismas cifras indicaron que los niños, niñas y adolescentes hasta 14 años son el grupo etario más golpeado por la crisis: casi seis de cada diez son pobre (57.7%).
En ese contexto, al menos ocho millones de personas reciben asistencia alimentaria en Argentina, de las cuales, según cifras oficiales, tres millones son niños, niñas y adolescentes que comen en las escuelas y otros merenderos. Por eso el cierre total de los establecimientos educativos durante 2020 por la pandemia de coronavirus y, en algunos distritos, entre ellos la provincia de Buenos Aires, con la llegada de la segunda ola de contagios de Covid-19 en abril último no sólo provocó la discontinuidad de las clases presenciales, sino que también puso fin, por el momento, a la posibilidad de que los alumnos se alimenten en las escuelas, un servicio que fue reemplazado por la entrega de alimentos, muchos de ellos de una calidad inferior de nutrientes a la necesaria en la edad escolar.
Argentina no es la excepción en un continente golpeado por la emergencia sanitaria. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) indicó que en América Latina y el Caribe unos 85 millones de niñas y niños comen en las escuelas y que para cerca de diez millones es una de las principales fuentes de alimentación segura que reciben al día.
Al declararse la pandemia a principios del año pasado, el gobierno nacional resolvió la ampliación de partidas presupuestarias destinadas a montar “dispositivos de reparto de bolsones de alimentos” que pudieran garantizar la alimentación de quienes más la necesitan. Así, los comedores escolares, donde hasta 2020 se servía el desayuno, el almuerzo y la merienda, fueron reemplazados por bolsas que se reparten cada dos semanas a las familias de cada alumna o alumno.
Los comedores escolares, donde hasta 2020 se servía el desayuno, el almuerzo y la merienda, fueron reemplazados por bolsas que se reparten cada dos semanas a las familias de cada alumna o alumno.
La Fundación para el Desarrollo de Políticas Sustentables (Fundeps), una ONG sin fines de lucro de Córdoba, analizó, con el apoyo de UNICEF Argentina, las medidas que cada provincia argentina adoptó para adecuar el funcionamiento de sus comedores escolares durante la pandemia. Esos datos recopilados permitieron observar que durante gran parte de la pandemia los comedores escolares sólo se mantuvieron abiertos en Chaco y Santa Cruz, mientras que las demás 22 jurisdicciones reemplazaron el menú que servían en la escuela por viandas (siete provincias) o bolsones de alimentos (quince provincias).
En la Ciudad de Buenos Aires “los bolsones de comida tiene alimentos para diez días, que son los que concurren las niñas y niños a la escuela, y no para 15. Y no traen carne de ningún tipo, lácteos ni huevos. No cumplen con los valores nutritivos necesarios para los alumnos”, advirtió a elDiarioAR Paula Insaurralde, integrante de la Asociación Cooperadora de la Escuela “Álvarez Thomas”, del barrio porteño de Agronomía.
Insaurralde aseguró que en el último año aumentó la cantidad de familias que buscan sus bolsones como consecuencia del agravamiento de la crisis económica derivada de la pandemia. “Muchas madres y padres se quedaron sin trabajo en este tiempo y recurrieron a la comida que entrega la escuela”, comentó. Los alimentos se entregan sólo a los familiares de niños y niñas que van a la escuela primaria, porque los de la secundaria no lo reciben. Hasta declararse los primeros contagios de coronavirus en la Ciudad de Buenos Aires, el comedor de la escuela daba de comer a todos sus estudiantes con alimentos frescos y nutritivos. Los bolsones que entrega el gobierno porteño traen yerba, azúcar, fideos, arroz y algunas verduras que, en la mayoría de lo casos, no llegan en buenas condiciones para comer“, indicó.
“Hola, consulta sobre el retiro de la comida de hoy. Una familia de 4to. grado se quedó sin merienda cuando fue a retirar. ¿Nos quedó alguna para poder entregarles? ¿Alguno no la va a comer?”, preguntan en el grupo de WhatsApp de padres de un colegio en el barrio de Colegiales.
“Todos los días las familias me mandan mensajes para preguntarme si vamos a repartir más comida, porque en la zona de nuestra escuela es una de las tres en la que funcionaba un comedor”, dijo a elDiarioAR la directora de una escuela del partido bonaerense de Lomas de Zamora.
En la provincia de Buenos Aires, una resolución de la Dirección General de Cultura y Educación y el Ministerio de Desarrollo de la Comunidad estableció que los bolsones deben contener leche, yerba, azúcar, galletitas, huevos, fideos, arroz, harina, aceite y latas de conservas: puré de tomate, arvejas, lentejas, jardinera.
En el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), la región urbana común que conforman la Ciudad de Buenos Aires y 40 municipios de la Provincia de Buenos Aires, viven más de 14 millones de personas, el 37% de la población total del país, la inseguridad alimentaria alcanzó para mayo de 2020 al 20% de los hogares, mientras que las situaciones de mayor privación afectaron al 9% de los hogares. Para ambos casos se registró un deterioro respecto de la situación de 2019, donde los niveles alcanzaban al 18% y al 6% respectivamente. El incremento de la incidencia en esos indicadores tuvo también lugar entre hogares que no eran pobres por ingresos en 2019, así como en hogares de trabajadores formales.
Así surgió del documento “Reflexiones sobre las políticas alimentario-nutricionales de la Argentina, antes y durante la pandemia del COVID-19”, cuyos editores fueron Agustín Salvia, Sergio Britos y Eugenio Díaz-Bonilla.
El informe exhibió que la alimentación de los ingresos más bajos mostró una composición menos saludable -por ejemplo, un mayor porcentaje de consumo de bebidas azucaradas y golosinas- que los grupos con mayores ingreso, lo que sugiere que los grupos más vulnerables deben estar sufriendo deficiencias en vitaminas, minerales y macro y micronutrientes esenciales (lo que limita el desarrollo de las capacidades intelectuales y físicas). Por ese motivo, destacó el documento, en el futuro van a ser más susceptibles a enfermedades no transmisibles (diabetes, problemas cardiovasculares y cáncer) y también eleva los riesgos frente las enfermedades transmisibles como el Covid-19.
El documento destacó que el sistema de transferencias por convenios con gobiernos y organizaciones sociales para refuerzos de comedores escolares, comunitarios y compra directa de alimentos del Ministerio de Desarrollo Social “permitió responder en forma rápida y en gran escala al aumento registrado en la demanda alimentaria a partir de la pandemia” y las medidas de aislamiento.
Encuestas realizadas por el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA) en el AMBA evidenciaron que mientras que en julio-octubre de 2019 el 9% de los hogares de la región recibían o recogían viandas o alimentos de un comedor escolar o comunitario, a principio de mayo de 2020 esta cifra subió hasta el 16% para esos mismos hogares. En el caso de los hogares con niños, niñas o adolescentes, el estudio registró que un 28% de ellos recibieron algún tipo de asistencia alimentaria directa.
Así, como consecuencias de las restricciones, tanto las impuestas en 2020 como las actuales, los comedores escolares y comunales adoptaron la modalidad de entrega de comidas para ser consumidas en las casas, principalmente viandas con comidas listas y módulos o bolsos con alimentos que se retiran, por lo general, en forma quincenal.
El estudio de la ODSA, sin embargo, evaluó que tanto la asistencia en los comedores escolares o comunitarios como la transferencia para programas alimentarios a provincias, municipios y organizaciones sociales “no responden a un diseño nutricional que ayude a superar los déficits en hortalizas, frutas, legumbres y lácteos y modere los excesos de consumo de carbohidratos complejos de baja calidad y azúcares”, sino que las medidas para contener el avance del COVID-19 “habrían reforzado los rasgos obesogénicos -que favorecen el desarrollo de obesidad o estimula hábitos y comportamientos que conducen al exceso de peso- de esa asistencia alimentaria”.
“La alimentación de los comedores tenía déficits que hemos documentado y los módulos de reemplazo en pandemia empeoraron aún más esa calidad, puesto que detectamos una ausencia general de productos frescos y, por el contrario, una gran presencia de productos ultraprocesados”, confirmó a elDiarioAR Maga Ailén Merlo Vijarra, coordinadora del equipo de Fundeps.
Como resultado del relevamiento nacional que hizo la ONG, Merlo Vijarra consideró importante que, en lo inmediato, se eleve la calidad nutricional de los alimentos que se entregan, y para eso opinó que es preciso “mejorar la oferta de fruta, legumbres y vegetales, ampliar la variedad de carnes y cereales, así como disminuir la oferta de alimentos de bajo valor nutricional en los menús, tal como lo son las facturas, bizcochos, galletitas, jugos, golosinas, postres, solamente ricos en azúcares, grasas y sodio”.
Los comedores escolares, que están presentes en el sistema educativo desde los años 80, tomaron una especial relevancia en Argentina a partir del aumento de la pobreza que provocó la crisis económica y social de 2001
Los comedores escolares, que están presentes en el sistema educativo desde los años 80, tomaron una especial relevancia en Argentina a partir del aumento de la pobreza que provocó la crisis económica y social de 2001, que exigió ampliar la oferta de alimentación de los estudiantes, destacó un documento de elaborado por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC). Pese a la posterior recuperación económica, la pobreza estructural y los problemas nutricionales persistentes sostuvieron la necesidad de la alimentación escolar. “La buena alimentación es, además de un derecho fundamental, una condición esencial para el crecimiento y el aprendizaje. Sin embargo, en la Argentina un 40% de los niños en edad escolar sufren de sobrepeso, una epidemia en crecimiento. Este contexto pone a los servicios alimentarios del sistema educativo en la mira”, indicó el informe. Y agregó: “Niños y niñas, la mayoría de sectores vulnerables, se alimentan en la escuela: allí desayunan, almuerzan o meriendan. Por su función nutricional, el comedor escolar es un factor de atracción y retención de los alumnos. Además, es un espacio educativo, donde se complementa la alimentación del hogar y se transmiten hábitos de comensalidad, higiene y nutrición”.
En ese sentido, el informe de Fundeps señaló que los comedores no deberían ser reemplazados por el reparto de cajas o bolsas de alimentos porque “una de las funciones principales de los programas de alimentación escolar es la satisfacción de necesidades sociales y brindar una red de protección social, especialmente durante las crisis, por lo que es crucial en esta instancia asegurar su continuidad y su calidad”.
“La importancia de acceder a ‘un plato de comida caliente’ también fue destacado como uno de los puntos que diferencia la comida en el comedor a la entrega de bolsones”, mencionó Merlo Vijarra.
GT
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