Día Mundial contra la Epilepsia
Epilepsia: ¿es posible poder llevar una vida normal a pesar de la enfermedad?
La epilepsia es una condición médica que afecta el cerebro y causa convulsiones, que aparecen cuando se interrumpe la actividad eléctrica en el cerebro, lo que lleva a un cambio en el movimiento, el comportamiento, el nivel de conciencia y los sentimientos de una persona.
La epilepsia, cuyos síntomas más visibles y conocidos son la caída de la persona al suelo, la pérdida de conocimiento y convulsiones por todo el cuerpo, aparece independientemente de la edad, el sexo o el entorno, puede desarrollarse a cualquier etapa de la vida, aunque es más común en niños, adolescentes y personas mayores de 60 años.
Es importante divulgar y dar a conocer algunas de las principales particularidades de esta dolencia, tan desconocida como estigmatizada. Por ello, y aprovechando que el 24 de mayo se celebra el Día Nacional de la Epilepsia, aprovechamos para explicar qué es y cómo actuar ante una crisis epiléptica.
¿Qué hay detrás de las convulsiones?
Durante una convulsión, las neuronas fallan y envían una oleada anormalmente grande y rápida de señales eléctricas al cerebro. Se trata de eventos neurológicos muy complejos y con numerosas causas posibles. También pueden ser difíciles de identificar porque, en general, suelen durar entre unos pocos segundos y unos minutos.
Algunas incluso son tan sutiles que es posible no reconocerlas. A pesar de la dificultad del diagnóstico, los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos dicen que unos 50 millones de personas tienen epilepsia en todo el mundo, lo que la convierte en uno de los trastornos neurológicos más comunes.
Hay 29 tipos distintos de convulsiones, según la Liga Internacional contra la Epilepsia. Se trata de una clasificación que data de 1981, por lo que se está trabajando para crear una nueva más acorde con lo que se conoce actualmente. A grandes rasgos estos tipos se dividen en dos categorías, según el lugar del cerebro donde empiezan:
- Convulsiones focales: es una alteración en una parte específica del cerebro. Aproximadamente el 60% de las convulsiones entran en esta categoría.
- Convulsiones generalizadas: afectan a todo el cerebro.
El factor denominador común de las crisis epilépticas es que duran apenas unos segundos o minutos tras los cuales el cerebro vuelve a funcionar con normalidad. Unas personas pueden recuperarse más rápido que otras en función de la crisis. El diagnóstico llega, en la mayoría de los casos, cuando se han sufrido al menos dos crisis no provocadas.
Cómo actuar ante una crisis epiléptica
No todas las personas que tienen epilepsia lo viven de la misma manera. Para algunas, puede que no tenga un gran impacto en su vida. Pero otras pueden experimentar impactos físicos, psicológicos y sociales y, en consecuencia, afectar la educación, el trabajo, el estilo de vida, la salud y la vida social y familiar.
Lo desconocido y la incertidumbre de cuándo y cómo habrá una nueva convulsión es lo que suele generar más frustración. Por ello, es muy importante conocer cómo debemos actuar ante una convulsión:
- Lo primero es no perder la calma y llevar a la persona a un lugar tranquilo.
- Proteger la cabeza para evitar traumatismos craneales, con un abrigo o chaqueta, algo blando debajo de la cabeza.
- Liberar la zona del cuello, desabrochando los botones de una camisa o cualquier otro tipo de indumentaria que pueda llevar la persona.
- Colocar a la persona de lado, poco a poco, para evitar que se obstruyan las vías respiratorias y, en caso de vómito, impedir que vaya hacia los pulmones.
- Controlar el pulso y la frecuencia respiratoria hasta que lleguen los servicios médicos. Es importante que la persona que permanece al lado controle la duración de la crisis y cómo ha sido para informar al médico.
Por el contrario, no debemos intentar sujetar a la persona ni introducirle ningún objeto en la boca. En la mayoría de los casos, las crisis son autolimitadas, es decir, terminan de manera espontánea.
Cómo se logra controlar la epilepsia
La medicación es la primera línea de tratamiento para limitar la cantidad y la duración de las convulsiones. Se calcula que alrededor del 70% de las personas lograrán controlar su epilepsia con medicamentos antiepilépticos porque se pueden eliminar las causas y, por tanto, controlar las crisis.
Para el 30% restante, su epilepsia se considera “no controlada” o “resistente a los medicamentos” para la que son necesarias opciones alternativas, como neurocirugía o estimulación del nervio vago para reducir o eliminar la actividad convulsiva.
También se plantea la dieta cetogénica para ayudar a controlar algunos casos complicados durante la infancia. Como ya explicamos en este artículo, se trata de un plan de comidas que provoca un cambio químico en el cuerpo y que se basa en el consumo de un alto nivel de grasas, pocas proteínas y casi nada de hidratos de carbono.
Además de todos estos factores hay otras acciones que pueden ayudar a controlar las crisis como:
- Tomar la medicación según indica el médico.
- Dormir las horas necesarias para tener un buen descanso.
- Evitar el consumo de alcohol.
- Reducir el nivel de estrés.
- Realizar ejercicio físico de forma regular.
Epilepsia en mujeres, mayor complejidad que en hombres
A pesar de que la epilepsia puede afectar a hombres y mujeres por igual, son las mujeres las que se enfrentan a desafíos únicos que se cruzan en el camino de su salud reproductiva. Estos retos se centran sobre todo en los efectos de las hormonas en el control de las convulsiones, de los medicamentos en la salud reproductiva y las opciones anticonceptivas.
La frecuencia y la gravedad de las convulsiones pueden cambiar en la pubertad, durante el ciclo menstrual, con el embarazo y en la menopausia. Por ejemplo, las mujeres pueden sufrir un subtipo de epilepsia denominada catamenial, en la que las convulsiones se agrupan alrededor del ciclo menstrual, es decir, es más probable tener una crisis mientras el cuerpo está ovulando o en los primeros días de la menstruación.
También debe tenerse en cuenta que hay una serie de medicamentos anticonvulsivos que impiden que las píldoras anticonceptivas funcionen como deberían, lo que puede acabar en un embarazo no planificado. Es importante consultar con el médico cuál es el mejor método anticonceptivo en función del tipo de epilepsia y los fármacos que se toman.
Los medicamentos antiepilépticos también pueden empeorar la osteoporosis. Esto, sumado a la menopausia, incrementa el riesgo de sufrir esta patología que afecta a los huesos y que los hace más frágiles. En ocasiones, algunos compuestos hormonales que mejoran los huesos pueden interferir en el tratamiento antiepiléptico, lo que obliga a tener en cuenta ambas patologías antes de establecer un tratamiento.
MC
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