Esteban Alvarado, el rival de Los Monos que irá a juicio por un crimen y un intento de encubrimiento de película
Se lo conoció primero por robar y cortar autos de alta gama en el norte del conurbano bonaerense, lejos de Santa Fe. Sus primeras condenas fueron hace casi una década por esos delitos. Pero solo un par de años después abastecía de droga a gran parte de Rosario y decidía disputarle el negocio a quienes se convertirían en sus históricos rivales: Los Monos. Esteban Alvarado (44) no tiene tanta repercusión porque su violencia es más selectiva que la de la banda de Ariel “Guille” Cantero, pero los que investigan a los grupos narcos en esa provincia lo ponen en el mismo orden de importancia.
Detenido desde febrero de 2019, alojado primero en la cárcel santafesina de Piñero, luego de una fuga de otros presos, fue trasladado a Ezeiza y luego a Marcos Paz. Curiosamente, en este momento se encuentra en una celda, a metros de Cantero. Pesan sobre él acusaciones de asesinatos, entre ellas la de su ex mano derecha Carlos Argüelles, quien luego declaró en su contra. También se le apunta por supuestamente instigar el crimen del narco Luis Medina y por el crimen del prestamista Lucio Maldonado.
Este último caso, que terminará esta semana su audiencia preliminar y que tiene fecha de juicio para febrero, es el que para los fiscales concentra todos los rasgos del accionar del clan Alvarado y que muestra mejor sus diferencias con la forma de operar de Los Monos. Comienza con un secuestro y tortura para terminar con una seguidilla de acciones de encubrimiento de cierta complejidad y con mucha participación policial en su ejecución. “Entender este crimen es entender a Alvarado”, señalan las fuentes judiciales.
El 11 de noviembre de 2018, Maldonado llegaba pasada la medianoche a su casa en la zona sur de Rosario. Cuando se bajó de su Chevrolet Cruze, cuatro personas que lo venían siguiendo en una camioneta Kangoo, se le fueron encima, le apuntaron y se lo llevaron. Uno de ellos subió al auto de Maldonado y siguió a la Kangoo. Los dos vehículos fueron hasta la localidad de Piñero, a la quinta en el paraje Los Muchachos, donde Esteban Alvarado recibía a familiares y amigos. Los cuatro que secuestraron a Maldonado, según los fiscales, serían Mauricio Jesus Laferrara, Matías Ávila, Germán Fernández y Facundo Almada, todos integrantes del clan Alvarado.
Unas horas después, a las 3 de la mañana, el Chevrolet Cruze de Maldonado volvió a la casa del financista junto con una camioneta Volkswagen Amarok blanca. Tres hombres se bajaron de los dos vehículos, con un manojo de llaves abrieron la puerta de la casa de Maldonado y estuvieron ahí por media hora. Luego salieron, dejaron el auto de Maldonado y se fueron en la camioneta.
Dos días más tarde, el 13 de noviembre, por un llamado al 911 encontraron el cuerpo de Maldonado tirado a un costado de la colectora de la autopista Rosario-Buenos Aires. Había recibido dos tiros en la nuca y el cuerpo tenía marcas de haber sido torturado. La ropa con la que fue hallado no era la misma que vestía al momento del secuestro. Junto a él había un cartel que decía: “Con la mafia no se jode”, un mensaje que suelen utilizar Los Monos en sus crímenes más sangrientos.
Ante la gravedad del caso, comenzó el trabajo de investigación. Como el auto de Maldonado tenía un sistema de geolocalización, se determinó que esa noche el vehículo fue y volvió a la quinta de los Alvarado. Al revisar los teléfonos del entorno Alvarado se encontraron mensajes en los que los supuestos ejecutores piden que se le avisara al “Primo Jaime” que la primera parte de la operación se había hecho y que iban en camino. Los fiscales identificaron ese apodo como el que utilizaba Alvarado desde 2012.
La Policía allanó la quinta familiar y encontró 3 vainas servidas calibre .357, decenas de municiones de distintos calibres y unas zapatillas tiradas en el techo de la casa, que los perros encontraron luego de olfatear ropa de Maldonado. Luego se supo que la camioneta Kangoo estaba vinculada a un crimen ejecutado unos días antes en Soldini y por el cual también se sospechaba de los hombres de Alvarado. Y la Amarok era la misma en la que habían detenido a Almada, uno de los sospechosos, en otra causa. Por último, en la investigación se vincula una agencia de autos, que proveía los vehículos al clan. Demasiadas pruebas los incriminaban.
Por esos días, se lanzó el pedido de captura de Alvarado. En las conversaciones con su círculo íntimo parece más preocupado. En un mensaje de Telegram le dice a Almada que mucho no puede hacer ahora porque parte de los ejecutores dejaron muchos rastros. “No, que voy a acomodar, Lapo. Sí, por ahí más adelante. Ahora no se puede hacer nada. Porque tienen todo, ¿entendés? Juntan todo esto a ver: la Amarok, la agencia de Leandro, los antecedentes tuyos también. ¿Y como salís? No se puede”. Luego muestra su fastidio por la falta de pericia con la que hicieron todo: “A mí no se me escapó nada Lapo, se les escapó a los boludos éstos. A mí no se me escapó nada. Si vos sabés como soy yo”.
Los fiscales señalan en la acusación -por la que piden prisión perpetua para Alvarado en su carácter de instigador- que a partir de que el líder naco se vio acorralado por las evidencias, decidió hacer un giro dramático e ir a fondo con la intención inicial de culpar a Los Monos. El paso a paso de esa nueva estrategia es lo más llamativo de esta historia.
Todo lo que se contará de aquí en adelante está sostenido en la versión de los fiscales Matías Edery y Luis Schiappa Pietra. Lo primero que habría hecho Alvarado es intentar vincular al crimen a un viejo ladero, Rodrigo Ortigala, con quien se había distanciado luego de que éste tuviera una relación amorosa con la ex mujer de Alvarado. Además Ortigala había ido a declarar en esos días contra Alvarado a los tribunales rosarinos. Por otro lado, quisieron implicar al Chulo Olivera, un integrante de Los Monos acusado por las balaceras que en esos días esa banda había realizado contra sedes judiciales. La idea de Alvarado era que los investigadores, que tenían a estos dos hombres bajo el radar, vieran mensajes en los que se dijera que lo del crimen de Maldonado había sido armado por Los Monos para perjudicarlo.
Para eso tuvo la colaboración de dos policías que primero entregaron la información de los teléfonos de Ortigala y Olivera, hicieron teléfonos mellizos y les mandaron conversaciones armadas y un poco literales, como ésta que Olivera recibió del supuesto teléfono de Ortigala: “Chu, con esto no va a quedar dudas que el Esteban está en todo, esta con esto me la va a pagar, ya lo mío esta hecho, hablé en el Federal y en el Provincial”. El mensaje fue mandado por SMS y no por Whatsapp, para que quedara registrado en el teléfono de Olivera como prueba pero para no para que lo contestara. De hecho, Olivera no conocía a Ortigala como para responderle algún mensaje. En los mensajes de Telegram del teléfono de Alvarado se puede ver muy claro la estrategia. “Se le manda el mensaje al Chulo diciendo eso. Dos mensajes seguidos rápido. Cuando me diga: ‘¿Quién sos?’’. Ahí le ponés: ‘No me saltas en el Telegram, ahí te llamo” y dejalo ahí nomas. Por más que pregunte, ya está“.
Luego de eso, Alvarado, habría armado falsos atentados para apuntalar la estrategia de que Los Monos lo querían incriminar en varios casos y que uno de ellos era el de Maldonado. El 10 de diciembre, dos hombres en moto dispararon contra los tribunales provinciales y dejaron un cartel que decía: “Con la mafia no se jode. Atte. Esteban Alvarado”. Minutos después, en el Centro de Justicia Penal, una mujer simuló descomponerse y la guardia del edificio la acompañó a un hospital. En ese momento, con el lugar liberado, un hombre en moto baleó el edificio y dejó un cartel con la misma leyenda. Otra vez era gente de Alvarado autoincriminándose para que los fiscales creyeran que era una maniobra de sus rivales.
Según los investigadores, para crear confusión en el grupo de fiscales que llevaba las causas de los ataques a las sedes judiciales, Alvarado habría organizado un atentado con armas de fuego a una de las integrantes del equipo. Fueron al menos 5 disparos de 9 milímetros hechos por alguien que pasaba en moto. El ataque impactó en el grupo y provocó el alejamiento de algunos de ellos. En un principio, sospechaban de Los Monos, a quien estaban investigando.
Por último, para asegurarse de que a los investigadores no se les pasaran por alto los falsos mensajes entre Ortigala y Olivera, Alvarado habría decidido plantar los teléfonos gemelos con las conversaciones. Dos policías dejaron los celulares en una camioneta y otros pidieron la orden de allanamiento para que fueran encontrados.
A pesar de los enormes esfuerzos para confundir, Edery y Schiappa Pietra, pidieron una dura condena contra Alvarado. Esta semana terminan las audiencias preliminares, luego se realizará la discusión sobre la evidencia y el año que viene, debería comenzar un nuevo juicio, que seguramente se hará por vía remota desde el penal de Marcos Paz donde hoy está detenido.
AM
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