Hay vida sexual más allá de la menopausia: “A veces no es que pierdas el deseo, es que no deseás a tu pareja”
Pongamos que se llama Pilar. Tiene en torno a 60 años y hace unos cuantos que su marido, con el que llevaba prácticamente toda su vida, falleció. Está viuda y desde entonces no había vuelto a tener relaciones sexuales. Hasta ahora. Hace unos días tuvo un encuentro “maravilloso”. “Nunca antes había pensado que se podía tener sexo tan gozoso”, afirma. Otra mujer, por ejemplo Adela, se separó de su marido ya entrados los 65. No esperaba con esa edad volver a tener un novio al mismo tiempo que la menopausia, pero el amor ha surgido y la libido y la pasión han vuelto a su vida.
Pilar y Adela no se llaman así, pero sus historias sí son reales. Son algunas de las pacientes que de vez en cuando llegan a las consultas de ginecología y que contradicen el relato más extendido sobe la temida y denostada menopausia, que viene a dictaminar la extinción casi irremediable de la vida sexual. “La disminución del deseo o el interés sexual junto a veces a otros síntomas es una realidad con la que llegan muchas mujeres, pero la asociación automática que se hace de menopausia igual a fin del deseo sexual es simplista y limitante”, esgrime la ginecóloga Alberta Fabris, coautora de Señoras. Una guía integral de la salud en la menopausia (Arpa).
No significa que los cambios hormonales no influyan. Con la terminación de la etapa reproductiva, las mujeres dejan de tener la regla y el cuerpo comienza a bajar la producción de estrógenos y progesterona y el pico de andrógenos que tiene lugar con la ovulación suele dejar de producirse, algo que puede provocar “reducción de la líbido” unido a posibles molestias, dolores y sequedad vaginal o síntomas como el cansancio que pueden hacer que “las ganas disminuyan”, explica Fabris. Sin embargo, la mirada biológica no basta para explicar, ni mucho menos, la relación de la menopausia con la sexualidad, coinciden las expertas.
Somos objeto de deseo al servicio de otro, no un sujeto deseante. A muchas mujeres lo que les pasa en esta etapa es que sencillamente no les apetece seguir manteniendo una sexualidad que les es ajena
“El vaivén hormonal jugará su papel, pero hay muchos otros factores psicosociales, culturales y relacionales a los que no suele prestarse atención y que sin embargo tienen un peso mucho mayor. La sexualidad es amplia y compleja, no es estanca. Condiciona mucho la expectativa cultural que hay sobre la menopausia. Si asumo que ha llegado el fin de mi vida sexual no me estoy permitiendo iniciar un proceso de búsqueda de una sexualidad que a mí me nutra. Porque la realidad es que se puede seguir disfrutando del mismo placer o más”, sostiene la experta en salud y género Mónica Felipe-Larralde.
Un “cajón de desastres”
La especialista apunta a elementos que pueden condicionar el deseo, desde el estrés a la calidad de vida o de pareja. “Esta generación de mujeres a las puertas de la menopausia puede estar aún criando hijos y a veces también a sus padres; trabaja fuera de casa y dentro; el estrés y el cansancio son muy frecuentes....”. Por otro lado, están las ideas preconcebidas y estereotipadas sobre la sexualidad femenina que seguimos arrastrando: “Somos objeto de deseo al servicio de otro, no un sujeto deseante. A muchas mujeres lo que les pasa en esta etapa es que sencillamente no les apetece seguir manteniendo una sexualidad que les es ajena”.
Ella es una de las profesionales que participa en el recién nacido proyecto Salud para disfrutar sin límite de edad desarrollado, en colaboración con el Instituto de las Mujeres, por el Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS). Dirigido especialmente a profesionales, el proyecto busca romper con la idea que asocia la menopausia a la vejez, el declive y la decadencia y apuesta por una intervención que, lejos de demonizar o idealizar esta etapa vital, la acompañe desde una mirada integral. Que sí, que hay vida sexual más allá de este momento tan temido por las propias mujeres es una de las nociones que intenta transmitir.
Carme Valls, presidenta del CAPS y una de las mayores expertas en medicina con perspectiva de género, recuerda que ya hace décadas que se abrió la puerta a entender la sexualidad como una realidad multifactorial. “En 1996 en un congreso sobre menopausia en Estocolmo ya hubo un trabajo presentado por una psiquiatra sueca que demostraba que en la disminución de la libido pesaba más la relación de pareja que las hormonas”, explica la experta, que alude a un abanico de factores entre los que menciona las circunstancias personales, la salud mental, la sexualidad previa o incluso sus condiciones económicas.
Tengo sofocos y 45 años, menopausia. No tengo deseo, menopausia. Me duelen las relaciones sexuales, menopausia. Estoy cansada, menopausia. Todo se achaca a la menopausia
Para las expertas, uno de los problemas es que la menopausia es “un cajón de sastre” o de “desastres”, como lo llama Valls. “Tengo sofocos, 45 años, menopausia. No tengo deseo, menopausia. Me duelen las relaciones sexuales, menopausia. Estoy cansada, menopausia. Todo se achaca a la menopausia. Sin embargo, hay por ejemplo muchísimas mujeres tomando antidepresivos que como efecto colateral reducen el deseo”, ejemplifica Fabris. Valls habla de “la biología que sí puede limitar” la líbido y que no tiene tanto que ver con las hormonas pero a la que paradójicamente no se le presta tanta atención: “El cansancio es uno de los síntomas más reportados. Y hay enfermedades como la diabetes, las de la tiroides o falta de hierro que lo provocan. Claro, en esa situación ni tienes ganas de nada, pero si cuando llega una mujer lo metemos todo en el cajón de la menopausia o la fibromialgia y no profundizamos para ver qué puede estar interfiriendo en su placer o su cansancio no les ayudamos en nada”.
Patrones nuevos
“Yo siempre digo a lo mejor no es que pierdas el deseo, es que no deseas a Manuel”, comenta entre risas Felipe-Larralde. Lejos de sonar reduccionista, la experta utiliza la frase en el contexto de una relación heterosexual para poner de relieve la importancia de mirar más allá de las hormonas y los cambios físicos que trae la menopausia. “Es un buen momento para hacerse preguntas sobre la relación, pero sobre todo es que los modelos de sexualidad que aprendemos pueden llegar a ser aburridos. Manuel igual está también intentando cumplir unos cánones y ya no funcionan. La sexualidad va cambiando igual que cambia la relación, hay que reinventarse constantemente”.
Es importante hablar de placer, abrirse a otras formas de sexualidad. Puede que te des cuenta de que no te gusta el coito pero sí masturbarte con 60
Fabris, ginecóloga del Zentro Empatía, destaca que cada proceso es único, pero coincide en que en muchas ocasiones lo que emerge en las parejas formadas por un hombre y una mujer es que el patrón coitocéntrico ya no es para ellas. “A lo mejor para la mujer nunca lo fue, pero yo tengo a parejas que ya no practican la penetración pero tras 40 años juntos tienen una vida sexual plena. Es importante hablar de placer, abrirse a otras formas de sexualidad. Puede que te des cuenta de que no te gusta el coito pero sí masturbarte con 60 o que redescubras el deseo a través de juegos eróticos o un placer más epidérmico”.
¿Y qué pasa entre las parejas de mujeres? ¿Viven mejor este proceso? Felipe-Larralde intuye que sí porque “quizá se atreven más a comunicar con la otra parte” y compartir lo que está ocurriendo y están experimentando mientras que Fabris, aunque coincide en la posibilidad de que haya más comunicación, recibe en consulta a parejas lesbianas o bisexuales con la misma situación. “Por mi experiencia, la demanda no es tan diferencial porque es complicado también para ellas la falta de deseo y al final el relato cultural sobre la menopausia también ha calado en ellas”, resume.
Conectar con el propio placer
Aún así, para Valls, más allá de la pareja y en todos los casos, es clave intentar “poner en primer plano el deseo propio”, un deseo, el femenino, “que ha sido negado y ha quedado escondido” sobre todo para aquellas que hoy entran en la menopausia o están en ella y que fueron educadas en la represión. “Hay quienes incluso teniendo pareja y queriendo estar con ella, lo que están aprendiendo es a desearse a sí mismas. El descubrimiento del placer en muchos casos llega cuando ya no están constantemente pensando en la mirada ajena o dedicándose a los demás y empiezan a pensar 'bueno ¿a mí qué me apetece? o ¿qué quiero hacer?'”.
El descubrimiento del placer en muchos casos llega cuando ya no están constantemente pensando en la mirada ajena o dedicándose a los demás y empiezan a pensar 'bueno ¿a mí qué me apetece?
Y es que para las expertas, el deseo tiene mucho que ver con conectar con el propio placer más allá de lo considerado estrictamente como sexual. Felipe-Larralde lo explica: “La sexualidad no es solo lo que sucede en la cama, tiene que ver con estar presente en un cuerpo sensible y abierto a los sentidos. Vamos todo el día estresadas, llegamos a la cama y queremos tener un orgasmo. Así no funciona. El cuerpo necesita conectarse con espacios de placer cada día, puede ser desde tomarse un café al sol, escuchar una música que guste o dedicar un rato a la jardinería”.
Después, la comunicación es fundamental, apunta la experta. “Hay mujeres que llevarán 20 años haciendo lo mismo y no les gusta. Es importante decirlo. Atreverse a expresar lo que una quiere y crear, en el caso de que sea con una pareja, espacios de búsqueda, de exploración y experimentación. También es importante saber que es un proceso, que no hay una meta a la que llegar porque esto se construye cada día”, añade.
En todo caso, en lo que todas las especialistas coinciden es en la importancia de personalizar. “Lo que no debemos es simplificar. Tenemos que escuchar a las mujeres y acompañarlas. Hacerles analíticas, ver qué medicación toman, qué calidad de vida y de relación de pareja, en su caso, tienen”, señala Fabris, una intervención “multidisciplinar” de la que aún, en general, no se ha hecho eco la sanidad pública, lamentan las expertas. “Habrá a quien le sirva con usar satisfyer una vez por semana, quien necesite cremas o aceites para hidratar, ir a la fisio de suelo pélvico o en casos muy invalidantes recurrir a la terapia hormonal sustitutiva. Lo más importante es escuchar y dar opciones”, concluye la ginecóloga.
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