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Violencia institucional

Un jurado popular integrado por vecinos declaró “culpables” a diez policías acusados de torturas y abuso sexual

La Comisaría 3 de La Tablada, antes de que  el Gobierno bonaerense la interviniera para después clausurarla.

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La discusión fue por un pedazo de pan. Era el 19 de diciembre de 2019 y en la Comisaría 3ra de La Tablada, en La Matanza, las presas estaban hacinadas. Una “doña”, es decir, una de las detenidas de más edad, pidió que le pasaran el pan y otra, una “refugiada”, o sea, las que están aisladas del resto porque no facilitan la convivencia, se negaba. Sólo las separaba un pasaplatos, pero la refugiada no iba a moverse. Gritos, insultos, amenazas hasta que una llamó al encargado. Pero no fue el encargado quien llegó, sino Lionel Maximiliano Gómez, subcomisario a cargo ese día. Y con él, llegó “La Ginecóloga”.

Es que el ida y vuelta que había empezado por un pedazo de pan terminó en una acusación entre presas: una dijo que otra tenía “un teléfono en la concha”. Entonces entre las celdas que separaban a las refugiadas del pabellón general apareció Silvina Suárez, una mujer que solía vestir de civil pero que usaba una guardapolvos azul. Estaba empleada en el área de administración y se dedicaba pasar lista, a fumigar, a responderle a la presas que no tenía por qué saber cómo se llamaba. Le decían “La Pelirroja”. Esa tarde la llamaron “La Ginecóloga”. Bajo las órdenes del subcomisario Gómez, Silvina Suárez hizo “una requisa genital”: una práctica humillante, pero ante todo ilegal.

Un jurado popular integrado por vecinas y vecinos de La Matanza entendió que haber hurgado en las vaginas -y algunos casos, anos- de las detenidas en busca de un teléfono celular respondía a la figura de abuso sexual con acceso carnal, además agravado por haber sido cometido por funcionarios de la fuerza policial. El jurado escuchó el relato de 28 mujeres que ese día estaban detenidas en la Comisaría 3 de La Tablada, una dependencia que fue cerrada después de que la denunciaran por haberse cometido allí varios delitos. Los vecinos declararon culpables a diez policías, la mitad de ellas agentes mujeres, por haber maltratado, vejado, torturado y violado a varias detenidas.

El miércoles, la defensa de los acusados, la querella y la fiscalía pedirán las penas. Será el el juez Gerardo Gayol -del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 4 de La Matanza- quien dicte sentencia los días siguientes. “No es excepcional la tortura en los lugares de detención, pero lo particular en este caso es que llegamos a juicio”, dijo a elDiarioAR Roberto Cipriano, de la Comisión Provincial por la Memoria, organización que patrocina a 17 de las 28 víctimas.

Una requisa vaginal para dar con un teléfono

Bajo la excusa de que había que encontrar el teléfono, el subcomisario Gómez dio la orden de meter en una celda a doce presas. Indicó, también, que se pusieran en fila. El jefe de calle abría la puerta del calabozo e iba sacando de a una. A la que sacaba, la metía en la última celda, la del final. En esa celda estaba Silvina Suárez, la mano derecha enfundada en un guante descartable. Con ese mismo guante le haría tacto a las detenidas. No estaban solas. El subcomisario Gómez daría las indicaciones de cómo llevar a cabo la “requisa” mientras otros agentes miraban la escena. No intervendrían salvo para insultar o hacer comentarios despectivos. “Cállese la boca, negra de mierda”, devolvió Gómez cuando una mujer le pidió que no mirara.

Completamente desnudas y esposadas por detrás, la orden era clara: abrir las piernas, flexionarlas, agacharse y toser. A ver si aparecía el celular. Pero como no aparecía, a otras presas las pusieron de cara a la pared para introducirles los dedos en el ano y la vagina. Las víctimas coinciden en la descripción que hicieron de Silvina Suárez: “La señora de remera, que era de tez blanca, pelo color chocolate y no muy alta, rellenita, común... la había visto porque entraba a tomar lista, pero nunca entró con uniforme, solo con remera”, describió una víctimas.

Suárez se defendió durante el juicio: “Con esta falsa denuncia, estas personas que se consideran víctimas nos arruinaron la vida a mi y a mis compañeros (...) Vuelvo a repetir, soy pulcra. Y por el olor que había ahí, la poca higiene que había ahí, por la falta de agua que hasta nosotros sufríamos, yo sería incapaz de tocarles un pelo”. Suárez se había reincorporado luego de una licencia psiquiátrica. En la requisitoria de elevación a juicio, a la que tuvo acceso elDiarioAR, toman nota del trastorno de bipolaridad que le habían diagnosticado. Su defensa argumenta que en su estado de vulnerabilidad no puso discernir si lo que hacía era ilegal o no.

El teléfono apareció, pero no durante la requisa. Lo entregó una de las presas que había sido “revisada”. Era un Samsung modelo “Pocket” color blanco. Blanco también era el guante que Suárez usó para hacer tacto anal y vaginal. Una de las presas preguntó si era el mismo guante esterilizado. “No importa, callate la boca y agachate”, le respondieron.

Las sentadillas de la “requisa masiva”

El 5 de enero de 2020, dieciséis días después de la revisación genital, entraron Los Paleros a la comisaría. Los Paleros son los integrantes del Grupo de Apoyo Departamental, conocido por las siglas GAD. Un fuerza especial dentro de la Bonaerense, entrenada para irrumpir en allanamientos. Esta vez ordenaron a diez presas a meterse en el baño, desnudarse y hacer sentadillas y flexiones. Si paraban: palazo en el cuerpo. Si seguían: palazo. Si se quejaban, hablaban o “lo hacían mal”: palazo. La “entrenadora” era una mujer integrante del GAD. La acompañaban dos varones que se turnaban para hacer comentarios sobre los cuerpos de las mujeres.

Una mujer trans entre las víctimas

Hay, entre las víctimas de los policías de la comisaría 3 de La Tablada, una mujer trans. A ella le ordenaron limpiar con sus propias manos y sin guante a las heces, la orina y el vómito de dos presos hombres. La orden fue dada por una agente mujer. No sólo la expusieron en un área distinta a su identidad y expresión de género, sino que la detenida fue víctima insultos y apodos peyorativos. Algo más: la aislaron del resto de la población encerrándola en una celda de dimensiones ínfimas, sola.

Qué decidieron los vecinos sobre los acusados

Los vecinos declararon culpable al subcomisario Lionel Maximiliano Gómez como coautor del delito de “abuso sexual con acceso carnal agravado por ser cometido por un funcionario de la fuerza policial reiterado”, igual que la agente Silvina Suárez. A Los subinspectores Javier Ramón González y Ángel Ariel Reales los consideraron “partícipes secundarios” de esos delitos. En tanto, por “severidades” fueron declarados culpables Gómez, González, Reales, Silvia Viviana Solari y Lara de las Nieves Taramazzo, mientras que por “vejaciones” Hernán Federico Garzón, Johanna Elizabeth Romero y Yanina Ester Vargas. El jurado también culpó a Javier Norberto Hinojosa por “encubrimiento por favorecimiento personal”.

VDM/MG

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