Lengüitas: el protagonismo de los chicos, entre el acoso de los vecinos, los medios y la policía
Es un fin de semana como cualquier otro en Buenos Aires. La esquina de Coronel Díaz y Santa Fe está repleta de personas, yendo y viniendo entre el Parque Las Heras y el Alto Palermo para pasar la tarde. Cruzan la avenida dos mujeres, ambas sosteniendo cada punta de la caja de una televisión nueva para ver el Mundial. A pocas cuadras, los alumnos del Lengüitas definen si siguen tomando su escuela.
La escuela se convirtió en una referencia de las protestas contra el Gobierno porteño. Hoy cumplieron una semana desde que decidieron tomar el colegio. Su principal reclamo es la baja de las Actividades de Aproximación (ACAP) al mundo del trabajo. Son pasantías que el Ministerio de Educación de la Ciudad implementó sin consultar ni acordar con la comunidad educativa, por lo que tanto hay un sector de alumnos, docentes y padres que las consideran ilegales. Las cartulinas describen “situaciones de franca explotación laboral, que además de nulo aporte pedagógico, hacen perder horas de clase”. Ellos dicen que “los mandaron a lavar platos”. Denuncian, también, la entrega de viandas en mal estado o que ni siquiera son otorgadas, además de la falta de un horario de almuerzo en jornadas extendidas.
En el portón de entrada, cuelgan varios carteles. “Colegio tomado” es el más grande de todos ellos. Algunos, con dedicatoria: “Colegios en lucha porque Acuña no escucha”. “Nos sacan los carteles porque no quieren ver la realidad” dice otro, que responde a las varias situaciones vividas en estos días. Para los alumnos, Rodríguez Larreta “pone a todos en la misma bolsa” (como dice su tuit: los pseudo mapuches, el sindicato de neumáticos y las tomas autoritarias) para desacreditar el reclamo.
En la semana que llevan de toma hubo también situaciones que alteraron los ánimos. El viernes, una mujer escupió a una de las chicas y en el forcejeo se le cayó un cuchillo de la cartera. La agresión quedó filmada en el teléfono de algunos padres. Ese mismo día, en el patio que da al parque, les tiraron tres huevos a los alumnos. No pudieron ver quiénes fueron, el hecho haya ocurrido a plena luz del mediodía.
Los alumnos del Lengüitas denuncian que la Policía de la Ciudad viene haciendo visitas nocturnas a sus casas para apretar a sus padres, aparentemente a partir del acceso a los datos de la escuela. La policía les dice que están ahí por una contravención, como si se tratara de quejas por ruidos molestos, pero la sensación general es que se trata de asustarlos. “Autos con patente dentro del parabrisas que vigilan la escuela y operarios que exigen entrar al establecimiento cuando las autoridades no están presentes”, dice un mensaje de la Cooperadora Lengüitas.
Una persona designada abre y cierra el portón. Únicamente pueden pasar los alumnos y sus padres, estos últimos se quedan en el palier de entrada. A la escuela, pasan los chicos y nadie más. Los ventanales de la fachada que dejan ver el interior muestran aulas vacías con las luces prendidas, pero los vidrios del ingreso permanecen tapados con papel de diario y cartón. El portero eléctrico, siempre controlado por los jóvenes que se van rotando en turnos, deja salir a Juan Pablo.
Él confirma que la votación de los alumnos reunidos en asamblea mantiene la toma: de unos 300 votos fiscalizados, 220 favorecen la medida. Además de la asamblea en constante reunión “para ver cómo sigue la cosa”, se reúnen en comisiones de temas particulares, como seguridad. Dentro del edificio descansan, pero también juegan a la pelota o al voley para pasar el rato. Comenta que los grandes vienen a dejarles comida para los que se quedan a dormir y los están acompañando con la toma. “Los chicos son los protagonistas”, dicen los padres en el portón.
La toma tiene su propia dinámica. Los padres no entran. Los alumnos van y vienen con total libertad. Por la noche se van rotando: algunas veces se quedan dormir unos, otras noches otros. Es para poder descansar bien y mantener la higiene. Llevan una semana de toma y se les nota el cansancio. El próximo miércoles volverán a votar como seguirá la medida.
Piden a un móvil de televisión que no muestre mucho ni se acerque tanto a la reja, pero la cámara se instala entre los barrotes y enfoca de cerca una asamblea de padres y alumnos en el palier. “Ya hablamos bastante”, le dicen al notero que les pide unas palabras. “Cuidado con los menores por favor, están protegidos”, dicen los padres, mientras sus hijos salen de la escuela tapándose las caras. “No me niegues lo que yo vi”, le dice una de las madres al movilero que filmaba a los padres desde afuera. “No está bien, es un acoso, es un hostigamiento”.
Otras 11 escuelas permanecieron tomadas durante este fin de semana. Este lunes, a los estudiantes del Lenguas Vivas se sumaron otros cuatro colegios que decidieron en una asamblea continuar con la medida. Son la Escuela Superior de Educación Artística en Artes Visuales Rogelio Yrurtia, la escuela “Rodolfo Walsh”, la Técnica N° 6 Fernando Fader, y la “Manuel Belgrano”.
Como parte del conflicto que sigue escalando, los estudiantes recibieron hoy el apoyo de los organismos de derechos humanos. “Aquí estamos para apoyarlos, chicos, sus reclamos son justos. Me siento conmovida al ver que no bajan los brazos a pesar de las amenazas. Por ustedes, los lápices siguen escribiendo”, dijo Taty Almeida, de Madres de Mayo, Línea Fundadora.
Mañana, los gremios docentes de Ademys y la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE) marcharán junto a los alumnos hacia la sede del Gobierno porteño. Paro y movilización contra el “maltrato y ajuste” , es el reclamo, además de una “urgente convocatoria a la mesa salarial”. La concentración será a partir de las 16 en el Mariano Acosta. Fue en ese colegio, ubicado en Urquiza 277, donde comenzaron las tomas.
Ya está oscureciendo, por lo que los chicos entran a su escuela con bolsas de dormir para pasar la noche. En la reja, alguien dejó una bolsa de la Librería Santa Fe con un regalo: “1000 nuevos datos locos del fútbol mundial”.
LC
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