Poderes paranormales en Londres, Proust en Buenos Aires
Desajustes y lugares comunes en mis auriculares, primer acto. El ritmo de la vida me parece mal, canta Marco Antonio Solís y sacude al mundo. Con toda justicia, y por su potencia reveladora, una línea archicitada (la llegué a leer y escuchar en obras de teatro, en algún texto de taller literario, en memes, en las redes sociales; yo misma suelo preguntarle a una amiga a veces en broma, en esos días en los que todo parece pesado, con viento en contra: ¿en la escala Marco Antonio Solís, cuán mal te está pareciendo hoy el ritmo de la vida?). ¿Qué es un lugar común sino un reparo suave, la música que escuchan todos, el huequito atrás del médano, el espacio donde podemos ser vulgares, livianos, autoindulgentes, obvios justo cuando lo único que percibimos es la sensación en la panza de no poder, de no llegar, de puro desfasaje? Más común que nunca, intentando lidiar con ese sonido que se escapa –una coreografía imposible para las almas espásticas: no encajar– atravieso yo misma días especialmente desacompasados, mientras suena un estribillo. Ese.
Desajustes y lugares comunes en mis auriculares, segundo acto. Me gusta la combinación de ritmo y decepción, canta con sabiduría Miranda! y descoloca al planeta. Menos protestones que Marco Antonio Solís, parecen reírse en la sucesión. Es que la letra exhibe una catarata de dramas pequeños y absurdos (la tele que no ofrece nada atractivo, la ropa que se ensucia, el disco que suena mal, la persona que le gusta cuando dijo que llamaba y no llamó). Un conjunto que, por acumulación, por universal –otra vez: una música común, una canción con todos–, y porque todos los elementos se cantan/cuentan a un mismo nivel, se desmigaja, se baila, se vuelve cómico. (De paso: un mecanismo parecido a lo que hacen mis dealers preferidos de memes en Instagram bajo el seudónimo @noesdevegana, donde construyeron un mundo y una comunidad de amichas, absurdas y polidramáticas que también son, a su modo, un refugio colectivo ante la adversidad). La computadora me regala todo eso, también.
Desajustes y lugares comunes en mis auriculares, tercer acto. “Tengo mucho miedo a la solemnidad, ¿viste?”, le dice la actriz y dramaturga Pilar Gamboa a Adrián Lakerman y sigue: “Hablar en serio me da pánico”. Me cruzo con la conversación en un capítulo del podcast Comedia. La charla es espectacular y va desde la inviabilidad de querer separar en géneros el trabajo de la actuación – la actriz, gran observadora, lo compara con los estados de ánimo de un bebé que van de la risa al llanto sin transición– hasta el respeto que siente por “hacer reír” y los distintos tipos de risa en una sala de teatro. La risa incómoda, la risa marcada en el guión, por ejemplo, lo que está perfectamente estipulado y la sorpresa. Ella se refiere muchas veces a los textos que tiene que interpretar como “la partitura”. Pienso en música y pienso en el humor como eso que parte, en lo que descoloca. En eso que irrumpe en el momento menos pensado, porque no hay tiempo para pensar, porque se manifiesta como mera inoportunidad. ¿Qué es la risa sino otro lugar común, otra guarida, el antídoto contra la pompa de un mundo que aturde?
De desajustes (de planes, de tiempos, de historias que no son como se esperaban) está hecha esta nueva edición de Mil lianas. Un lugar común todos los viernes.
¡Pasen!
1. Sesión una tarde de lluvia, de Mark McShane. Para referirse a este libro, en un artículo que salió en el suplemento Radar de Página 12, la escritora Mariana Enriquez apuntó que visto desde la actualidad es muy curiosa la deriva de algunos escritores que fueron prolíficos y muy populares algunas décadas atrás, y que luego pasan rápidamente a una especie de limbo u olvido. Es el caso de Mark MacShane (autor, con el seudónimo de Mark Lovell de una serie de libros de espías muy exitosa entre los ‘60 y los ‘70, que combinan el suspenso con la parodia y lo sobrenatural) y también de su novela Sesión de una tarde de lluvia (la historia tuvo adaptaciones muy célebres al cine, al teatro y a la radio).
Por suerte este año, la editorial La Bestia Equilátera decidió rescatar el libro y publicarlo en español con traducción de Teresa Arijón. La historia, en apariencia sencilla, parte del plan de Myrna Savage, una mujer con supuestos poderes sobrenaturales que se gana la vida como médium en los alrededores de Londres, y de su esposo, un hombre desangelado, asmático, gris. No queda muy clara la temporalidad, pero por las descripciones –la casa en la que viven, la moto con sidecar en la que se mueve él, los teléfonos públicos de la ciudad– podría transcurrir en los ‘50.
La pareja, bastante despareja o bastante desapegada, quiere secuestrar a la hija de un millonario. El objetivo no es obtener un rescate suculento sino que Myrna se pueda acercar a la familia de la raptada para ofrecer sus servicios y encontrar a la niña gracias a sus dones telepáticos. Cansada de la monotonía, de recibir algunas clientas semanalmente en su casa para las sesiones de espiritismo, Myrna quiere fama.
Contada a partir de una tensión y un estilo despojado que la hace súper atrapante, Sesión de una tarde de lluvia se mueve entre lo policial y lo extrasensorial para ofrecer un relato agudo y muy redondo donde siempre hay un más allá. Sin embargo, y tal vez allí radique el encanto de este libro, eso que es puro trasfondo pareciera estar más vinculado con el mundo de los vivos y sus miserias –los que hacen planes, los que quieren salir de una buena vez de la meseta vital que los sofoca– que del universo de los muertos con sus espíritus y sus insistencias.
La novela Sesión una tarde de lluvia, de Mark McShane con traducción de Teresa Arijón, fue publicada por la editorial La Bestia Equilátera.
2. El tiempo perdido, de María Álvarez. “¿Qué significa perder el tiempo? ¿Y qué sería ganarlo? ¿Cuándo queda demasiado tiempo y cuándo empezamos a sentir que se nos termina? ¿Es una pérdida de tiempo leer varias veces la misma novela de siete tomos? ¿Este preciso momento, en que escribo estas líneas, es tiempo perdido?”, se pregunta la cineasta María Álvarez, que durante cuatro años se dedicó a registrar reuniones increíbles: las de un grupo que se junta todas las semanas a leer en voz alta En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, en un bar de Buenos Aires. Se reúnen hace más de dos décadas, algunos integrantes están desde los inicios, algunos se fueron sumando con los años y el ritual no se modifica: cuando terminan el último tomo, vuelven a empezar.
El documental El tiempo perdido muestra a los y las lectoras, y por momentos se mete en algunos detalles de los alrededores (el bar del barrio de Tribunales, que por otra parte ya no existe, el televisor que muestra un partido de rugby, los mozos que acomodan las mesas, las personas que pasan por la vereda) mientras se suceden las palabras y las escenas de un libro que por momentos pareciera querer abarcarlo todo. De esa superposición, de ese tironeo entre tiempos suspendidos y relojes que avanzan, se agarra la directora para inmortalizar a estas personas, sus gestos, sus voces, sus pequeñas rencillas, sus discusiones mínimas, todo eso que comparten por el hecho mismo de compartir. Un tipo de rito que insiste, mientras una ciudad se mueve, muta, se esfuma. Una forma de resistencia.
La película, que ya pasó por distintas exhibiciones alrededor del mundo y estuvo en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, donde ganó el Premio a la Mejor Película de la Competencia Argentina, llega ahora al auditorio del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) en coincidencia con el centenario de la muerte del autor francés, que se conmemora el 18 de noviembre.
Con este largometraje, la cineasta completa una trilogía de documentales integrada por Las cinéphilas, y Las cercanas, una película notable que comentamos por acá.
El documental El tiempo perdido, de la cineasta argentina María Álvarez, se podrá ver todos los sábados de noviembre en el auditorio del Malba (Figueroa Alcorta 3415. CABA). Además, habrá proyecciones especiales de la película en el Cine Cosmos (Corrientes 2046, CABA) por el centenario de la muerte de Marcel Proust, que se conmemora el próximo 18 de noviembre.
3. El fin de la historia, Liliana Heker. Si siguen con regularidad lo que sale en este espacio habrán notado que cada tanto vuelvo a ella (pasó acá cuando hablamos de fiestas ajenas y también acá), a sus libros y a sus palabras. Para mí, es una de las escritoras centrales de la Argentina y una mujer entrañable, de esas que querés escuchar, tener cerca o leer siempre. Así que cada vez que que puedo me busco alguna excusa para entrevistarla o hablar con Liliana Heker. Cuando me enteré de que salió por estos días una nueva edición de su novela El fin de la historia (Alfaguara), ni lo dudé y pude entrevistarla (acá les dejo la nota que salió hace unos días en elDiarioAR). El libro, que transcurre en gran parte con la dictadura militar de fondo y fue publicado originalmente en 1996, suscitó entonces alguna que otra controversia (polémicas, como vasos de agua: no se le niegan a nadie, más abajo les dejo una entrevista de aquella época con la escritora). En cualquier caso, me interesó ver qué traía la lectura ahora y lo que me encontré es una narración contada con una destreza formal impactante.
Lo que se recuerda con nitidez, lo que se pierde o se hace borroso (de hecho la miopía aparece con toda su sombra en varias escenas), lo que se puede decir y lo impronunciable. Porque El fin de la historia tiene a dos mujeres entre esas tensiones. Dos amigas que nacieron en los ‘40, fueron niñas y adolescentes de Escuela Normal y guardapolvo blanco en los ‘50 y abrazaron los ‘60 con todo su frenesí y también con todo su espanto. En los ‘70, con la dictadura militar secuestrando, torturando y matando, Leonora Ordaz, militante revolucionaria, pasa a integrar la lista de desaparecidos y termina en un centro clandestino de detención. Diana Glass, que fue siguiendo los pasos de su amiga hasta donde pudo, intenta recapitular lo que vivieron juntas de chicas y quiere saber, ante la ausencia, qué fue de su amiga.
Como en las citas de aquellos años terribles, Diana espera, camina por la ciudad, toma apuntes de lo que recuerda en bares. Pero en ese ir y venir, siempre con miedo, descubrirá una historia que no se imaginaba y que solamente tendrá sentido si la puede escribir, si se vuelve novela.
Contada desde distintos puntos de vista, con tiempos y voces que se entrecruzan, El fin de la historia arrastra una complejidad doble: la del lenguaje –siempre incómodo, siempre agujereando– y la de la realidad –siempre sorprendiendo, siempre alejada de lo esperable–.
La reedición de El fin de la historia, de Liliana Heker, acaba de salir por Alfaguara. Por acá, una entrevista con la autora.
Banda sonora. Volvió The White Lotus, una serie que me gusta mucho. Como apuntamos por acá, la historia transcurre en un hotel de lujo que tiene ese nombre, pero ahora la acción, con nuevo elenco y nuevos conflictos, se trasladó a Italia. Específicamente a otro lugar paradisíaco: Sicilia.
Cada domingo HBO estrena un episodio y en el primero, además de exhibir una nueva trama de historias, de personajes al borde de un abismo e intrigas bien diversas, sonaron varias canciones italianas romantíquisimas que me dejaron tarareando toda la semana (de Raffaella Carrà a Ornella Vanoni, pasando por el cantautor, poeta y traductor Fabrizio De André). Se suman a nuestra lista compartida y también agregué la música de apertura de la nueva temporada de la serie y algunas canciones recientes de artistas del indie italiano de la actualidad.
Cuando estaba terminando esto, vi que Yo la Tengo estrenó una canción nueva. Se llama Fallout y es un adelanto de This Stupid World, el disco que planean sacar a comienzos de 2023. Como me encantó, la agregué también.
Posdata. En unos días, el 10 de noviembre, se cumplen 50 años de la primera edición de Satiricón, una revista que para muchos llegó en 1972 para revolucionar el humor y la prensa gráfica en la Argentina. Otra vida, otro siglo: en su momento de esplendor llegó a vender 250 mil ejemplares por mes, con páginas en las que se destacaban autores y dibujantes como Carlos Trillo, Horacio Altuna, Andrés Cascioli, Oscar Blotta, Roberto Fontanarrosa, Crist, Dante Panzeri, Alejandro Dolina, Alicia Gallotti, Viviana Gómez Thorpe, Carlos Abrevaya y Carlos Ulanovsky, entre muchísimos otros.
Si tienen ganas de darse una vuelta por ese universo increíble, les recuerdo que el Archivo Histórico de Revistas Argentinas (AHIRA) –un favorito de esta casa virtual– tiene digitalizados los números de la revista, a los que se puede acceder por acá. El sitio ofrece también una buena cantidad de textos con estudios críticos que ayudan a comprender el contexto, la importancia y la influencia de esta publicación emblemática, que sigue irradiando hasta nuestros días.
Posdata 2 (para quienes estén por Buenos Aires). El fin de semana del 5 y 6 de noviembre coinciden –y a poca distancia, así que se podría armar un tour y recorrer todas– tres ferias de libros muy particulares en Buenos Aires: La FLU, o Fiesta del Libro Usado: la FILFEM 2022, es decir, la cuarta edición de la Feria del Libro Feminista, y la Feria del Libro Raro. Por acá pueden leer detalles, horarios, programación destacada de todas. Las actividades, entre charlas, entrevistas públicas, lecturas y talleres con escritoras y escritores, son todas gratuitas y súper prometedoras.
¡Hasta la próxima!
AL
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