Plegarias en San Cayetano: en la catástrofe social, se escuchan más pedidos de trabajo que agradecimientos
De la reja de un supermercado de Liniers que todavía está cerrado porque recién amanece y que se llama ArgenChino cuelga una bolsa de pan. Son, a ojo, unos cinco kilos de miñones en una bolsa transparente que viene con una nota cortita e impresa: avisa que desde la semana que viene, por los crecientes aumentos en los insumos para producir ese pan, los dueños del supermercado deberán pagar un 15% más. A media cuadra de la reja de la que cuelga el pan, en la esquina de las calles Bynon y Madero, la fila para mirar de cerca la figura de San Cayetano en su santuario de ese barrio porteño leva: en lo que lleva leer la nota sobre el aumento del pan llegan al menos diez personas más para pedir o agradecer un poco de todo, pero sobre todo, el trabajo. Es 7 de agosto, el día en el que sus feligreses honran a ese santo.
No sólo crece la fila para ver a la figura del santo sobre la calle Cuzco, este año especialmente ubicada en el atrio del santuario para que la ceremonia sea toda al aire libre y así minimizar los riesgos de circulación del CoVid-19. También crece el ruido que hacen los bombos y algunas bombas de estruendo sobre la Avenida Rivadavia, a dos cuadras del epicentro de la celebración religiosa y frente a la estación Liniers del ferrocarril Sarmiento. Allí es la concentración de decenas de organizaciones sociales encabezadas por la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), que caminarán hasta Plaza de Mayo y allí encabezarán esta tarde un acto bajo la consigna “Por Tierra, Techo y Trabajo, por un salario básico universal”.
“San Cayetano es el patrono del trabajo y muchísimos hombres y mujeres que fuimos excluidos del mercado laboral fuimos en distintas oportunidades a Liniers a buscar trabajo. Después de muchos años de organización entendemos que es una fecha central para nosotros como trabajadores y trabajadoras”, dice a elDiarioAR Dina Sánchez, secretaria adjunta de la UTEP y vocera nacional del Frente Popular Darío Santillán. En las cinco cuadras que ocupaban los manifestantes en un barrio con las paredes disponibles pintadas con los colores de Vélez, había banderas no sólo de la UTEP, sino del Movimiento Evita, Barrios de Pie, la Corriente Clasista y Combativa, la Organización 25 de Mayo, la JP Evita y la CTA Autónoma.
Del calendario de celebraciones y conmemoraciones religiosas que importa en la Argentina, tal vez San Cayetano sea la fecha más engarzada con el escenario social de cada año. Este 7 de agosto llega a una Argentina en la que, según datos de junio del Indec, más de 2,1 millones de personas están desocupadas, están disponibles para trabajar y buscan trabajo empleo activamente. A una Argentina cuya inflación interanual supera el 50% y en la que casi seis de cada diez niños, niñas y adolescentes viven debajo de la línea de pobreza.
“La situación social y económica es catastrófica. Venimos de casi dos años de pandemia y de cuatro años de destrucción del trabajo. El escenario es muy difícil en los barrios populares, por eso estamos hoy masivamente en las calles. Hay cada vez más pobreza, más desigualdades y menos trabajo formal”, cuenta Sánchez. Alrededor de la avenida Rivadavia, en micros escolares con carteles que indicaban de qué localidad del Conurbano habían llegado -y a cuál regresarían- llegaban de a centenas los manifestantes.
En la fila para pasar por el santuario, esta vez mucho menos rodeada de puestos de venta callejera que otros años porque el pernocte sólo se permitió esta madrugada y no las anteriores, no había rastros de la presencia de las organizaciones sociales. Pero sí de una agrupación política: algunos militantes del Partido Celeste repartían volantes en los que expresaban su oposición al aborto y avisaban sobre su presencia en las próximas elecciones.
“Venimos hace 26 años. Hacemos la novena, así que nueve días antes de que llegue el 7 empezamos a venir. Siempre nos quedábamos a esperar acá, pero este año, por la pandemia, no nos dejaron dormir, así que fui y vine desde mi casa en Tortuguitas todos los días”, cuenta antes de la medianoche Patricia, primera en la fila para pasar a ver el santo por un santuario que el año pasado, por la pandemia, estuvo cerrado y que esta vez hará misas virtuales pero no presenciales para evitar el amontonamiento de fieles. “Esa primera vez vine a pedir porque nos habíamos fundido y el santo me ayudó, así que ahora vengo a agradecer y a pedir para los amigos, vecinos o familiares que necesiten trabajar. Este año los que están mal de trabajo son más que los últimos años”, describe.
En las santerías estratégicamente ubicadas frente al templo, donde algún dueño recuerda agostos con un millón de clientes, lo que más se vende son las velas amarillas que cuestan 20 pesos o la espiga de trigo que cuesta 100. “El año pasado esto estuvo todo muerto. Ya con que este año haya podido venir un poco de gente vendemos algo, pero nos están pidiendo lo más barato. Hay poca gente y hay poca plata”, explica Mariana, encargada de uno de esos locales.
En la fila hay, sobre todo, personas de más de 50 años y las mujeres son mayoría. Cualquier silla con alguna posibilidad de ser plegada sirve para amortiguar la espera, que fue sobre todo larga durante la medianoche de este viernes, antes de que se habilitara el paso por el atrio del santuario a los fieles. Ramón vive en José C. Paz y es carpintero. Hace 17 años que se acomoda el trabajo para poder pasar las noches previas a San Cayetano en las veredas de Liniers que rodean el santuario, haciendo su vigilia. “Soy muy agradecido con el santo, me ayudó muchas veces. Esta vez me toca pedir, porque hay cada vez menos trabajo, para mí y para mis hijos. La cosa está de nuevo difícil”, dice.
El supermercado ya abrió y los miñones están en la góndola. La semana que viene vendrá el aumento.
JR
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