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ENTREVISTA

Sara García Alonso, astronauta española: “Hay que mirar a los miedos de lejos, como quien los ve desde el espacio”

Sara García Alonso, entre bastidores antes de dar una charla en Naukas Bilbao

Antonio Martínez Ron

elDiario.es —

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“No es un sueño, es una realidad”. Con estas palabras celebraba Sara García Alonso el resultado de una encuesta en la que, por primera vez en la historia, la profesión de astronauta aparecía entre las preferidas por las niñas españolas. A sus 36 años, esta brillante investigadora leonesa puede presumir de que buena parte del mérito es suyo, pues en los últimos dos años ha asumido la tarea de inspirar a las niñas casi como un apostolado. 

Desde que en noviembre de 2022 la Agencia Espacial Europea (ESA) la eligió como candidata a astronauta española, Sara García ha llevado a cabo un trabajo de divulgación incansable, también sobre su trabajo en la lucha contra el cáncer como investigadora del CNIO, que la ha convertido en una referencia en materia de divulgación. 

Mientras espera a que la ESA le asigne una misión con la que poder buscar un punto débil al cáncer en el espacio, la científica leonesa trata de llevar el mensaje de inspiración hasta el último rincón de España. Este fin de semana, por ejemplo, habló ante un auditorio con más de mil personas en el palacio Euskalduna, donde se celebra cada año el evento Naukas Bilbao, sobre lo barato que sale pagar los millones de euros que vale un traje de astronauta en comparación con todos los logros que se consiguen en las misiones espaciales.

¿Tiene algo así como un petate hecho por si le llaman para una misión especial?  

Creo que no me avisarán de la noche a la mañana de que me voy, probablemente habrá ciertos indicios. Pero ha llegado un punto en mi vida en que no necesito absolutamente nada de lo material, me iría a cualquier parte con lo puesto. 

¿Cómo se puede ayudar a investigar sobre el cáncer en el espacio? ¿Qué experimentos hará?

Tengo algunas ideas, en base a proyectos que he leído y pruebas de concepto que se han llevado a cabo en la estación espacial internacional (ISS) que me parecen muy interesantes y sobre las que me gustaría indagar. Por ejemplo, mejorar la formulación de tratamientos contra el cáncer de tal manera que pudieran administrarla de forma más rápida a los pacientes que están en la Tierra, estudiar modelos tridimensionales como organoides para ver cómo se modifican las células del cáncer y ver si podemos encontrar algún punto débil por el que atacar, o simplemente la cristalización de dianas terapéuticas para estudiar puntos débiles contra los que construir fármacos.

¿Se podría crear un tratamiento contra el cáncer que solo se pudiera hacer en espacio?

Quizá se podría usar la microgravedad como una especie de biofactoría, aunque luego habría que implementarlo. De momento, son pruebas de concepto. Hay un estudio de un medicamento contra distintos tipos de cáncer que se usa en la Tierra y se tiene que administrar por vía intravenosa durante varias horas. En el espacio se puede conseguir que sea soluble en agua, lo que significaría que podrías administrarlo con un solo pinchazo. 

A usted le apasiona la aventura. Hábleme de aquella vez en que no se le abrió el paracaídas.

Lo que pasó fue que se enredó. Era mi primer salto y estaba haciendo un curso de caída libre. Cuando has hecho todas las simulaciones, los monitores te sueltan y tú tiras del resorte de plástico, despliegas la campana del paracaídas y ya vas planeando hasta que aterrizas. Yo hice todo esto, pero, al desplegarse, las líneas del paracaídas que conectan las cuatro esquinas de la tela con la mochila estaban completamente enrolladas sobre sí mismas, eran un gurruño de tela. ¡Y eso no vuela!

Era mi primer salto y las cuerdas del paracaídas estaban completamente enrolladas sobre sí mismas, eran un gurruño de tela. ¡Y eso no vuela!

¿Qué pensó en ese momento?

No me puedo creer que me esté pasando esto. Es mi primer salto y es un problema que ocurre una de cada 100.000 veces.

¿Y mantuvo la cabeza fría?

Es que no me quedaba otra opción. Lo que hice fue desenredarme. Lo que tienes que hacer es dar patadas en el aire y empezar a girar. Esperando hacerlo en el sentido correcto y no enredarte más. En el momento en que se desenreda, la campana se despliega y ya puedes volar. 

¿Se nace con esa capacidad de mantener la serenidad o se puede entrenar?

Yo creo que tiene un poco de las dos cosas. Obviamente, nuestra personalidad y cómo nos hemos criado va a influir mucho, pero al mismo tiempo se puede entrenar. Yo creo que la mejor forma de superar los miedos es enfrentándote a ellos, y cuando ves que no pasa nada al final acabas perdiendo esa ansiedad. Porque cuando te enfrentas a algo por primera vez, nuestra mente vuela libre y se imagina todo tipo de escenarios, generalmente más negativos de lo que luego son en realidad.

¿Los astronautas aprenden a hacer con los miedos lo mismo que hacen con la Tierra, a mirarlos desde lejos?

Sí, es como aplicar el efecto perspectiva incluso antes de haber salido del planeta Tierra. Cuando das un paso atrás y miras los miedos de lejos, no con nuestra visión de foco, sino con perspectiva, siendo consciente de que tu forma de ver el mundo no es necesariamente la forma en que el mundo es, comprendes que al final los seres humanos somos tremendamente adaptables y sabemos sobreponernos.

Esto será bueno para gestionar a los ‘haters’, ¿tiene muchos?

Tengo terraplanistas, que no me tienen mucho cariño. Pero en general no he notado demasiado odio en redes. Eso sí, noto la crispación en general a mi alrededor, y no me gusta. 

¿Cómo gestionan la salud mental? ¿Se puede aprender algo de lo que hacen los astronautas para los que vivimos a ras de tierra?

Quizá nunca lo vas a llevar a un nivel tan extremo como el de un astronauta, pero creo que mantener la calma bajo presión, relativizar tanto los problemas como las grandes noticias, ser flexible, adaptarte y escuchar, pensar en que los problemas tienen una solución y buscar apoyo en los demás, es la idea hacia la que hay que ir. Ese es el temperamento que buscan en un astronauta y creo que sería muy positivo para toda la sociedad que intentásemos adoptar esa visión y trabajar más en ello. Porque todos nos podemos dejar llevar, yo también me enfado y me cabreo, pero hay que hacer un esfuerzo autoconsciente.

O sea, que se pasan el día tratando de poner los pies en la Tierra…

Sí, básicamente, mi trabajo consiste en mantener los pies en la Tierra. Hasta el momento en que tenga una misión, espero no despegarlos.

Básicamente, mi trabajo consiste en mantener los pies en la Tierra. Hasta el momento en que tenga una misión, espero no despegarlos.

Recientemente la cápsula Starliner ha dejado dos astronautas “varados” por avería en la ISS. Si tuviera que quedarse varios meses de más, ¿cómo se lo tomaría?

He leído las biografías de astronautas que han estado en algunas misiones que se han alargado más de la cuenta y, en general, el sentimiento es positivo. Si se te presenta esa oportunidad, echarás de menos cosas de la Tierra, pero cambias la perspectiva, te adaptas y a disfrutar.

Una persona rodeada de multitudes, ¿cómo se prepara para la soledad de una futura misión espacial?

En realidad, se entrena más la parte de cómo vivir en compañía. Porque vas a estar aislado, en un sitio muy pequeño, con tres, cuatro o cinco personas que no conoces, con culturas diferentes y formas de pensar diferentes, y tenéis que trabajar juntos. Y ahí los conflictos se tienen que solucionar, porque no tienes opción de irte o desconectar. Pero es verdad que buscan perfiles que sean capaces de estar mucho tiempo solos.

¿Y lo ponen a prueba?

Sí, en el entrenamiento de supervivencia, por ejemplo, tienes que sobrevivir en el frío y hacerte un refugio tú solo. Pero en mi caso es que me gusta muchísimo la soledad, no es algo que tenga que entrenar.

De pequeña usted tenía una casita en el árbol, ¿no?

Sí, era un proyecto de mi padre. Había un roble que era de su bisabuelo, en medio del bosque, en un pueblo muy pequeño de León. Y quiso hacer una cabaña, porque en toda mi familia son carpinteros y por honrar un poco a su abuelo. Empezó el proyecto y nadie daba un duro, porque empezó la casa por el tejado. Yo le ayudé y funcionó; lleva más de 20 años en pie.

¿Y ha pasado tiempo ahí sola, como si fuera una primera estación espacial?

De adolescente iba mucho, cuando quería aislarme cogía un libro y me metía en el bosque. Allí solo escuchaba a los pajaritos y los lobos.

Si un día está en el espacio, ¿una de las imágenes que le vendrán a la mente será esa?

Es posible. Porque, al final, creo que parte del efecto perspectiva cuando estás en el espacio va a ser esa ambivalencia de sentimientos, el de estar más lejos de la humanidad de lo que jamás imaginé, completamente sola, pero al mismo tiempo te tienes que sentir muy unido. Estás viendo el planeta en su conjunto y esa bolita contiene todo lo humano, te tienes que sentir cerca.

Si un día voy al espacio, es posible que me acuerde de la casita en el árbol que hizo mi padre

En ese pequeño pueblo de León, Candanedo de Boñar, le dedicaron una plaza este verano. ¿Es mucho más emocionante que cualquier otro reconocimiento? 

Es un pueblo muy pequeño, deben quedar entre seis y diez personas censadas, aunque en verano subimos a 50. Me emocioné, se me empezaron a caer las lágrimas y casi no pude articular palabra. Pensé que tiene narices, dos años entrenando y voy aquí y me rompo.

Si se cumplen las expectativas y en unos años una mujer pisa la Luna, ¿qué frase, al estilo de Armstrong, pronunciaría para la historia?

Te diré que llevo dándole vueltas desde que me nombraron astronauta de reserva y voy rebotando la pregunta a otros para ir robando ideas (risas). Obviamente, si la tuviera clara no podría hacer spoiler, pero está claro que haría algún guiño a que ahora las huellas van a ser de mujer, o hablar del avance como especie. También es verdad que puede que te impacte tanto ese momento que tu cerebro de alguna forma desconecte y la espontaneidad tome los mandos, a saber lo que dices.

A lo mejor se le escapa un “¡viva Candanedo de Boñar!”

Ja, ja, ja. Si lo digo igual me tengo que quedar a vivir en la Luna (risas).

Una persona que ha desarrollado su carrera gracias a la educación pública, ¿cómo ve este panorama en el que son las empresas privadas las que llevan las riendas de la carrera espacial?

Creo que la colaboración público-privada no solo es una realidad, sino que es buena y necesaria. Pero, claro, para que esto funcione la pública se debe beneficiar de esa velocidad de las empresas, pero al mismo tiempo creo que tiene que haber una regulación muy estricta. Y más ahora que el sector espacial está despuntando; estamos hablando de un sector que mueve 400.000 millones de euros a día de hoy y que ascenderá a un billón de euros para 2040. Todo el mundo va a querer un trozo del pastel. Hay que ponerse serios en temas de derecho espacial, que haya una legislación, que quede muy claro cómo se va hacer la explotación de recursos, a quién pertenece. Y con los satélites tiene que haber una regulación ya, estamos copando la baja órbita y dependemos de ella para todo, desde la navegación a la observación de la Tierra.

Hay que regular la explotación del espacio. Todo el mundo va a querer un trozo del pastel

Si un día la basura hace imposible salir del planeta, ¿sería su peor pesadilla?

No me había parado a pensarlo. Los gobiernos y las agencias son muy conscientes del problema de la basura espacial y se están poniendo muy serios. Desde la ESA, por ejemplo, hay muchos proyectos que buscan formas de reducir esa basura o de hacer un reacondicionamiento de ese material para darle un segundo uso.

A lo mejor los astronautas acaban siendo basureros.

Bueno, también es una misión para mejorar la humanidad. Yo estaré a lo que me toque. 

Se ha convertido en referencia para muchas niñas, ¿no piensa a veces en que también puede generar expectativas que luego se vean frustradas?

Yo soy muy clara con eso. Cuando me preguntan qué tengo que hacer para ser astronauta, lo primero que digo es manejar las expectativas, porque las probabilidades son casi nulas. Yo soy consciente de que si ahora volviésemos al proceso de selección y los 23.000 que nos presentamos nos volviésemos a presentar, probablemente los 17 seleccionados serían 17 personas diferentes. Esto es muy complejo y casi todas las pruebas son psicológicas, donde no hay una respuesta correcta. Son muchas sutilezas, incluso aunque te prepares toda la vida y seas la persona más inteligente y más sana del mundo, no tienes ningún tipo de garantía de que te vayan a seleccionar. Dicho esto, el mensaje que yo siempre lanzo, especialmente a los más jóvenes, a los que noto con muchas inseguridades, es que se atrevan a intentarlo. Cuando yo me presenté a este proceso no soñaba con conseguirlo, pero sabía que me estaba retando a mí misma y me iba a enfrentar a cosas que me daban vértigo, pero que me iba a sobreponer.  

¿El miedo es entonces a que haya por ahí otra Sara pero que ella no dé el paso?

Exacto. Que se limite. La vida nos lo va a poner muy difícil. Te vas a enfrentar a circunstancias familiares, sociales, económicas que te van a poner baches. Pero si en la casilla de salida te quedas parado, te vas a quedar ahí para siempre.

En la charla que dio este fin de semana en Naukas Bilbao hay un momento en que puso una diapositiva gigante con la palabra “Inspiración”. ¿A usted qué le inspira?

Curiosamente, no tengo grandes referencias con nombres y apellidos, la gente que me ha inspirado a lo largo de mi vida, desde que era pequeña, son todos anónimos, gente que por su calidad humana, su valentía y su forma de entender el mundo me ha parecido fascinante y se ha ganado toda mi admiración y mi respeto.

Hasta en esto ha dado la respuesta perfecta, da usted mucha rabia

¡Al final vas a conseguir que me salgan haters, ja, ja, ja! 

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