Las sentencias por el crimen de Báez Sosa: el porqué de las penas en el fallo unánime del tribunal
Todo esto puede pasar en trece minutos: ocho jóvenes de entre 21 y 23 años, de pie, la cabeza alta y la vista al frente, escuchan que tres jueces han decidido que les corresponde a cinco de ellos una condena a perpetua y a tres, quince años de cárcel. Hay suspiros, se oye el tintineo de las cadenas de las esposas. Y el quejido de una madre y el aullido de otra y una mamá que llama a su hijo como si lo despertara de la siesta: “Machu, Machu”. La madre pide estar con el hijo porque el chico se desvaneció y prefiere ser ella quien lo despabile y no esos tres agentes del servicio penitenciario que lo atajaron, apenas, con las manos. Después, vendrá el insulto: “Esto es todo una mentira, saquen a todos los periodistas, la puta que los parió. Tres años torturándolo, no me importa más nada”. Lo dice la madre que pidió por el hijo. La madre tiene un cáncer bravo y rápido, y el hijo, un destino de encierro. Entonces la transmisión se corta.
No es posible volver el tiempo atrás. Los tres jueces que componen el Tribunal Oral en lo Criminal N°1 de Dolores se expidieron. Prisión perpetua para Máximo Thomsen, Ciro Pertossi, Enzo Comelli, Matias Benicelli y Luciano Pertossi, y quince años de cárcel para Ayrton Viollaz, Blas Cinalli y Lucas Pertossi, por considerarse partícipes secundarios. Todos han tenido responsabilidad en el crimen de Fernando Báez Sosa, el chico que estaba veraneando en Villa Gesell con amigos y en la madrugada del 18 de enero de 2020 murió a causa de los golpes que los condenados le propinaron en patota y a traición. La defensa apelará la sentencia. La querella ya adelantó que también lo hará, porque les resulta insuficiente.
La imputación -homicidio agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas- varió levemente respecto del delito con la que llegaron a juicio: cinco eran coautores y tres partícipes necesarios, pero el Tribunal entendió que estos últimos fueron secundarios. Por eso les corresponde una pena menor. “Participaron en la ejecución del acto, pero realizando una acción criminal que si hipotéticamente se suprimiera el resultado homicidio igual se habría producido”, dice la sentencia. Es decir, que sin su participación Báez Sosa igual hubiera muerto.
No quedaba hueco sin ocupar en la sala de audiencias y el aire era un solo bloque: denso, de hielo. Antes de que el secretario leyera el veredicto y la sentencia, Marcos Pertossi, el padre de Lucas, se quejó. Los acusados ya estaban en la sala, les habían retirado las esposas y se habían quitado los barbijos, cuando una periodista atinó a sacar una foto, algo prohibido durante todo el juicio. “No se puede sacar fotos”, increpó el padre de Lucas. La mujer intentó disculparse. “No sabía”, se excusó. Pertossi se indignó: “Sí sabías. Todos sabían”. Una fila de policías se ubicaron en el pasillo que divide a las familias de los condenados de los bancos ocupados por los amigos de los padres de Báez Sosa. Fue un refuerzo de seguridad. La modelo y conductora Karina Mazzocco se recostó sobre el marco de la puerta de ingreso a la sala. Esta vez, El Oso, el personal trainer de Fernando Burlando se quedó afuera.
Una venganza por un cruce menor disparó el plan para matar
Pruebas sobran. La suela de la zapatilla de Thomsen quedó tatuada en el mentón de Báez Sosa. Quedó impregnada la sangre de Báez Sosa en la camisa, el pantalón y una zapatilla de Matías Benicelli, el chico que usaba el pelo atado en un rodete y sonreía a la cámara frontal del teléfono cuando promediaba enero y empezaban las vacaciones con amigos: de él no queda más que la cara de hueso, angulosa. Luciano fue y vino a las patadas, moviéndose entre Báez Sosa y los amigos que intentaban defenderlo. En los videos, no hay dudas, Ciro Pertossi va por derecha y Enzo Comelli por izquierda, cada uno con una trompada que deja de rodillas a Báez Sosa. Máximo Thomsen llega a la escena hacia el final, siempre está “sobre” Báez Sosa. Para el Tribunal, Lucas Pertossi -el que filmaba todo y por eso se había ganado el mote de “Croniquita”-, Ayrton Viollaz -el arengador- y Blas Cinalli -cuyo ADN quedó impregnado en el meñique de Báez Sosa- “tomaron parte en el hecho, pero sus aportes no resultaron esenciales para que la conducta de los coautores pudiera consumarse”.
Fue una venganza, determinó el Tribunal. El ataque fue desquite por el cruce que Thomsen había tenido dentro del boliche con la víctima y dos amigos. Bastó un empujón y golpe en el estómago para que el asunto siguiera afuera. En la sentencia los jueces pusieron en duda que la paliza haya estada destinada solo a Báez Sosa, entienden que los agresores fueron contra el grupo de amigos de Fernando pero aprovecharon que la víctima estaba inconsciente. “La situación para los acusados cambia -dice la sentencia- cuando la víctima queda inmovilizada, semi inconsciente y a merced de los atacantes. La brutalidad de los golpes que en tal situación parte del grupo continuaron propinándole hasta dejarlo sin signos vitales, me permite afirmar que en tales circunstancias, internalizaron -actualizando su propio conocimiento- y encaminaron su voluntad conjunta y en un todo de acuerdo, a darle muerte a Fernando Báez Sosa”, afirman los jueces.
Los jueces, entonces, afirman que hubo un plan organizado para matar a Fernando y que los atacantes se aprovecharon del estado de indefensión de la víctima, algo que la defensa de los ahora condenados puso en duda desde el principio y reforzó en los alegatos. Estos fundamentos no fueron leídos en aquellos trece minutos que se emitieron en vivo y en directo por todos los canales de televisión. Al regreso de la transmisión, Máximo Thomsen ya no estaba, tampoco los familiares de los condenados. Ayrton Viollaz, las manos en la espalda, lloró por primera vez en todo el juicio. Al cierre de esta nota, a tres años de haber sido detenidos, luego quince audiencias y 87 testigos, los ocho responsables de la muerte de un chico de su misma edad están camino a la alcaidía de Melchor Romero, en La Plata.
Qué hizo cada uno
“Máximo Pablo Thomsen y Ciro Pertossi estuvieron en todo momento atacando a la víctima”, sostuvo la jueza María Claudia Castro en su voto, al que adhirieron los otros magistrados Christian Ariel Rabaia y Emiliano Javier Lázzari. Sobre ellos, la presidenta del Tribunal resaltó que “las pericias de ADN como así también el resultado de la escopométrica en relación al calzado marca Cyclone perteneciente a Thomsen”, y que en las “botamangas” del pantalón de Ciro Pertossi “se detectó sangre humana con el patrón genético de Fernando Báez Sosa”, lo que los vincula con el hecho, en el que “la mayoría de los golpes que ocasionaron la muerte fueron patadas dirigidas a la cabeza del fallecido”.
Luciano Pertossi y Enzo Comelli, inmediatamente del comienzo del ataque, fueron directo al lugar donde Báez Sosa había caído desmayado “efectuando movimientos de ataque”. Según Castro, “la actividad desplegada por Matías Benicelli en su rol de coautor, se extrae sin esfuerzo (…) habiendo resultado elocuente el hallazgo de sangre en la que se detectó el perfil genético de la víctima en todas las prendas que vestía aquella noche”. Por eso, para la jueza formó parte de los “actos del ataque mortal”.
Thomsen, Comelli, los hermanos Ciro y Luciano Pertossi, y Benicelli son los cinco que “pusieron mano sobre Fernando Báez Sosa, o bien realizaron una conducta indispensable, una vez que la víctima se encontró rendido y en estado de absoluta indefensión”, sostuvo Castro. Mientras tanto, “los tres restantes tomaron parte en el hecho, pero sus aportes no resultaron esenciales para que la conducta de los coautores pudiera consumarse”.
Ayrton Viollaz, que pasó en los alegatos de las partes acusadoras, de mero arengador a agresor directo hizo, según el fallo, “un aporte no esencial en el hecho porque no se corroboró con el grado de certeza que requiere esta etapa, que haya ejercido acciones directas contra Fernando Báez Sosa”. Respecto de Lucas Pertossi, la jueza entendió que “su aporte resultó secundario”. “Fue quien filmó el inicio del ataque, grabación que dura siete segundos”, indicaron. Descartaron que haya sido uno de los que chequeó, como Viollaz, que la zona estuviera liberada. Lo mismo corre para Blas Cinalli.
VDM
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