Cuando los colombianos ganan el Tour de France
Evoca Carlos Real de Azúa el acierto histórico del profesor titular de Derecho Romano en la Universidad de la República, que principiaba la primera clase poniéndoles límites que sería frívolo ultrapasar: “El Derecho Romano empezó por no existir”. Lo mismo diría décadas después el propio historiador montevideano al inicio de otro curso: “La cultura uruguaya empezó por no existir”. Otro tanto dijo el domingo en Bogotá la vicepresidenta electa Francia Márquez. Que la democracia en Colombia empezó por no existir.
También esta Newsletter semanal de Política Internacional de elDiarioAR de cada jueves, esta misma que hoy regresa excepcionalmente en viernes, después de sobrevivir a tres súperdomingos electorales que la tuvieron en vilo, empezó por no existir. Cuando este epistológrafo supo que esta Newsletter había sido llamada a la existencia, el nombre que más lo tentó de entrada -y el que menos le gustó desechar- fue el del tercer libro de Elena Garro. La semana de colores (1964) son trece cuentos sin triscaidecafobia ni claustrofobia ni más culpa que la de los traidores tlaxcaltecas ni más lastres o recuerdos que los del porvenir, que inventaban el realismo mágico a la vez que cancelaban cada una de sus supersticiones pegadizas. El título era adecuado para una frecuencia hebdomadaria, prenunciaba las alternancias cromáticas. Le faltaba eso que enuncia El mundo es azul como una naranja, la referencia inequívoca al Mundo, que requiere una Newsletter que acompaña a la sección de Mundo en un periódico cotidiano. Y por eso quedó el verso de Paul Éluard (después de todo, el poeta surrealista que más gustaba a la prosista mexicana).
Tanto que no existía empezó a existir, y tanto que existía cambió de color, en estas semanas, que en cada uno de los diez movimientos que siguen se consuma, traspasado el solsticio de junio, la caducidad de tantos monocromatismos, la perennidad de ninguno.
1. Una victoria, un avance, una derrota de las izquierdas
O una retirada, un retroceso, un triunfo de las derechas. En tiempos de las prolongadas operaciones rusas en Ucrania, como en los que duró el imperio del covid, se vuelve más sensible la practicidad, que demuestra el uso, de metáforas militares, que hacen de las crisis sanitarias y de las campañas electorales continuación de la guerra por otros medios. Y a cada desenlace provisorio, calificamos como a batallas. Y en la democracia moderna, como en la guerra más moderna, no hay Stalingrados, no hay batallas decisivas. El domingo 19, la izquierda sin adjetivos ganó por primera vez en tres siglos el gobierno en Colombia, por primera vez en el milenio se convirtió en líder de la oposición en Francia, y por primera vez en medio siglo las izquierdas fueron vencidas en su más poderoso bastión español, Andalucía.
2. Trumps y Bolsonaros que no llegaron a existir
Como es irracional atribuir por entero al azar el curso de los acontecimientos, es razonable el intento de dotarse de instrumentos que señalen una homogeneidad, o al menos una analogía, entre fenómenos políticos nuevos que de otro modo serían a la vez ininteligibles y heterogéneos. Al conjunto de los desafíos victoriosos a un Establishment centrista se le encuentra la analogía inmediata de Trump y de Bolsonaro. El derrotado rival de Gustavo Petro en Colombia, el millonario provinciano Rodolfo Hernández, fue de inmediato igualado al mediático neoyorquino y al ex capitán del Ejército brasileño. También a José Antonio Kast, que ganó la primera vuelta y perdió la segunda de las presidenciales en Chile a fines de 2021, se le había adjudicado el doble parangón. Hernández y Kast perdieron sus balotajes, y entre las concausas de su derrota se halla el filón libertario de sus programas económicos.
3. Colombia, la izquierda que nació cuando ganó
En Colombia, la que no existía era la democracia, a pesar de las apariencias, dijo Francia Márquez en su discurso. La violencia de las guerrillas y del narcotráfico era la precondición de la aparente salud institucional sin quiebres. Todos los presidentes eran presidentes de guerra. La democracia había llevado 214 años, los de vida independiente republicana, no existiendo. Hasta la paz (o el desarme de las FARC) que once millones y medio de votos la despertaron de su sueño dogmático y le abrieron los ojos a un horizonte donde la República será gobernada por un ex guerrillero y una militante ambientalista afrocolombiana. Y el lunes, diarios y medios transatlánticos y hemisféricos titularon con una unanimidad de enfoque tan estadísticamente rara como, en el caso, nulamente imprevisible. ‘La izquierda política en Colombia empezó por no existir, y ahora es neonata“.
4. Colombia, ¿qué y quién murió cuando perdió?
La muerte con más texto en las necrológicas es la de Álvaro Uribe, cuya figura domina los últimos veinte años de vida política colombiana, único presidente elegido y reelegido con el mandato de decididas primeras vueltas positivas (los votos eran de él y para él, no contra otros), que hizo de Colombia un baluarte de la derecha, una excepción inmune a los flujos y reflujos del socialismo del siglo XXI. La ideología de los DDHH y el modelo económico de redistribución y consumo, estuvieron ausentes de sus planes pero no de sus burlas. Hizo de su país un aliado estratégico de la OTAN y socio comercial de EEUU. Su ministro de Defensa fue su sucesor designado, pero se sintió traicionado cuando Juan Manuel Santos pactó en Cuba las paces con las FARC. Lejos de ser súbita, esta muerte era el resultado de una larga agonía. El control desde una banca de senador que Uribe buscaba ejercer sobre presidentes que le debían la victoria electoral, pero que ahora estaban por sobre él, era fatalmente parcial, y contraproducente.
5. Colombia, ¿qué abortó por no ganar?
Colombia era el único país de América Latina donde la izquierda no había gobernado nunca, y fue el último en votar a un Pacto Histórico de las izquierdas. Es decir, la izquierda que llega al poder, como la que llegó con Gabriel Boric en Chile, es plural, ecológica, multiétnica, pluricultural, con una agenda de género y diversidad tanto o más gravitante que la clasista. Pero Colombia no tiene por detrás una experiencia como las de Salvador Allende en Chile o Velasco Alvarado en Perú o Torrijos en Panamá, ni siquiera como los socialcristianos y socialdemócratas que a fines del siglo XX habían alternado en el poder en Ecuador o Venezuela. Más de la mitad de Colombia votó por Gustavo Petro y la mitad votó por Rodolfo Hernández. Nadie votó por el centro, y Colombia fue también el último país de América Latina donde el centro desapareció como fuerza electoral competitiva.
6. Francia, o Testimonios sobre Mariana
En el film colombiano Tantas almas (2019), un pescador que desobedece la orden de los paramilitares que prohíbe buscar cadáveres de familiares y sale a encontrar los de sus hijos, es capturado y llevado al campamento de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Se lo llevan al jefe, que hace esperar a todos mientras mira la tele. Es el Tour de France, que comenta en voz alta y en solitario, hasta que el pescador también habla, porque coincide en que el estilo del líder del pelotón colombiano le evoca el del que resulta ser el ciclista favorito de ambos; el jefe ordena que le den de comer. El ciclismo une a enemigos de clase en Colombia, mientras que en Francia es otro terreno más donde la victoria puede ser de los otros.
En las legislativas francesas, elecciones clave en un país donde de la mayoría de las bancas en la Asamblea depende la designación del primer ministro, vencieron los otros del oficialismo de Emmanuel Macron. En su novela de anticipación Sumisión (2016), Michel Houellebecq había imaginado las elecciones presidenciales francesas de 2022 como un duelo entre Marine Le Pen y un candidato de un partido no tradicional y personalista (en la novela, islámico; en los hechos, Macron). Los votos de la centroizquierda, que no llega al balotaje, van al enemigo de la ultraderecha. El novelista figura a Marine con el perfil de Marianne, la típica representación femenina de la efigie de la República. Los discursos que le inventa son sustancialmente idénticos a los que Marine pronunció. La política del siglo XXI, en Francia, estaba dominada por esta polarización entre derecha y ultraderecha. En las legislativas, lo que había empezado por no existir, existió. La izquierda nueva de NUPES (Nueva Unión Popular Ecológica y Social) de Jean-Luc Mélenchon se convirtió en líder de la oposición. La polarización tienen ahora nuevos polos, y el gobierno no tiene mayoría propia.
7. Andalucía, o Andamos huyendo, Lola
En Andalucía, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) lo perdió todo, y una izquierda unida perdió más que si las izquierdas se hubieran presentado por separado a las elecciones en la Comunidad Autónoma más poblada, y la segunda más extensa, del Reino de España. El Partido Popular (PP) ganó la mayoría absoluta, para gobernar a gusto, sin alianzas con Ciudadanos. También aquí el electorado declaró prescindible al centrismo.
Como si los demócratas perdieran voz y voto en Nueva York, el MAS en Oruro, el laborismo en Londres, o el peronismo en Avellaneda. Ganó la derecha, pero no la extrema derecha. Aunque Vox ganó más votos que nunca antes, también quedará fuera del gobierno. La de Vox es una derecha social y cultural, enemiga de la izquierda anticlerical y ‘de género’. ¿Cuál fue la campaña del PP? Parecida, o idéntica, a la que otrora fue la del PSOE: garantizarles a las clases trabajadoras que sus derechos y privilegios sociales serán defendidos contra cualquier reformismo. Que en Andalucía la siesta es sagrada.
8. Ecuador, y la novedad que preexistía
En Ecuador, el presidente Guillermo Lasso derrotó un año atrás, después de un dramático recuento de los votos, al candidato correísta Andrés Arauz con una campaña que, en suma, era la misma que el PP desplegó en Andalucía. Vacunas para todos, y ya, desarrollo, subsidios para el trabajo, protección de los desempleados, créditos para las pequeñas empresas, unidad nacional, vigilancia de los precios, aumento de los salarios mínimos, y las bonanzas que vendrían de la libre empresa y la seguridad jurídica de un país que no había conocido nunca las violencias guerrilleras de los vecinos Colombia y Perú.
Las vacunas llegaron, el plan de inmunización se cumplió en este país dolarizado. También llegó la violencia en las cárceles; en 2021 murieron más de 300 reclusos en la represión o en luchas intestinas. La pandemia, y la lentitud en el transporte internacional que fue su consecuencia, dejaron a Ecuador, enclave geopolítico, con depósitos de cocaína frenada sin comercializar de magnitudes desconocidas, y en todo caso no calculadas, ni su cuantía, ni su incidencia, por el gobierno, que decomisó miles de toneladas en acciones sin duda incompletas. La elección en la cual se impuso Lasso había arrojado una imagen nueva del país, dividido entre tres grandes fuerzas. A las de la izquierda y la derecha se sumaba un movimiento de liderazgo indígena (pero de electorado que excede a toda identificación étnica), Pachacutic, que en principio había manifestado su proclividad a buscar alianzas con Lasso antes que con el correísmo.
9. Ecuador, y una novedad que no existía, hasta que existió, e insistió
Desde hace una semana y media, un levantamiento de la Confederación de las Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie), ha dejado al menos cuatro manifestantes muertos, 18 agentes policiales desaparecidos, Quito con sus calles ocupadas. Leonidas Iza, el mismo líder que en octubre de 2019 marchó sobre la capital ecuatoriana, e hizo retroceder al gobierno de Lenín Moreno, sucesor designado de Rafael Correa, está ahora al frente de una movilización social. Diez puntos básicos tiene la lista de reclamos, centrada en la inflación, la carestía de la vida, el costo de los alimentos, la ausencia o deficiencia de la asistencia sanitaria, el precio pagado por el Estado para producciones indígenas y campesinas agrarias, y el que les hacen pagar por insumos básicos.
La lista está encabezada por la misma protesta que los movilizó en 2019: el precio del combustible. Piden al gobierno que anulen todos los aumentos, y garanticen un ‘precio cuidado’. El motivo del reclamo es el mismo, pero el motivo de que el público deba pagar más por el hidrocarburo es diferente. En 2019, era una quita de subsidios estatales al precio pagado por los particulares: que entonces pagaban más, porque el Estado pagaba menos por galón (que es como se mide la gasolina en este país dolarizado). En 2022, es un resultado del aumento del precio internacional de los hidrocarburos, resultado de la guerra en Ucrania. Un aumento que aumentará y aumentará, cuando en el hemisferio norte llegue el otoño y llegue el invierno.
10. La Grasa de las Capitales, o Reencuentro de Personajes
La guerra en Ucrania avanza, y tanto en Washington como en Bruselas, en Berlín como en Kiev, Joe Biden y Ursula von der Leyen, y Olaf Scholz y ahora también el mediador antes enfáticamente ecuánime Emmanuel Macron sólo ven su fin corriendo en una fuga hacia delante. Más armas, más créditos, más auxilios logísticos y de inteligencia y asesoría al gobierno ucraniano de Volodimir Zelenski. Vía expedita aprobada para el (examen de) ingreso de Ucrania y Moldavia a la Unión Europea (UE). Búsqueda de alternativas para el gas y el petróleo ruso. Entendimientos a medias con Venezuela, levantamiento de alguna sanción personal, Chevron operando en la República Bolivariana. Más libertad de acción para la República Islámica de Irán, que de esa exposición también sufre sacudones como el que motivó la renuncia de un importante jefe de Inteligencia de un cuerpo de élite. El cordón sanitario democrático de la Cumbre de las Américas no inhibe el viaje de Biden para visitar a la Monarquía saudita. Lo precedió el líder más pragmático de los tiempos de guerra, el presidente turco Erdogan, también olvidadizo del asesinato del periodista árabe disidente en el consulado saudita en Estambul.
Mientras tanto, la Corte Suprema en Washington confirma el derecho constitucional ciudadano a portar armas dentro y fuera de casa, pero revisa la base constitucional del fallo Roe vs. Wade que en 1973 había fundado en el derecho a la privacidad el derecho a interrumpir un embarazo. No toca al Supremo Tribunal decidir eso: deben legislar los representantes del pueblo en cada uno de los 50 estados. Que podrían decidir prohibirlo, o peor, penalizarlo.
AGB
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