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Sobre este blog

Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.

En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo. 

El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.

Las mujeres de Nación Diaguita: la ancestralidad como elección

El cuidado de la salud sexual y reproductiva en la Red Trasandina se nutre de saberes transmitidos por las abuelas, todos sus vínculos tienen una conexión inter y transgeneracional.

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De un lado y del otro de la cordillera, Nación Diaguita se denomina al conjunto de pueblos indígenas del Noroeste Argentino y el Norte Chico Chileno. Las mujeres de esta comunidad han tejido una red para acompañarse y expandir su sabiduría ancestral. Lo hacen de muchas maneras: a través de mensajes, encuentros virtuales de apoyo, espacios de sanación y formación, y círculos de aprendizaje colectivo. En el centro de sus prácticas, ponen la vida y el cuidado de los cuerpos y las aguas. Esta red trasciende fronteras y refuerza su identidad y autonomía.

Entre ellas se llaman hermanas, y este vínculo es mucho más que una expresión de afecto; es una decisión profunda de compartir la vida y resistir juntas. Su conexión va más allá de lo personal, el cuidado, la crianza y la salud se piensan desde una perspectiva comunitaria: si una de ellas está embarazada, las que están más cerca la acompañan; si una empresa llega a alguno de sus territorios con un proyecto extractivo, todas se organizan para denunciarlo sin comprometer a quienes allí resisten; las infancias, o guaguitas, se crían de manera colectiva, con el compromiso de todas, como lo hacían sus abuelas.

Para ellas, la ancestralidad es una elección cotidiana, no sólo una herencia. No preservan sus tradiciones por inercia, sino que deciden cómo quieren vivir y defender su modo de vida frente a las amenazas del presente, que tantas veces se parecen a las del pasado. Así, estas mujeres construyen y reconstruyen sus prácticas en torno a la tierra, los ciclos de la naturaleza y la crianza compartida, manteniendo vivos los saberes y las aguas que les permiten sostener sus comunidades. Es una forma de resistencia y, al mismo tiempo, una manera de afirmar su autonomía y visión del mundo.

En esta nota polifónica se entrelazan las voces de seis mujeres diaguitas de Argentina y Chile, integrantes de la Red Trasandina de Ancestrías del Futuro, quienes han elegido no ser nombradas para proteger su proceso colectivo. Desde las zonas de alta montaña pasando por el mar hasta las grandes ciudades, la red convierte al acompañamiento en una práctica política. Son madres, docentes, agricultoras, tejedoras, investigadoras y curanderas que, entre rituales, siembras, rezos y cantos, enfrentan a su modo los impactos del extractivismo y la crisis climática.

Cuerpo-territorio: salud y resistencia

Para las mujeres de la Nación Diaguita la salud de sus cuerpos y la de la tierra están profundamente interconectadas, algo que la crisis climática ha hecho aún más evidente. Su conexión con la tierra es directa y concreta; no es una idea romántica como tantas veces se ha intentado minimizar desde la ciencia occidental; sino una forma de vivir y resistir frente a los impactos del extractivismo en sus territorios. “El agua contaminada enferma, el aire contaminado enferma, y la tierra envenenada también enferma a quienes consumimos sus frutos. Defender el territorio no es solo una cuestión ambiental, sino un acto de protección de nuestra salud integral”, subrayan.

La Red Trasandina de Ancestrías del Futuro se unió inicialmente para proteger las aguas y, en los últimos años, ha expandido su compromiso hacia los cuatro elementos que consideran esenciales para la salud de sus pueblos. Están convencidas de que la salud espiritual y física de sus comunidades depende de la conservación de estos elementos y rechazan prácticas de explotación que los destruyen.

El trabajo colectivo y la resistencia en red se han convertido en una necesidad urgente para asegurar la salud y el bienestar de las generaciones futuras. Frente a las consecuencias de los transgénicos, la minería y la deforestación, estas mujeres persisten en la preservación de prácticas agrícolas y de salud que aseguran el equilibrio y mantienen vivo el conocimiento ancestral sobre el uso sostenible del agua y el riego. “Lo que hacemos es un acto de resistencia que no se limita a la defensa de nuestras tierras, sino que busca preservar la salud integral de todas las generaciones que vienen”, aseguran.

Parirás con placer: el cuerpo como territorio sagrado

Para las mujeres diaguitas, el cuerpo es un territorio que se cuida de forma integral y colectiva, en sincronía con los ciclos de la luna, las estaciones y la fertilidad de la tierra. Este bienestar físico y espiritual no está separado del entorno. Prácticas como la agricultura sin agrotóxicos, el cuidado de acequias y ríos, los rituales de ofrenda y una alimentación basada en “energía viva” –quinoa, brotes, caldos de hueso– no son solo tradiciones, sino necesidades concretas y formas de resistencia para la vida. 

El cuidado de la salud sexual y reproductiva en la Red Trasandina se nutre de saberes transmitidos por las abuelas, todos sus vínculos tienen una conexión que es inter y transgeneracional. Las hierbas medicinales -yuyitos o montes según de qué lado de la cordillera se encuentren- ayudan a mantener el equilibrio de la matriz y se emplean en baños de vapor para tratar dolencias, permitiendo a las mujeres acompañar sus ciclos naturales de fertilidad y elegir cuándo y cómo concebir en sincronía con la luna.

Esta conexión con sus cuerpos y ciclos naturales se da sin imposiciones ni dogmas, como explica una sanadora ancestral desde el centro de Chile, “en términos de reproducción y prácticas sexuales no hay imposiciones ni dogmas religiosos, sino una transmisión de saberes de las abuelas”. Para ellas, la maternidad es una elección que se vive en red: “Una mujer no paría sola; hermanas, madres y tías cuidaban de ella. Hoy, esa red sigue viva”, asegura con esperanza.

“En nuestra cultura, la maternidad es sagrada, y no se la considera una limitación”, afirman, en contraste con los tiempos productivos y acelerados de la cultura occidental. Así, la maternidad en red se convierte en una práctica política y espiritual: “Una mujer atravesando ese ciclo de 9 meses siempre será cuidada por su comunidad, será tratada con alegría puesto que la infancia en camino nos trae mensajes espirituales a toda la población”, explican las ancestras. 

Desde su cosmovisión, el linaje es sagrado y se proyecta hacia el futuro en una relación profunda con la tierra y sus guaguitas: “Nosotras vemos que los grandes ricos y políticos del mundo no tienen hijos o no se vinculan con ellos, por eso se mueven así; no les importa el mundo que van a dejar porque no tienen continuidad. Nosotras queremos que la tierra que nos dieron nuestras abuelas sea disfrutada por nuestros hijos e hijas”, reflexiona una de las hermanas desde Antofagasta de la Sierra, Catamarca.

En esta cosmovisión, el placer ocupa un lugar central en la salud sexual, un aspecto que muchas veces se ha ignorado en las interpretaciones coloniales sobre los pueblos indígenas. “Nosotras vemos la salud sexual también como gozo, como armonía y equilibrio entre vida y espíritu. La sexualidad es parte de la salud integral, del bienestar y del equilibrio de nuestra espiritualidad”, concluyen.

Honrar los ciclos de vida

Para las mujeres de la red, la salud reproductiva y los ciclos de la vida también tienen un significado sagrado. “En nuestra cultura, el camino de cada persona se honra y respeta”. En ese sentido, el proceso de menopausia que en la medicina occidental se suele ver como una pérdida, es entendida aquí como un paso sagrado hacia una nueva etapa de sabiduría y plenitud, por eso la llaman desde una definición positiva: “Una mujer en plenipausia no pierde valor, sino que entra en una etapa más profunda, donde la experiencia acumulada se convierte en una guía para la comunidad”, señala una de las sanadoras ancestrales de la red.

La autonomía del cuerpo también significa para ellas alejarse de prácticas médicas que se perciben como invasivas o artificiales. “Nos alejamos de los anticonceptivos hormonales porque creemos que interrumpen los ciclos sagrados de nuestro cuerpo. Honramos nuestros aromas y nuestra sangre menstrual porque son expresión de la vida y el agua que tanto valoramos. En nuestras tradiciones, el cuidado y respeto de estos fluidos es un acto de conexión con el agua y con la vida misma”, explican.

Desde el territorio de La Plata, Buenos Aires, una integrante de la red reflexiona sobre su identidad diaguita y la importancia de fortalecer la espiritualidad como parte de la salud integral. “Para nosotres, la salud no se limita al cuerpo físico, sino que incluye el espíritu y el vínculo con la comunidad. Mantener viva esa energía espiritual es fundamental y se logra en ceremonias como el Inti Raymi o los encuentros de Pachamama en agosto”. En estos encuentros, la comunidad se reúne en círculos de palabra y rituales para conectarse con la naturaleza y con los ciclos de la tierra. Desde esta visión, la salud espiritual es la base para la salud física y se nutre a través de la colectividad y de la conexión con Pachamama.

Para las ancestras la respuesta es simple, así lo resume una de ellas: “Hay que colocar la vida al centro, donde el cuidado y la protección de las personas niñas y ancianas sean asumidos colectivamente; donde el alimento, el valor territorial, los saberes y la transmisión cultural son la base de la vida en comunidad”.

Autonomía y derechos en disputa

Aunque las comunidades diaguitas ejercen procesos de autodeterminación sobre sus cuerpos y territorios, estos a menudo chocan con las políticas públicas y los servicios estatales, especialmente en áreas como la salud y la educación. Las mujeres diaguitas, que ocupan un papel central en la organización y el cuidado comunitario, enfrentan limitaciones cuando los servicios de salud ignoran sus realidades: horarios que no se adaptan a quienes maternan solas o trabajan en el campo, y programas de salud que no reconocen sus prácticas tradicionales ni su cosmovisión. “Nosotras no somos una medicina alternativa; nuestra medicina viene de la raíz, y tenemos derecho a integrarla”, afirma una de ellas.

En las escuelas rurales, las docentes diaguitas se ven obligadas a cumplir con currículos diseñados desde las ciudades, lejanos a las necesidades y conocimientos de las comunidades. Sin embargo, estas docentes se convierten en un vínculo esencial entre el Estado y la comunidad, especialmente en la educación en salud sexual y la prevención de violencia de género. “Los niños y adolescentes se animan a preguntarnos sobre estos temas y, en ocasiones, incluso nos piden ayuda para conseguir métodos anticonceptivos o asesoramiento sobre sus derechos, incluyendo cómo hacer denuncias por violencia de género”.

A su vez, desde la Red Trasandina de Ancestrías del Futuro, las mujeres diaguitas defienden su derecho a una salud integral que contemple tanto la medicina alopática como sus prácticas ancestrales. Aunque su enfoque suele chocar con un sistema de salud que marginaliza sus saberes, buscan construir diálogos de respeto y colaboración. “Queremos que nos respeten y permitan nuestros rituales en los partos, como parir en casa o enterrar la placenta, que para nosotras no es basura, sino un elemento sagrado que vuelve a la tierra”, expresan.

Este proceso de integración es lento y está lleno de tensiones, pero para estas mujeres, la posibilidad de que sus conocimientos ancestrales sean reconocidos en el sistema de salud es fundamental para sostener la autonomía de sus cuerpos y comunidades. “Dialogamos con la medicina alopática no para rivalizar, sino para encontrar caminos de respeto y colaboración”, concluyen, resumiendo su visión y compromiso.

Crisis climática y defensa del territorio en la cosmovisión diaguita

Uno de los impactos más severos de la crisis climática es la escasez de agua, una realidad que afecta especialmente a las mujeres, quienes deben organizarse para asegurar alimento y agua para sus familias y comunidades. “La escasez de agua genera conflictos sobre su uso, pero también ha llevado a muchas mujeres a exigir al Estado que garantice el agua potable para todas”, señala una integrante desde Santa María, Catamarca, donde la sequía y la expansión minera dificultan cada vez más el acceso al agua. Para ellas, el agua no solo es un “recurso”, sino el eje de su vida y de su conexión con la Pachamama.

Frente a las amenazas de la minería, las comunidades han asumido un rol activo en la defensa del agua, con las mujeres liderando la resistencia. “Nuestros territorios están siendo vendidos sin consulta previa ni información”, denuncian desde el norte argentino. Su resistencia cotidiana se traduce en prácticas sostenibles como la agricultura sin agrotóxicos, el cuidado de ríos y acequias y la transmisión de sus tradiciones. Desde su mirada, el desafío más importante es visibilizar estas amenazas y continuar defendiendo el territorio con los valores heredados ancestralmente. “Estamos dispuestas a defender cada ser y espíritu de la gran Nación Diaguita y del Abya Yala, incluso con nuestras vidas, si es necesario”, aseguran.

El legado de las ancestras contra la política de la crueldad

Para las ancestras del futuro, la violencia estatal y la crueldad institucional no son fenómenos nuevos. Durante siglos, el patriarcado colonial impuso una cultura de sometimiento, relegando a las mujeres indígenas al servicio del hogar y los varones. Esta “transculturación machista” -como ellas la llaman- impulsada a través de la evangelización, las despojó de sus derechos y autonomía. “El patriarcado colonial, que lleva siglos sometiéndonos, relegó a las mujeres al servicio de la casa, la maternidad y el hombre”, señalan desde la red. Estas violencias dejaron heridas profundas que afectan aún la identidad y la memoria de las mujeres indígenas, quienes hoy buscan sanar esa carga histórica.

Este contexto de opresión resuena especialmente hoy frente a la llegada al poder de un gobierno autoritario encabezado por Javier Milei, cuyas políticas ponen en riesgo los derechos y la dignidad tanto de las comunidades indígenas como de las mujeres. La intención de Milei de reducir derechos colectivos y su falta de respeto hacia las diversas culturas que pre-existen al territorio nacional, refuerzan las prácticas de dominación que estas comunidades han combatido durante siglos. Ante este panorama, las mujeres de la red se ven llamadas a reafirmar su resistencia y a proteger el legado de sus ancestras.

La resistencia actual de las mujeres diaguitas no es solo un acto político, sino una recuperación de la dignidad y derechos arrebatados a sus antepasadas. “Lo que estamos haciendo ahora es una recuperación, no solo de nuestras autonomías, sino también de la dignidad y derechos que les fueron arrebatados a nuestras ancestras”, declaran. Para ellas, sostener este legado es fundamental en un contexto donde sus derechos y sus vidas están constantemente amenazados.

La vida cotidiana como resistencia

La visión de futuro que impulsan se sostiene en el equilibrio que han heredado de sus ancestras. Para ellas, la vida y la resistencia son inseparables, un ciclo natural donde la energía femenina y masculina se entrelazan en el cuidado de la tierra y de sus cuerpos. “Nuestro pueblo siempre ha trabajado en equilibrio, reconociendo que la tierra es un ser viviente que nos da lo que necesitamos”, afirman. Este conocimiento sobre cómo alimentarse, cómo cuidar a las guagüitas, cómo fortalecer el cuerpo y la mente, es el legado que transmiten a sus futuras generaciones, imaginando un futuro donde sus prácticas sigan vivas y se conviertan en modelos de vida saludable, de autodeterminación y defensa del territorio.

La salud mental y espiritual ocupa un lugar central en su resistencia. Para ellas, las emociones son como “ríos subterráneos” que reflejan las alegrías y los dolores de Pachamama y de todos los seres. “Sentimos el sufrimiento de los bosques incendiados, de las montañas explotadas, de la biodiversidad destruida por los monocultivos y de los ríos secos que dejan los proyectos mineros”, explican. En respuesta, celebran ceremonias y cantos rituales para permitir que el dolor fluya y sane. En los momentos de conflicto, recurren a las rondas de palabra, en las que cada miembro de la comunidad escucha y comprende, dejando que los “ríos internos vuelvan a su cauce”. De este modo, el cuidado de la salud emocional se convierte en una responsabilidad compartida, al igual que el cuidado de una planta o un animal enfermo.

A través de estos actos cotidianos de cuidado y resistencia, las ancestras del futuro mantienen viva una práctica que asegura no solo su bienestar, sino que también protege la memoria y la sabiduría de sus pueblos de una forma que trasciende las generaciones: “En nuestra cultura, el camino de cada persona se honra, acompaña y respeta. En la cultura occidental se subestima tanto a la niñez como a la vejez, y ese es uno de sus principales problemas, nosotras valoramos los procesos, la experiencia y el camino recorrido”.

CP

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Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.

En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo. 

El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.

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