Claudia Piñeiro: “La política debería prestar más atención a los debates feministas que proponen una asamblea permanente sin una voz única”
El mundo se paralizó y, cuando todavía la pandemia era una gran incógnita, durante aquellos días de confinamientos globales estrictos, cifras de contagios y muerte a cada rato en la televisión y angustia generalizada puertas adentro, algunas personas pensaron que para escapar un rato de todo aquello tal vez era una buena idea volver a algún clásico que habían dejado sin terminar. Otras intentaron ejercitarse en sus casas, siguiendo instrucciones a través de Zoom. Otras se entusiasmaron aprendiendo sobre botánica o cocina y volcaron su conocimiento en jardines interiores o delicias hogareñas con lo que había a mano. Varias adoptaron mascotas, según distintos relevamientos internacionales.
La escritora argentina Claudia Piñeiro se puso a estudiar entomología forense. “Aparece un cadáver y aparecen bichitos. Esta rama forense los estudia para entender cuándo se murió la persona o dónde, porque si el bicho que aparece es de otro lugar seguramente el cadáver fue trasladado. En esos momentos tan duros, y como la masamadre no era lo mío, además de escribir me metí en esto de los bichos”, cuenta ahora ante elDiarioAR, a pocos días de lanzar su novela nueva El tiempo de las moscas (Alfaguara, 2022).
-¿Sabías algo del tema o fue una casualidad?
-Un día la politóloga María Esperanza Casullo pone en Twitter que en la Universidad de Río Negro iban a dar un curso virtual sobre entomología forense. Como era un curso abierto a la comunidad a lo largo de todo un día me pareció fascinante. Y siempre me interesó esto de las larvas que crecen en el cuerpo: cuando yo era chica y se hablaba de los gusanos que aparecían en el cuerpo se creía que el gusano estaba adentro y muchas veces no se entendía que venía la mosca, ponía un huevo y después nacía un gusano ¿no? Me quedé con esa imagen de las moscas degradando cuerpos y cómo contribuyen a que se degrade la basura. Porque a uno le parece algo asqueroso la mosca en la basura pero a su vez contribuyen a la degradación y después de las moscas vienen otro montón de insectos. Entonces es fascinante: es el hábitat solucionando problemas que nosotros los humanos por lo general complicamos.
-¿Cómo llegaste entonces a retomar a Inés, la protagonista de la novela Tuya, que salió hace 17 años, para unirla con este mundo de los bichos?
-Hace algunos años el escritor Guillermo Martínez fue a Estados Unidos a dar clases a una universidad. Llevaba cuatro novelas latinoamericanas para ver con los alumnos y una de esas era Tuya. Cuando vuelve, me dice “Claudia, vos tenés que retomar este personaje”. Y yo por dentro pensaba “Pero Guillermo, el personaje termina en la novela presa porque mató a la amante del marido”. Me pareció que era algo que no iba a poder hacer. Hasta que insiste con el tema y me dice “Como Patricia Highsmith con Ripley, que no importa lo que haga si mata gente o qué, uno igual quiere saber qué sigue haciendo Ripley, cómo sigue escabulléndose de las cosas”. Hasta que empecé a hacer ese curso y se me empezaron a juntar el personaje de Tuya con esto de estudiar moscas, y las moscas como una plaga pero también como algo que hace su contribución al mundo también. Y se me empezó a hacer toda una mezcla en la cabeza. También me atrajo pensar en esta mujer 15 años después, que está en condiciones de salir de la cárcel. Era una mujer muy particular, muy machista, que podía decir cualquier cosa que se le cruzaba por la cabeza y uno se reía. Pero ahora sale a un mundo en el cual esos comentarios y algunas de las barbaridades que decía ya casi no causan tanta gracia. Quise ver qué le pasaba a esta mujer después de haber estado rodeada de otras mujeres en un lugar como es la prisión mientras el mundo cambió absolutamente. Lo que ella conocía, su idea de ser mujer en el mundo, estalló. Ella en algún momento lo dice: “Yo sabía cómo ser mujer y ya no lo sé más”. Entonces me pareció que era atractivo encontrarle eso al personaje. Y también muy difícil, es una de las novelas que más me costó escribir.
-¿La dificultad estaba en retomar la voz? ¿En cómo iba a circular esto en estos tiempos?
-Tenía que ver mucho con encontrarle una voz actual, porque además Tuya está escrita en primera persona, en la cabeza de ella. Hay intervenciones de documentos, de materiales forenses, y hay también un capítulo en tercera, pero la mayor parte es su cabeza. Y esa cabeza me parecía que hoy no podía ser la misma y que yo no podía contar lo que quería contar, es decir la anécdota de lo que sucede en la novela, solamente desde su punto de vista, tenía que introducir otros puntos de vista.
-¿Tuviste que volver a leer Tuya? ¿Encontraste cambios, como los que detecta Inés, en tu escritura después de tantos años?
-Yo creo que todos y todas hemos cambiado bastante. Bueno todas seguro, todos no sé, algunos sí (risas). Recién releí Tuya para revisar y corregir datos, como el apellido de soltera de Inés o el nombre de su madre, que yo no me acordaba si lo tenía. Y cuando releí encontré cosas que hoy escribiría de otra manera. Sobre todo lo que tiene que ver con el universo masculino. Yo no escribo con lenguaje inclusivo pero, por ejemplo, yo ya no escribiría más “cuando uno piensa tal cosa”, porque ahora digo y escribo “cuando una piensa”. Encontré algunas marcas de lenguaje de esa época que en ese momento a mí no me hacían ruido. Pero fue hace 17 años y hoy sí me hacen ruido y no las repetiría. Pero bueno, es una novela de otra época.
-Bueno, de hecho uno de los temas conflictivos que vos incorporás acá es la voz de ella que aparece entre paréntesis. Está como un tironeo o un vaivén entre lo que quiere y puede decir o lo que la hace dudar.
-Sí, eso pasa porque ella algo cambió en este tiempo. Pero además es una persona que se acomoda a las circunstancias y a lo que le conviene. Entonces si a ella sabe que no le conviene decir tal cosa, no lo hace. Pero cada tanto el pensamiento le viene y yo creo que para muchas personas de mi generación eso sucede. Vos sabés que hoy hay cosas que no van más, pero a su vez te vienen a veces porque son resabios de cómo fuiste criada. Entonces tal vez te aparece, pero no lo decís porque sabés que en algún lugar va a caer mal. Yo por lo menos me creo bastante modificada en este sentido. No me pasa tanto. Pero estoy rodeada de amigas, buenas personas, que cada tanto te dicen una cosa que vos decís “no para flaca, esto ya cambió”. Y sin embargo lo entendés perfectamente porque somos de otra época por más que intentemos aggiornarnos a la época actual.
-También en el libro aparecen esos planteos, desde la incorporación de capítulos en los que el protagonismo está puesto en un coro de voces que debaten.
-Sí, la asamblea o las moscas, o las mujeres pueden ser muchas cosas en esos capítulos. Yo quería que funcionara como funciona justamente el coro en la tragedia griega, por eso también está la cita a Medea. Y no solamente por eso, sino también por la cuestión de la maternidad y hasta dónde se puede llegar en la violencia maternal por decirlo de alguna manera. El coro en la tragedia griega justamente es la comunidad, que viene y opina sobre lo que está viendo en la obra. En El tiempo de las moscas son mujeres opinando sobre lo que está pasando: opinan si Inés hace bien o no hace bien. Si la hija tal cosa, si determinado hecho es feminicidio o no es feminicidio. Están opinando sobre la novela y sobre varios debates actuales: sobre qué pasa si una mujer mata a otra mujer. Qué pasa con las personas trans dentro del movimiento de mujeres. Que es algo que todavía en Latinoamérica por suerte no lo tenemos tan en discusión, pero que en otras partes del mundo es un tema que divide al feminismo ¿no? Cuando todavía no solucionamos un montón de otras cuestiones y cuando se supone que el feminismo debería ser acogedor y ampliar sus brazos más que cerrarlos. Pero bueno, son discusiones que forman parte de la historia y entonces el coro no podía no meterse ahí.
-¿Te interesaba contraponer posiciones, visiones distintas dentro de los debates feministas?
-Pasa que, más allá de lo generacional que decíamos antes, dentro del movimiento de mujeres hay distintos pensamientos y no todo el mundo piensa igual. Y eso no es malo para nada. Hay como una asamblea permanente para chequear consensos, para debatir, para dialogar. Y eso es algo que la política no toma generalmente. En la política hay uno que decide y termina diciendo “bueno, esto es así”. Creo que la política debería prestar más atención a los debates feministas que proponen una asamblea permanente donde no hay una voz única. Nos pasó durante todo el debate por el aborto y la ley. Por ahí me llamaba alguien y me decía “che, quiero hablar con alguien que sea la referente del feminismo en la Argentina para bajar esta línea” (risas). Y, no, no hay, flaco, ¡vas a tener que hablar con muchas! No es que hay una que manda al resto sino que es una asamblea permanente. Y eso me parece que es lo rico del movimiento y es lo que no se refleja en la política. Creo que por eso también tenemos algunos problemas que no terminamos de solucionar, porque no se logra conversar, argumentar y llegar a consensos.
Dentro del movimiento de mujeres hay distintos pensamientos y no todo el mundo piensa igual. Y eso no es malo para nada. Hay como una asamblea permanente para chequear consensos, para debatir, para dialogar.
-Bueno, pero incluso en la voz entre paréntesis de Inés o en los cruces que hay en el coro se puede ver una especie de pregunta sobre la corrección política en determinados debates.
-Sí, porque también hay cosas dentro de esos consensos que a una le aprietan ¿no? Porque cuando llegás a consensos vos aceptás a lo mejor cosas que no te dan muchas ganas de aceptar pero que decís “bueno, le hace bien al movimiento, vamos para ese lado”. Sin embargo, a lo mejor hay cosas que para vos son demasiado y que sentís que en ese lugar harías otra cosa. Y eso es lo que a Inés todo el tiempo le está saliendo, se dice “bueno pará, esto lo pienso de esta otra manera, pero está bien, no lo digo, lo digo entre paréntesis”.
-Por momentos la asamblea me remitió al caos las discusiones en las redes sociales. ¿Lo pensaste así también?
-La verdad es que no pensé en las redes sociales porque yo siento que la conversación que se arma ahí de alguna manera me dejó de interesar. Quiero decir, si estamos todas, en este caso digo todas porque son mujeres las del coro, en una asamblea mirándonos la cara y hablando y una le responde a la otra y hay una forma o un código para establecer ese diálogo. Las redes sociales son un caos donde muchas veces no hay una conversación, sino una necesidad de agredir y de molestar y sobre todo de callar gente. Creo que todos los días podés encontrar un grupo de personas que se ponen a agredir a una mujer por algo que dijo, que también puede ser una cosa tonta. O a lo mejor no tan inteligente, pero todos tenemos derecho a decir cosas no tan inteligentes (risas). En una asamblea, como sucede en la novela, creo que hay una conversación más organizada. Una puede estar de acuerdo o no con ese mecanismo, pero hay una conversación. Las redes sociales tienen a un montón de gente que lo que hacen es expulsarte de esa conversación. O que quieren conversar con los que ellos quieren conversar y listo, porque vos no estás dispuesta a soportar un montón de agresiones . Y lamentablemente no hay nadie que las regule.
-La asamblea, además de la discusión, viene también con citas de lecturas sobre los feminismos y los movimientos de mujeres. ¿Cómo llegaste a ellas? ¿Venías en paralelo a la novela leyendo esto?
-En general tiene que ver con lo que venía leyendo en estos últimos tiempos y lo fui sumando.Hay muchas voces diferentes pero yo qué sé, yo a Sara Ahmed la venía leyendo, a Judith Butler también. A la vez les pedí a amigas libros que hubieran leído en los últimos tiempos y que por algún motivo encontraron interesantes. Me parecía importante pedirles a ellas porque el tiempo es finito y no una no puede hacer todos los recorridos. En ese sentido me hicieron aportes muy interesantes.
-Hablando de las amigas, a diferencia de Tuya que tiene, si se quiere, a mujeres rivales o en disputa, en esta novela la dupla protagonista está compuesta por dos amigas: Inés y La Manca. En tiempos en los que se habla de sororidad –a veces, incluso se gasta la palabra–, ¿por qué fuiste para este universo de la amistad femenina?
-A mí me parece que es una novela sobre la amistad. Esto me va a traer problemas (risas), pero yo estoy rodeada de muchas mujeres, pongamos, de entre 50 y 70 años que después de haber tenido una vida en pareja, de haber sido felices o no, separarse y qué sé yo, les cuesta el diálogo con los hombres. Les cuesta encontrar a quién contarle sus problemas dentro del universo de los hombres y entonces hay mucha facilidad en la comunicación entre mujeres. ¡Y también hay mucha más diversión! Entonces la sensación es que, más allá de tu elección sexual, hay una cosa de la comunicación entre las mujeres que se ha hecho mucho más habitual y mucho más fluida, quizás, que en otros momentos. De hecho escucho a muchas que por la cuestión que sea no están en pareja y que dicen “bueno, si aparece alguien genial, pero si no yo la estoy pasando bárbaro con mis amigas. Inés era esa mujer que vivía en un mundo donde eran ella y su marido y no tenía amigas. En la cárcel aprendió cómo relacionarse con otras mujeres, hizo esta amistad con La Manca y cuando sale le resulta mucho más amable conversar con su amiga que salir a meterse en Tinder. Habría que abrir un Tinder para las amistades ¿no? Hacerse amigos, salir, conversar, pasarla bien, ir al teatro. Irte de viaje, qué sé yo, esas cosas divertidas. Y no que el encuentro sea solamente para ver si podés hacés un match sexual porque ahí medio que la cosa se queda ahí, como manca ¿no? (risas). Como La Manca.
-Tuya tenía un tono irónico por la forma de hablar y de pensar de Inés. Acá se suma justamente La Manca, que también trae un tono cómico, más allá de las desventuras que tienen que vivir juntas. ¿Decidiste ir por el lado de cierto humor esta vez?
-Sí, yo quería retomar algo de ese humor. Tuya tenía humor y después con los años me fui amargando (risas). Por lo general yo misma tengo una mirada irónica que te puede sacar una sonrisa en el medio del drama. Pero no había podido retomar el humor de Tuya. Y acá era una de las cosas que yo quería trabajar, que fuera un humor un poco particular en el sentido que no se tratara de una cosa tan evidente. Porque a veces es difícil meter humor en textos y que no quede como un chiste puesto en el medio.
Las redes sociales son un caos donde muchas veces no hay una conversación, sino una necesidad de agredir y de molestar y sobre todo de callar gente. Todos los días podés encontrar un grupo de personas que se ponen a agredir a una mujer por algo que dijo.
-¿De las moscas te atrajo algo particular, más allá del curso que hiciste? Porque en el libro aparecen de varias formas, está lo entomológico, pero también hay moscas literarias, hay una mosca que ve Inés todo el tiempo.
-Me pasó en el confinamiento que un día fui a ver una grabación de El reino en el momento que se abrieron las grabaciones con unos protocolos tremendos. Ibas caminando tipo astronauta con todo lo que te ponías de protección. Y en un momento empiezo a ver una mosca, en el acrílico que me cubría la cara, además del barbijo. Entonces metía la mano para sacarla, pero como tenía muchas capas de cosas no podía. Cuando me voy, me subo al auto, y me doy cuenta que la mosca sigue ahí. Pensé que se me había pegado en el ojo directamente. Hasta que fui al oculista y me dijo que es una cosa normal del envejecimiento de la retina. A veces esta mosca se te acomoda en un lugar que no ves, pero a veces sí. Por ejemplo, yo ahora mismo estoy viendo dos. Pero llega un momento en el que te olvidás o la suprimís, como dice Inés en la novela. Me parecía interesante para este personaje esta necesidad de suprimir. Porque en la vida también esta cosa de la negación, de decir “esto no lo veo”. De no ver porque, si no, no puedo seguir adelante. Hasta que aparece esta mosca que todo el tiempo te está recordando que “pará, estoy acá”.
-Después están las moscas literarias.
-Sí, busqué eso. Yo me acordaba perfectamente de Margo Glantz y Augusto Monterroso. Y después bueno, hay otras que fui mezclando porque no me acordaba. Por supuesto que aparece El señor de las moscas aunque me gustaba pensarlas más desde un lado positivo, que es lo que hace Monterroso.
-En este sentido, una mosca que aparece citada varias veces es la del texto Escribir, de Marguerite Duras. Antes decíamos que se trataba de un libro sobre la amistad pero también podría decirse, sin spoilear, que es una novela sobre la escritura. ¿Qué es para vos escribir?
-Es interesante. Primero yo creo que escribir es una pulsión. O sea, una necesidad de la palabra escrita. De lo que te pasa por la cabeza y de ponerlo en palabra escrita. Pero es difícil de explicar por qué sucede. Yo realmente no lo sé. Pero desde que soy muy chica escribo. Escribo desde que sé escribir. Y nadie me dijo “¿querés ser escritora?” Yo escribía. Durante toda la novela el tema de traer a Marguerite Duras describiendo esta mosca que por supuesto Inés critica hasta que por fin hay una reconciliación con eso, tiene que ver con una búsqueda. Que es la búsqueda de entender qué es escribir para entender la muerte también. La muerte es algo que atraviesa todo lo que escribo y hay algo donde eso se une con lo que dice Marguerite Duras: si estás viendo cómo se muere una mosca y no lo escribo, nadie se entera. Pero también está la mirada al revés, qué tan importante te sentís como escritor que solamente la muerte tiene significancia si vos la escribiste. Me gustaba verlo como una idea y vuelta, pensarlo de los dos lados. Sí, la verdad que se le da entidad a la muerte por la escritura, pero también desde el que escribe es bajar un poco de ese pedestal. Ver que la muerte existe igual, que las personas lamentablemente mueren igual, qué sé yo, las escriba quien las escriba.
Creo que escribir es una pulsión. O sea, una necesidad de la palabra escrita. De lo que te pasa por la cabeza y de ponerlo en palabra escrita. Pero es difícil de explicar por qué sucede. Yo realmente no lo sé.
-Acá aparece además otro costado, porque no solamente las personas mueren sino que también matan. La protagonista mató a alguien.
-Sí, ahí también me parecía interesante algo que es ver qué pasa con la gente que comete un acto como ese y luego sale de prisión. Suponete, nosotras vamos a cenar mañana y nos sentamos en una mesa y nos sientan al lado de una persona que mató a alguien. ¿La recibimos normalmente, no nos perturba? La pregunta enseguida es ¿para qué están las cárceles? Porque por un lado entendemos que fueron hechas para que las personas reflexionen y luego puedan volver a la sociedad. Pero seguramente a cualquiera de nosotros nos sientan una persona que salió de la cárcel en la mesa donde estamos cenando y no podemos dejar de pensar que esa persona cometió un delito. Y entonces ahí pienso que a veces hay bastante hipocresía esto ¿no? Es muy difícil esto, porque con las cárceles inventamos un sistema que se supone que luego repone individuos en condiciones de estar con todos nosotros, pero a su vez nosotros los estigmatizamos.
-Un aspecto que aparece, que me hizo recordar tu novela Una suerte pequeña, es el de la maternidad, pero de esa maternidad a distancia, de esas mujeres que por distintos motivos tuvieron hijos y no están cerca de ellos. ¿Por qué creés que volviste a eso acá?
-A veces tenés fantasmas que van y vienen en la literatura. Viste que hay escritores que repiten determinados temas. El tema de la maternidad en general aparece en casi todas mis novelas y sobre todo los lugares incómodos de la maternidad. Qué sé yo, quizás porque fui criada con normas de la maternidad en los lugares cómodos y la maternidad no siempre pasa por lugares cómodos. Esos lugares pueden ser muchos: desde no querer ser madre y no serlo hasta como no planteárselo y después serlo y no saber qué hacer con eso. No querer ser madre y serlo a la fuerza, como pasó durante mucho tiempo en la Argentina. O ser madre y que las cosas no salgan como las pensaste. A veces una tiene una fantasía sobre lo que es ser madre y, sobre todo, una fantasía sobre cómo van a ser tus hijos. Y por por suerte los hijos no son como imaginás que tienen que ser porque tienen que ser como ellos quieran ser. A veces hay una desilusión en quienes piensa “ay, yo pensé que iba a ser tal cosa y es tal otra”. Y bueno, es su vida. Pero siempre me interesaron todos esos conflictos. A veces esos conflictos se llevan mejor y a veces se llevan peor. A veces uno acepta cómo es su hijo, a veces como algunos personajes de la novela no lo pueden aceptar y por lo tanto se hace un quiebre absoluto.
-Al mismo tiempo, el libro está dedicado a las hijas y en especial a tu hija.
-Me parece que es un vínculo difícil y que a veces se romantiza. A veces sale bárbaro y a veces no tanto. Porque también te cuestionan, nunca falta alguien que diga “¿por qué no una madre y una hija que se llevan bien?” (risas). Bueno, porque una trata de hablar de los conflictos y los conflictos son estos. Pero me parece que es un vínculo que tiene muchas idas y vueltas y a la vez a mí me daban ganas de dedicarle el libro a mi hija (risas).
-Otro cambio, desde la publicación de Tuya hasta ahora, es que además de escribir un montón de libros te convertiste en una suerte de figura pública. Te involucraste en el debate por la ley del aborto yendo a una comisión del Congreso a hablar con los legisladores o, para traer algo más cercano, hablaste de la Ley de Humedales, en la apertura de la Feria del Libro de Rosario. ¿En algún momento de estos últimos años sentiste que tenías que salir a hablar de determinadas cuestiones?
-Desde chica siempre fui contestaria, por decirlo de alguna manera, y siempre de alguna manera he estado buscando decir lo que yo creo que hay que decir. Como era muy buena alumna en ese tiempo no terminaba teniendo problemas. Cuando pasó lo del aborto, que es un tema que a mí me interesa desde siempre y por algo está en Tuya sentí que mi intervención iba a tener más peso que cuando publiqué mis primeros libros. ¡Cuando salió Tuya no me conocía nadie! (risas). Hasta que la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y gratuito que me pidió ir a hablar a Diputados sobre la Ley de Aborto pasó mucho tiempo. Ellas consideraban, y me parece que con buen criterio, que de los diputados ya estaban ya estaban cansados de escuchar abogados y médicos. En cambio, cuando llevaban a una actriz o a una escritora que habían leído se interesaban, aunque sea por el cholulaje. Yo he visto ahí mismo diputadas que estaban absolutamente en contra del aborto que cuando terminaba de hablar una de las actrices que había ido le pedían sacarse una foto. El debate por el aborto me dio la conciencia de que un micrófono debe ser usado responsablemente y que no hay que desperdiciarlo. Porque también vos podés hablar de la nada, no hacés daño y listo. Pero, por ejemplo, en Rosario, ¿cómo se podía hablar de cosas con el humo encima, mientras están quemando los humedales? Por lo menos yo lo siento de esa manera.
AL
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