Sinéad O'Connor, la artista castigada por desafiar todas las normas
“¡Lucha contra el verdadero enemigo!”. Estas fueron las palabras que Sinéad O'Connor pronunció después de, mirando a cámara, rompió en pedazos una foto del papa Juan Pablo II en el programa Saturday Night Live en 1992. Acababa de cantar a capela la canción War, de Bob Marley, para protestar contra los abusos sexuales dentro de la Iglesia. Aquel gesto fue determinante en la carrera de la cantante, fallecida este miércoles a los 56 años; y seguramente el mejor ejemplo de su implacable personalidad. La irlandesa fue una artista muy politizada y contestataria; y su carrera no solo estuvo marcada por la música. Su feroz militancia, la tragedia, la misoginia y la polémica cuentan con sus propios capítulos dentro de su biografía no por ello menos reivindicable. Al contrario.
O'Connor nació en Dublín en 1966 y no tuvo una infancia fácil. Sus padres se divorciaron cuando ella tenía ocho años y, tanto ella como sus otros dos hermanos mayores –tenía otros dos más pequeños–, se mudaron con su madre, que abusó físicamente de ellos. Les daba palizas. La cantante hablaría sobre las consecuencias que tuvo sobre ella en la canción Fire on Babylon, que reza: “Me quitó a mi padre de mi vida. Me quitó a mi hermana y hermanos. La vi torturar a mi hijo. Era débil entonces, pero ahora he crecido”.
Más tarde se fue a vivir con su padre y su nueva pareja, pero con 15 años la enviaron a un reformatorio dirigido por las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad. “El lugar donde las chicas lloran”, era como lo calificaba O'Connor. Allí fue donde entró en contacto con la música, después de que una monja la escuchara cantar Evergreen de Barbra Streisand e, impresionada con su talento, le comprara una guitarra y le pusiera en contacto con un maestro.
En 1983 fue enviada a la Newtown School de Waterford, donde su profesor de lengua irlandesa Joseph Falvy fue clave sus primeros pasos musicales. Grabó con él cuatro temas, de los cuales dos acabarían apareciendo en su primer álbum. Un año después formó su propio grupo, al que pusieron el nombre de las milicias gubernamentales haitianas, Ton Ton Macoute.
Presionada a abortar
O'Connor acabó dejando los estudios y se trasladó con la banda a Dublín, aunque la abandonaría un año después, tras la trágica muerte de su madre en un accidente de tráfico. No obstante, su experiencia le valió para llamar la atención de la industria musical y firmó con el sello Ensing Records. La grabación de su álbum debut fue complicada. Sus diferencias con el productor Mick Glossop provocaron que acabaran desechando hasta cuatro meses de trabajo. Entre medias se quedó embarazada del batería John Reynolds y la respuesta de la discográfica fue presionarla para que abortara. Ella se negó y su elepé The Lion and the Cobra acabó viendo la luz en 1987. Con él se ganó su nominación al Grammy, en la categoría de Mejor Interpretación Vocal Rock Femenina.
Desde la discográfica la presionaron igualmente para que tuviera un aspecto más femenino. Tenía 19 años cuando le pidieron que se dejara el pelo largo y vistiera con minifalda. Su reacción fue raparse la cabeza. Su melena ya le había causado problemas previamente en su vida. La irlandesa reveló en una entrevista que cuando era pequeña, su madre la comparaba todo el rato con su hermana, sobre la que consideraba que su cabello pelirrojo era “horroroso y asqueroso”.
“Cuando yo tenía el pelo largo nos presentaba como su hija guapa y su hija fea. Por eso me corté el pelo, no quería ser guapa”, expuso. Pero ni si quiera esta fue la única razón: “Era peligroso ser guapa porque me violentaban y me acosaban allá donde iba. No quería que me acosaran, no quería vestirme como una chica, no quería ser guapa, Hasta las chicas te pegaban por ser guapa”.
El hit que le catapultó a la fama llegó en 1989, Nothing Compares 2 U. Aunque ella nunca quiso ni esperó ese nivel de tema. “Me metí en la música como terapia, por eso me chocó tanto convertirme en una estrella del pop”, reconoce la propia O'Connor en el documental Nothing Compares que relató su vida en 2022. La canción fue escrita por Prince, a quien acusó en 2021, tras anunciar su retirada en una publicación de Twitter, de hacerle vivir “una experiencia aterradora” y le definió en una entrevista con The New York Times como “un abusador violento”.
El tema formó parte del disco I Don't Want What I Haven't Got, que vendió millones de copias en todo el mundo y le valió para ser reconocida con un Grammy a Mejor Álbum de Música Alternativa. Estaba nominada en otras tres categorías, pero O'Connor se negó a aceptarlos. “No acepto premios que se me hayan concedido por mi éxito material los Grammy se dan al disco que más ha vendido, pero no al mejor artísticamente hablando. No me interesan. No quiero tomar parte en nada que anime a la gente a creer que el éxito material es importante, especialmente si eso representa que te has de sacrificar personalmente para obtenerlo”, pronunció.
El 24 de agosto de 1990, la cantante iba a actuar en un estadio de Nueva Jersey en el que, antes de cada concierto, se ponía el Himno Nacional de Estados Unidos. La intérprete aseguró que no supo nada sobre esta costumbre hasta poco antes de empezar, y se negó a cantar si se hacía sonar la marcha porque, para ella, los himnos suelen hacerse sonar en los conflictos bélicos y eran diatribas nacionalistas. “No voy a salir a un escenario después del himno nacional de un país que impone la censura sobre los artistas. Es hipócrita y racista”, argumentó.
Su tercer disco, Am I Not Your Girl, se publicó en 1992. El mismo año en el que rompió la imagen del papa en directo. En su autobiografía, publicada en 2021, explicó sobre lo sucedido: “Mi intención siempre había sido destruir la foto del Papa que tenía mi madre. El tipo de personas que guardaban estas cosas eran demonios como mi madre. Nunca supe cuándo, dónde o cómo la destruiría, pero lo haría cuando llegara el momento adecuado. Y con eso en mente, la llevé cuidadosamente a todos los lugares donde viví desde ese día en adelante. Porque a nadie le importaron una mierda los niños de Irlanda”.
Aquello marcó un antes y un después en su carrera. La cantante fue criticada, se pidió su retirada, se quemaron discos suyos en público y muchas emisoras se negaron a pinchar sus temas. Dos semanas después, participó en un concierto que rindió tributo a Bob Dylan, en el Madison Square Garden de Nueva York. Estaba previsto que interpretara I Believe in You.
Los asistentes la recibieron con un sonado abucheo que duró minutos. El cantante de country Kris Kristofferson se acercó a ella y le dijo: “No dejes que estos bastardos te depriman”. Ante lo que respondió: “No estoy deprimida”. El griterío impidió que pudiera escuchar a la banda tocar los primeros acordes de la canción. O'Connor pidió que pararan y que le subieran el volumen del micrófono. Sin cambiar el semblante, se puso a gritar su versión de War, deteniéndose después de mencionar el abuso infantil, refrendando el objetivo de su actuación en Saturday Night Live. Al concluir, se quedó de frente al público varios segundos, y abandonó el escenario.
Más adelante publicó otros álbumes, aunque nunca volvió a repetir las cotas de éxito de los anteriores. Universal Mother y Gospel Oak fueron sus dos siguientes títulos hasta que en el 2000 comenzó una nueva etapa con títulos como Faith and Courage, Sean-Nós Nua, Throw Down Your Arms, Theology y How about I be me (and you be you)?. En paralelo a su música, la vida de O'Connor estuvo marcada por el activismo, con una constante postura antibelicista. Entre los conflictos que criticó estuvo la guerra de Irak.
Soledad e intentos de suicidio
O'Connor murió 18 meses después de que su hijo, de 17 años, se suicidara. El joven desapareció durante una semana del centro de rehabilitación en el que se encontraba y su cuerpo acabó siendo encontrado sin vida. “Ha decidido poner fin a su lucha terrenal”, escribió la propia cantante en sus redes sociales sobre lo sucedido. Ella, que fue diagnosticada de trastorno bipolar en 2003, también había intentado suicidarse en varias ocasiones.
La artista explicó en su autobiografía que, además de los abusos que sufrió, las exigencias de la industria musical fueron determinantes a la hora de complicar su estado de salud. Afirmó que las discográficas habían querido etiquetarla como una 'loca' en la época en la que gozó de más éxito, para poder vender –y aprovecharse– de su imagen transgresora. Una dinámica que le afectó muy negativamente y motivó que decidiera alejarse del mundo del espectáculo. En 2015 canceló una gira que tenía prevista por problemas mentales y, dos años después, subió un vídeo a sus redes sociales llorando en la habitación de un motel.
“Sé que soy una de los millones de personas en el mundo que está exactamente igual que yo. Otros no tienen necesariamente los recursos que yo tengo, en el corazón o en el bolso. La enfermedad mental es como las drogas, no le importa nada quién seas”, declaró al tiempo que reconocía que vivía en una lucha constante contra la depresión fruto de su soledad. Aquello marcó un nuevo punto de inflexión y su salud mejoró, aunque poco después volvió a sufrir un duro golpe: la muerte de su pareja. En 2020 había llegado a anunciar una nueva gira, que terminó por cancelar. La cantante recayó en sus problemas con las drogas y se internó en un centro de desintoxicación.
Pero logró volver a resurgir. Hace un mes informó en su página de Facebook que se había mudado a Londres y que estaba trabajando en los últimos retoques del álbum que tenía previsto lanzar el año que viene. A su vez avanzó que tenía planeado hacer una gira por Australia y Nueva Zelanda en 2024, y en Europa y Estados Unidos en 2015. Su final llegó antes, y por el momento se desconoce si sus nuevas canciones verán finalmente la luz. Y quizás por ello es un buen momento para reivindicarla aplicándole el estribillo de su canción más emblemática: “Nada se compara a ti”.
LC
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