Brasil sólo parece jugar contra Brasil: la selección desfila en la cancha y la grieta política se discute afuera
La Copa América recién comienza, el fútbol es el deporte de los pronósticos traicionados y los fantasmas del Maracanazo o del 7-1 pueden acechar en el momento menos pensado pero por ahora Brasil, en el continente, solo parece jugar contra Brasil. El 4-0 de anoche ante Perú, el octavo triunfo en ocho partidos si se suman las dos fechas iniciales de la Copa América y las seis de las Eliminatorias para el Mundial de Qatar -y siete de ellos sin recibir goles-, posiciona al equipo de Tite muy por encima del resto de las selecciones del continente, como si su mayor rival estuviese en la grieta interna, el Brasil político contra el Brasil deportivo.
Bajadas Colombia y Argentina, Jair Bolsonaro aceptó una Copa América que ante la emergencia sanitaria no quería ser recibida por ningún país de la región, tampoco por los jugadores brasileños. Desde el gobierno amenazaron con expulsar del cargo al entrenador Tite, reconvertido en el vocero del rechazo de los deportistas y acusado de “comunista” por los partidarios del presidente. Pero cuando los futbolistas finalmente aceptaron jugar porque “nunca le diremos que no a la selección”, cuestionándola aunque sin boicotearla, pasaron a ser tildados de cobardes por opositores a Bolsonaro. En ese duelo a punta de Twitter y micrófonos, y mientras Brasil es el segundo país del mundo con más muertos por coronavirus (cerca de los 500.000), su selección jugó dos partidos y goleó en ambos: el domingo había debutado con un 3-0 a Venezuela.
-Todavía hay mucha gente en contra de la Copa América, o de la Cova América, como le dicen -apunta desde Brasil Bruno Rodrigues, reportero de Folha de Sao Paulo-. Cova es una fosa, una sepultura, y por el Covid nos acostumbramos a ver muchas imágenes de fosas cavándose en distintos cementerios del país. De ahí salió que acá se está jugando la Cova América.
Mientras de a poco deja atrás la escalada ofensiva que había exhibido hace pocos días contra Tite y los jugadores, a los que trató de enemigos, el gobierno de Bolsonaro empieza a mostrarse como el hacedor de una Copa que podría terminar con una imagen similar a la de 2019, cuando el presidente entró al campo de juego del Maracaná para festejar el título con los campeones.
-Por ahora Bolsonaro no sacó provecho a los gritos -aclara Leonardo Lepri, periodista de O Globo-. Fue invitado por la Conmebol a la ceremonia de apertura y no asistió pero, si Brasil sale campeón, es posible que levante la Copa como hizo en la última edición. Sin público en las tribunas, además, le quedaría más cómodo. Hay quienes prefieren que a Brasil le vaya mal porque puede pasar exactamente eso: que Bolsonaro saque pecho del triunfo deportivo.
Mientras tanto, en el campo de juego, Brasil no parece jugar sino desfilar arriba de una escuela de samba. En contraste con las selecciones de Argentina, Uruguay, Colombia, Chile y Perú, que siguen a la búsqueda de su mejor versión, el equipo de Tité se muestra un par de escalones por arriba de sus competidores regionales. Pletórico de futbolistas que pertenecen a una camada que despertó el interés de los principales clubes europeos (Manchester City, Real Madrid, Juventus, Liverpool, Chelsea, Liverpool, Manchester United o PSG), ambicioso en ofensiva, sólido como el acero en defensa y con un proceso respetado a pesar de una dura derrota ante Bélgica por los cuartos de final del Mundial de Rusia 2018, Brasil mantiene el invicto en partidos oficiales dentro del continente desde que asumió Tite, en 2016.
Si se suman las 24 fechas de las Eliminatorias 2018 y 2022 y de las Copas América 2019 y 2021, Brasil acumula 20 triunfos y cuatro empates. De las 56 presentaciones que lleva el ciclo, la única derrota en competiciones fue aquella contra los belgas. En el 66% de los partidos convirtió dos o más goles. Los datos abruman.
Brasil se convirtió en un refugio hasta para Neymar, que lloró anoche ante las cámaras, tras haber contribuido con un gol en el triunfo ante Perú. El 10 hizo referencia a las “cosas muy difíciles” que vivió en sus últimos dos años (tiempo en el que fue acusado por una joven de agresión sexual y sufrió varias lesiones que le impidieron su plenitud física), pero también a la incertidumbre que antecedió al torneo. “Llegamos acá sin saber que estaba pasando. No sabíamos si habría o no Copa América. Desde el comienzo respetamos las jerarquías y nunca le vamos a decir que no a la selección. Estar en desacuerdo significa respetar al otro. Teníamos nuestra opinión. La expresamos. Y estamos acá”, dijo la estrella del PSG.
Neymar llegó a los 68 goles con la selección brasileña y está en camino, a solo nueve festejos, de desplazar a Pelé como el máximo goleador de los pentacampeones del mundo. Apenas terminó el partido ante Perú, O Rei felicitó en sus redes a su inminente sucesor: “Hoy diste un paso más para acercarte a mi récord -escribió en Facebook-. Yo también hincho para que lo alcances con la misma alegría con la que te vi jugar por primera vez”.
Tite, amenazado
Pero más allá de que las cámaras se queden con Neymar, el artífice de este proyecto es Tite, un entrenador que, además de administrar la enorme riqueza de su plantel, también consiguió aunar a su plantel en medio de la polarización del país (el propio Neymar, por ejemplo, más de una vez se mostró cercano a Bolsonaro).
-Todos miran el poder ofensivo del equipo pero Brasil también sufre pocos goles y es muy ordenado -retoma Rodrigues-. El Maestro Tabárez, el técnico de Uruguay, habló de eso hace pocos días: que Brasil empezó tan bien las Eliminatorias porque es la única selección que no tiene problemas defensivos. Los clubes brasileños mostraron una apertura en los últimos años hacia técnicos extranjeros, incluso muchos argentinos, como Eduardo Coudet, Jorge Sampaoli, Hernán Crespo y Juan Pablo Vojvoda. Y además están los portugueses de Flamengo. Pero hoy no hay entrenador brasileño más preparado que Tite.
Acorde a la polarización política, su propio país casi se convierte en el verdugo de Tite, como si solo Brasil pudiese derrotarse a sí mismo: habría sido una gran noticia para el resto de las selecciones. Mientras el vicepresidente, Hamilton Mourão, le mostró la puerta de salida de su cargo pocos días antes de la Copa, el senador Flavio Bolsonaro, hijo del presidente, lo acusó de “adulador de Lula”. En simultáneo, los partidarios oficialistas inundaban las redes con mensajes de #foraTite o #Titecomunista cuando el técnico, en verdad, siempre mostró una imagen ultramoderada, a favor de un mensaje despolitizado. Incluso en 2019 había mostrado su arrepentimiento de cuando, en 2012, tras ganar la Copa Libertadores como técnico de Corinthians en la final contra Boca, le llevó el trofeo a Lula, fanático del equipo paulista: “Me equivoqué porque ya no era el presidente del país. Yo no tengo partido político. No lo volvería a hacer”.
Así como el capitán de la selección, Casemiro, fue saludado antes de la Copa América como un “patriota” por ratificar la posición colectiva de los futbolistas y el técnico, de oponerse a que Brasil organizara el torneo que Argentina había rechazado, los jugadores pasaron al otro lado de la grieta tras confirmar su participación en el torneo. “Son unos cobardes”, dijo el ex futbolista Walter Casagrande, mientras el periodista Juca Kfouri escribió en Folha que los jugadores “se portaron como siempre, de rodillas, inmaduros”.
El fútbol está lleno de casos en que los equipos favoritos suelen tropezar en el momento menos esperado. Pero si Brasil confirma su rumbo y gana la Copa América, Bolsonaro no se perderá la oportunidad de volver a mostrarse con los jugadores y el técnico campeones, sus enemigos de hasta hace pocos días. Los goles suelen ser más fuertes que las ideologías.
AB/MGF
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