Atrasar al dólar o la ilusión que nos condena
En los últimos tres años, el dólar oficial subió sistemáticamente por encima del nivel general de precios. De esta forma, la tasa de devaluación le ganó a la inflación cada año y el salario real retrocedió 20% entre 2018 y 2020. A pesar de la mejora de competitividad externa que esta dinámica produjo, es importante desandarla, al menos por un tiempo: el poder adquisitivo viene en caída libre, golpeando al consumo privado, que explica tres de cada cuatro pesos que se demandan en nuestro país (el resto corresponden al gasto público, la inversión y las exportaciones), y profundizando la recesión.
En este marco, y aprovechando el año electoral, el ministro Guzmán afirmó en apariciones mediáticas que el dólar oficial subiría 25% este año, quedando por debajo de una inflación que rondaría el 30% según sus propias proyecciones. Fácil de decir, pero ¿imposible de lograr?
Para que el dólar oficial no le gane a los precios, la oferta de divisas deberá superar a su demanda. Para eso hay dos grandes caminos: fortalecer la primera o reducir la segunda. Idealmente, siempre la primera alternativa es la óptima, pero el problema es que no siempre está disponible. Analicemos entonces los distintos caminos que se abren, para entender qué podría pasar en los próximos meses en el delicado mercado cambiario.
Hay tres formas de aumentar la entrada de divisas al país: mejorar las exportaciones, la entrada de inversiones productivas o conseguir dólares financieros. Lamentablemente, la primera salida no depende esencialmente de políticas que pueda adoptar nuestro país, sobre todo en el corto plazo. Por el contrario, reposa más sobre la evolución de la demanda externa y los precios internacionales que sobre las decisiones del Ministerio de Economía. Aunque la reciente alza en el precio de los commodities mejorará el ingreso de dólares, no alcanzará para lograr el objetivo de Guzmán. Por lo tanto, hay que seguir buscando.
La llegada de inversiones productivas está complicada. No solo porque la economía global está golpeada y las ampliaciones de capital escasean a nivel mundial, sino principalmente porque el cepo le fija un límite muy bajo a esta cuenta: no hay inversión que sea capaz de revertir la pérdida que implica vender dólares al precio oficial y luego tener que recomprarlos al paralelo. En consecuencia, esta vía no será una opción para calmar a la divisa.
En un sentido similar, la entrada de capitales financieros, es decir, el endeudamiento externo —la principal alternativa explotada en la era Macri—, tampoco parece ser una salida. Aunque en este caso la emisión de bonos en dólares podría subsanar algunos problemas del cepo (básicamente, comprar títulos pagaderos en “dólares billete” ahorra los problemas por cambios de cotización), la desconfianza del mercado, reflejada en un riesgo país que oscila alrededor de los 1.500 puntos básicos, torna inviable esta tercera alternativa.
Por lo tanto, hay que pasar a las opciones de reducir la demanda de dólares. En este punto, vale remarcar que, a piori, las necesidades de divisas para importaciones aumentarán este año. Luego de un 2020 pandémico, la economía se recuperará en 2021, alentando también a las compras externas, principalmente de insumos productivos y bienes de capital. Ahora bien, el gobierno dispone de algunas herramientas para evitar que estas mayores necesidades de divisas se traduzcan, necesariamente, en una mayor compra de dólares. Por un lado, puede obligar a las empresas a importar con “dólares propios”, restringiéndoles el acceso al mercado oficial. Con la importación de bienes suntuarios ya se puso en marcha algo de esto, y se podría reforzar ampliando la lista de artículos comprendidos.
A la vez, se podrían endurecer los controles a las importaciones. Mientras que en gran parte del año pasado se frenaron algunas compras externas por razones productivas —proteger empresas que operan en el mercado local, por caso—, este año se podría reforzar el criterio cambiario: restringir el ingreso de algunos bienes “no-esenciales”, que no necesariamente se busque fabricar en el país, pero que limitar su ingreso provoque un ahorro significativo de divisas. En este sentido, algunos autos de alta gama o productos electrónicos son los principales candidatos para quedar bajo observación.
Ahora bien, estas decisiones no serían gratuitas en materia inflacionaria. Un bien que se importa con dólares “propios” se valúa al tipo de cambio financiero (o sea, a $150 en lugar de $90), de modo que, a pesar de que el dólar oficial podría quedarse quieto, el costo de importar estos bienes aumentaría. Por lo tanto, en su objetivo de cumplir la meta cambiaria, el Gobierno podría complicar todavía más su meta inflacionaria.
Una última opción para calmar el apetito dolarizador podría ser aumentar la tasa de interés, intentando así estimular al ahorro en pesos y reducir la demanda de divisas como refugio de valor. Sin embargo, por el efecto negativo que tiene esta medida sobre el nivel de actividad y especialmente sobre las empresas endeudadas, por ahora no parece ser una opción. A la vez, con las limitaciones ya existentes para comprar dólares “solidarios”, el principal resultado directo de una suba de la tasa de interés sería sobre las cotizaciones paralelas, no sobre el mercado oficial. Aunque una devaluación o endurecimiento del cepo golpearía más a la producción que mejorar los rendimientos de las colocaciones en pesos, esta medida no parece ser una opción para el equipo económico.
En resumen, es posible que el dólar termine el año apenas por encima de los $100, acumulando un alza apenas mayor al 25% en todo el 2021. Sin embargo, para lograr esto será necesario reforzar los controles a la compra de divisas; lamentablemente, no alcanzará con las mayores exportaciones para garantizar semejante calma cambiaria. En este marco, el objetivo de una inflación cercana al 30% se desvanecería, volviéndose imposible de alcanzar.
Atrasar al dólar oficial en los años electorales y fortalecer el poder adquisitivo suele ser la ilusión de todos los oficialismos, logrado a fuerza de más cepo en algunos períodos y de más deuda externa en otros. La ilusión que nos condena.
MR
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