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CRÓNICA

Villa Diamante y sus vecinos después del crimen de Morena: “Nosotros golpeamos puertas y no abre nadie”

El abrazo a la escuela de Morena Domínguez, en Villa Diamante
12 de agosto de 2023 09:50 h

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De las rejas recién pintadas de la escuela Nº 60 de Villa Diamante cuelgan globos blancos con princesas de Disney, cartulinas, hojas de cuadernos y carpetas, improvisadas. Algunas con caligrafía adulta: “Si Morena no murió en paz, los asesinos tampoco”, “Justicia por Morena, cambien las leyes y que caigan los que tengan que caer, no importa la edad”. Hay cartones con corazones de peluche rosa y angelitos. Es temprano, faltan dos horas para que empiece la convocatoria del abrazo a la escuela, pero ya llegaron los móviles de la televisión, dan vueltas a la cuadra los patrulleros. Hay grupos frente al colegio, en la plaza Giardino, que de plaza no tiene mucho porque no hay bancos ni juegos; casi no hay pasto, la tierra vuela y se mete en los ojos y en la boca.  

Una vecina del barrio donde vivía Morena Domínguez, la niña de 11 años que murió tras ser asaltada cuando llegaba a la escuela, vino con su nieto y su hija de 12 años. Rosa se levanta a las 04.30 de la mañana porque es recicladora. Dice que conoce la escuela hace muchos años, acá vinieron sus hijos, confía en “la institución”. Confía en las maestras. La inseguridad está peor desde hace seis, siete años, a su hija también la arrastraron “como veinte metros” para sacarle el celular. 

–Ahora hay policías, pero no necesitamos estos patrulleros corruptos. A mí me gustaría que venga la gendarmería, para poder caminar con más seguridad. 

Está cansada de las palabras y el domingo no va a ir a votar. Cuenta que hace menos de un mes a una docente de la escuela le pegaron para robarle y le desprendieron la retina. “Nosotros golpeamos puertas y no abre nadie”, dice. Los vecinos se organizan para comprar cámaras de seguridad, las enrejan para que no las roben. Tienen una alarma comunal, salen con secadores de piso, con palos de escoba, también con armas. La hija de Rosa llora, tiene dos mechones fucsias en el pelo. “Lo único que quiero es que se haga justicia. Que les hagan lo mismo que le hicieron a More”.    

A las 11 de la mañana, hora de la convocatoria, se despliega una bandera argentina que recorre todo el frente de la escuela. Hay aplausos. Se canta el himno. 

En las veredas, dando vuelta a la manzana, hay una fila de maestros y vecinos. Son más los maestros. Vienen de una escuela de a cuatro cuadras y de otra a treinta, de Monte Chingolo, de Lomas, de Avellaneda. La convocatoria a los docentes la hicieron los sindicatos. Una maestra de una escuela privada sobresale con su guardapolvo azul: “Hacen paro por cualquier cosa pero por esto que es algo importante, que nos afecta a todos, no lo hacen. Y si no te adherís a un paro te dicen que no estás a favor de la lucha, y no es así, si yo no adhiero es porque me descuentan”. La maestra del guardapolvo azul sigue los pasos de la columna que lideran chicos de la EES 57, el nivel secundario de la escuela Nº 60. También marcha la abuela de Morena, con el pelo rojo fuego y una foto de su nieta en la mano.

Unas vecinas que viven a dos cuadras de la casa de la familia de Morena toman mate en la plaza sin bancos ni pasto. Dicen que uno de los imputados no estaba en la moto ese día, que la policía se apuró en encontrar culpables porque vienen las elecciones. En el barrio aseguran que quien bajó de la moto a robarle a Morena, el que la golpeó, está prófugo. “Si hacen las pericias como corresponde tiene que saltar, ¿o no?”.

Las dos tienen hijos que van a una escuela en Caraza. Les preocupan los robos pero también las calles sin semáforos, la tardanza de las ambulancias, los patrulleros parados en la puerta de los “bunkers” cobrando coimas. Hoy es la primera vez que ven tantos patrulleros en la misma manzana. Pero es por la marcha, dicen. Que venga gendarmería, piden, porque son otros, distintos a los de la comisaría 5ta. Y porque creen que esa presencia va a amedrentar a los pibes. “O que vengan esos que están todos de negro, no sé cómo se llaman, para que los pibes se asusten”. 

Cuentan que donde ellas viven sí hay gendarmes, pero no salen a patrullar. No saben qué están haciendo ahí, para qué están. Entre el 2006 y el 2015 hubo operativos de gendarmería en Lanús Oeste, ellas se acuerdan que paraban a los chicos y los mandaban a la casa. Dicen que ahora son todos menores los que andan en la calle robando. Que hay que bajar la edad de imputabilidad porque son chicos de 11, 12 años. 

Martin Haissiner, abogado por la Universidad de Buenos Aires, magister en derecho de la Universidad Yale, profesor adjunto de Derecho Penal en la UBA y de la maestría en Derecho Penal de la Universidad de San Andrés, sostiene que la incomodidad que genera el debate en torno a la baja de la edad de imputabilidad tiene que ver con la respuesta torpe del Estado frente estos hechos, que es aumentar la reacción penal, lo cual no siempre tiene facultad de prevencion. “Muchos de estos pibes tienen problemas de consumo, y la pena no los previene”, señala. Del mismo modo, existe una disociación entre los posicionamientos de la academia, inspirados en el movimiento post dictadura, que conciben al poder como tiránico, y lo que pasa en los barrios. “Hay que canalizar la búsqueda de seguridad, hoy lo hacen los grupos de derecha porque el espectro progresista no habla de un régimen de seguridad, no está dispuesto a asumir los costos de esa política. De un lado hay una solución, mala, pero del otro hay un silencio preocupante”, apunta.     

La justicia penal argentina es ineficaz. “Ahí aparecen estas pulsiones punitivas. Quizás el pibe tenía 14, entonces en lugar de hablar de la reforma judicial, de la falta de nombramiento en siete años del Procurador General de la Nación, que es quien diseña y fija la política criminal, de la deslegitimación de la policía, de la pobreza, y de los problemas de consumo, por qué no proponemos bajar la edad de imputabilidad?”.

Cuando se va la gente y los móviles de la televisión, la tía de Morena, Lucía, y el abuelo se sientan en la plaza sin bancos. El tío se queda parado. “Queremos justicia y seguridad para el barrio, nada más. Yo no necesito darte una nota a vos, dar una nota en la tele. ¡Si ya saben! Y yo miro mañana las notas y dicen que el tío de Morena dijo tal y cual cosa. Tergiversan lo que decimos”. Lucía está cansada de denunciar a una policía que no está, “llegan tarde siempre”. El abuelo cree que la prensa ayuda: “Yo quiero que el país salga por mi nieta. Que no quede impune, que no le pase a otra”. 

Lucía habla de los sueldos de la policía. Cuenta que le gustaría poder cuidar más a sus hijos, pero que todos los días se levanta a las seis de la mañana. Que toda la familia trabaja porque sino no alcanza el sueldo. La tele sirve para visibilizar, dice, para visibilizar que la policía, los políticos, los intendentes, todos fallan.   

Se acerca la abuela de Morena, viene enojada porque sintió que una movilera “le echó la culpa” de no cuidar a su nieta. “Ellos piensan que nosotros somos unos cabecitas negras que tenemos que ir a darles reportajes a ellos”.

Damián Fernández Pedemonte es el director de la Escuela de posgrado en Comunicación de la Universidad Austral e investigador de Conicet en temas de comunicación política, conflictividad, violencia y crisis públicas.  La operatoria con la cual los medios abordan lo que Pedemonte llama “los casos mediáticos conmocionantes” responde siempre a una misma mecánica: un cambio abrupto de la agenda pública y una perspectiva mayoritariamente punitivista. “A los medios mainstream un tema como el de Morena los descoloca, porque están mucho más acostumbrados a hablar de la inseguridad, sobre todo de los delitos violentos contra la propiedad, que padecen las familias que tienen una buena posición. Acá las víctimas son los pobres, y ahí encuentran más dificultad, porque se asoman a estos barrios como a un lugar extraño. Se encuentran con una estructura donde conviven las víctimas y los victimarios, muy atravesadas por el problema de la droga, y con personas que tienen plena consciencia de la complicidad de la policía, del abandono del Estado”. 

Los medios dan a entender que están recogiendo una demanda social punitiva, “en un contexto en el que el progresismo no tiene mucho para decir”. Frente a noticias conmocionantes hay que decirlo todo rápido y en pocas palabras. Hay un déficit en las posiciones garantistas para comprender la perspectiva de la víctima, sobre todo cuando la víctima pertenece al mismo contexto social que el victimario“, dice Pedemonte. 

Los medios tratan los temas estructurales en forma coyuntural. Estos casos siempre tienen esa peculiaridad. “Asoma la cabeza por un segundo el tema –apunta–. Por ejemplo: el sistema penal es invisible salvo cuando hay una fuga o un motín. Entonces ahí, por un momento, vemos lo que es el sistema penal, y después vuelve a desaparecer”. 

MR/DTC

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