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Pepe Mateos

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Desde hace un mes la familia conformada por Marcelo Cardozo, su esposa Susana Rodríguez y sus hijos Nara Belén e Isaías Ezequiel, están en situación de calle. Susana y sus hijos pasan las noches en un parador y Marcelo en la calle. Han recurrido a distintas instancias sin lograr mejorar su estado. Es una de las tantas de las desoladoras historias de personas que esperan bajo el frío una porción de comida.

En la Ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico del país, de acuerdo a datos del Indec desde 2015 la indigencia se triplicó, pasando del 5% al 15%. La clase media que en 2015 constituía un 53% hoy es de un 37%. Actualmente casi el 60% es indigente o pobre o está en condiciones de vulnerabilidad, lo que constituye una verdadera catástrofe social ignorada por el Gobierno de la Ciudad.  

Es probable que la olla del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), en el barrio de Constitución, sea la más concurrida de la Ciudad de Buenos Aires. Lunes, miércoles y viernes a partir de las 12 del mediodía distribuye entre 5.000 y 6.000 raciones de comida. Estos últimos meses pasaron de cocinar 13 ollas de cien litros a 26. Miles de personas se acercan a recibir el plato del día o vienen con envases y recipientes para llevar a sus hogares. Muchas lo hacen desde lugares del conurbano donde se han cerrado comedores y centros de atención. Buena parte de los espacios que administra el MTE a nivel nacional ha dejado de recibir alimentos por lo que han lanzado una campaña de donaciones, “Ningún pibe con hambre” a través de infanciasmte.ar.

“Esto viene empeorando hace 10 años, ahora ese proceso se aceleró por lo que nosotros que veníamos discutiendo los derechos de los trabajadores de la economía popular ahora tenemos que salir a pelear por un paquete de arroz”, dice Nicolas Caropresi, dirigente del Movimiento de Trabajadores Excluidos. “Eso rompe todo el esquema de construcción política y social. Muchos compañeros dan por muertas muchas de las reivindicaciones que habíamos logrado”, enfatiza.

Todos los días largas filas de personas se forman frente al Congreso de la Nación. Esperan recibir una merienda o una cena que son ofrecidas por distintas organizaciones o agrupaciones de distinto signo que confluyen en la necesidad de dar un alivio a una situación dramática que es ignorada por las administraciones gubernamentales. Muchos se preguntan, ¿qué piensan o sienten, que interpretan de esta realidad, los diputados y senadores elegidos por el voto popular cuando ven familias, personas sin trabajo o sin techo, en situaciones extremadamente precarias ir a recibir un mate cocido o un guiso enfrente del Palacio Legislativo?

Repliegue es una de las tantas organizaciones que asiste con alimentos y búsqueda de trabajo a las personas que se acercan los viernes frente al Congreso aportando asesoramiento en temas jurídicos y resolución de necesidades desde una perspectiva de pensamiento nacional y soberano. 

En su página web se definen como “una Asociación Civil sin fines de lucro, destinada a la actividad editorial, escuela de formación y medio periodístico comunitario, que semana a semana comparte una olla popular y solidaria en la Plaza del Congreso Nacional.” Además intentan consolidarse como red federal y tienen su equivalente en General Roca, el Escuadrón Patagonia. 

“Nosotros planteamos que el plato de comida, además del valor que tiene en sí, es una forma de acercarnos a las personas y poder charlar. Mucha gente necesita ser escuchada y no solo hablar de su problemática sino de temas generales. Hemos festejado partidos de fútbol aquí en la olla junto a la gente. Damos de comer pero también es un momento de encuentro”, dice Eliseo Marchetti, unos de sus integrantes, politólogo y estudiante de derecho.

“La salud mental es una de las muchas cuestiones desatendidas en la gente en situación de calle o con mucha precariedad económica. Son cuestiones muy complejas que vienen de hace rato y se han ido agravando este año porque las contenciones que les daban alguna chance se cortaron y las dificultades para volver a reinsertarse en el sistema son cada vez son mayores. Esta brecha se sigue profundizando y cada vez va a haber más gente que va cayendo y se le hace imposible salir de esa situación”, concluye Marchetti.

“El hambre es un crimen” es la consigna que proviene de viejas luchas y define claramente lo que está ocurriendo. El hambre, el desempleo, la vulnerabilidad condenan a miles, sino millones de habitantes de nuestro país a una vida miserable y sin perspectivas. No es una catástrofe ocasional, tiene causas, orígenes y respuestas posibles.

PM/DTC

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