César Aira recibe el Prix Formentor 2021: “Casi todo lo que hago es con el pretexto para poder hacer otra cosa”
El escritor argentino César Aira recibió este sábado el Prix Formentor 2021 en Sevilla, en un acto en el que repasó su trayectoria vital y literaria, marcada por una “educación defectuosa” como él mismo señaló en un discurso en el que defendió que “casi todo lo que se hace, al menos lo que hago yo, se hace como pretexto para poder hacer otra cosa”.
Aira agradeció la concesión del galardón, aunque precisó que “un premio tiene algo de final de partida, porque mira en una sola dirección: a lo ya hecho”. “Pero si la partida se jugó respetando las reglas, estas quedan vigentes después del final, de modo que el juego seguirá, no en un ilusorio futuro de revanchas sino en un plano del presente estriado por los tiempos posibles, entre los cuales tanto el pasado como el futuro son fichas disponibles para nuevas jugadas”, añadió.
Posteriormente reconoció el impacto que tuvo en su trayectoria vital su “educación defectuosa”, eje sobre el que giró todo su discurso. “Una educación es un proceso temporal. Una buena educación pone al tiempo de su parte, para lo cual lo ordena comedidamente en paralelo a su experiencia. No fue mi caso: por una decisión que escapó a mi control, tuve una educación defectuosa”, afirmó.
“Lo supe ya mientras se realizaba, me daba cuenta de que estaba experimentando una intermitencia de desapariciones, cuando lo propio de una educación adecuada era una acumulación de apariciones. No pude evitarlo. Una megalomaniaca convicción infantil de mi superioridad mental hizo que rechazara todas las insinuaciones del sentido común, con una positiva distracción que ya empezaba a parecerse a la literatura. Y, una vez adulto, frente a desafíos que debía enfrentar con los ojos cerrados, recurrí para explicármelo a la fórmula con la que titulé todo lo que escribí: una educación defectuosa”, explicó.
“En mi caso, el proceso del aprendizaje se cerró pronto, no solo por el motivo más extendido, que es el temor de caer en la trampa de una educación crónica, sino por la prisa de empezar a ejercitar mis imperfecciones como otras tantas elegancias literarias. Sí, a veces pienso que fue un sueño, que todos los libros que leí en mi infancia fueron otros tantos sueños”, prosiguió.
En este punto, aseveró que “se recurre al sueño cuando no hay otra explicación”. “Hace muchos años que tengo un solo sueño (...) cuyo argumento puede resumirse como la necesidad de llegar a tiempo, o la imposibilidad de llegar a tiempo, ya sea a una partida en avión o en tren, a una reunión, a una cena, a un sitio donde me esperan”, indicó.
“Lo que he observado es que dentro del tiempo de la demora en llegar a tiempo hay otros tiempos, globos de tiempo en los que, justamente, me demoro, globos narrativos, que hacen a mi profesión. Al impartirme yo mismo mi educación en los primeros años de mi vida, como en los últimos he estado soñando que nunca puedo llegar a tiempo, al no aceptar maestros ni consejos, quedé en manos del Hada Atención”, relató.
“Yo, por efecto de las lecturas de las que ya estaba intoxicado, reservé la atención para lo maravilloso. No concebía como digno de mi atención sino lo que estuviera facetado en mil caras, el diamante en cuyo corazón innumerable se reprodujeran las imágenes de mi realidad personal”, aseguró.
El poder de la lectura: “Un gas alucinógeno con células de ficción”
“No fue un juego sino el trabajo al que me llevaron las lecturas y mi propensión invencible a no hacer otra cosa que leer -añadió en otro punto de su discurso-. La ejercí esforzadamente durante treinta años, en los que cientos de novelas pasaron por mis conductos nerviosos. Que esos libros procedieran de la zona de golpes bajos de la literatura no me preocupaba. De sus páginas emanaba un gas alucinógeno que producía células de ficción. Los escrúpulos de la doble realidad eran aplicados a una materia, la literatura, donde sostener la atención era el único control de calidad posible”.
“Absorbentes, esas novelas provenían del taller de las sombras, se rendían al monumental defecto previo que yo traía conmigo, mi aporte personal. Me llevaron muy lejos. Se las calificaba de 'ficción comercial', aunque en realidad, si puede hablarse de realidad, ficción hay una sola, y si contiene un doble fondo es porque antes hubo una doble superficie”, prosiguió.
“Solo en la ficción se revelan los distintos planos de la realidad. Las novelas comerciales, por ser comerciales, adaptadas a la evolución comercial de la cultura, están construidas con el mayor cuidado, ya que se supone que al haberlas puesto en el plano comercial alguien pagará por ellas y tendrá derecho a reclamar (...) Traduciéndolas incansablemente, durante el periodo más extenso de mi vida adulta, yo volvía a la infancia, al momento en que podría haber descubierto algo que se me escapó e hizo que mi educación quedara en un estado crónicamente defectuoso, aunque no incompleta. Volvía al pasado, pero sin abandonar el presente inescapable”, apostilló.
Por ello, en este punto, volvió a referirse al “mito de la educación defectuosa” que construyó “a partir de algunos datos que extraje de mi comportamiento, de desviaciones inexplicables en mi conducta, que solo tomaban un contorno preciso si me remontaba a alguna falla o carencia en el pasado”.
“A esa construcción temporal, que califico de mito personal, le doy un verosímil biográfico diciendo que por una prematura manía de grandeza quise educarme por mis propios medios. Sabía que al hacerlo así lo haría mal. Quiero decir, ponía frente a mí la educación adecuada, a la que hacía objeto de un enérgico gesto de rechazo, ya que me llevaría a comportarme como los demás”, insistió.
“Suena extraño que un niño no quiera adaptarse a su medio, ser como los otros chicos, ser aceptado. Por supuesto que era lo que yo quería. Pero en el adulto que iba a transformarse ese niño alentaba cierto gesto literario y artístico peculiar, y ese adulto que sería, y que soy, es el que rechaza retrospectivamente la educación adecuada”, subrayó.
“Había que hacer un sacrificio, es cierto, renunciar a las eficacias prácticas de una existencia regulada por las bondades sociales. Por suerte, la normalidad nunca me engañó. El tedio mundano me rodeó como una marea ávida, pero resistí en la conservación de un pasado de pedagogías esotéricas que me había inventado, y que pude entrever al trasluz de los cientos de novelas malas que constituyeron el trabajo de mis días”, enfatizó.
Finalmente, concluyó que si la denominada educación defectuosa “no prepara al alumno para enfrentar al mundo, será el mundo el que acuda al sitio donde está sentado, escribiendo, el alumno o exalumno, y acudirá transformado, adaptado a la clase de educación que ese exalumno se impartió”.
“La ventaja, discutible y difícil de probar, es que en una cierta cantidad de movidas, anticipadas por el soplo de la inspiración, ese mundo comprado a fuerza de errores anticipados se volverá el mundo de verdad. El premio del que se negó a adaptarse al mundo, fue que el mundo vino a él despojado del lastre de la realidad, en forma de miniatura y representación, retablo de oro visto a la media distancia, moneda falsa que sirve más que la genuina”, finalizó.
El Premio Formentor, dotado con 50.000 euros y sostenido con el mecenazgo de las familias Barceló y Buadas, es un reconocimiento a la calidad e integridad de los autores cuya obra consolida el prestigio y la influencia de la gran literatura. A partir de este año 2021, el galardón recupera su itinerancia y título, Prix Formentor.
La entrega del premio precede a las Conversaciones Literarias que este año tendrán lugar el 10 y 11 de octubre en el Hotel Barceló Sevilla Renacimiento con el lema “Náufragos, peregrinos y argonautas”.
CB con información de Europa Press
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