Quién es Giorgia Meloni, la mujer que llevó a la ultraderecha al triunfo en Italia
¿Quién es Giorgia Meloni? ¿Quién es la mujer que se prepara para liderar el futuro Gobierno de Italia? La pregunta resuena en Italia y en el extranjero desde hace semanas, desde que, tras la caída del Gobierno de Draghi, su partido, Hermanos de Italia, se afianzaba como la ganadora de las elecciones. ¿Quién es Giorgia Meloni? ¿La mujer del discurso incendiario en el mitin de Marbella de Vox o la líder de una derecha europea y atlantista que se ha presentado a las entrevistas en televisión? ¿Es la secretaria de un partido que considera a los nostálgicos del fascismo los “tontos útiles de la izquierda”, como dijo en alguna ocasión, o la que se desgañita gritando en un mitin que sueña “con una nación en la que las personas que han tenido que bajar la cabeza durante muchos años, fingiendo que la pensaban de otra manera para que no les echaran, puedan decir lo que piensan y no perder su trabajo por esto”? ¿Es la “mujer más peligrosa de Europa”, como decía la última portada del semanal alemán Stern, o la política que promete mantener la unidad europea sobre las sanciones a Putin, el apoyo a Ucrania y el vínculo con la OTAN?
La campaña electoral corta y al mismo tiempo larguísima ha sido para Meloni un juego de equilibro para no decepcionar a la militancia, pero también para evitar tropiezos cuando el viento soplaba a favor. Han sido semanas para vender una imagen de moderación que convenciera dentro y, sobre todo, fuera de Italia. Una labor que Meloni empezó en realidad hace mucho tiempo, mucho antes de que se produjera la caída del Gobierno de Draghi y el adelanto electoral que la ha llevado al triunfo. Hace un poco más de un año, esta mujer que ahora tiene 45 años publicó su propia biografía para contar “en primera persona quién soy, qué es lo que creo y cómo he llegado hasta aquí”. Una biografía y un manifiesto político donde están, casi palabra por palabra, las frases repetidas en decenas de mítines y entrevistas. El libro se titula Io sono Giorgia, aquel “yo soy Giorgia” con el que arrancaba la frase “yo soy Giorgia, soy una mujer, soy una madre, soy cristiana” que Meloni gritó en un mitin de 2019 y al que dos disyoqueis pusieron música con el intento de mofarse de ella, convirtiéndola en cambio en un éxito bailado en las discotecas de toda Italia.
El efecto bumerán anunciaba el nacimiento de Giorgia, la influencer, la líder que habla de sí misma en el libro, tuteando a los lectores con preguntas y comentarios directos sembrados a lo largo del texto, como si se tratara de un diálogo o del monólogo de un actor que habla a su público en el teatro. No son detalles menores, porque en la forma en la que está construida esta biografía hay muchas claves del éxito del 'fenómeno Meloni', aunque sea un fenómeno cultivado en 30 años de actividad política. “Dicen que damos miedo. ¿A quién le damos miedo? ¿Os doy miedo?”, dijo el pasado jueves en el cierre de la campaña electoral en Roma, el primero donde ella era la líder y los gregarios de la coalición, el papel que le había tocado hasta ahora, eran otros.
Tres décadas de militancia
Un largo recorrido que empezó en 1992, cuando una quinceañera Meloni tocó a la puerta de la sección juvenil del Movimento Sociale Italiano, el partido fundado tras la II Guerra Mundial por los que habían sido hasta el final secuaces de Mussolini. Aquel local, en el número 8 de vía Guendalina Borghese, es ahora una sede de Hermanos de Italia, en la Garbatella —en Roma, donde nació en 1977— el barrio de izquierdas donde Giorgia Meloni se crio. “Allí encontré a mi segunda familia. Ciertamente más numerosa que la de origen”, cuenta en el libro, que arranca con el recuerdo de las llamas que envolvieron su casa que ella y su hermana incendiaron por accidente mientras jugaban.
Capítulo tras capítulo, los detalles más íntimos de su vida se entrelazan con la defensa del ideario de su partido. Y así, el abandono sufrido por parte de su padre que, cuando ella era aún una niña, se subió a un barco rumbo a Canarias y nunca volvió, se convierte en una de las razones que la empuja a rechazar la adopción para las parejas homosexuales o las personas solas. O el relato de la decisión de su madre de no abortar, como se había planteado cuando se quedó embarazada de ella, abre la explicación sobre su visión de la actual ley de aborto en Italia. Meloni ha repetido en más de una ocasión que no quiere modificar esa norma sino aplicar la parte que habla de “prevención”. Pero obvia la realidad de un país donde el derecho a abortar se ve comprometido porque dos ginecólogos de cada tres se declara objetor de conciencia y en regiones como Las Marcas, gobernada precisamente por Hermanos de Italia, se ha restringido el plazo para la suministración de la píldora abortiva RU-486.
A los veranos pasados en Canarias, obligada junto a la hermana a compartir unas semanas con su progenitor, atribuye su familiaridad con el español, el idioma en el que se expresó durante el discurso del mitin de Vox en Marbella del pasado junio al que todos se han referido en estos meses para desmontar su imagen de moderación. En español, inglés y francés, habló en un vídeo al comienzo de la campaña para decir que el fascismo era cosa del pasado y que estaba “lista” para gobernar, “le guste o no a la izquierda”. “Pronti”, listos, ha sido el lema de la campaña. Ella se viene preparando toda la vida y no lo niega. Dice que sonríe cuando oye decir “la Meloni es una que estudia”. Quien la recuerda en sus años juveniles, cuando lideraba las protestas contra la reforma educativa promovida por el gobierno democristiano de le época, disputándole a la izquierda el monopolio de la contestación, habla de ella como de una chica decidida y lista.
“Dios, patria y familia”
Cuando Meloni entró en el partido, la sección juvenil del MSI se llamaba Frente de la Juventud, luego pasó a denominarse Acción Jóvenes, cuando Gianfranco Fini a mediados de los noventa transformó el partido en Alianza Nacional, llamando al fascismo “mal absoluto” y entrando así en el primer Gobierno de Silvio Berlusconi. La herencia del pasado, sin embargo, aún quedaba. En agosto un sitio francés recuperó y publicó el vídeo de una Meloni, por aquel entonces de 19 años, que decía que Mussolini había sido “un buen político”, y que no había habido otros como él en los últimos 50 años. El símbolo del Frente de la Juventud era una mano que sujetaba una antorcha con el tricolor de la bandera italiana y con, pequeñas modificaciones, es prácticamente el mismo de la sección juvenil de Hermanos de Italia, en cuyo logotipo sigue apareciendo la misma llama verde, blanca y roja que había en el símbolo del MSI. Así como “Dios, patria y familia” sigue siendo un eslogan que la líder de Hermanos de Italia defiende y reivindica.
“Los nostálgicos del fascismo son los tontos útiles de la izquierda”, reitera sin embargo Meloni. Lo hizo en una entrevista al Corriere della Sera hace un año cuando una investigación periodística sacó a la luz las relaciones de un destacado miembros del partido con grupos radicales neofascistas. Y lo ha vuelto a repetir, con otras palabras, en una campaña electoral donde un candidato de su partido ha sido expulsado en Sicilia por celebrar a Hitler en las redes sociales y otro destacado miembro de la formación, hermano del dirigente Ignacio La Russa, hizo el saludo romano en el funeral de un militante y se justificó diciendo que era la voluntad del difunto.
Ministra de la Juventud
Meloni se convirtió en la líder de la sección juvenil de Alianza nacional en 2004. Dos años después, cuando tenía 29 años, era ya vicepresidenta de la Cámara. En 2008, cuando AN se había ya fundido con Forza Italia y Berlusconi ganó la elecciones con el Pueblo de la Libertad, ella entró como ministra de la Juventud en un Gobierno necesitado de caras nuevas. No era una cartera muy importante, pero le dio visibilidad. Y ella siguió estudiando. Fueron los años de la Gran Recesión, de la prima de riesgo desbocada y de una experiencia de Gobierno que acaba con Berlusconi fuera y un Ejecutivo técnico liderado por el excomisario europeo Mario Monti. Es allí cuando Meloni decidió que había que emprender un nuevo camino o, según se mire, retomar el viejo.
Junto a otros compañeros, funda una nueva formación cuyo nombre son las primeras tres palabras del himno nacional: Hermanos de Italia. En las últimas elecciones generales, en 2018, superó por poco el 4 por ciento. Luego llegaron las europeas de 2019, con un 6,4 por ciento. Un año después estaba ya presidiendo el grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos, al que también pertenecen Vox, el polaco Ley y Justicia, los conservadores británicos o el partido extremista sueco Demócratas Suecos. Estos son sus aliados internacionales, entre los que Vox tiene un lugar especial, el “partido hermano gemelo” de Fdi, lo define Meloni, quien en una entrevista a EFE dijo que desea que su triunfo en Italia abra el camino para sus aliados en España. A esta red de relaciones internacionales hay que añadir el húngaro Victor Orban, que en 2019 fue el invitado especial de Atreju, la manifestación política del partido que se celebra cada año y por la que han pasado políticos de todos los colores. “En tantos años fue el momento más emocionante”, dijo Meloni.
Atreju es el personaje de La Historia interminable —el libro de Michael Ende, que inspiró la película con el mismo título— que luchaba contra la Nada que prosperaba porque “la gente había renunciado a esperar y olvidad sus propios sueños”. Es una de las muchas referencias al mundo fantasy. Meloni menciona a menudo a Tolkien así como a escritores como Gilbert Keith Chesterton con su famosa frase “llegará el día en el que tendremos que desenvainar las espadas para demostrar que en verano la hierba es verde”. Pero también cita a canciones de artistas identificados con la izquierda italiana como Francesco Guccini o Francesco de Gregori. Hay quien la ha criticado por haber sembrado su biografía de citas que parecen sacadas a beneficios de Instagram, y que quedarían bien en las redes sociales de cualquiera. Pero, entre una cita de Victor Hugo y una de Pasolini, en las páginas donde se habla de inmigración y de bloqueo naval en el Mediterráneo, la crítica a la globalización y al multiculturalismo desliza hacia las teorías de sustitución étnica tan populares en la extrema derecha en este y en el otro lado del Atlántico.
“Enemigos útiles”
Meloni habla de su adolescencia de chica obesa, que sufrió acoso por eso y que de ello sacó partido. “Me puse a régimen y perdí 10 kilos en tres meses”, escribe. “Aprendí que los enemigos son útiles”. Rodeadas en el partido por un grupo de fieles que atravesó junto a ella la historia de la derecha posfascista —como su mano derecha Francesco Lollobrigida que es también el marido de su hermana— ha ido construyendo el éxito del partido del que es “el” presidente. Así, declinado al masculino, es como aparece en las notas de las formación: el presidente y no la presidente. Meloni siempre ha dicho que “no es feminista” y que no le gustan las cuotas rosas porque “las mujeres no son un panda en vía de extinción”.
Ahora, se prepara para ser la primera mujer en sentarse en Palazzo Chigi, donde ha llegado manteniéndose en la oposición durante los últimos cuatro años, en los que ha visto cómo se desinflaba el fenómeno Salvini y cómo su partido crecía. Muchos la han votado para “probar otra cosa más, tras haberlo visto todo”. La campaña electoral ha acabado, las urnas han llevado a ella y a su partido el triunfo que esperaban y “el día después” será el momento de ver quién es realmente Giorgia Meloni. “Si consiguiera limar estos defectos —escribe en su biografía, refiriéndose también al tono de sus intervenciones en los mítines— seguramente mi imagen se beneficiaría. Pero, ¿sería verdaderamente yo? En el fondo, creo que un personaje público no pueda mentir. En el largo plazo no puedes esconder quien eres, para bien y para mal. Y tampoco es justo hacerlo. La gente tiene que creer en ti por lo que realmente eres, no lo que finjas ser. Y de todas formas, el bluf, antes o después, siempre acaba descubriéndose. He visto a muchos políticos ”construidos“, que tienen una cara y un alma en público y luego se deforman en cuanto se apagan los focos. Nunca han durado”.
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