El terremoto de Turquía y Siria, de los más mortíferos del siglo XXI
La catástrofe causada por el fuerte terremoto que sacudió la semana pasada Turquía y Siria quedó reflejada en una imagen que dio la vuelta al mundo. Mesut Hancer fue captado por un fotoperiodista turco mientras sostenía la mano de su hija Irmak, de 15 años, fallecida bajo los escombros de un edificio, entre muebles destartalados y restos de ladrillos en la ciudad turca de Kahramanmaras, cerca del epicentro. Hancer ha contado en una entrevista con la CNN que intentó sacarla sin éxito. “No tenía ninguna posibilidad de sobrevivir”, dice.
Irmak es una de las más de 35.000 personas que han perdido la vida a ambos lados de la frontera turco-siria tras la sacudida y las múltiples réplicas que destruyeron miles de edificios y dejaron decenas de miles de heridos y cientos de miles de personas sin refugio en pleno invierno. Mientras varias voces denuncian el incumplimiento de las normativas de construcción y las amnistías a edificios levantados sin licencia, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, habla del “desastre del siglo” y la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que se trata de la peor catástrofe natural en 100 años en la región europea de la agencia de Naciones Unidas.
A la espera de que las cifras sigan aumentando, entre historias de rescates milagrosos más de 200 horas después, el número de víctimas mortales estimadas hasta ahora en Turquía y Siria ha superado el que dejó la catástrofe de Fukushima en Japón en 2011, que se cobró la vida de casi 20.000 personas, y ya es el terremoto más mortal desde el seísmo de magnitud 7,0 en la escala Richter que sacudió Haití y devastó su capital, Puerto Príncipe, en enero de 2010.
El temblor de magnitud 7,8 que golpeó Turquía y el país vecino el 6 de febrero ya figura entre los seísmos más mortíferos del siglo XXI junto a, entre otros desastres, el terremoto de magnitud 9,1 en Indonesia que desencadenó un tsunami en el Océano Índico y mató a casi 230.000 personas en diciembre de 2004 o la sacudida de magnitud 7,6 en la que murieron, en octubre de 2005, más de 76.000 personas en la región de Cachemira.
“Siendo conscientes de las posibles incertidumbres asociadas, el terremoto de Turquía está dentro de los 20 más mortíferos desde 1900. No obstante, ha habido casos en los últimos años que suponen un orden de magnitud mayor que el caso de Turquía como Indonesia en 2004 o Haití en 2010”, asegura a elDiario.es Juan Vicente Cantavella, director de la Red Sísmica Nacional, en referencia al análisis de elDiario.es, basado en las cifras recopiladas en la base de datos mundial de terremotos significativos de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica del Gobierno de Estados Unidos.
Las cifras, actualizadas regularmente por la agencia gubernamental, incluyen cualquier terremoto destructivo registrado o documentado de los últimos 4.000 años que cumpla alguna de las siguientes condiciones: más de 10 víctimas mortales estimadas, daños moderados (por encima del millón de dólares), de magnitud superior a 7,5 o que haya generado un tsunami.
Hay que tener en cuenta que la base de datos se nutre de las estimaciones de fallecidos disponibles para cualquier terremoto: desde informes oficiales, prensa, registros públicos, base de datos, catálogos de terremotos además de otros documentos. Este conteo puede ser más o menos preciso dependiendo de los recursos públicos, de los sistemas censales, de la década en que se produjo (las estimaciones son más volubles en los terremotos más remotos) o incluso de las metodologías para estimar el número de fallecidos en cada desastre.
Por ejemplo, para algunos terremotos muy catastróficos pueden surgir distintas estimaciones dependiendo de la institución que la elabore.
Según añade Cantavella, en las estimaciones de víctimas puede influir también la veracidad de los datos oficiales ofrecidos por cada país o cómo es de reciente el terremoto. “La precisión en las estimaciones no es la misma en 1920 que en 2020”, dice el sismólogo.
Por otro lado, para el análisis de este medio se ha tenido en cuenta el número de víctimas estimadas hasta este martes en Turquía y Siria –para este último país, en guerra desde hace más de una década, se combinan las cifras anunciadas por el Gobierno y los grupos de rescatistas que operan en zonas rebeldes al noroeste–, un recuento que es previsible que siga subiendo. El domingo, cuando la cifra ya superaba los 28.000 fallecidos, el jefe humanitario de la ONU, Martin Griffiths, dejó claro que es difícil hacer una estimación precisa y pronosticó que el número podría duplicarse, como mínimo.
Los países ricos no están exentos de fenómenos geológicos extremos, pero los recursos, a grandes rasgos, influyen en lo desastrosos que pueden llegar a ser los terremotos. “Más recursos en general significa mejor construcción y mejores medios para hacer un recuento exacto. La construcción sismorresistente ha demostrado ser muy eficaz para reducir el número de víctimas”, explica Cantavella. “En segundo lugar, puede influir si el terremoto ocurre en una zona donde los terremotos ocurren con mucha frecuencia y por lo tanto la sociedad está más concienciada respecto a este riesgo”, apunta.
Así, la extensión de la destrucción y los daños causados por un terremoto dependen de varias cuestiones, como la magnitud, la intensidad y la duración, la geología local, la hora del día en que se produce, el diseño y los materiales de los edificios y las instalaciones industriales y las medidas de gestión de riesgos aplicadas, según explica la OMS, cuyos datos indican que, entre 1998 y 2017, los terremotos causaron casi 750.000 muertes en todo el mundo, más de la mitad de todas las muertes relacionadas con catástrofes naturales.
Más de 125 millones de personas se vieron afectadas por terremotos durante este periodo de tiempo, es decir, resultaron heridas, se quedaron sin hogar, fueron desplazadas o evacuadas durante la fase de emergencia de la catástrofe.
Cantavella explica que para medir la capacidad de devastación de un terremoto, además de la magnitud, influye si el epicentro “se sitúa en el mar o en tierra o más o menos alejado de zonas más o menos pobladas”. Asimismo, “cuanto más profundo sea el terremoto (pueden situarse hasta a 700 km de profundidad), menos daños producirá”.
Por un lado, indica el sismólogo, están los daños directos, producidos por la sacudida y daños indirectos, como pueden ser deslizamientos de tierra, un tsunami, un incendio, etc. provocados por el terremoto. “Las víctimas pueden deberse a la propia sacudida o a estos efectos indirectos”, dice.
En algunos casos, recalca, es difícil de discernir si las víctimas se deben al terremoto principal o a una de las réplicas. “Por ejemplo, en el caso de Turquía ocurrió una réplica de magnitud 6,7 11 minutos después del terremoto principal que también pudo producir víctimas. También puede ser difícil de discernir las víctimas provocadas por la réplica de magnitud 7,5 horas después del principal”, advierte.
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