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Al final, no era tan así

Thomas Mann, señales de una guerra inminente y el arriesgado posicionamiento de Milei

La generala Richardson en Argentina, en un acto que compartió con el presidente Javier Milei. Detrás, un avión militar donado por Estados Unidos.

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En los días previos a que se iniciara la Primera Guerra Mundial, el escritor alemán Thomas Mann viajó desde su casa en las afueras de Munich al centro de la ciudad para pagarle el sueldo a los obreros que estaban construyendo su nueva casa en la pujante urbe de la Baviera.

Cuando se encontró con el contratista, éste señaló a los obreros que trabajaban en el baño y le dijo: “Es el último día que están aquí. Trabajamos de prisa para acabarlo esta misma noche. La semana que viene el mundo será distinto”. “¿Estás seguro?”, preguntó Mann. “La semana que viene todos vestiremos uniforme”, dijo el contratista, “un día construimos baños y al siguiente apretamos las clavijas a los franceses”. 

La escena es interesante porque demuestra lo rápido que pueden cambiar las cosas en el mundo. Mucho más ahora que el tiempo vuela y las tecnologías hacen todo infinitamente más veloz que en 1914. Para el escritor alemán, el inicio de la Primera Guerra Mundial fue abrupto; o, en todo caso, prefería no enterarse, ansiaba que no sucediera aunque después se convirtió en un militante de la causa alemana.

En las semanas y meses previos a que estallara el conflicto, Mann dejó la literatura y la filosofía y se concentró en los diarios. Quería entender lo que estaba sucediendo en Europa, y leyó con beneplácito que su país hubiera incrementado el gasto militar en el último año. Al mismo tiempo que leía noticias sobre la posibilidad de una guerra en Europa, empezó a notar que en las calles, incluso entre los miembros de su familia, se hablaba de un potencial conflicto, y se hacían chistes en contra de los ingleses, franceses y rusos, a los que la potencia alemana se enfrentó meses más tarde.

El ambiente de aquellos meses anteriores al comienzo de la guerra sirve para pensar lo que sucede en estos días. Desde hace meses que la posibilidad de un conflicto bélico global está en la agenda de los gobiernos de las principales potencias. Principalmente se habla de una guerra de la OTAN con Rusia, pero también de un conflicto en Medio Oriente a raíz del ataque terrorista de Hamas a Israel, e incluso en el mar del Sur de China por la soberanía de Taiwán.

Sin embargo, no solo son palabras, también son hechos, como sucedía en la antesala de la Primera Guerra Mundial. Esta semana, el ministro de Defensa alemán anunció una profunda reforma entre las fuerzas armadas del país, que incluye la posibilidad de reintroducir el servicio militar. “Es una reforma clave, nuestro objetivo es reestructurar la Bunderswehr de una forma que pueda estar bien posicionada para defenderse en el caso de una guerra”, dijo el funcionario. 

Unas semanas atrás informábamos sobre un paso en la misma dirección anunciado por Dinamarca. Pero el hecho de que lo esté impulsando la primera potencia económica y militar de Europa es distinto. 

De la misma forma, Alemania se prepara para cumplir por primera vez con el mandato de la OTAN de destinar el 2% del Producto Interno Bruto a la defensa. El resto de los países también ha aumentado su inversión en equipamiento militar, y a nivel de la Unión Europea, el ministro de Exteriores, Joseph Borrell, viene insistiendo desde hace tiempo con la idea de crear un ejército único para el bloque. Detrás de las declaraciones del presidente francés sobre la posibilidad de enviar tropas a Ucrania –que aún se discute si fue puramente retórica–, los gobiernos europeos parecieran estar preparando a la población para la eventualidad de un conflicto bélico. 

Probablemente, si el escritor Thomas Mann estuviera vivo leería con preocupación estas noticias, y se preguntaría si el mundo no se encuentra en el prólogo de una nueva guerra. Esta semana El País de España publica una columna de la escritora española de origen marroquí Najat el Hachmi en la que advertida de los riesgos de que estalle un conflicto bélico insta a los gobernantes a buscar una forma de enfrentar a Putin que no lleve a Europa a otra guerra mundial. No es la única, y tampoco faltaban voces en contra del belicismo en los años de Maan. Su propio hermano Heinrich, según se narra en el libro de Colm Tóibín, El Mago. La historia de Thomas Mann, fue un ferviente defensor del pacifismo, y, en algún punto, rivalizó con el autor de Muerte en Venecia.

La clave, en cualquier caso, debería ser que la aparición de declaraciones y hechos que muestran indicios de la cercanía de una guerra nos hicieran reclamar con más fuerza la opción por la paz. 

El alineamiento de Milei con Estados Unidos

No hace mucho tiempo, dirigentes latinoamericanos repetían con cierta frecuencia que América Latina era una zona de paz. Lamentablemente, la idea va perdiendo fuerza. Ayer México decidió romper relaciones diplomáticas con Ecuador debido a que la policía de este último país irrumpió en su embajada en suelo ecuatoriano para detener al dirigente ecuatoriano Jorge Glass. 

En Venezuela, por su parte, Nicolás Maduro agita la idea de una guerra con la Guyana Esequiba, en una operación que podía encontrar similitudes con la declaración de guerra del dictador Galtieri en el conflicto por las Islas Malvinas, cuyo fondo era alargar la vida de una dictadura criminal y en clara fase declinante. 

En Argentina, mientras tanto, el presidente Milei, vestido con uniforme militar, afirmó que nuestro país adoptó una nueva doctrina en política exterior. “Nuestra alianza con los EE.UU. es una declaración de la Argentina para el mundo”, dijo en un discurso en el que anunció la apertura de una base conjunta en Tierra del Fuego.

El dirigente paleolibertario explicó que Argentina y Estados Unidos comparten una visión del mundo –los valores occidentales– en “contra de la tiranía y el fanatismo religioso”, que, de forma velada, apunta a países como Rusia y China, a los que Milei considera gobernados por dictadores, e Irán, que representa el culto fanático de la religión.

En este contexto, cabe preguntarse qué posición adoptaría Argentina en el caso de una nueva guerra mundial. ¿Dejaría la histórica posición de neutralidad, o se plegaría a Washington como hizo el expresidente Menem en la Guerra del Golfo durante los años noventa? Aunque Argentina se encuentre lejos de los principales escenarios militares, no quiere decir que un par de decisiones desacertadas puedan acercarnos a la guerra de un día al otro. 

AF/DTC

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