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Panorama político

Una agobiante desconexión moral que va más allá de un presunto golpeador y obliga al progresismo a reaccionar

Fabiola Yáñez, en la sede de UNESCO en París, el 10 de febrero de 2020
11 de agosto de 2024 00:00 h

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Fabiola Yáñez acusó a Alberto Fernández de golpearla reiteradamente. Tiempo atrás, la expareja del último presidente peronista había transmitido por whatsapp imágenes y chats que probarían el maltrato, y esta semana ratificó la denuncia en sede judicial.

En un tercer paso, Yáñez describió, en entrevista con Infobae difundida anoche, un escenario de acoso psicológico y reiteró haber sido víctima de violencia física, aunque no abundó sobre lo último porque —según explicó— firmó un contrato de confidencialidad para la realización de un documental y se propuso reservar detalles para el expediente que tramita en el juzgado de Julián Ercolini.

El exmandatario niega los hechos en forma terminante. A Fernández le caben, como a todos, el principio de inocencia y el derecho a la defensa, pero el testimonio de una mujer y fotografías y presuntos intercambios que concederían la acusación (ella: “Me volvés a golpear. Estás loco”; él: “Me siento mal”; ella: “Venís golpeándome hace tres días seguidos”; él: “Me cuesta respirar, por favor pará. Me siento muy mal”) constituyen un punto de partida serio para una investigación judicial. Así las cosas, la hipótesis de que las agresiones fueron reales no es descartada ni siquiera por algunos de los allegados más cercanos al exmandatario.

Hasta ahora, las pruebas centrales corresponden a supuestas capturas de pantalla enviadas en fecha incierta por Yáñez a María Cantero, secretaria del expresidente. Las imágenes al parecer encontradas al azar motivaron la apertura de un expediente paralelo en el marco de la investigación por el negocio de los seguros de Héctor Martínez Sosa, amigo de Fernández y pareja de Cantero.

Período de pruebas

En las declaraciones por venir, Fabiola ampliará el tenor de su denuncia y el padre de su hijo dará su versión sobre el sentido de lo escrito. En principio, el expresidente no tendría registrados en su teléfono diálogos inequívocos con su expareja que rechacen la acusación de golpes.

Los intercambios de whatsapp con Yáñez correspondientes a 2022 y 2023 habrían sido borrados del celular de Fernández por alguien. Junto a varios dispositivos, el aparato fue incautado en la noche del viernes por orden del fiscal federal Carlos Rívolo. No obstante, el expresidente transmitió a su entorno que podría aportar diálogos con terceros, que a su criterio orientarían la explicación en una dirección diferente.

Fernández vivió “azorado” estos días en el departamento que habita en Puerto Madero. Recibió a amigos históricos como Julio Vitobello y Alberto Iribarne, a su nueva abogada, Silvina Carreira, su jefe de la custodia, Diego Sandrini, y a su medio hermano, Pablo Galíndez.

Yáñez indicó anoche que el expresidente le advirtió día por medio que se suicidaría si ella avanzaba con la denuncia, lo que la mujer interpretó como “amenazas” y “terrorismo psicológico”. Entre los pocos que hablaron con Fernández esta semana, algunos escucharon frases al pasar como “me queda tirarme por la ventana” o “me pego un tiro”, que podrían ser dichos sin trascendencia o lo contrario.

El exmandatario recibió llamados del expresidente colombiano Ernesto Samper y de su par ecuatoriano Rafael Correa, del exjuez español Baltasar Garzón y del excanddiato presidencial chileno Marco Enríquez-Ominami.

El exmandatario deslizó ante testigos una versión diametralmente opuesta, aunque la ubica en años anteriores: en una crisis, ella fue a vivir a lo de su amiga Sofía Pacci, y, luego de cinco días, contra la voluntad de Fernández, ella regresó.

El aspecto más novedoso de la entrevista de Yáñez con Infobae fue la declaración de que su mudanza de Olivos fue obstaculizada por Alberto Fernández y sus colaboradores durante la segunda mitad de 2023, cuando la relación ya estaba quebrada. La mujer, no obstante, aclaró que no estuvo “cautiva” en la residencia presidencial, sino que se recluyó por voluntad propia. El exmandatario deslizó ante testigos una versión diametralmente opuesta, aunque ubicada en años anteriores: en una crisis, ella fue a vivir a lo de su amiga Sofía Pacci, y luego de cinco días, contra la voluntad de Fernández, regresó a Olivos.

Juan Pablo Fioribello, abogado de Fernández y Yáñez hasta días atrás, validó en una entrevista con Eduardo Feinmann la existencia de un relato alternativo. El periodista de La Nación+ indagó el miércoles por la tarde sobre “cuestiones de alcohol y ella cayendo por la escalera”.

A mí (Fernández) me lo ha contado. Lo contó como usted lo dice”, dijo Fioribello. Luego, matizó. “Yo no hablé del alcohol ni me compete a mí hacer declaraciones sobre un tema de salud”. Ya era tarde. El letrado, que a esa altura, repentinamente, repudiaba a Alberto, había violado el secreto profesional y expuesto un supuesto dato de la salud de Fabiola, a quien intentaba conservar como representada.

Fioribello, un típico penalista mediático con pinta de practicante de crossfit, habló como confidente de la denunciante, pero a la vez parecía estar ofreciendo sus servicios “por cero pesos” y hasta se candidateó a viajar a Madrid. Fabiola finalmente optó por otra representante legal, Mariana Gallego, también abogada de famosos.

La presunta adicción al alcohol de Yáñez también fue difundida en América TV por el periodista Baby Etchecopar, quien citó a Fernández. Exfuncionarios del último Gobierno hablan desde “señales” a “situaciones complicadas” que atañerían a ese cuadro de salud, las que, si ocurrieron, debieron contar con testigos dentro y fuera de Olivos. De allí a que el presunto estado frecuente de embriaguez derive en lesiones autoinfligidas compatibles con la contusión de una mano en la zona del ojo o un diálogo que sugiere admisión de culpabilidad, hay un vacío probatorio a ser llenado.

Temeridad

La periodista del canal TN Sandra Borghi, quien remite contacto cotidiano con Yáñez desde junio pasado, anticipó que lo conocido es la punta del iceberg. “Hay más material” además de la imagen “escalofriante” de una mujer “desfigurada”, indicó Borghi. En el mismo sentido, Fioribello anticipó que la historia conocida es “una gotita en un océano”. Yañez confirmó esa idea anoche.

Si en efecto Alberto Fernández resulta culpable de las lesiones, quedará en la historia como un golpeador machista que llevó adelante una doble vida hasta las últimas consecuencias.

La hipótesis del alcohol que deslizó Fioribello señala de todas maneras la irresponsabilidad temeraria de un Presidente. Un supuesto cuadro grave de adicción requiere que su acompañante le provea asistencia, máxime cuando se trata de alguien con recursos económicos e institucionales. Tanto por las personas involucradas, incluido un niño pequeño, como por el mínimo de serenidad cotidiana que debe tener un Presidente al mando de un país que enfrenta crisis múltiples.

Se trata del mismo mandatario que ante los pedidos de su secretaria Cantero para que intercediera por los negocios de su marido, le contestó “yo me ocupo”, en lugar de advertirle que cesara de buscar negocios desde un despacho oficial o despedirla en el acto; el que una noche de cuarentena se encontró con un brindis de Fabiola y sus amigos y, lejos de cancelarlo, se sumó; el que toleró el bullying cotidiano de Cristina y La Cámpora en aras de una absurda “unidad” y se entretuvo en batallitas irrelevantes; el que se rodeó de arribistas como sucesivos jefes de asesores y confidentes que articulaban operaciones con opositores y enemigos; el que procrastinó decisiones fundamentales por falta de convicción y de dedicación, y el que, durante todo el mandato, no atinó a evitar que las noches de Olivos fueran un infierno por razones de salud, si es que no fue él mismo el perpetrador de ese infierno y utilizó los recursos del Estado para cubrirse.

La idea de ’comparación ventajosa’ es cuando la conducta es descripta como menos perniciosa en virtud de alguna ventaja comparativa

Mario Riorda

Mario Riorda, docente y asesor de Comunicación Política en toda América Latina, utilizó Twiter para acertar una sintética definición sobre una “desconexión moral que da miedo”. “Albert Bandura, psicólogo canadiense, habló tempranamente de ‘desconexión moral’. Representa algún signo evidente de deshumanización. De alguna manera, es el modo por el que se entienden algunos comportamientos de personas que llegan a cometer actos que signifiquen una completa transgresión de normas sociales aceptadas, o bien, que directamente incurran en actos inhumanos”, escribió Riorda. “Se trata de la justificación que esbozan ante hechos escandalosos… en aras de protegerse y no dañar su reputación”, explicó.

Siguió Riorda: “La idea de ’comparación ventajosa’ es cuando la conducta es descripta como menos perniciosa en virtud de alguna ventaja comparativa. Y puede ser doble la mirada, porque se autocomparan superiores, con más prerrogativas, o porque otros puedan hacerlo peor, entonces minimiza o plantea la insignificancia de su transgresión moral….Personas que actúan o infligen daño se amparan en el nombre de causas justas. Ideologías, religiones, imperativos, etc”.

Ese relativismo es relatado de otra manera por un importante exfuncionario —no cristinista— durante los años del Frente de Todos. “Alberto no tiene estructura ósea”, dijo en referencia a su volubilidad. Bastante antes de este escándalo, la práctica política de Fernández había extinguido cualquier cosa parecida a la lealtad política en su favor. “Carece absolutamente de red. Nadie va a dar la cara por él”, transmitió otro importante exintegrante del gabinete.

Ofensiva ultra

Desde el mismo momento en que se conoció la denuncia, Javier Milei, sus voceros, su ejército de contratados para las redes y la inusitada reacción conservadora que campea en los principales multimedios desde hace años apuntaron a deslegitimar las reivindicaciones feministas y las luchas progresistas en general.

Del curro de los derechos humano al curro del feminismo, pilares sobre los que eligieron asentarse Mauricio Macri y Milei

El razonamiento ultra indica que, dado que quien fue concebido como “el primer presidente feminista” deparaba a su pareja noches atroces en Olivos, las políticas de protección a las víctimas de violencia machista, reducción de inequidades, educación sexual integral, promoción de derechos y antidiscriminación se probaban meras farsas. Del curro de los derechos humano al curro del feminismo, pilares sobre los que eligieron asentarse Mauricio Macri y Milei.

Esa batalla se da en las redes sociales. Para ese fin, los hermanos Milei tienen una banda de matones digitales que cada tanto pasan a los hechos de la vida real. La reducción abismal de la tasa de embarazo adolescente en diez años (descenso de 57% según el INDEC) y la baja persistente de la mortalidad materna (a excepción de los años del COVID) e infantil no son argumentos aptos para el contexto vandálico en que se discute en la Argentina.

Un episodio bastante complejo

El Ministerio de las Mujeres ha sido un blanco predilecto de la gesta contra el “curro feminista”. TN, pantalla del Grupo Clarín, informó que Yáñez pidió auxilio en la cartera que dirigieron sucesivamente Elizabeth Gómez Alcorta y Ayelén Mazzina, y fue ignorada.

Borghi, la periodista que en contacto con la expareja de Fernández, fue consultada en Radio Con Vos por Ernesto Tenembaum y Reynaldo Sietecase sobre cuál de las dos ministras habría desatendido el auxilio de Yáñez.

Respuesta: “Desde ayer estoy con esta diferencia. Es un episodio bastante complejo, pero si te tengo que dar una repuesta, te tengo que decir que era… Ayelén Mazzina… Directamente a la ministra”. Amplió Borghi: “Ayelén Mazzina le responde: ‘Tranquila Fabiola -mano en el hombro—. Esto ya va a pasar. Esperá un poco´”. “Un tiempo después, se la encuentra en un acto, todavía barbijos mediante, y le pregunta ‘¿Y, cómo estás?’ ‘Igual’. ‘Bueno, es tiempo, quedate tranquila, ya va a pasar’. Le dio una palmadita en la espalda y no hizo absolutamente nada”, relató la periodista, que dijo haber viajado a España motu proprio meses atrás para escuchar a Yáñez de primera mano.

Tanto Gómez Alcorta como Mazzina negaron haber tenido indicio alguno de los presuntos golpes de Fernández a Yáñez, con quien se solidarizaron. La segunda explicó que mal podría haberse encontrado en un acto “barbijos mediante”, porque ella asumió el Ministerio de la Mujer en octubre de 2022, cuando ya la prevención por la pandemia era parte del pasado, y mucho menos si el supuesto diálogo relatado por Borghi ocurrió “meses después”, en 2023.

La expareja de Fernández ratificó anoche que pidió ayuda a la titular del Ministerio de las Mujeres, sin proveer un nombre concreto. Se mostró dolida porque la funcionaria le pidió que se trasladara a su despacho, pero el relato dejó lagunas. La ampliación del testimonio de Yáñez, que podría demorarse más de lo previsto mientras se define la jurisdicción, acaso brinde claridad sobre ese punto.

Milei marca el tono

En la semana en que Guillermo Moreno fue condenado a tres años de prisión y seis de inhabilitación para ejercer cargos públicos por falsificar la estadística oficial, está claro que los problemas del peronismo no se agotan en la figura de Alberto Fernández. Si se habla de machismo, cabe recordar que, además de alterar el índice de inflación durante años, la gestión de Moreno, fuertemente respaldada por los Kirchner, incluyó una fuerza de choque en la sede del INDEC y el hostigamiento particular contra tres mujeres con larga experiencia en el organismo.

Moreno tiene la suerte de tener un acuerdo comercial con el Grupo Indalo, de trajinar a diario varios streamings y de que nadie en el peronismo se meta con él. Por el contrario, los dirigentes acuden al pie para elaborar un “programa justicialista”.

Milei reina en una era en la que la violencia verbal es una vía indispensable para ocupar un lugar en el ágora. No sobran aspirantes a líderes y conductores de radio y televisión que se priven de hablar de “mierda”, “hijo de puta”, “cagada”, “pelotudo” y “pajero”. La rúbrica de Milei, “carajo”, se transformó en un latiguillo para cualquier político gris que quiera acentuar una proclama.

Milei reina en una era en la que la violencia verbal es una vía indispensable para ocupar un lugar en el ágora

De Luis D’Elía a Ofelia Fernández, la furia transformada en insulto inundó las redes, pero nadie apeló a un atajo intelectual tan burdo y prematuro como Mayra Mendoza, intendenta de Quilmes y discípula privilegiada de Cristina.

Al día siguiente de la publicación inicial de Clarín, hace una semana, Mendoza primereó a cualquiera de los antiperonistas más propensos al oportunismo y ensayó ante Página 12 el argumento de que los presuntos golpes a Fabiola eran previsibles porque el expresidente había desafiado el liderazgo de la exmandataria. “Dado el perfil de Alberto Fernández, hombre varón cis que evidenció no poder asumir la conducción política de una mujer como Cristina Fernández, y que siempre se preocupó por saber si iba a estar herido en su masculinidad, tiene todas las características de poder haber ejercido violencia de género”.

El argumento fue reproducido en un comunicado del Frente de Mujeres de La Cámpora.

Eduardo de Pedro, rival de Mendoza en la disputa por la preferencia del Instituto Patria, se tomó unos días, pero fue a más. Afirmó haber sido “testigo” del “maltrato” de Alberto Fernández a Cristina. Si fue así, el exministro del Interior se privó de denunciar a tiempo un hecho tan grave.

De Luis D’Elía a Ofelia Fernández, la furia transformada en insultos inundó las redes, pero nadie apeló a un atajo intelectual tan burdo y prematuro como Mayra Mendoza, intendenta de Quilmes y discípula privilegiada de Cristina

Como está claro que ni De Pedro ni Mendoza expresan visiones que se aparten del repertorio de Cristina, ésta dedicó buena parte de su pronunciamiento en Twitter sobre los golpes exhibidos por Fabiola a hablar de sí misma. Desde hace tiempo, no parece haber hecho comentable para la expresidenta sin ponerse a ella, o a su esposo fallecido, o a su hijo como ejemplo o víctima.

Nada podría ser más funcional a la ofensiva antiderechos que la malversación de un argumento supuestamente feminista para saldar una disputa política. Si el mote de machismo se aplica selectivamente para amonestar a rivales, la acusación aviesa contra el feminismo como un ariete partidario encuentra espacio para ganar convencidos.

Bien leída, la postura de Mendoza y De Pedro no va tanto en detrimento de Alberto Fernández, cuyo caudal electoral tendía a cero antes de este capítulo, sino de quien crea que su futuro político no supone la obediencia irrestricta de lo que dispongan el Instituto Patria y Máximo Kirchner. Axel Kicillof debería tomar nota del tenor de los cuestionamientos que le esperan si se anima a dar el paso.

Fuera de las fronteras del peronismo, se desató un festival.

María Eugenia Vidal dio paso a la pulsión irrefrenable que derrite su capital político de años atrás. “Alberto es un golpeador y el kirchnerismo lo encubrió. De eso no se vuelve”. El derrotero siguió con la exigencia de que Cristina pidiera perdón, como si la expresidenta hubiera estado al tanto de que su elegido en 2019 supuestamente era un machista violento. Por precaución lógica, la exgobernadora bonaerense no debería dar por cierta la rumorología sobre las figuras públicas para reclamar acciones de terceros.

Victoria Villarruel se permitió decir algo sobre los derechos de las mujeres y la doble vara del kirchnerismo.

A la vicepresidenta le pesa el hecho de que su mentor y amigo de su padre, Alberto González, fue el primer represor de la dictadura condenado por violencia sexual, en 2021. Este compinche de Alfredo Astiz sobrelleva tres condenas perpetuas por la desaparición de decenas de personas y la violación de tres mujeres. La negacionista Cecilia Pando contó que conoció a González a través de Villarruel, cuando él estaba escribiendo los libros que firmó quien luego fuera la elegida por Milei para acompañarlo en su aventura presidencial.

Paso a paso, el Gobierno ultraderechista prepara el terreno para darles impunidad a los terroristas de Estado. Avanzará por vía judicial o legislativa en cuanto vea la oportunidad.

Cancha inclinada y statu quo

Las consecuencias políticas de los golpes en Olivos —en cualquiera de sus versiones؅— se verán en el tiempo. En el pasado, desde los bolsos de López (2016) a “los cuadernos de la corrupción” (2018) parecieron sentenciar un punto final, que acaso habría sido justo, pero no fue tal. Pese a la cancha inclinada en los medios y los tribunales a favor de las ramas de la derecha —la liberal-conservadora y la ultra—, el resultado de políticas económicas vandálicas se ocupa de reequilibrar el tablero.

Nadie medianamente informado debería trazar diferencias morales ni mucho menos de sospechas de corrupción. Del celular de Darío Nieto, secretario de Macri, se podrían haber derivado varias causas sobre vínculos espurios con jueces, favores a los defraudadores de Vicentín e tráfico de espionaje ilegal. A diferencia de su colega María Cantero, el joven fue indultado a tiempo por Comodoro Py, su celular, devuelto, y todas las causas asociadas, enterradas. Un caso más entre “sobres con verdes” que le acercaron a un ministro de CABA, cuentas en Luxemburgo con decenas de millones de dólares con un Macri de beneficiario final, celulares borrados en una oficina oscura de Patricia Bullrich, viajes a Lago Escondido e intereses financieros a los dos lados del mostrador sobre los que el sistema judicial argentino pone todo su empeño en no indagar.

El hecho doloroso que subyace es que la desconexión moral, el dogma autocomplaciente y la mala praxis provocan un empate entre facciones que se torna insoportable y, al fin y al cabo, equipara resultados económicos.

Lo que se llame progresismo o centroizquierda en Argentina debe demostrar con urgencia que es capaz de ofrecer algo distinto a la ciénaga.

SL

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