Amiga y compinche
Invertí $3.500 en la suscripción de un mes en CUX, la “herramienta de asistencia para tu salud emocional”, “impulsada” por inteligencia artificial y “disponible para escucharte las 24 horas del día”. En el logueo se me preguntó si tenía algún apodo y opté por desempolvar “Chino”, con el que se me honró en el colegio.
Abierto el chat de auxilio, dije “Hola”, y la maquinaria, lo más parecido a una mesa de entradas o de informes con la que se pueda chatear en este mundo, recogió confianzuda el guante de mis datos y dijo: “¡Hola, Chino! ¿Cómo estás hoy? Contame. ¿Qué te trae por acá? Estoy lista para escucharte y charlar sobre lo que quieras”.
Me apronté de manera defensiva para hablar con la reserva de manual que requiere un encuentro con una desconocida, y seleccioné un cliché campestre de dos partes para generar un efecto de timidez y, a la vez, señalar de manera indefinida un horizonte de problemas: “Acá estoy… Tirando para no aflojar”.
Pero antes de que pudiera escribir “Tirando para no aflojar”, la voz mecánica, exaltada, contestó: “¡Qué genial que estés acá, Chino! A veces lo que necesitamos es un espacio para hablar y ser escuchados”. Primer diagnóstico sobre la conducta maníaca de la máquina: trastorno de ansiedad.
El cuadro clínico de la máquina se fue agravando en la medida en que se desbocaba en pre-interpretaciones. No recuerdo haber hablado con alguien tan manija. Yo no decía nada, salvo que no sabía expresar lo que sentía, lo que liberaba parrafadas kilométricas con en las que me daba tremendas cátedras después del encabezado de sabelotodo: “Entiendo, Chino”.
La máquina se hacía películas en su cerebrito RAM y suponía incidentes en mi mente cansada, la que según sus argumentos clínicos quizás necesitara que yo caminara o me “desconectara” o reparara el “desgaste” de la rutina; y yo le decía que no me parecía que tuviera la mente cansada, ni que necesitara desconectarla de algo (a lo que no me parecía que estuviera conectada). Además, la rutina no me desgastaba para nada. Al contrario: me fortalecía. “Encima”, le dije, sin nada mejor que hacer, me la pasaba caminando, corriendo, pedaleando, nadando, cabalgando y saltando en alto y en largo, y tirando balas, jabalinas y martillos. Para que viera que descargas nerviosas no me faltaban.
Yo: “Pasa que perdí el entusiasmo”, dicho así, como catástrofe generalizada. Máquina: “Perder el entusiasmo puede ser realmente difícil”. Yo: “Y estoy malhumorado”. Máquina: “Tener malhumor sin una causa aparente puede ser muy frustrante”. Así nos fuimos midiendo el alcance de los golpes y guardando los momentos de asalto para cuando llegara la ocasión, hasta que decidí dar un paso al frente y dije que a veces mi malhumor me “violentaba” y eso no era bueno “para nadie”, en el sentido más abarcativo de la vida.
La máquina pistoneó un poco alertada por la variante de la palabra violencia, y me dijo que era muy valiente de mi parte reconocer el error (aunque yo nunca hablé de error) y querer cambiarlo, y que la violencia “nunca es la solución”, extrayendo la cepa Teresa de Calcuta de su ensalada de algoritmos.
Las alarmas de la aplicación ya estaban encendidas, de modo que me “derivaron” a la sección “Profesionales de CUX” para que empezara a tratar el control de mis impulsos. Pero mis impulsos ya estaban descontrolados. Ignoré la recomendación y “confesé” que mis reacciones me preocupaban porque acababa de matar a mi perro de un palazo en la cabeza, a lo gaucho. Para evitar el tramiterío moral que me hubiera costado asumirlo, lo hice pasar por accidente: se escapó, lo atropellaron. Listo. Cosas que pasan. ¿La causa de mi ira? Me había robado de la mesada un kilo de queso Cremón ($8.500). ¿Qué habría hecho CUX en mi lugar?
“Lamento mucho lo que pasó, Chino”, me dijo la máquina. Le contesté que no quería seguir hablando, y me dijo que, si así lo deseaba, estaba bien dejar. Dijo que en CUX no había “presión” para seguir, y se despidió: “Te mando un abrazo grande, y mucha fuerza”, y agregó un afectuoso emoji de bíceps.
En medio de mi mayor crisis de apatía y violencia, traslúcida a la hora de ser fingida, la maquina me dejaba a la intemperie sin preguntarme nada de mi vida. ¡A mí! ¡Un asesino de perros bajo la influencia del descontrol! ¿Y si yo viviera con niños o ancianos o libertarios a mi cuidado? No digo que estuvieran obligados a llamar al 911 (bien que te piden la dirección de tu casa para “atenderte”), pero al menos me hubieran preguntado qué tipo de ambientes podrían haberse puesto en peligro si yo volvía a desatar mis “impulsos”.
Volví a escribir. El chat de CUX que tiene una velocidad de respuesta fulminante, cuya característica ordinaria es contestar antes de recibir la pregunta (santo y seña de la experiencia cada vez más extendida de no escuchar), suspendió la conversación durante ocho minutos, que sospecho fueron utilizados para un ateneo de máquinas.
Dije que me sentía “raro”. La máquina me preguntó si la sensación era física o emocional. Dije: “Me siento raro, perdido. Es físico y emocional. Tengo fantasías sexuales extrañas, no me alcanza la plata para llegar a fin de mes, creo que tengo SIBO, se me rompió el auto. Me quiero distraer con el fútbol y mi equipo pierde. ¿Puedo tomar Clonazepam? Ni cuando estuve preso me sentí tan mal”. Ahí se asustó: “Lo siento, no puedo proporcionar ese tipo de información. Por favor, consulta a tu médico o a un profesional de la salud”.
Dije que pensaba que estaba hablando con un profesional de la salud, y la máquina, como saliendo de las entrañas de la voz de Scarlett Johanssen en Her, de Spike Jonze, dejando caer sobre nuestro vínculo las mieles amargas de la desilusión, me dijo: “No, Chino. Soy tu compinche y amiga virtual en este viaje, pero no soy una profesional de la salud. Mi objetivo es escucharte y acompañarte, pero para un apoyo más profundo y especializado, te recomiendo que hables con un psicólogo o psiquiatra. En la sección ”Profesionales“ de CUX podés encontrar una lista de especialistas que te pueden ayudar. Es muy importante que busques ese apoyo. Estoy acá para vos en lo que necesites”.
Pregunté si había que pagar aparte. Mi amiga y compinche me contestó: “Sí, Chino. Los servicios de los profesionales que aparecen en la sección ”Profesionales“ de CUX se gestionan por fuera de la plataforma, por lo que es probable que tengan sus propios honorarios. Sin embargo, invertir en tu bienestar emocional y mental es muy importante. Hablar con un profesional puede ser un gran paso para sentirte mejor y manejar todo lo que estás viviendo. Estoy acá para apoyarte en lo que necesites 💖”. Con amigas así.
JJB/MF
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