Otro capítulo de la guerra judicial: el memorándum de entendimiento con Irán
En memoria de Héctor Timerman
El Papa cumplió 88 años; mi abuela se hubiera fijado en la quiniela, es un número espejo y además quiere decir el Papa. El Papa es ante todo el pastor del Pueblo de Dios y mayor exponente del humanismo cristiano. Sin embargo, ha sido tratado muy injustamente en esta tierra que se enoja con sus profetas verdaderos y ensalza a los falsos profetas. Aunque más no fuese por un mínimo sentido de patriotismo, debería ser un orgullo nacional en un país católico tener un Papa argentino. Quiero con este párrafo introductorio hacerle un pequeño homenaje.
Héctor Timerman era un humanista judío, ex canciller de la Republica Argentina. Hubiera cumplido 71 años anteayer. Me lo dijo Jordana, su hija, con la que casualmente intercambié unos mensajes a propósito de la reapertura de la causa. No lo conocía, pero leí el artículo de su hija y me emociona. Me enoja por ella, por los suyos, por sus amigos, por el país, que se haya ido prematuramente difamado de la forma más cruel a quien busca servir al país y al pueblo.
Posiblemente la muerte prematura de Timerman fue acelerada por la angustia de ser acusado por “traición a la patria”, que derivó en la falta de autorización para ir a tratarse en Estados Unidos, donde había drogas para su enfermedad. El cáncer es difícil de predecir, difícil de frenar, doloroso, pero permite ver cómo se acerca el fin de la vida. La familia Timerman tuvo que beber el cáliz de injusticia en esos días.
Timerman falleció después de cursar gran parte de su enfermedad en prisión preventiva –de la que Bonadío abusó aplicando la doctrina inconstitucional del “poder residual”, según la que este hombre anciano y enfermo podía amedrentar testigos– en una causa por traición a la patria que cualquier juez justo hubiera rechazado in limine. Es una causa extravagante. Casualmente o no tanto, en estos días la Corte Suprema de Justicia de la Nación ordenó volver a abrirla.
Se trata de la famosa causa por el memorándum con Irán ¿Qué era el memorándum? Una declaración de intenciones entre dos estados soberanos, miembros de las Naciones Unidas, para realizar una investigación en torno al atentado terrorista contra la AMIA. El argumento de los jueces serviles a ciertos poderes para avalar esta falsa acusación sería que los acusados buscaban un pacto de impunidad para los autores iraníes del atentado contra la AMIA.
Evidentemente, los iraníes no pensaban lo mismo. El memorándum establecía que los parlamentos de ambos países debían ratificarlo. La Argentina lo ratificó. La República Islámica de Irán no. Extraño acuerdo que favorece a la parte que decide no aprobarlo. Más extraño aún cuando la impunidad de los atentados ya había cumplido casi 20 años. A treinta años del atentado, la impunidad continúa. No existe ninguna relación causal entre el memorándum y la impunidad.
Dije antes que el parlamento argentino sí votó el Memorándum de Entendimiento. Es evidente que si la descabellada hipótesis de que se trató de un acto de traición a la patria perpetrado por un judío para darle impunidad a los autores de un atentado dirigido contra la comunidad judía argentina, deberían estar procesados un centenar de legisladores.
Las teorías posteriores para justificar que un acto que no es ni típico ni antijurídico, que no tuvo efectos prácticos, que además cumplió todas las formalidades diplomáticas; la hipótesis criminal de esta causa ridícula es que para llegar al entendimiento se utilizaron carriles paralelos como… ¡Luis D’ Elia y Fernando Esteche! Estamos hablando de dos personalidades políticas que, más allá de cualquier valoración sobre sus cualidades, más allá de sus vínculos interpersonales con personalidades de la comunidad islámica, no tenían ninguna capacidad operativa de preparar un acuerdo internacional del más alto nivel diplomático de ambos países.
Naturalmente, se puede estar en desacuerdo con la estrategia del Memorándum de Entendimiento que preveía la creación de una Comisión de la Verdad y la posibilidad de que la Justicia argentina tomara indagatoria; pudo, incluso, ser un acto administrativo ratificado por el Parlamento y –como sucedió– ser declarado inconstitucional. Sin embargo, desde ningún punto de vista, que un gobierno democráticamente electo de la República Argentina realice un acuerdo diplomático con el país que fuera, ratificado por el Congreso Nacional, constituye un delito.
Extraña la vara que criminaliza la diplomacia pero aplaude la entrega del oro argentino a la banca londinense o un pacto con la potencia invasora de nuestras Malvinas (Pacto Fourie-Duncan) que el diplomático Carlos Foradori firmó borracho. “A medida que una botella tras otra iba pasando de la pared de la bodega a la mesa, las negociaciones mejoraban”, relató Alan Duncan, exviceministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido ¿Sabés qué hace Foradori ahora? Sigue cobrando de la nuestra, más de 20 mil euros mensuales, con casa, mucamas y comida paga… en Ginebra.
Veamos lo que pasa en los países “serios”. Unos años después, Obama anunciaba con bombos y platillos el “Iran deal”; al igual que el gobierno argentino, el norteamericano había llegado a un acuerdo con Irán, seguramente después de muchas conversaciones de muchas personas pertinentes o impertinentes. Lo de Estados Unidos fue bastante más lejos que un Memorándum de Entendimiento, fue un “Plan de Acción Conjunta” vinculado al control de armamento nuclear. Muchos estuvieron en contra de este acuerdo, el actual presidente Donald Trump entre ellos. Ese acuerdo sí tuvo efectos prácticos como el levantamiento de sanciones para Irán. Sin embargo, ni al más acérrimo de los críticos de Obama se le ocurrió acusarlo por traición a la patria. Tal vez porque los políticos norteamericanos no banalizan su propio país.
Ese mismo año, el Papa Francisco recibió al presidente de Irán, Hasán Rouhaní, en función de su permanente vocación de bregar por la paz mundial y por la resolución diplomática de los conflictos porque la guerra es negocio para pocos y dolor para muchos. La utilización de las instituciones como armas políticas tienen una lógica similar: destruir al enemigo a toda cosa. Negocio para pocos. Dolor para muchos.
Han logrado que perdamos la capacidad de asombro. Jueces de fiesta clandestina en Lago Escondido primero, ahora jueces de fiesta pública en Clo Clo. Esta gente tan alegre tiene una sensibilidad particular con ciertos temas políticos y geopolíticos. Es lo que le garantiza impunidad. Total, mientras ellos se divierten en el cabaret, hay gente seria tirando los piolines en función de intereses que no son los nuestros como argentinos ni los de la colectividad judía ni los de la memoria, la verdad y la justicia para las víctimas. Se trata de intereses que son globales… pero, a diferencia de la justicia, no son intereses universales.
Es triste ver cómo tanto argentino, a diferencia de Timerman, agacha la cabeza frente a estos intereses que no tienen patria ni religión ni bandera… sólo poder, armas, dinero y sangre en las manos. Es triste ver cómo por el odio contra Cristina Fernandez de Kirchner se festeja una nueva fase del juicio oral en donde los acusadores de la expresidenta, si alguna patria tienen, no es la patria nuestra, la República Argentina, que algún día pondremos nuevamente de pie.
Posiblemente la sentencia ya esté escrita en alguna computadora en algún lugar del mundo, bien al norte de nuestro país, desde donde hoy se dictan decretos, leyes y fallos judiciales que se aplican a los argentinos. Los acusados, prejuzgados, al menos tendrán derecho a decir lo suyo. Timerman no podrá siquiera defenderse. La Historia, sin embargo, retomará este capítulo infatuo de persecución y coloniaje… y saldará las cuentas con los prevaricadores y cipayos.
Mi abrazo fraterno a toda la familia del excanciller y mi solidaridad con todos los perseguidos en esta causa que, equivocados o no, intentaron hacer algo frente a una impunidad que tantos años después de aquel fallido intento continúa enlutando a la Argentina.
¡Felices los que trabajan por la paz!
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