Debatiendo como se tuitea
Los candidatos a vicepresidentes Agustín Rossi y Victoria Villaruel tuvieron anoche su momento estelar en el debate que brindaron en el programa “A dos voces” de la señal TN. Ambos se presentaron frente a cámara sin nada librado al azar, no sólo con la influencia de la publicidad, que tanto ha calado en las campañas de finales del siglo XX, sino además con toda la parafernalia que han traído las redes sociales a este nuevo siglo.
La imagen instagrameable de Victoria Villaruel, de canchero jean gastado e impoluta camisa blanca metida a medias dentro del pantalón, look que otrora había utilizado en su campaña triunfal del 2015 María Eugenia Vidal, versus la sobriedad televisiva más clásica del traje de Agustín Rossi, dieron con una foto inicial el puntapié para un intercambio que proporcionará por unos días clips electorales. Son tiempos de fragmentos con punch a gusto y piacere de los votantes ya convencidos o recortes para aterrar a aquellos que aún no saben a qué barco subirse.
Mientras Rossi bajó varios decibeles con respecto al debate de la primera vuelta, Villaruel llevó todo el repertorio tuitero a la pantalla chica. Conocedora de su público, la candidata de LLA y sus asesores, explotan como pocos la mancomunión de televisión y redes. Es que salvo los más politizados y convencidos, el votante a atraer verá solo los fragmentos distribuidos hábilmente a través de las redes.
Se vive y se debate como se tuitea.
Dos estilos
A la lengua karateca de Villaruel hay que sumarle su cadencia de panelista de programas de chimentos: sabe cómo interrumpir, cómo tapar y qué título le dará más likes.
Es evidente que se crió (y cree) en la tele. Su estilo “malvada bella” de telenovela está muy bien cruzado con las nuevas estrellas a la hora del entretenimiento: las mujeres que hablan de todo en LAM u otros programas similares.
A su vez, Rossi esta vez fue por el carril de la calma, algo que sabemos le cuesta bastante al santafesino.
Si bien para los seguidores de uno u otro, el ganador fue su favorito, televisivamente Villaruel ha sido potente aunque con su verborragia más de una vez dió una imagen demasiado exultante. La indignación –fue su respuesta ante un “estás muy nerviosa” de Rossi– es, según ella, lo que la mueve para mostrarse así.
En este final abierto queda flotando la duda de si fue un acierto o un error mostrarse tan vehemente. Es que Villaruel siempre fue la imagen de la asistencia terapéutica en esa fórmula.
Pero así y todo en la contienda, Rossi, que se mostró demasiado medido en ese ámbito donde quien se exhibe más desenvuelto aparenta mayor confianza, intentó con suerte no enganchar con algunas chicanas de la otra candidata, logrando sacarle, además, un par de títulos punzantes: cómo van a dolarizar, que no fueron 30.000 los desaparecidos y el perturbador silencio a la hora de responder sobre la posible libertad de los genocidas.
No poco para el menos ducho a la hora de actuar frente a las cámaras.
Ahora está en manos de las redes cuál será el segmento que más interpele.
Interviú
A su vez, en el tramo final de esta eterna campaña electoral, los candidatos Sergio Massa y Javier Milei han multiplicado sus entrevistas.
El año en el que cumplimos cuarenta años de democracia ininterrumpida y se ha declarado más de una vez la muerte de la televisión, la pantalla chica, sin embargo, continúa siendo un gran generador de contenido. Al igual que la radio, otro medio de comunicación a la que cada tanto amagan con escribir su obituario. Es que no hay red que no dependa del material que ambos entregan.
El año donde el amor ha sido reemplazado por quien asusta más y lo breve capta la poca atención que nos va quedando, Tiktok, X y Facebook se han visto inundados de mini videos de entrevistas donde queda claro que ya no hay tiempo para mirar diálogos largos. O tal vez no haya ganas.
Si allá lejos y hace tiempo en 1977 el periodista y presentador de televisión inglés David Frost convirtió una entrevista política en un hito de la pantalla chica al dialogar con el ex presidente Richard Nixon, que había renunciado tres años años antes a la presidencia de Estados Unidos tras descubrirse el escándalo conocido como “Watergate” -un caso de espionaje durante su segunda administración- el reportaje de este último domingo del periodista Luis Majul en su programa La Cornisa al candidato de Unión por la Patria, Sergio Massa, sea tal vez en el futuro un modelo a estudiar: la noche en la que el entrevistador fue más histriónico que el invitado.
Conocedor como pocos del show del rating, Majul brindó un espectáculo repleto de momentos para la edición. Si en los últimos años los titulares eclipsaron las notas, los clips de uno o dos minutos pululando por las redes opacaron la hora completa en la que podemos ver una charla.
La semana previa Majul había entrevistado al otro candidato, Javier Milei, demostrando que la compostura y los tiempos para el invitado no son la regla sino el antojo. Mientras el líder de la LLA pudo exponer con un tiempo prudencial cada respuesta, el candidato de UxP tuvo que hacer acrobacias para dar su parecer.
Experimentado a la hora de enfrentarse a los medios, Massa sabía que cualquier error hoy es meme y un viral con graph que pondría rojo de envidia a ese gran vendedor de diarios llamado Héctor Ricardo Garcia, el hacedor de Crónica. Primero en papel, luego como placa roja en cable.
Pero si aquel reportaje de Frost a Nixon tuvo tanta relevancia -al punto de terminar siendo una obra teatral cuya adaptación fue llevada al cine en el 2008 por el premiado director Ron Howard- fue, además, porque en esa charla de treinta horas, de la cual se extrajeron seis para emitir en cuatro entregas, quedó demostrado que en un clima adecuado se maceran grandes confesiones.
“Lo que quiero decir es que si lo hace el presidente no es ilegal”, dijo Nixon frente a millones de espectadores, sincerandose, sin querer, sobre aquel affaire que le había costado el cargo. Lo cual también indica, a la luz de algunas entrevistas actuales, que azuzar e interrumpir no siempre logra buenos resultados ya que todo termina siendo olvidable, efímero y violento.
Un tiempo que quizás más adelante sea recordado como el año que no escuchamos. Interrumpidos para tener razón.
LA/DTC
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