Algo para decirte
Bueno listo estrené y me quedé vacía.
Aunque la apertura de un proceso se trate justo de lo contrario, de volver a vincularse a través de una obra, de una ficción. Decir algo de algún modo, que vengan a verlo, que perciban, y dialoguen con eso. Es, en el mejor de los casos, abrir una conversación.
Pensé que escribiría acerca del estreno de la obra esta semana, pero no apareció.
Mi última columna fue mayormente acerca de la actuación y acaso eso me haya negado el acceso a volver a hablar de eso en esta.
Para el programa de mano escribí:
“Esta extraña necesidad de trabajar
es sin duda fortaleza y debilidad
al mismo tiempo”
R.W. Fassbinder
El cine de Fassbinder estuvo presente en todos nuestros procesos como grupo, a la hora de ponernos a ensayar, particularmente por su trabajo con las actrices y actores. En esta ocasión decidimos tomarlo directamente como punto de partida y entonces, al tenerlo en cuenta también a la hora de escribir, me interpeló más la dimensión política de su obra, su componente anarquista: mirar el mundo con humor y amor, con una profunda fé en la posibilidad de transformarlo, desde el mínimo rincón que a uno le toque.
El jueves 6 hicimos el ensayo general. Ese mismo día se cumplían tres años de la muerte de Rosario Bléfari. Llegamos bastante justo con el montaje de la obra, pero ese día los espíritus del teatro nos visitaron y todo se acomodó. Muchos más que para el mismo estreno, en el que los nervios hicieron lo suyo y nos dejaron temblando aún una vez terminada la función, con una sensación más ambigua que la de ese ensayo general.
Esta semana estuve escuchando una y otra vez el disco nuevo de Nina Suárez, la hija de Rosario. Se llama Algo para decirte y son nueve canciones que Nina toca con su banda. Hay una en particular, Corrida al arco, que no puedo dejar de escuchar. Se la escuché a Nina acompañada por su guitarra en la presentación del último libro de Camila Fabbri. Ahí Nina contó que hizo la canción a partir de un capítulo de una novela inédita de Camila. Ya esa primera vez en esa terraza me había atravesado y lo sigue haciendo ahora, cada vez que la reproduzco. Se lo comento a Camila quien, amablemente, me da para leer ese capítulo: el origen de la canción; la corrida al arco en el lenguaje de cada una.
Ramón se armó una guarida al pie de mi escritorio en un sitio bastante simpático y gracioso. Y anegado. Lo que no usa casi nunca es su propia habitación. Va avanzando sobre la casa. Ya la conquistó. Ahora escucha Clics Modernos una y otra vez, una y otra vez. Particularmente se detiene en Los Dinosaurios. Lo que lo condujo a un video con las madres de plaza de mayo. Y al alegato del Juicio a las Juntas y al Nunca más y al libro Nunca más, que me preguntó si podía leer.
Por mi parte nunca termino de entender cuál es el acceso apropiado a la información, o cuál la cantidad apropiada. Ni siquiera tenemos el mismo criterio en todo con el papá de Ramón, acerca de qué podrá asustarlo y qué no, así que de ahí en adelante todas las derivaciones posibles. Él está en el mundo, en este, con el acceso facilísimo a todo tipo de cosas, precisas, confusas, profundas, ridículas, dañinas, todo. No voy a poder blindarlo de eso, de lo que él quiera ir a buscar. Lo único que espero es que siga teniendo ganas de comentar conmigo o con alguien aquello que vaya descubriendo.
Estos días estuvo dando vueltas por todos lados un video de una mujer que se bajó de un avión de un vuelo interno por Estados Unidos gritando que ella se bajaría porque no se quedaría a bordo con una persona que no es real, y que todos irían a morir. Ella decía que quería bajarse porque no iba a morir junto a o a causa de alguien que no es real. No sé qué de toda la anécdota hace que sea tan espeluznante, porque lo único que pasa es eso: una mujer rubia joven en un pasillo de avión grita y señala hacia atrás diciendo que ahí hay un hijo de puta que no es real, que ella no piensa seguir a bordo con él, y que se va a bajar. En efecto, leo después, se baja, y el vuelo se demora tres horas porque hacen bajar a todos, los vuelven a revisar, a todxs y sus equipajes, y luego vuelta a embarcar. No se me va de la cabeza el poder evocativo de esa pequeña acción: una mujer que grita señalando y cuya única acusación es que alguien no es real, causa pánico y conmoción. Porque todos lo toman literalmente, como si ella estuviera acusando a alguien de ser no humano cuando acaso ella solo acusara a uno de no ser auténtico. Esa predisposición a la metáfora y la fantasía de todxs nosotros en general, como un conjunto de niños eternos, me causa bastante fascinación y casi casi que la condición de posibilidad de que exista el teatro, el fenómeno teatral, eso que nos pone a dialogar.
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