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Opinión

Lennon y Allende, el encuentro que pudo ser

John Lennon
5 de junio de 2021 17:36 h

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Acabo de ver los dos primeros capítulos de 1971: El año en que la música cambió todo. La serie documental de Asif Kapadia (Apple TV+) ha sido presentada como una exposición magistral sobre música y política. No lo comparto. Kapadia hizo por momentos una suerte de transcripción audiovisual de Never a Dull Moment: 1971 The Year That Rock Exploded, un libro de David Hepworth, publicado hace cuatro años en Londres. El texto más problemático es el que ha constituido la base de la serie de Apple TV+. Amén de algunos hallazgos de imágenes de archivo, desacierta en el modo en que plantea los pasadizos entre las canciones de una época y su contexto.

En el primer capítulo nos informa sobre los cambios políticos que experimentaba John Lennon al comenzar la década. Es entonces que Kapadia extrae un fragmento (y tal vez outtakes) de Gimme some truth, la película de Jonas Mekas y Andrew Solt sobre la grabación de Imagine en el estudio personal del ex-Beatle en Tittenhurst Park, Inglaterra. El director le da la palabra a Tariq Ali, en calidad de editor de The Red Mole, una revista de la izquierda inglesa. Ali había mantenido relaciones con Mick Jagger durante los breves días de iracundia de “Street man fighting”, en 1968, cuando dirigía The Black Dwarf. Luego conoció a Lennon y fue a su mansión acompañado por dos personas sobre las que el documental no informa nada. Dejémoslo en suspenso hasta que se complete la charla inicial entre el anfitrión con Ali: es nuestra historia. John y su invitado hablan primero acerca de la situación en Bangladesh. El visitante cuenta sus peripecias al entrar y salir de la India con pasaporte falso. “Yo estaría muerto de miedo”, dice el autor de “I don't wanna be a soldier Mama”, una de las canciones del disco que ha grabado y a la que se hace referencia en la serie documental. Voz en off del Ali septuagenario: “John se radicalizó a un ritmo vertiginoso. Quería ir a ver esas zonas que están resistiendo”. 

Y es ahí que cobran importancia los nombres de los acompañantes del director de The Red Mole. Uno era Robin Blackburn, historiador que sería, al igual que Ali, editor de la New Left Review, la revista que jugó un importante papel en la divulgación de las ideas de Louis Althusser, Claude Lévi-Strauss, Walter Benjamin, entre otros.

El otro es el que más nos interesa en este relato porque se sienta frente al ex-Beatle y Yoko Ono y le lanza una pregunta que quizá en otro momento de su carrera le había suscitado una respuesta irónica.

-¿Quisieras desarrollar alguna actividad pública en algún país socialista? ¿Estarías dispuesto a dar ruedas de prensa?

A lo que Lennon contesta, sin titubear:

-Claro, sí. Haría lo que más útil resultara.

El hombre que le formula ese convite tiene la misma edad del astro musical y es Regis Debray. Había escrito ¿Revolución en la revolución?: lucha armada y lucha política en América Latina.  “Jamás somos completamente contemporáneos de nuestro presente. La historia avanza enmascarada: entra al escenario con la máscara de la escena precedente, y ya no reconocemos nada en la pieza. Cada vez que el telón se levanta hay que anudar de nuevo los hilos de la trama. La culpa, desde luego, no es de la historia sino de nuestra mirada, cargada de recuerdos e imágenes aprendidas. Vemos el pasado superpuesto al presente, aunque ese presente sea una revolución”. Fidel Castro y Ernesto Guevara quedaron encandilados por la verba del joven francés desde que lo conocieron, a principios de los sesenta. El Che lo incorporó a la guerrilla en Bolivia. Cayó preso junto con el argentino Ciro Bustos. La campaña por su liberación tuvo amplias repercusiones internacionales. Las autoridades bolivianas lo dejaron ir en 1971. Debray viajó a Chile y fue recibido por Salvador Allende. Hablaron mucho. Parte de esas conversaciones forman parte del documental Compañero presidente, que está completo en Youtube.

-Yo sé que usted no es un hombre de teorrría, pegro en sus discursos se nota una gran solidez conceptual-, lo halaga ahí Debray, con su arrastre de erres.

El francés abandona Santiago, viaja a París, pero de inmediato lo encontramos en Inglaterra, nada menos que frente de John y Yoko. Allende había proclamado la vía pacífica hacia el socialismo y el francés pensaba en Chile cuando le lanzó esa pregunta que Lennon contestó con una seguridad que disfrazaba su candidez. Dijo que sí, claro que viajaría, y Fernando Alegría, escritor y consejero cultural del Gobierno de la Unidad Popular en Washington, cursó de inmediato una invitación al ex-Beatle. El programa incluía unos meses en Isla Negra y luego el extremo sur del país. Aunque Lennon había expresado su disposición de hacer “lo que más útil resultara”, midió mejor los riesgos y decidió quedarse en Manhattan, no sin cierta frustración, como le confesó en 1972 a Andy Warhol, en su calidad de director de la revista Interview

-Nuestro sentimiento es establecernos aquí y aparecer gradualmente y que vean que estamos bien, que nos vean en todas nuestras formas.

-Bueno, ¿no podés salir del país y volver al día siguiente?- quiso saber Warhol.

-No. Nunca nos dejarán volver a entrar. Por eso estamos aquí ahora- intervino Yoko.

A lo que John añadió:

-Teníamos una invitación del gobierno de Chile y ellos iban a pagar todos los gastos. Nos hubiera encantado ir.

El FBI estaba detrás de cada paso que daba el ex-Beatle. El documento NY19 de los John Lennon files había sido enviado por el agregado norteamericano en Londres y estaba basado en informaciones del MI5, según el cual, Lennon se había reunido con “el marxista” Debray.

Mil novecientos setenta y uno fue no obstante el año en que, a su manera, a veces estrafalaria y en las antípodas al modo en que es presentado en el documental de Apple TV+, John tomo distancia de su condición de rock star. Un giro, breve pero sugerente: los Stones marchaban al exilio francés para no pagar impuestos al fisco. Como parte de ese reacomodamiento es que había vuelto a tomar contacto con Ali y Blackburn, quienes el 21 de enero de ese año publicaron una larga entrevista en The Red Mole. Vale la pena detenerse en algunos extractos. Permanecen como rarezas de una época:  

“Como alguien de la clase trabajadora siempre me interesó Rusia y China y todo lo relacionado con la clase obrera, a pesar de que estaba jugando el juego capitalista”.

“Parece que todas las revoluciones terminan con un culto a la personalidad - incluso los chinos parecen necesitar una figura paterna. Espero que esto no suceda también en Cuba, con Che y Fidel”.

Si Imagine lo exhibía como un “soñador”, al abandonar Inglaterra había nacido el activista, siempre de la mano de Ono. “Power to the people” inició el camino que desembocaría en Some time in New York City, su disco más contestatario. Las primeras personas que se pusieron en contacto con Lennon en Manhattan fueron Jerry Rubin y Abbie Hoffman. El juicio que habían enfrentado por los disturbios en la Convención Demócrata de 1968 estuvo dominado por un provocador teatro del absurdo dirigido contra la misma Corte. Los yippies cumplían una sentencia en suspenso cuando se encontraron con él por primera vez.  “Cualquier declaración que hagas es una declaración política”, dijo el ex-Beatle. Con ese énfasis se preparó para presentarse ante los norteamericanos. Richard Nixon tomó su participación en el concierto en favor de la liberación del escritor John Sinclair como un llamado al duelo. “Si hubiera sido un soldado/ disparando amarrillos en Vietnam/ si fuera la CIA/ vendiendo droga y sacando ventaja/ el seria libre, lo dejarían ser/ respiraría el aire, como tú y yo”.  Lennon se presentó en el Madison Square Garden con su nuevo grupo, los izquierdistas de Elephant´s Memory Band. “El flower power no funcionó”, dijo. “¿Entonces qué? Empezamos de nuevo”.  Sinclair salió de la cárcel. El triunfo fue en cierto sentido engañoso.

Some time in New York City es el fruto discográfico de esa primavera radical. Como se editó en 1972, no podía entrar en la serie. Contiene la feminista “Woman Is The Nigger Of The World”, “Attica State”, una canción de denuncia sobre la masacre en una prisión norteamericana, y “Angela”, el tema dedicado a la dirigente comunista Angela Davis, también por entonces encarcelada. Al abandonar la prisión visitó Chile, como invitada de Allende. Rolling Stone no tuvo contemplaciones con el ex-Beatle: “¿Qué se puede decir cuando se enfrenta a un incipiente suicidio artístico?”. Para la revista era “completamente ridículo pensar que la música importa como una fuerza sociopolítica”. Tomen nota de ese señalamiento.

Los malos resultados comerciales y las críticas adversas al disco que Lennon comparó con un modo de hacer periodismo a través de la música pusieron fin a su giro a la izquierda cuando se acercaba el año 73. Para Nixon, Lennon había sido un asunto personal. Temía que le hiciera perder las elecciones. El FBI puso en funcionamiento toda su maquinaria para deportarlo. La campaña en contra de la expulsión fue intensa y, de alguna manera victoriosa. Pero el precio que pagó el ex-Beatle fue su gradual desapego de lo mundano. “No creo en la revolución violenta, la cual está jugando el mismo juego que el establishment. Somos artistas revolucionarios, no pistoleros. Todavía estoy por la paz”. Su expulsión fue revocada y regresó a EE.UU. en 1976 para establecerse en Nueva York. Ya sabemos qué ocurrió el 8 de diciembre de 1980.

La derrota de la Unidad Popular y el suicidio de Allende durante el golpe militar del 11 de setiembre de 1973 tuvieron un fuerte impacto en Debray, quien abandonó toda veleidad insurgente, rompió con el castrismo y se acercó a Francois Mitterand, para luego dar también un portazo. Los “testigos materiales” de su pasado le provocaban un “sentimiento de extrañeza” que atribuía a la “deformación de los recuerdos”. De ahí, “nuestra incomodidad ante las fotos en blanco y negro, las viejas películas documentales que miramos, asombrados o despechados”, reconoció en su voluminoso y autocrítico libro de memorias, Alabados sean nuestros señores. Una educación política. Podemos encontrar en el índice onomástico a Lenin, naturalmente, y, seguido, a Leone (Sergio, el cineasta), pero no a Lennon. Menciona a Joan Baez y a los Beatles, como una extravagancia simétrica al breve interés que tuvo John por Chile. “Muchos fuimos los que nos divorciamos del aquí para desposar en otra parte. Nada he visto pues de los golden sixties, los convulsos y los preciosamente pop. Me perdí los Chats Sauvages y los Chaussettes Noirs, lo confieso apesadumbrado, como dos años antes de la noche loca de junio en la que, como respuesta a la llamada del programa Salut les copains de Europe n° 1, ciento cincuenta mil jóvenes invadieron la plaza Nation para escuchar al ruidoso profeta de los nuevos tiempos, Johnny Hollyday, Brel y Ferré me tapaban a los Beatles”. El breve momento que compartió con Lennon, y en el ex-Beatle le mostró el diseño de la tapa de Imagine, queda como el intento de establecer una intersección imposible. Ni Kapadia ni Hepworth se esforzaron en comprenderlo en la serie.

AG

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