La lucha de las mujeres armenias y la guerra invisible en el Cáucaso
Una mujer armenia llamada Susanna Margaryan murió defendiendo su país ante el ataque de Azerbaiyán. En la noche del 12 de septiembre comenzó la invasión de la República de Armenia por parte del ejército de Azerbaiyán, país vecino de Armenia, con drones y artillería pesada. Luego de dos días de intensos combates llegó un alto al fuego. Armenia perdió alrededor de 10 km cuadrados de territorio y oficialmente 207 personas murieron incluyendo cuatro civiles. Días después diferentes videos circularon por Telegram. En esos videos, soldados varones azeríes se burlaban de los cuerpos mutilados y abusados de las combatientes armenias.
Un día después del cese al fuego, en Uzbekistán, un grupo de autócratas se reunieron para comer, beber y conversar. En una silla más alta- al presidente turco Recep Erdogan, a su lado está el líder de Azerbaiyán Ilham Aliyev, y en un sofá, Vladimir Putin y su par de Bielorrusia, Aleksander Lukashenko. Los rostros de los varones, sonrientes y satisfechos contrastan con el lugar de las mujeres en un segundo plano (ver foto).
Desde hace meses el mundo ha visto la invasión de Ucrania, las imágenes se multiplicaron en los medios y redes sociales con voces de condena y sanciones. Sin embargo, la invasión a Armenia no tuvo la misma cobertura. El 15 de septiembre hubo una reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Allí, el representante permanente de Armenia ante la ONU denunció la invasión a su país, el ataque contra civiles y el bombardeo de la ciudad turística, Jarmuk.
La región del Cáucaso es una de las zonas más complejas de la geopolítica global. Poderes regionales y globales compiten por su hegemonía. Rusia y Turquía, pero también Irán pujan por ese punto de contacto entre Occidente y Oriente y ruta clave para el transporte de energía. En este escenario encontramos una de las problemáticas más largas y complejas de la historia: la de la población armenia en Nagorno Karabaj o como lo denominan sus propios habitantes: Artsaj. Un conflicto, que en los últimas semanas -con la invasión de Azerbaiyán al territorio de armenia- asoma como un peligro de inestabilidad global.
Armenia y Azerbaiyán
Azerbaiyán es un país que posee importantes recursos energéticos y donde el poder está en manos, desde los años noventa hasta la actualidad por la misma familia: los Aliyev. En esta autocracia el poder pasó del padre al hijo, que gobierna el país a través de una férrea censura a periodistas y opositores. Por otra parte, Armenia carece de materias primas que puedan interesar a los grandes centros de poder global. La Armenia posterior a 1991 estuvo atravesada por problemas económicos y la corrupción de la elite política. En 2018 la sociedad civil armenia se movilizó de forma pacífica para pedir una mayor democratización y transparencia. Fue la denominada “revolución de terciopelo” liderada por el periodista Nikol Pashinyan, que es el actual primer ministro.
La población armenia tiene una larga historia que se remonta a la antigüedad. Durante la Primera Guerra Mundial, Turquía planificó y ejecutó el genocidio contra los armenios destruyendo su presencia en el este del imperio otomano. Los pocos sobrevivientes formaron una diáspora global que incluye a Argentina. En 1920 Armenia fue sovietizada y tres años después José Stalin cedió el territorio de Artsaj a Azerbaiyán. En 1977 el Consejo de ministros de la URSS afirmó que Nagorno Karabaj había sido anexada de forma artificial a la RSS de Azerbaiyán. A partir del ascenso de Mijaíl Gorbachov y sus reformas, los armenios de Karabaj peticionaron para retornar al espacio de la Armenia socialista. En 1988 hubo una serie de pogromos contra la población armenia en Azerbaiyán. Sin embargo, el movimiento político continuó, así como la lucha por el derecho de autodeterminación de los pueblos en Arstaj.
Con el derrumbe soviético estalló una guerra entre Armenia y Azerbaiyán que tuvo -en 1994- un alto al fuego. La guerra tuvo como saldo miles de muertos y acusaciones de atrocidades por parte de ambas naciones. La región de Artsaj quedó autogobernada por sus pobladores armenios, pero sin ser parte de Armenia. A lo largo de las décadas hubo diferentes intentos fallidos de una resolución diplomática bajo los auspicios de Francia, Estados Unidos y Rusia. Sin embargo, en 2016 y en julio de 2020 se reanudaron los enfrentamientos militares. Finalmente, entre octubre y noviembre de 2020, Azerbaiyán con el apoyo de Turquía (otro país con gran cantidad de periodistas presos), lanzó una ofensiva contra la población de Arstaj utilizando bombas de racimo y cometiendo diversos abusos. Rusia, negoció un alto al fuego en noviembre de 2020.
La actual invasión a Armenia es promovida por dos líderes con un claro discurso deshumanizador, Aliyev señaló en 2020 que: “expulsaría a los armenios como perros.” Su aliado Erdogan -en julio de ese año- afirmó: “Continuaremos cumpliendo esta misión que nuestros abuelos han realizado durante siglos en la región del Cáucaso.” La alusión al genocidio armenio conecta la retórica de Erdogan con la violencia actual contra Armenia.
En julio de este año la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, viajó a Azerbaiyán para que suministre energía a los europeos. Pocos días atrás, Nancy Pelosi, presidente de la cámara de representantes de los Estados Unidos, visitó a Armenia. La gravedad de la situación aumenta en la compleja región del Cáucaso, que Moscú siempre vio como su patio trasero y que tiene ahora la cercana presencia de Washington.
El 23 de septiembre la organización Genocide Watch emitió una advertencia a Azerbaiyán por sus crímenes. En un mundo donde las autocracias avanzan con su violencia, el silencio rodea esta guerra. Ojalá la lucha de las mujeres armenias en favor de la democracia encuentre la solidaridad de la comunidad internacional.
*Doctor en Historia por la State University of New York at Stony Brook y docente del Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella.
0