No sólo en Argentina se bajan del barco del presidente

Unos días atrás, Baby Etchecopar arremetió inesperadamente contra Javier Milei. Fue en el marco del último viaje del presidente argentino a Estados Unidos. “Hermano, convencete: no existís. Trump no te quiere. Trump quiere lo que se pueda llevar de la Argentina”, dijo el conductor en un discurso crítico por el fallido encuentro con el mandatario estadounidense.
No fue el primero de los confesos votantes de Milei en bajarse del barco mileísta, justo ahora que transita por sus peores días de gobierno. También hay dirigentes políticos como Luis Juez o Ramiro Marra, para quienes las otrora maravillosas cualidades del dirigente paleolibertario perdieron su brillo. Sin embargo, no se trata de un fenómeno exclusivo de Argentina.
Desde que Donald Trump lanzó su guerra de aranceles a la importación de productos de otros países, una semana atrás, varios militantes del trumpismo abandonaron la barca republicana, lo criticaron o se llamaron al silencio. Al mismo tiempo, algunos países decidieron cortejar a China, sin que les importe ya el daño que eso pueda causarles en Washington.
El más resonante de todos los casos quizás sea el de Elon Musk. El fundador de Tesla lleva perdidos decenas de millones de dólares en acciones desde que asumió Trump, pero mucho más aún a partir de los anuncios de guerra comercial de su líder político. Esta semana llamó “imbécil” al principal estratega de la política comercial del gobierno estadounidense, Peter Navarro. El funcionario había apuntado en un programa de televisión que la empresa Tesla era una “ensambladora” más que un desarrollador industrial.
El enfrentamiento se agravó al punto de que la Casa Blanca debió salir a poner paños fríos y aclarar que no era más que un intercambio de puntos de vista entre aliados de Trump. Sin embargo, las tensiones en el propio equipo de gobierno son manifiestas. Estos días, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, reapareció en los pasillos de la cartera en la que trabaja, después de haber sido marginado por el presidente de Estados Unidos en favor de Navarro, a quien se considera el zar comercial del trumpismo.
Era evidente que el magnate neoyorquino debía poner al frente de las negociaciones con China a un hombre con menores reparos sobre el gigante asiático que el propio Navarro, cuyo uno de sus libros más famosos y controvertidos se titula Death by China: Confronting the Dragon.
Otro de los sectores en los que florecieron arrepentidos del trumpismo es la denominada “Bro-sphere”, una suerte de analogía de las “fuerzas del cielo” que apoyan a Milei. Conductores de podcast, influencers, periodistas y militantes radicales del trumpismo pasaron de adorar al líder a criticarlo con vehemencia por los anuncios de aranceles a la importación de productos de otros países. “Chicos, ¿por qué soy pobre? ¿Alguien puede explicarme qué está pasando? ¿Por qué todos estamos perdiendo? ¿Por qué todos estamos en negativo ahora mismo?”, se quejó el conductor Adin Ross, un entusiasta defensor de Trump, a quien había entrevistado durante una hora en Mar-a-Lago, en la campaña electoral, y al que le regaló una Cybertruck de Tesla, entre otros obsequios valorados en varias decenas de miles de dólares.
Ben Shapiro, otro temprano militante del trumpismo, no tuvo piedad con su otrora añorado líder político. “Esto no está siendo provocado por un shock externo, como, por ejemplo, el Covid. Esto está siendo provocado por una decisión deliberada del gobierno de Trump”, señaló. Las críticas se repiten y alcanzan a personalidades como Joe Rogan, el calvo hipertrofiado que conduce uno de los programas de streaming más populares de Estados Unidos. Defensor de Trump, por supuesto.
Claro que existen casos de lealtad a prueba de todo en la “Bro-sphere”; también personajes convencidos en la fe trumpista, que recuerdan mucho a los convencidos de la fe mileísta, que, aunque hayan sido estafados con el caso $Libra o perdido sus ahorros, creen que lo mejor está por venir. “No la estás pasando bien, pero es realmente bueno para vos, necesario”, afirmó el influencer pro-mercado Charlie Kirk, tras el desplome fantástico de Wall Street y las advertencias sobre un aumento en la inflación de Estados Unidos.
Menos expresivos, pero igual de descontentos, están los popes de Silicon Valley. Los dueños de Google, Amazon, OpenAI y otros monstruos tecnológicos atravesaron una de las peores semanas financieras de los últimos años. Aunque lograron recuperar algo de lo perdido, el panorama a futuro es más que preocupante.
La guerra con China puede acarrear varias consecuencias negativas para su negocio: desde impulsar la autosuficiencia tecnológica del gigante asiático hasta impedir el desarrollo de ciertas tecnologías norteamericanas por los problemas de importación de productos chinos. Al mismo tiempo, la Unión Europea sugirió estos días que, si las negociaciones comerciales con Washington no terminan bien, podrían avanzar con el cobro de impuestos a las publicidades de Google o Meta en suelo europeo.
El medio Wired, uno de los principales del ámbito tecnológico en Estados Unidos, señaló que empresarios como Tim Cook —el dueño de Apple— emprendieron silenciosas gestiones ante la Casa Blanca para mitigar el efecto negativo de la guerra comercial. Podrán no aparecer frente a un micrófono cual verborrágico streamer, pero las críticas y preocupaciones por el gobierno trumpista están a la orden del día.
El oráculo se mudó de país
Otro de los cambios que disparó la guerra comercial de Trump es la mudanza del oráculo. Esta semana, el presidente del Gobierno español realizó un viaje oficial a China, que fue la comidilla de medios y comentaristas europeos, asiáticos y norteamericanos. Pedro Sánchez celebró en Pekín 20 años de Asociación Integral entre los dos países y, al margen de haber sido un viaje programado, despertó críticas y advertencias de la clase política norteamericana. El propio secretario del Tesoro de Estados Unidos señaló, en relación con la visita, que acercarse a China sería como “cortarse el cuello”.
Como respuesta al comentario, uno de los ministros del gobierno español aclaró que el país ibérico solo quería diversificar sus relaciones, no dejar de lado o descuidar las que tiene con Washington. El propio diario El País publicó un editorial titulado China en la diana, en el que llamó a los 27 países del bloque a profundizar las relaciones con el gigante asiático e impulsar el multilateralismo. “En su pugna por recuperar el multilateralismo socavado por EE.UU., la Unión debe conducirse de modo multilateral. También con Pekín, tratando de normalizar sus relaciones comerciales y los flujos de inversión”, escribió el periódico.
Los chinos, por su parte, que dejaron de lado la prudencia que los distingue, señalaron que Estados Unidos utiliza los aranceles para “estrangular” a los países. El comentario formó parte de un comunicado para destacar la importancia de las relaciones entre China y España.
El acercamiento ensayado por España demuestra que el oráculo comercial y político que operó en Washington durante muchas décadas emprendió su mudanza al otro lado del globo. El giro aún no es pronunciado, pero falta poco para que se consolide totalmente. Por supuesto, nuestro querido presidente no hace más que profundizar su alineamiento en el sentido contrario. Un gesto que, a la larga, podría terminar tan mal como ese encuentro fallido con Trump en las cálidas arenas de Palm Beach.
AF/DTC
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