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Opinión

La muerte del fútbol es una frase. El suicidio de un jugador, una tragedia

Santiago "Morro" García.
6 de febrero de 2021 19:40 h

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“Santi está con algunos problemas personales”, desliza el D.T.

“Vos no podes ser líder y no ir al gimnasio:

García ya no pertenece a Godoy Cruz“,

dice el presidente, que en el obituario lo tratará de hijo.

Le piden músculos al robot y saltar a cabecear

a un goleador encerrado en un sótano.

El tipo sentado en los pies de la cama no atiende

el teléfono hace 4 días porque no sabe salir de ahí,

está tumbado frente a la tele encendida que repite el clásico que no jugo,

mientras los goles (sus goles) empiezan a salir de la habitación,

trepan por las cortinas y dejan de entrar, como la luz.

Hablan los que lo conocen.

Hablan los que no lo conocen

y los que ni siquiera estaban.

Y de repente se termina.

Para él, se termina.

Otro ídolo queda afuera del sueño.

Es la primera vez que despedimos a un jugador

y no está Diego para llorarlo con nosotros.

En In MEMORIAN JFK, Borges descubrió que siempre nos mata lo mismo:

La bala de Kennedy, fue el proyectil de Lincoln, y el puñal de Marco Bruto a Cesar,

fue la cicuta de Sócrates, el veneno en las sortijas de hierro que usaban los reyes franceses para silenciar traidores, los clavos de Cristo y la piedra que uso Cain para matar a Abel.

Siempre la bala que te mata es antigua porque el asesino es el motivo.

Las sábanas en la que se colgó Mirko Saric horas antes de ir a entrenar con San Lorenzo, fueron el cinturón de Sergio Schulmeister, el arquero de Huracán que se ahorcó con el cinturón al lado de la heladera o la cuerda del Huevo Toresani, que se quitó la vida en un predio de la Liga Santafesina.

“Van a jugar los que están mejor para jugar”.

Alta competencia.

Alto rendimiento.

“Su mundial. Su campeonato”

El éxito se construye de buenos momentos.

La cima no sabe qué hacer con las sombras,

derrotas cotidianas que se pegan en el cuerpo 

como un chicle en el fondo de un pupitre viejo.

El fútbol no sabe guardar.

Ahora todos corren al freezer con un papel escrito

en birome para congelar la palabra tristeza,

al lado de sus 100 goles y los partidos que brilló

porque la hipocresía los pone hechiceros caseros.

Especial de goles con la pierna izquierda, con la derecha,

afuera del área, pasándose a 3 jugadores y definiendo

cruzado. El doping positivo, la hija lejos,

los mercados de pases frustrados, el día que casi fue,

tribunas con su nombre, minutos de silencio,

brazaletes negros, suplentes que se agarran

del banco para no caerse y un par de sparring de joggings llorando

ante la atenta mirada de todos lo que lo olvidarán en el próximo sorteo.

La muerte del fútbol es una frase,

el suicidio de un jugador es una tragedia.

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