LOS CUADERNOS DE PRIMAVERA
Nietzsche es un antibiótico letal
Una clase de Karate dura muy poco, pero no termina nunca. Miro el reloj que está en la pared del dojo. Hace calor y estamos practicando patadas y katas. El karate no tiene ningún sentido. Por eso me gusta practicarlo. Algunos se anotan porque piensan que puede servirle como defensa personal si te atacan en la calle, pero uno de los consejos del sensei es que si te quieren robar dejes que te roben: una pelea en la calle no es una pelea en el dojo, dice. Sensei Funakoshi, el poeta que difundió el karate do da un consejo enigmático -el número 20- que dice: Idee, idee siempre. Me encanta ese consejo porque no sé sabe bién de qué va.
Creo que Leonardo Favio es un artista genial. Estoy escuchando hace días su primer disco, que salió en una edición nueva, remasterizada. Me acuerdo de su primera película, Crónica de un niño solo, un afano genial a Los cuatrocientos golpes de Francoise Truffaut. Y me viene a la cabeza un compañero del diario donde trabajaba, al que le decíamos Truffaut porque, en los campeonatos internos de fútbol, era un rústico que ya en el primer tiempo te había metido cuatrocientos golpes. Una tarde, Favio en mi casa, con mis padres, en una sobremesa, nos contaba que él veía asombrado cómo Palito Ortega hacía guita sin parar con canciones sencillas y él trataba de componer canciones más complejas y trágicas, como “Ella ya me olvidó” -que igual fue un éxito descomunal-. Pero Favio, decía, “así que me puse a hacer una canción sencilla y agarré la guitarra y dije ”hoy compré una flor“ y en vez de irme a la mierda, escribí ”y llovía, llovía“. Ya está. Caja, decía Favio en la sobremesa de mi casa natal en Boedo. Y todos se reían. Me gusta como Favio usa en sus canciones la palabra Piba. Una piba que pasa, canta. Cuando Perón llegó al país mi primo -que era como mi hermano mayor- fue a recibirlo a Ezeiza. Y estuvo sin volver a casa dos días. Los hechos fueron trágicos y nosotros en mi casa no podíamos dormir esperando noticias sobre su paradero. Hasta que sonó el teléfono negro de Entel que estaba en la pieza de adelante y mi papa atendió y era Favio, que decía que mi primo estaba vivo. Desde ese entonces, cada vez que un ser querido tarda en volver a casa, yo me pongo muy nervioso, soy tomado por ese arquetipo que se forjó una noche de insomnio.
Cuando un país marcha hacia la guerra, cuando un país marcha hacia un Mundial, cuando un país marcha hacia la Navidad, la cosa se pone insoportable.
Nietzsche dice que sólo hay interpretaciones, que no conocemos ningún texto originario. Nietzsche es implacable. Es un antibiótico letal. El mundo es pura apariencia construida por nuestras suposiciones, creencias y, sobre todo, por el lenguaje. El mundo es monstruoso y para poder soportarlo hacemos síntoma. No hay ningún objeto, no hay ningún sujeto, dice Nietzsche, ninguna sustancia, ninguna propiedad inherente a un algo, todas esas nociones son ficciones de la gramática. ¿Hay que ser condescendientes con la voluntad de verdad hasta las últimas consecuencias?, se pregunta Nietzsche en Humano, demasiado humano. ¿Hay que entregarse al conocimiento hasta tal punto que todo el mundo familiar para nosotros estalle por los aires y que las certezas y orientaciones se pierdan en lo imprevisible? Para Nietzsche -dice Rudiger Safranski- la voluntad de verdad conduce a la negación lógica del mundo. La negación lógica del mundo es comparable a la concepción kantiana de la “cosa en sí”, donde Kant después de darle muchas vueltas al asunto decide que nunca se puede aprender el “en sí” de las cosas.
Nietzsche también habla de la monstruosidad de lo social. Recuerdo el Mundial 78, cuando la gente festejaba en ese invierno horrible los goles de Kempes mientras la dictadura hacía un genocidio sin precedentes. Cuando un país marcha hacia la guerra, cuando un país marcha hacia un Mundial, cuando un país marcha hacia la Navidad, la cosa se pone insoportable. Algunos dicen que el juego del fútbol es una escenificación estética de la guerra. ¿Qué diferencia la guerra de Ucrania versus Rusia con el Mundial de Qatar? En uno los muertos está a la vista, en el otro los muertos están escondidos. ¿Qué posibilidad hay de que toda la gente que está en Qatar se quede ahí actuando para siempre en una miniseries de Netflix?
Me imagino el Obelisco pensando el domingo bien temprano: uh cómo se va a complicar respirar hoy si ganan estos pibes. Dice Nietzsche que alguien con un agudo sentido de justicia descubre incluso en esta desazón el escándalo implicado en que él también es un superviviente, que vive de que los otros padecen necesidades y mueren. Safranski reafirma: “Nietzsche, con su pasión por la tragedia y sus dotes para la compasión, descubre lo monstruoso también como nexo universal de culpa en toda vida humana”.
Una tarde, en San Francisco, me compré unos pantalones que ofrecián en la calle. En San Francisco todo es un viva la pepa. Había unas camisetas que decían Equipo de natación de Alcatraz, no me entraban. De Alcatraz sólo podías salir nadando y esquivando tiburones. Cuando volví a Buenos Aires, una chica me dijo que la tela de mis pantalones, el tramado, se llamaba Pied-de-poule.
En la puerta del natatorio de enfrente de mi casa, una mujer alta, en pantalón corto y ojotas, sale y grita nombres de niños. Los padres, que se amontonan en la vereda, levantan la mano como si hubieran sacado el número de una rifa. Mi talonario está vacío. Una vaquita de San Antonio se posa en mi mano. Su caparazón se parece al tramado Pied-de-poule de mis pantalones. Pido dos deseos.
FC
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