No, no todo el mundo es como vos y no todos somos clase media
¿A qué clase pertenecés? ¿Sos clase alta, media o baja? Lo más probable es que me contestes clase media. Es lo que suele contestar la mayoría de los argentinos. En una encuesta el 88% de las personas llegó a autodefinirse así. Pero aunque la clase media se define por estar entre otras dos, y estadísticamente no todos podemos serlo, tenemos la tendencia a ubicarnos en el centro. Y pese a que la definición exacta puede ser complicada porque incluye cuestiones sociales o educativas, incluso si nos centramos sólo en cuánto ganamos también nos posicionamos en el medio.
No se trata de un fenómeno nuevo. Hace más de 10 años, en 2012, un grupo de investigadores de la Universidad de La Plata hizo un estudio en el que le preguntaron a las personas dónde se ubicaban en la escala de ingresos donde la mayoría se ubicó en el centro. Tampoco es algo exclusivo de la Argentina, en Estados Unidos, en Chile, en México y muchos otros países hay encuestas que muestran resultados parecidas: tendemos a ubicarnos en el centro.
Pero, ¿por qué lo hacemos? Una razón posible, es porque la forma en la que definimos dónde estamos es mirar alrededor nuestro y compararnos. Para saber si estoy en el centro miro a mis amigos, a mis colegas, a mi familia o mis vecinos y trató de dilucidar cómo estoy en relación a ellos (y cuando sobrepasamos el tabú quizás hasta les preguntamos cuánto ganan y nos comparamos directamente). Veo si alguien cambió el auto, si se fue de vacaciones o se compró una tele nueva y me mido. El problema con eso, es que alrededor nuestro tiende a haber gente muy parecida. Nuestro barrio, nuestra familia o nuestros amigos no llegan a nosotros por azar, solemos generar vínculos con personas que tienen niveles educativos parecidos, gustos similares, mismos tipos de trabajos y probablemente ingresos en un rango acotado. Y con ellos nos comparamos.
Y la comparación nos importa mucho. Hay algunos estudios que muestran que ganar poco y vivir en un barrio de gente que gana más nos vuelve más infelices, sobre todo si son lugares desiguales. Estar todo el tiempo viendo y comparándonos con otros que tienen más puede comerte la cabeza. Hay incluso casos en los que preferimos perder plata nosotros antes que dejar que otros tengan más. Así lo mostró un estudio en el que les preguntaban a las personas qué preferirían: ganar $50 mil y que el resto gane la mitad, o sea $25 mil, o ganar $100 mil y que otros ganen el doble. La mayoría de las personas prefirió ganar menos plata con tal de ganar más que el resto.
¿Por qué estamos dispuestos a perder plata con tal de que otros no ganen más? Porque todo es relativo. Si ganás mucho o poco se puede definir según cuánto podés comprar con eso, pero también con cuánto gana el resto. Y a la hora de definir dónde estamos parados en la escala, miramos alrededor nuestro, a un círculo chiquito que tenemos cerca y suponemos que es un reflejo de la sociedad. Que si Cacho gana bastante más que yo, pero mis vecinos de atrás un poco menos, yo debo andar por el medio. Así terminamos con una percepción bastante errada de nuestro lugar.
No es sólo con los ingresos que nos hacemos una idea equivocada. Nos pasa en muchos temas en los que, por proyectar cómo son nuestros círculos al resto de la sociedad, terminamos con una visión distorsionada. Pasa por ejemplo con la cantidad de inmigrantes que hay en el país. Si interactúas seguido con personas que nacieron en otro lugar, probablemente sobrestimes cuántos son. En una encuesta de hace unos años, los argentinos estimaban que el 30% de la población es inmigrante, cuando estaba alrededor del 5%. Nuestra percepción es tan errada en tantos temas, que la encuestadora Ipsos tiene una serie especial sobre los peligros de la percepción, en que mide cuán lejos está el diagnóstico que tenemos de un tema de la realidad.
Y eso trae problemas. En el estudio que hicieron los investigadores de la Universidad de La Plata, donde la mayoría se clasificó como clase media, fueron un paso más allá: a un grupo le corrigieron su percepción, mostrándole dónde se ubicaba realmente en la escala de ingresos y a otro no le dijeron nada, los dejaron en el error. Después les pidieron a todos su opinión sobre una serie de medidas, por ejemplo si estaban de acuerdo con que el gobierno ayude a los pobres con dinero. Y las respuestas fueron distintas. Quienes tenían mejor información sobre su situación estaban más a favor de las políticas de redistribución, especialmente entre quienes tenían ingresos más bajos pero pensaban que estaban más arriba en la escala.
Tener una percepción errada de la situación social nos puede llevar a apoyar medidas o buscar soluciones equivocadas, a sobrestimar el impacto que tiene la inmigación o suponer que hay muchos que ganan muchísimo más que nosotros y, por lo tanto, son ellos los que deberían pagar Ganancias. Es difícil que podamos apoyar una buena solución si le estamos errando por mucho al diagnóstico. Y si nos guíamos solo por el pequeño círculo que nos rodea para hacernos una idea de la situación social, vamos a terminar con una visión distorsionada. Por eso cada tanto necesitamos mirar más allá y ver realmente donde estamos parados.
OS/JJD
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