Qué hacemos con las placas rojas
Se rumoreaba desde temprano, pero fue recién pasado el mediodía que estallaron las placas rojas en los televisores de la redacción: había muerto Silvina Luna. La noticia nos provocó ese pasmo que provoca la muerte de una persona joven, aun cuando no es completamente una sorpresa. Es cruel, pero una práctica habitual en el periodismo: muchos medios ya tenían redactado su obituario. De todos modos, es posible anticiparse al contenido, pero no a la emoción. Especialmente a las mujeres, la muerte de Silvina Luna nos arrojó –como escribió la actriz Julieta Ortega– a ese laberinto que podemos mapear, pero del que todavía no podemos salir.
“Mientras nos lamentamos por esta tragedia, ¿cuántas de nosotras estamos en paralelo pidiendo presupuesto a un médico o esteticista para hacernos algo, pues ya nunca alcanza?”, se pregunta Lorena Álvarez, que reconstruyó la historia de Silvina en los medios y la historia de los medios en Silvina. Su conclusión es, también, cruel: sabemos que el proyecto de ser (más) hermosa le costó la vida y aun así no dejamos de envidiarla por su hermosura. No hay una salida individual a un problema que es estructural. Marina Abiuso lo puso en estas palabras: “Mientras no podamos romper los patrones es lógico tratar de encajar en ellos”. No hacerlo es resignarse a perder, al menos un par de cosas.
Quisimos darle despliegue al tema porque toca varias fibras de nuestros intereses editoriales y, sobre todo, porque podemos hacer lo que queremos. Esta semana en elDiarioAR elegimos tomar una breve distancia de la “rosca”, apenas un respiro antes del segundo tramo de la campaña electoral. El sábado abrimos con una investigación –en la que la periodista Lara Guerrero trabajó durante meses– sobre abusos sexuales y de poder en la Facultad de Odontología de la Universidad de La Plata. También hablamos con mujeres futbolistas –profesionales y amateurs, de clubes de primera línea y de barrios populares– que dan cuenta de que episodios como el de Rubiales –ese beso desubicado a una jugadora en la final del mundo– son el pan de cada día.
No es que el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidades pueda resolver todos estos frentes por donde hace daño la cultura machista, pero es evidente que lo que tiene en mente La Libertad Avanza no contribuirá a mejorar la escena. Como cuenta Victoria De Masi, Victoria Villaruel, actual diputada y candidata a vicepresidenta, planea desarticular ese ministerio para volcar sus recursos a las áreas que tendrá a su cargo: Seguridad y Defensa.
(Un lugar común en el discurso de todos los candidatos de La Libertad Avanza es que el Estado es demasiado grande, elefantiásico. Ese es el primero de los “mitos” que derriba la serie Mitos Impuestos, que comenzamos a publicar este sábado y tendrá diez entregas.)
Esta semana se sumó como columnista regular María Belén Correa, activista y fundadora del Archivo de la Memoria Trans. Le puso un nombre hermoso a su espacio: Otro orden de las cosas. Escribirá en el diario cada 15 días, los miércoles, y lo hará desde Alemania. Vive en el extranjero desde que en 2001, como cuenta ella en su presentación, se fue de la Argentina exiliada. Le propusimos que escriba sobre lo que ella quiera y no necesariamente sobre “temas de diversidad”. En elDiarioAR buscamos tener subjetividades diversas que cuenten el mundo y no muchas personas muy parecidas escribiendo sobre temas diversos.
También se suma, en su caso desde Madrid, Agustín Fontenla, que publicará todos los domingos sobre política internacional con una mirada rigurosa pero desacartonada. Este domingo escribe sobre un tema que está en el top de las preocupaciones de los argentinos por estos días: alquileres. En Europa las opciones no son tanto mejores: vivir con tus padres o con un montón de desconocidos.
Tenemos muchas otras piezas interesantes en nuestra propuesta de este fin de semana (por ejemplo, un biólogo apasionado explica cómo se pesa una ballena y una guía de libros que ayudan a entender la coyuntura), pero solo me detengo en una más. Parece que fue hace mucho, pero fue la semana pasada que las pantallas rojas de la televisión hacían estallar otra noticia: saqueos aquí y allá. Con la espuma ya baja, como buen cronista –Leila Guerriero dice que los cronistas “siempre llegan tarde” porque mientras la noticia ocurre es difícil tener una mirada afilada– Alejandro Rebossio fue a la villa 1-11-14, donde hubo saqueos, para que los vecinos le cuenten cómo sucedieron y por qué creen que ocurrieron.
Alejandro defiende como pocos nuestro principio de “moverse para entender”. Cuando la escena está borrosa agarra su auto y llega hasta donde haga falta llegar, camina por la calle, observa, habla con la gente que se cruza. Tiene muchos años de experiencia pero mantiene siempre a mano las herramientas más básicas del periodismo. Gracias a eso obtiene notas como ésta, que no se puede conseguir de otra manera. Por eso si te gusta el trabajo que hacemos, si te parece valiosa nuestra propuesta, apoyanos. No hay nada que queramos más que seguir haciéndolo.
DTC
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