El progresismo es imaginar un futuro y tener voluntad de realizarlo
En la Revista Seúl, Hernán Iglesias Illa escribió una afilada crítica al progresismo actual. Acá, Hernán describe un progresismo sin horizonte de futuro, atorado en posiciones defensivas, nostálgicas del pasado, y alarmantes respecto a los veloces cambios actuales -de raíz tecnológica, pero que acarrean transformaciones en el modo en el que organizamos nuestra política, nuestra economía, nuestra educación, nuestra cultura, en definitiva: nuestra vida en sociedad-.
Comparto las reflexiones de Hernán: hoy el progresismo dominante se volvió derrotista, conservador. Sin capacidad de imaginar un futuro, y voluntad política de realizarlo. Su mayor hazaña es que las cosas no cambien. La nota de Hernán me llevó a preguntarme acerca de dónde podemos buscar y dónde encuentro yo lo disruptivo en la Argentina de hoy. Una serie de interrogantes para iniciar un nuevo ejercicio de imaginación política.
¿Estabilidad económica: agenda conservadora?
Hace tiempo la Argentina es el país del “no futuro”. Los problemas estructurales se mantienen y reproducen, y las sucesivas crisis dejan el piso cada vez más bajo. Ante este panorama, una propuesta de futuro en la Argentina de hoy tiene que empezar por generar condiciones de base para iniciar un nuevo ciclo de crecimiento sostenido y estable: macroeconomía ordenada y orden fiscal. ¿Qué política más progresista que bajar la inflación?
Lo curioso es que, con la excepción de la Argentina, la gran mayoría de los países de la región le encontraron el agujero al mate en esta cuestión, manteniendo disciplina fiscal, más allá de si hubo cambios de signo políticos en los gobiernos. Chile, Uruguay, Paraguay o Brasil tuvieron ejemplos de continuidad en el orden de las cuentas públicas, independientemente de los signos políticos.
Es que la estabilidad macroeconómica no tiene ideología: no es izquierda ni de derecha. Es la condición necesaria para fundar cualquier ciclo de desarrollo real y duradero. Porque además, sin estabilidad, no hay política social, educativa, cultural, sanitaria que pueda traducirse en progreso y ascenso social efectivo y concreto.
¿Cuándo la libertad se volvió una mala palabra?
“Creo que todos buscamos lo mismo // No sabemos muy bien qué es ni dónde está // Oímos hablar de la hermana más hermosa // Que se busca y no se puede encontrar”
Desde la revolución francesa, las independencias latinoamericanas, la libertad es una idea revolucionaria. Una palabra que grita futuro. El poder ser lo que quieras. Ser sujeto de nuestros propios destinos como personas, como comunidades. Esa es la base de cualquier cosa nueva que busque forjarse y hacer su camino en el mundo.
La libertad no es otra cosa que romper el status quo, poner en marcha utopías colectivas, afirmar identidades. Imaginar un horizonte y avanzar en su búsqueda. En esta era de las redes, de lo colaborativo y de la disrupción y no de reproducción de lo mismo, no me imagino un proyecto político de futuro que no tenga una idea de libertad como valor central. Porque de esa búsqueda incesante de la que hablan Calamaro y tantos otros nace la vitalidad para construir un proyecto personal único que de fuerza y anime un proyecto colectivo.
¿Qué significa progresar hoy?
Laburar para vivir bien. Esforzarse para estar mejor de lo que se estaba. Este es el pacto tácito que hizo grande a la Argentina. No hace falta decir que esto hoy está roto. No porque falle el esfuerzo, sino porque el ecosistema no está permitiendo que la gran mayoría de los argentinos puedan vivir bien. Ir en búsqueda de recomponer este pacto es lo que tenemos que hacer.
Pero no se trata de reconstruir un sueño viejo, de otra época. Las ideas cambian, se transforman. Hoy está claro que el paradigma de “Del trabajo a la casa y de la casa al trabajo” remite a un tiempo que no es el nuestro. Hoy “vivir bien” implica trabajar para contar con los medios para salir adelante, pero con una idea de bienestar más amplia que incluye cuidar quienes somos, nuestras relaciones, nuestra casa común.
Los momentos de crisis como los que vivimos no nos tienen que hacer dar vuelta la mirada para intentar volver al pasado. En la Argentina hay que generar trabajo a partir de un paradigma de desarrollo que nos permita descubrir y darle lugar a una noción de bienestar más amplio. Fundar y hacer real el sueño de progreso de nuestro tiempo.
¿Qué es más disruptivo en la Argentina de hoy que generar consensos?
No hay apuesta más disruptiva en la Argentina de hoy que la de generar consensos. Ir en la búsqueda de consensos profundos que den lugar al largo plazo, y que permitan hacer las cosas con la suficiente solidez para que perduren en el tiempo.
Definir cuáles son los puntos fundamentales por los cuales tenemos que arrancar, y desde ahí animarnos a construir caminos que nos trasciendan, en los que distintas partes de la sociedad puedan sentirse representadas en ellos.
Animarse a construir así implica mucha grandeza. Requiere anteponer un interés general por encima de los particulares, y asumir que todas las partes tienen algo de valor para sumar en ese camino. Construir así es profundamente revolucionario en la Argentina de hoy. Desde la diversidad componer ese interés general, y así construir un futuro distinto y mejor para la Argentina.
Un proyecto de futuro para la Argentina
¿Qué podría ser el progresismo sino una imaginación y una voluntad política de construir futuro? Cambiar matrices, un reformismo permanente con el fin de transformar la realidad. La política tiene que volver a lo fundamental: hacer que las personas podamos vivir mejor, que podamos estar bien. Reformar lo que sea necesario para construir y hacer realidad nuevos sueños de futuro.
Buscar un proyecto que tenga estabilidad económica como condición de posibilidad; donde haya libertad para que podamos ser quienes somos y cumplir nuestros sueños; donde la cancha esté nivelada para que haya oportunidades reales de vivir bien para todos y todas. Construir esto es sumamente disruptivo en esta Argentina.
Ese es el proyecto que buscamos hacer realidad en JxC. Quizás no tengamos aún todas las respuestas, pero sí nos hacemos las preguntas, buscando caminos desde la diversidad que nos constituye como frente. Escuchando a la sociedad, y anteponiendo la realidad y la imaginación por sobre el dogma, tengo la convicción de que seremos capaces de imaginar y seguir construyendo un nuevo sueño de futuro.
MM
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