Roman Abramovich, entre la seducción de la riqueza y la maestría del silencio
Cuando Roman Abramovich compró el Chelsea FC hacía ya una década que los veinte equipos de mayor puntaje de la Liga Inglesa se habían separado de la Asociación de Fútbol para crear su propio ente, la Premier League. Negociaban sus derechos de imagen -tanto televisación como estática y marketing- y comenzaba a vislumbrarse un futuro de riquezas obscenas. Pero la llegada de Abramovich, el hombre más rico de Rusia, marcó otro nivel. “Chelsea gastó tanta plata que hubo que inventar el Financial Fair Play”, dice Barney Ronay en su columna en The Guardian esta semana.
Abramovich siempre dijo que compró el club “por amor” y no buscando recuperar su inversión ni enriquecerse más. Cuenta la leyenda que su intención inicial había sido adquirir Manchester United, pero su amigo, asesor y legendario agente el israelí Pinhas Zahavi lo persuadió de comprar el Chelsea, mucho más barato en ese momento (140 millones de libras) y gastar el diferencial en super jugadores. Otra leyenda es que Abramovich volaba por sobre Londres en su avión privado, vio el estadio de Chelsea desde el cielo -Stamford Bridge- y quiso que sea suyo.
En esa primera temporada del 2003 se dio la transferencia multimillonaria de Juan Sebastián Verón, por entonces jugador de Manchester United. Me tocó estar presente al momento de la firma y en la posterior cena con ejecutivos del Chelsea y los agentes del jugador, Fernando Hidalgo y Gustavo Arribas. Zahavi estaba presente y le pregunté si en calidad de comprador o vendedor. Se escapó corriendo. Literalmente, me miró y se fue corriendo.
“El viejo juega a la mancha con los aviones”, nos reímos los argentinos. Desde que se había filtrado el posible pase de Verón como un rumor, semanas atrás, yo había hablado casi a diario con Manchester United, con Zahavi, con Chelsea y con el propio Verón para una nota a fondo que saldría publicada en el Financial Times, siguiendo los avances de la negociación y el trasfondo de un pase histórico.
Chelsea no se limitó a ofertar por los talentos sobre el campo de juego: a la par de Verón, se dio también la “transferencia” del Chief Executive de Manchester United, Peter Kenyon. Por entonces, Manchester United gozaba de la reputación del club “comercialmente más exitoso del mundo” y Abramovich quería esos laureles para su nuevo Chelsea. En la primera temporada, gastó 153 millones de libras en jugadores. “Para contextualizar”, escribe Jonathan Wilson en Sports Illustrated esta semana, “los nueve equipos que lideraron la tabla la temporada anterior gastaron 164 millones en total entre todos”.
Al poco tiempo, fotos de un Hernán Crespo triunfante alzando trofeos encapado en trapos del Chelsea acapararon las portadas no sólo de las publicaciones deportivas sino también de los medios más mainstream: Chelsea era la imagen de abundancia y logro multinacional, el inicio de la Premier League tal y cual la conocemos ahora.
En los casi 19 años que han pasado, Chelsea -que sólo había ganado la liga una vez hasta ese momento- obtuvo 19 títulos, entre cinco campeonatos, dos Champions leagues, cinco Copas de la FA, y tres copas de liga. Todos los trofeos posibles a nivel de club.
Orígenes y capitales
Nieto de judíos ucranianos por parte de su madre y de lituanos que tuvieron que huir a Siberia tras la anexión soviética por parte de su padre, Abramovich quedó huérfano muy pequeño. Comenzó a trabajar como vendedor ambulante mientras hacía el servicio militar y pronto se convirtió en un exitoso empresario. Su fortuna se afianzó comprando y vendiendo bienes estatales durante la apertura económica de la Perestroika. A los 30 años vivía dentro del Kremlin en calidad de asesor cercano de Boris Yeltsin. Se dice que fue él quien le presentó a Vladimir Putin como posible sucesor. Cuando compró el Chelsea era miembro del Duma Ruso, siendo gobernador del distrito de Chukotka, en el noreste del país.
Como tantos rusos billonarios con base en Londres, su relación con Putin está hoy bajo escrutinio. A lo largo de los años, los medios que han especulado sobre sus posibles vínculos con el gobierno ruso han perdido juicios por injurias y las acusaciones que se pronuncian en el Parlamento se hacen bajo privilegio parlamentario, es decir provistos de inmunidad legal civil o criminal.
Al tiempo que Occidente comienza la cancelación sistemática de la cultura rusa -los teatros de Londres anularon las fechas del Ballet del Bolshoi, conductores de orquesta rusos tienen que dar paso a sustitutos de otras nacionalidades, se esta llegando a la estupidez de que Dostovieski ha sido prohibido por una universidad italiana, el canal de Disney dejará de transmitir la animación Anastasia y hasta el COI (que tiende a permitir la participación de atletas sin bandera en casos de países sancionados) dio un giro dramático al revertir esta política y anunciar este jueves a última hora que no participarán atletas rusos en los juego paralímpicos en China que comienzan este fin de semana-, los bienes y capitales de los magnates rusos en Europa están siendo congelados. Pero en Inglaterra, este proceso es más lento.
Entre la política y el fútbol
Hace dos años, Boris Johnson suprimió la publicación de un informe que investigó posibles interferencias rusas en la campaña por el plebiscito del Brexit. El partido conservador recibe millones en donaciones provenientes de rusos. Títulos honorarios de la corona le han sido otorgados a magnates rusos propietarios de medios londinenses. Bajo creciente presión por implementar sanciones a los denominados ‘oligarcas rusos’, Johnson dijo hace diez días en el parlamento que Abramovich ya había sido “sancionado”. Dado que esto no es verdad, tuvo que corregir formalmente el record parlamentario. En las sesiones del parlamento de la semana pasada, tanto miembros de la oposición como de su propio partido, insistieron en pedir una respuesta a por qué aún no ha sido sancionado. El Primer Ministro simplemente dijo que el Reino Unido va a publicar la lista de los magnates rusos sancionados cuando esto suceda.
Pero el mundo del futbol reaccionó con más velocidad: la FIFA y la UEFA ya han decretado la no participación de clubes y de la selección rusa en competencias internacionales. Varios equipos ingleses han cortado vínculos con sponsors rusos y, en señal de apoyo con Ucrania, salen al campo de juego portando leyendas de “No A La Guerra” (algo que contrasta con la postura histórica de FIFA de prohibir cualquier tipo de mensaje político en las competencias oficiales).
Quizás anticipándose, bajo amenaza de sanciones sin que estas existan todavía, Abramovich comenzó a tomar distancia. Primero anunció por comunicado oficial que dejaba “el timoneo” del club en manos del directorio. Pero la reacción pública fue exigir definición con respecto al significado de “timonear” (según abogados expertos carece de significado alguno legalmente hablando). Mientras los parlamentarios continuaron proclamando su nombre, listando sus alegadas transgresiones financieras y exhortando a que se pronuncie públicamente en contra de Putin, Abramovich puso al Chelsea en venta.
No se sabe aún quién lo va a comprar, ni por cuánto. Los clubes ingleses siempre fueron propiedad de dueños que, generalmente, eran algún empresario local (quizás el panadero o el carnicero del barrio) o alguna estrella de TV o de rock con reconocida afición por el club. Con el auge de la Premier League fueron listándose en bolsa y convirtiéndose en Sociedades Anónimas más estructuradas. Dentro de ese marco, la escalada de valor del Chelsea es bastante particular. En 1982, Chelsea era un club con serios problemas administrativos, una base de hinchas muy vinculada a la violencia y un glamour accidental por su cercanía a la emblemática Kings Road. Lo compró un hombre del fútbol local, Ken Bates, por una libra esterlina. En el 2003, Bates le vendió el club a Abramovich -con la asistencia de Zahavi- por 140 millones de libras.
“Antes de Abramovich, el único club de la Premier League con dueño extranjero era el Fulham de Mohamed Al-Fayed (el dueño de Harrod’s, residente en el Reino Unido, cuyo hijo murió con su pareja, la princesa Diana, en un accidente automovilístico en Paris en 1997)”, explica Jonathan Wilson en Sports Illustrated, “abrió el camino por el cual Abu Dhabi se adueñó de Manchester City y los Saudis de Newcastle”.
Millones y juicios
Los takeovers corporativos se hicieron rutinarios. Los norteamericanos Hicks and Mews estuvieron ligados al Liverpool, sigue la familia Glazer al mando de Manchester United y así. En octubre del 2021, Marca destacó que sólo quedaban cinco clubes de la Premier League en manos de británicos.
Abramovich cayó también bajo la mira por sus vínculos con otros clubes, en otros territorios. Socio de su compatriota Boris Beresovsky en algunas empresas rusas, patrocinaban al CSKA de Moscú, lo cual dio que hablar a la hora de enfrentarse este club con el Chelsea en la Champions League. Abramovich era el principal accionista de la patrocinadora, pero el partido se jugó igual al determinarse que esto no constituía conflicto de intereses.
Beresovsky estuvo vinculado también con otra empresa de gran peso en el mundo del fútbol internacional, MSI. Liderada por el iraní Kia Jorbachian, MSI se asoció al club brasileño Corinthians y luego intentó comprar el club inglés West Ham, nuevamente con la mediación de Pinhas Zahavi, a donde llevó a Javier Mascherano y a Carlos Tévez en el 2007. Joorbachian siempre negó que Abramovich tuviera participación alguna en esta operación, aunque eso sólo parecía alimentar más rumores, tan disparatados algunos como que lo hacía para colocar jugadores buenos fuera del alcance de clubes rivales más pudientes. Lo que sí resultó ser cierto, tras varias investigaciones iniciadas y abandonadas en Brasil y en Inglaterra, es el vínculo de Beresovsky con MSI.
Muchos años después, Beresovsky le inició un juicio a su ex socio Abramovich, pero lo perdió. Beresovsky pasó de tener un bajo perfil, buscando el anonimato, a mostrarse públicamente y rodeado siempre de gente, proclamando que sentía que corría peligro. Había sido un crítico vocal de Putin en muchas ocasiones y el juicio contra Abramovich fue de altísimo perfil y mucha cobertura mediática. La jueza catalogó a Beresovsky de testigo poco fiable y el magnate acabó en la bancarrota. Boris Beresovsky fue encontrado muerto en su casa, ahorcado en su baño con llave por dentro.
Inglaterra es tierra donde los asesinatos entre rusos suceden. Por lo tanto el imaginario popular sostiene todo tipo de hipótesis como posibles. El caso del envenenamiento del ex espía Sergei Skrypal, con el agente químico novichok, fue otro que agitó al parlamento británico (entonces sí se impusieron sanciones a los rusos). Abramovich tuvo que abandonar su residencia en Londres, pero en lugar de regresar a Rusia se fue a Israel y adquirió la nacionalidad israelí.
Como israelí financió operaciones de médicos para asistir con la lucha contra la pandemia en el norte de Italia. También puso uno de sus hoteles en Londres a disposición de trabajadores del servicio de salud público cuando el Covid arrasó la ciudad. Alzó un monumento a las víctimas del Holocausto en Stamford Bridge. Y ahora prometió usar las ganancias netas de la presunta venta del Chelsea para asistir a las víctimas de la actual guerra desatada por la invasion rusa a Ucrania.
Tras el anuncio esta semana de su intención de vender el club, los hinchas han manifestado gratitud eterna por Roman Abramovich, el hombre que los llevó a una gloria inusitada, gastando como nadie nunca lo hizo en el fútbol inglés, incluso en forma de préstamos personales al club. En su declaración acerca de la venta del Chelsea, Abramovic dijo da por saldada la deuda -se refiere a una deuda de un billón y medio de libras- que Chelsea incurrió contra él personalmente. Es decir que su ‘inversion’ en los gastos fueron en calidad de “préstamo”. Lo que el club le debe a él no será cobrado.
El escritor Musa Okwonga, gran observador de identidades futboleras, destacó en Twitter que Abramovich siempre supo manejar a la perfección la seducción de la riqueza y la maestría del silencio. “Es increíble, realmente”, respondió enseguida el periodista Ian King (@twoht), “19 años y aún no lo escuché hablar jamás”.
Difícilmente hable ahora, condenando las acciones de Vladimir Putin públicamente como piden los ministros británicos. Pero sea quien sea el próximo propietario del Chelsea -también este jueves la Premier League sugirió que habrá en adelante más escrutinio sobre la procedencia de los fondos con los que se adquieren los clubes y “un componente de derechos humanos” que se esta redactando con Amnistía Internacional-, es innegable que el paso de Roman Abramovich por Chelsea cambió la cara del futbol ingles para siempre.
Así como su llegada desató una ola de lujos y glorias es posible que su partida cambie nuevamente el paisaje futbolístico del país, influyendo en una nueva modalidad, más regulada. Lo que sí podemos decir, sin temor a exagerar, es que quien juega exitosamente a la mancha con los aviones es Abramovich.
MMA
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