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Opinión
Ensayo general

Seguir viviendo mientras todo se rompe

Tamara Tenenbaum Ensayo general rojo

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Necesito una palabra que no sea peyorativa para hablar de la capacidad de una obra de arte de generar efectos: tanto efectista como efectiva tienen el color del desprecio. La primera evoca un abuso de golpes de efecto; la segunda parece venir con un ‘meramente’ ya incorporado, comunica que sí, se resolvió, se cumplió con una consigna. Quiero decir, en cambio, que Distancia de rescate de Claudia Llosa es una película que produce efectos, una película hecha para la piel. Leí hace mucho y varias veces la novela de Samanta Schweblin, y de hecho recordaba algo parecido a eso: que era de esos textos en los que una, más que los detalles de la trama, recuerda la experiencia de haberlos leído. Pero en la novela, al menos en mi memoria de su lectura, la emoción que predominaba era el miedo; al conocer la historia, yo ya sabía lo que se venía (es interesante el desafío de adaptar un thriller que tanta gente ha leído y ver cómo suplir ese suspenso que proviene de no saber cómo sigue), y acaso haya sido por eso que lo que más me acompañó mientras miraba la película fue una sensación de extrañeza, un desconcierto producido específicamente por la combinación de la sensualidad con la destrucción.

Llosa pone muy al frente de Distancia de rescate el erotismo a la vez doméstico y salvaje que se arma entre dos madres un poco solas que, se acercan la una a la otra con esa mezcla de intriga, envidia y deseo que las mujeres a veces sentimos con las que,  intuimos, son versiones mejoradas de una misma. Como la narración en off está a cargo del personaje de Amanda (María Valverde), es la mirada de ella la que acompañamos durante la película, y es entonces el cuerpo de Carola (Dolores Fonzi) el que vemos ser mirado, su piel dorada y su andar gatuno tal como los mira Amanda desde su soledad inocente y voraz. Este duelo de cuerpos y miradas surca toda la película, incluso a medida que se va poniendo más oscura y que la trama de la enfermedad y la muerte va tomando peso.

Tengo entendido que la película se hizo antes de la pandemia, pero creo que no la podría haber sentido de la misma manera si no hubiera vivido este fin del mundo de baja intensidad que atravesamos estos últimos dos años. Distancia de rescate no habla de un episodio aislado, no habla de una situación transitoria y local: habla de un apocalipsis como el que nos tocó a nosotros, un apocalipsis lento y errático, un mundo que se va destruyendo de a poquito mientras tratamos de pretender que no nos damos cuenta y seguimos viviendo, teniendo sexo, teniendo hijos. Por eso creo que la sensualidad de la película no es una estetización, no es solo hacer cine bello, sino que es casi una apuesta política: hasta cuando todo se está rompiendo seguimos teniendo tiempo para admirar el vaivén de un par de piernas firmes, el modo en que rebota una cabellera enrulada. La atención múltiple, finalmente, es el tema de la novela, lo que le daba título, y Llosa lo entiende muy bien: se ve claramente en la escena clave en la que el personaje de Amanda explica en off el concepto de distancia de rescate (la distancia que una madre tendría que recorrer para salvar a su hija si le pasara algo, ese hilo que une a las madres y los hijos que se tensa y se afloja pero nunca deja de percibirse), escena que muestra a una Amanda distraída entre la intriga que Carola le produce, la historia que Carola misma le está contando y la cercanía de su hija con la pileta, una metáfora perfecta de la maternidad. Pero no se ve solo ahí: creo que de todos los temas que toca la novela, la película (con guion de Llosa y de la propia Schweblin) decide subrayar esta cuestión de la atención dividida, de la distracción, del modo en que nadie sabe qué es importante y qué no entre las mil millones de cosas a las que tenemos que estar atentas, las madres y las no madres también. La experiencia de ver la película es eso, también: es un thriller que mira hacia los costados y no solamente a su resolución, que abre temas, imágenes y capas que van más allá y más acá del misterio, que en su decisión de acompañar con belleza la destrucción termina diciendo mucho más de lo que parece.

La sensualidad de la película "Distancia de rescate" no es una estetización, no es sólo hacer cine bello, sino que es casi una apuesta política.

Me hizo pensar mucho en esta cuestión de ‘lo importante’, leitmotiv que se repite también en el texto. Yo no sé si es una cuestión de época o si sencillamente las cosas fueron siempre así y yo las estoy entendiendo ahora porque soy más grande de lo que era antes, pero mi sensación es que ya no se soporta más esto de que nada importe, la ironía, la indiferencia, la resignación. Mataron a un chico porque sí, lo mató la policía, otra vez; y no va a pasar nada, es terrible aceptarlo y es terrible saberlo pero no va a pasar nada. Nos rodea este crecimiento de la derecha en múltiples direcciones y de todos los colores, y quizás es contradictorio y quizás me equivoco pero en mi cabeza hay una relación entre las ganas con las que cierta juventud abraza el deseo de destruirlo todo y la sensación de que efectivamente nada funciona, de que nuestras democracias no están logrando resolver nuestros problemas y que la tranquilidad con la que los adultos aceptamos eso todos los días ya no da para más. Quiero explicar un poco mejor esta relación que encuentro: los adultos, los moderados, los que queremos seguir sosteniendo la fe de la democracia y el Estado nos organizamos con nuestras cotidianeidades y nuestras pequeñas conquistas, tratamos de no pensar en todo lo enorme que no funciona, en una policía que en el fondo ya sabemos que no vamos a ver reformada en el corto plazo y quizás tampoco en el largo, en una pobreza estructural que tampoco imaginamos mejorando en las décadas que nos quedan de vida, incluso cuando nos quedan cuatro, cinco o seis como me quedan a mí. Nos ponemos contentos cuando un programa estatal a pequeña escala parece funcionar bien, nos regocijamos con la mínima recuperación económica post pandemia, nos aliviamos cuando lo mínimo sigue funcionando. Es el aprendizaje de la adultez, ese de Distancia de rescate, el de seguir viviendo cuando todo se rompe; como estamos haciendo con el cambio climático, pongamos, como muestra la película que lo hacemos con la devastación ambiental. Pero quizás algunos seamos demasiado adultos; y quizás eso que llaman polarización sea la crisis de esa forma de adultez. Quizás haya algo en esa forma de crecer que no va a funcionar más. 

TT

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